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DERECHOS DE LOS ANIMALES
Se han producido recientemente una serie de discusiones en torno al tema de la liberación de los animales y ello en conexión con los diversos movimientos de liberación actuales; de éstos, la gran mayoría son interhumanos (liberación de los oprimidos, sea en lo económico, en lo político, en lo nacional, etc.; liberación de la mujer…). El movimiento pro libertad de los animales es, por así decir, intra-vida, y se refiere a su independencia frente a la especie humana o a grupos de humanos que adoptan ―conscientemente o no― la actitud denominada «especieísmo».
Hay muy diversos ejemplos de la expresión o subyugación a que los animales se ven sometidos. En principio parece que estos ejemplos deberían incluir alguna acción que supusiera el alejamiento del animal de su hábitat natural, pero, de acuerdo con esto, domesticar animales sería opresión —y esto parece excesivo a muchos―. Y aun excluyendo el caso de los animales domésticos, hay muchas formas de tratar a los animales que suponen opresión o mal trato. Hay quienes piensan que sacrificar animales para alimentarse es injusto, ya que el hombre no es necesariamente carnívoro, y se puede obtener proteínas de otros alimentos. Otros aceptan que se coma carne siempre y cuando los animales sean sacrificados en condiciones que eliminen o reduzcan al máximo el dolor y el sufrimiento. Entre los que defienden la liberación de los animales, es común la negativa a que se les sacrifique para elaborar cosméticos —que pueden fabricarse con otras materias primas— o abrigos de piel, que consideran un lujo. También hay acuerdo frente a lo que supone el someterlos a experimentos —sean biológicos, médicos o de comportamiento―, ya que ninguno de ellos está bajo control estricto. Incluso cuando sea razonable utilizarlos para la experimentación biológica o médica, ha de hacerse bajo condición de que no sean atormentados.
El tema está en conexión con el de los derechos de los animales, ya que si alguien defiende su libertad es de suponer que cree que son sujetos de este derecho; se plantea la cuestión de si es al mismo nivel que el hombre, y en general la respuesta es negativa. Una cosa es que los animales sean sujetos de derechos, y otra muy distinta que lo sean en igualdad de niveles con el ser humano. Cada especie tiene sus características propias y sus correspondientes derechos, pero es importante determinar si hay o no unos derechos básicos, comunes al hombre y, al menos, a algunas especies ―como mamíferos y pájaros, por ejemplo—, y si estos derechos se fundan, en último término, en una igualdad básica que sería la «igualdad de los vivientes».
Jeremy Bentham (The Principles of Morals and Legislation, cap. XVII, sec. 1, nota al párrafo 4) manifestaba la opinión de que «puede llegar el día en que la población animal recupere esos derechos que nunca se le hubiesen arrebatado de no ser por la fuerza». Según Bentham esos derechos se apoyan en la noción de una característica común a hombres y animales. Si antes ―y ahora― se mantenía que la razón y el lenguaje distinguían al hombre del animal y le conferían derechos superiores, Bentham arguye que un perro adulto es más racional que un niño de un día, un mes e incluso un año, y que tampoco un idiota congénito se distingue por su racionalidad. La cuestión, para Bentham, no radica en la capacidad de pensar o de hablar, sino en la capacidad de sufrir. Si los animales sufren, al igual que los humanos, y uno cree que debe evitarse el sufrimiento, todo viviente tiene derecho a que no se le maltrate.
Hablando con propiedad, el sufrimiento es una manifestación, como el gozo, de la sensibilidad. Admite mejor la generalización esta característica de ser «sentiente», o capaz de sentir, que la de ser capaz de sufrimiento. De hecho, la mayor parte de los animales son —al igual que el hombre― realidades «sentientes».
De acuerdo con la teoría de Bentham, Peter Singer (Animal Liberation, 1975, pág.9 y sigs.) afirmaba que «la capacidad de sentir… es el único límite defendible en interés de los demás». La posible defensa de los animales deriva de su condición de sentiente. Por lo tanto, la simple aplicación del «principio de igualdad» sería, según Singer, suficiente para justificar la petición de no dañar —o dañar lo menos posible― a todo ser capaz de sentir, incluidos los animales. Ello no significa, como ya se ha dicho antes, que todos los seres con vida tengan el mismo valor, sino solamente que el «especieísmo» no constituye criterio suficiente para atentar contra la vida de nadie. En otras palabras ―y precisamente porque el ser humano se distingue de los otros vivientes―, no hay justificación para que los tratemos sin considerar sus intereses y derechos.
ESPECIEÍSMO
Se ha forjado este término, procedente de la palabra especie, para indicar la actitud humana según la cual la propia especie, o especie humana, es privilegiada respecto a otras especies, y posee derechos que las demás especies no tienen, o se supone que no deben poseer. El especieísmo es respecto a la especie humana entera lo que es el racismo a una raza determinada; ser especieista es ser un «racista humano».
El especieísmo es una versión del antropocentrismo cuando se interpreta a este como resultado de un juicio de valor sobre el hombre. Debe observarse que el especieísmo no es necesariamente sólo el reconocimiento de que todos los hombres constituyen una especie o de que su ser es «ser especie» en el sentido de Feuerbach. Este reconocimiento puede ser una superación de los intereses particulares de grupos particulares y, por tanto, una superación de todas las formas de racismo, nacionalismo, tribalismo, etc. Pero el reconocimiento del hombre como especie se transforma en un especieísmo cuando equivale a la negación de derechos a otras especies que a la humana.
Específicamente, los especieistas niegan los derechos de los animales y, en general, de todos los seres sintientes distintos del hombre.
El término se debe a Richard Ryder, que lo emplea en su artículo «Experiments on Animals» (en Animals, Men and Morals, 1971, ed. Stanley y Roslind Godlovitch, y John Harris, págs. 41-82). Según Ryder, «no hay ningún criterio simple que distinga entre las llamadas especies» (op.cit., pág. 81). Ryder pone de relieve que, ya que no se aceptan hoy discriminaciones en términos raciales: «Similarmente, puede ocurrir que llegue un momento en que los espíritus ilustrados aborrezcan el “especieísmo” tanto como ahora detestan el “racismo”» (loc. cit.).
JOSÉ FERRATER MORA,
Diccionario de Filosofía de Bolsillo, 1983.
La mayoría de los males de la humanidad
no se han cometido por maldad, sino por indiferencia.
Anónimo
En 1957, Stanley Kubrick dirige Senderos de Gloria. En esta película un batallón del Ejército recibe una orden suicida e insensata. Al intentar cumplirla, mueren muchos hombres. Todos, tanto soldados como oficiales, sabían antes de iniciar la acción que lo que iban a hacer no tenía ningún sentido. Por eso, más tarde uno de los soldados de mayor rango decide rebelarse contra sus superiores poniendo en cuestión el principio de obediencia ciega.
La película causó un gran impacto en la época (llegó a estar prohibida en varios países) porque planteaba el dilema ético que define la trama de un ejército. ¿Qué debe hacer un mando intermedio ante una orden insensata? ¿Debe mandar a sus soldados a una muerte segura? ¿La obediencia a la autoridad puede llegar hasta ese punto?
Unos años después, uno de los experimentos más famosos de la psicología dejaría claro que la respuesta a la última pregunta es sí. Esta investigación demostró, además, que no cuestionar la autoridad puede llevar a la inmensa mayoría de las personas a realizar acciones que, en principio, sólo consideramos posibles en los psicópatas.
El experimento se realizó allá por los años 60 y su autor fue el psicólogo Stanley Milgram. Este investigador quería averiguar hasta dónde llegaba la influencia de la autoridad. Comenzó por poner un anuncio en un periódico buscando personas para participar en una inocente investigación.
La tarea de estas personas consistiría en administrar un castigo a un individuo que debía memorizar una lista. Cuando el voluntario llegaba, se le pedía que atara a la otra persona a una silla electrificada y le pusiera un electrodo en la muñeca. Después se le decía que pasara a una habitación contigua donde había un generador eléctrico y que, cada vez que la persona atada a la silla se equivocara en una tarea, le administrara una descarga. Con cada error, las descargas debían subir 15 voltios…
Con 75 voltios, cuando apretaba la palanca el voluntario oía a la persona de la otra habitación gruñir. Cuando se le administraban 150 voltios, ésta vociferaba: «Experimentador, sáqueme de aquí, no quiero continuar. Me niego a seguir.» Pero el experimentador ordenaba al voluntario que siguiera con las descargas. Con 270 voltios se oía un quejido agónico. Con 300 se oía un golpe en la pared: eso es lo último que se escuchaba de la persona. A esas alturas, el voluntario tenía bastantes razones para creer que el hombre de la habitación de al lado estaba muerto: él no sabía que la otra persona era un actor entrenado por Milgram. Pero cuando el experimentador le ordenaba continuar, él seguía haciendo las preguntas y, al no obtener respuestas, aumentaba las descargas. Así, hasta llegar a los 450 voltios finales.
¿Cuántas personas podemos pensar que llegarían a administrar el máximo de descargas? En un cuestionario realizado entre psiquiatras, estudiantes y personas de clase media los resultados indicaban que nadie creía en que hubiera personas capaces de continuar apretando el botón más allá de los 300 voltios. De hecho, muy pocos pensaban que alguien llegara a los 180 V. Sin embargo, la realidad fue que de los cuarenta sujetos perfectamente normales que realizaron el experimento, 25 (es decir, más de la mitad) llegaron hasta el final, hasta los 450 voltios. Sólo ocho se negaron a pasar de los 180 voltios. Es decir, sólo el 20 por 100 hizo algún caso a los gritos de la víctima. Un último dato: la media de descarga hasta la que se llegó fue de 368 voltios. Dicho de otro modo: la mayoría de los voluntarios llegaron a un nivel en el que lo más lógico era pensar que habían matado a la persona de la habitación contigua sólo porque alguien con bata blanca les había dicho que lo hicieran.
Dos datos más permiten relacionar este experimento con la psicología castrense. El primero tiene que ver con la despersonalización: cuando el voluntario tenía que tocar a la víctima o hablar con ella, la obediencia a la hora de dar descargas disminuía. De alguna forma, parece que esto les hacía recordar que la otra persona era un ser humano. Esta variación sobre el experimento explica la eficacia de las tácticas deshumanizadoras empleadas por los ejércitos a lo largo de la historia: el enemigo tiene que ser alguien sin rostro, un ente sin personalidad.
El segundo dato tiene más que ver con la forma en que se transmite la autoridad. Milgram varió las condiciones del experimento para averiguar qué era lo que más contribuía a que los voluntarios obedecieran las órdenes del experimentador. Pues bien, el factor más importante no era la cantidad de explicaciones que diera el experimentador para justificar lo que estaban haciendo. Ni el hecho de que el que impartía órdenes pareciera más o menos creíble en su papel. Tampoco influía demasiado recibir al voluntario en un lugar más o menos presentable. Lo más importante parecía ser el uniforme: el hecho de que la persona llevara o no bata blanca fue totalmente decisivo…
La conclusión del experimento de Milgram es clara. La autoridad nos despersonaliza. Cuando la aceptamos, perdemos control interno y tendemos a delegar la responsabilidad en aquellos que dan las órdenes. El riesgo que corremos es entrar hasta tal punto en ese estado mental de pérdida de responsabilidad que, al final, lleguemos a ser capaces de todo por obedecer. El militar interpretado por Kirk Douglas se enfrenta valientemente a sus superiores y es juzgado por eso. En la vida real son muy pocas las personas capaces de mantener ese compromiso ético.
Milton Friedman era un economista de
El Monetarismo, al igual que otras escuelas neoliberales, aboga por la reducción del gasto público (en especial el social), la privatización del sector público, la flexibilización del mercado laboral…; pero a diferencia del resto opta por que el Estado (además de su papel policial) sólo intervenga para controlar la oferta monetaria, la cantidad de dinero en manos del público, emitiendo o dejando de emitir billetes, o subiendo o bajando los tipos de interés para controlar la inflación.
El razonamiento en que se basan para relacionar la oferta monetaria con la inflación es el siguiente: la inflación se produce porque hay un exceso de demanda, es decir, que el aumento del dinero en manos del público aumenta la capacidad adquisitiva de éste, y si no va acompañada con un aumento de la producción en la misma proporción se producirá lo que los economistas denominan un exceso de oferta (la cantidad de los que quieren comprar superan a la cantidad de productos existentes en el mercado) y se produce un aumento de los precios para reducir la demanda, desanimando a los más pobres a comprar. Para evitar esto los monetaristas proponen que el Estado dejé de emitir billetes o aumente los tipos de interés, encareciendo los prestamos y desanimando a la gente a pedir dinero a los bancos, reduciendo la demanda y, consecutivamente, se producirá lo contrario: un exceso de oferta o escasez de la demanda (la producción supera a la cantidad de posibles consumidores) que obligará a las empresas bajar los precios para dar salida en el mercado a sus mercancias.
Así de simple es la teoría, pero en la práctica ocurre lo contrario: la reducción de los préstamos bancarios debido a la elevación de los tipos de interés trae consigo una reducción de la inversión empresarial, y consecuentemente del crecimiento económico y un aumento del paro, debido a la reducción de la demanda.
En uno de los primeros países donde se aplicó esta política fue en el Chile de Pinochet en sus años más represivos (donde fue Friedman a hacer unas conferencias). Después se extendió a otros países de Latinoamérica, hasta llegar a Estados Unidos con Ronald Reagan como presidente y a
El balance de estas políticas es totalmente negativo para las clases trabajadoras. En los países ricos aumento las desigualdades sociales, no solucionó para nada la inflación y el desempleo. Mientras que en los países pobres fue todavía peor: les llevó a muchos de ellos a la ruina económica.
Para explicar lo que causó la aplicación de las políticas monetaristas en los países pobres os pongo un par de párrafos del libro del filósofo argentino Mario Bunge titulado Economía y filosofía:
La manera en que obran las políticas monetaristas en los países en desarrollo y en estado de inflación es la siguiente: Se fijan las tasas de cambio (en particular el precio del dólar), se levantan las barreras aduaneras y se restringen los créditos bancarios. Al comienzo las dos primeras medidas no tienen efectos apreciables, pero la tercera afecta de inmediato a las empresas pequeñas y medianas, que se ven en figurillas para financiar sus operaciones. Muchas de ellas terminan por quebrar en consecuencia. Esto tiene como efecto una disminución del empleo y del consumo y una retracción económica. Al principio las grandes empresas se benefician con las quiebras de las pequeñas y medianas, pero al poco tiempo también ellas empiezan a sufrir debido a la disminución del consumo que acompaña a la desocupación.
Mientras tanto la inflación sigue, o al menos no ha disminuido apreciablemente. Llega un momento en que lo único barato en el país es el dólar. A partir de este momento empiezan a actuar los dos primeros exorcismos monetaristas, es decir, la estabilidad de las divisas extranjeras y el libre cambio exterior. En efecto, las mercancías nacionales están tan caras que el público prefiere las importadas, por ser más baratas y acaso también de mejor calidad, o por lo menos de mayor prestigio. La consecuencia es la destrucción de la industria nacional. Este resultado de la política monetarista tiene tres beneficiarios: las economías centrales (en particular la norteamericana), los importadores (y ex contrabandistas) y los sectores políticos que desean la destrucción de los sindicatos obreros. La gran víctima del rito de sacrificio monetarista es la nación, cuyo gobierno ha adoptado la ideología importada de Chicago.
Mario Bunge, Economía y filosofía. Editorial TECNOS, S.A., 1985.
La aplicación de estas políticas por dictaduras del Cono Sur demuestra su escaso espíritu democrático, que junto con sus consecuencias sociales en los países ricos y su invalidez teórica convierte al Monetarismo en una ideología nefasta y criminal para la humanidad.
M. Friedman murió el 26 de noviembre de 2006 en un hospital de Chicago por un infarto al corazón… ¡ASÍ SE PUDRÁ EN EL INFIERNO!
A saber: innecesaria, sectaria, sesgada, inquisitorial, discriminatoria, arbitraria y, sobre todo, antidemocrática.(...)
“Esos bobos eran incapaces de prever que las medidas reaccionarias, siempre dirigidas primero contra las ideas más impopulares y sus defensores, acaban con el tiempo, y de forma inevitable, siendo aplicadas también a ellos.”Emma Goldman, “Viviendo mi vida”
Y también, ¿por qué no se ha analizado nunca el carácter mafioso y criminal de los regímenes instaurados por
¿Por qué Kosovo sigue siendo una tierra sin ley? A causa de poderosos intereses económicos, explica el experto canadiense Chossudovsky: «Los barones de la droga de Kosovo, Albania y Macedonia se han convertido en las nuevas elites económicas, frecuentemente vinculadas a importantes intereses comerciales occidentales. Los ingresos financieros procedentes del tráfico de drogas y armas se han reciclado a otras actividades ilegales como las redes de prostitución».
«Altos responsables del régimen del Presidente albanés Berisha han estado implicados en el tráfico de drogas y en el tráfico ilegal de armas con Kosovo. Tráficos que pudieron florecer impunemente a pesar de la presencia, desde 1993, de un importante contingente de tropas norteamericanas. En los últimos años, este tráfico de drogas ha permitido a
Se sabe que la droga, junto con el armamento y la publicidad, es uno de los tres sectores económicos más importantes de la sociedad capitalista actual... También se sabe que
La mafia albanesa controla también el desvío de la ayuda internacional, que es reexportada, con la corrupción que ello conlleva. En julio de 2002 investigadores de
¿Son todos estos fraudes un accidente, un fenómeno secundario? ¿O, por el contrario, una parte integrante del sistema que se ha instaurado? Un funcionario europeo responde oculto bajo el anonimato: «Durante los últimos tres años la comunidad internacional ha inyectado en Kosovo entre 15 y 18 millones de euros, pero aún no hemos establecido las infraestructuras de base». No se trata de fraudes secundarios. La misma evasión masiva se ha producido en Bosnia en torno al clan del Presidente musulmán Izetbegovic.
Michel Collon, El país del que ya no se habla, 2002.
Desarmando la guerra global.
París, 1º de Mayo de 1919. |