Aunque pudo haber tenido lugar un encuentro entre Alejandro Magno (rey de Macedonia y conquistador del Imperio Persa) y Diógenes de Sinope (el filósofo cínico y maestro de Crates de Tebas) en Corinto, el coloquio que pudieron tener se desconoce. La imaginación de la gente creó una leyenda. Según recoge la anécdota Diógenes Laercio en su Vida de los Filósofos la charla entre ambas ambiciones antagonistas —una, la del Poder, y la otra, la de la Libertad, respectivamente— pudo haber sido así:
Acudió una vez Alejandro hasta él y le dijo: «Yo soy Alejandro el gran rey.» Repuso: «Y yo Diógenes el Perro.» Al preguntarle que por qué se llama «perro», dijo: «Porque muevo el rabo ante los que me dan algo, ladro a los que no me dan, y muerdo a los malvados.»Preguntado que de dónde era, respondió Diógenes: «Cosmopolita.»Alejandro que, erguido ante él, le preguntó: «¿No me temes», le dijo: «¿Por qué? ¿Eres un bien o un mal?» Como él respondió: «Un bien», dijo: «¿Pues quién teme un bien?»Tomaba el sol en el Cráneo [gimnasio a las puertas de Corinto] plántose ante él Alejandro y le dijo: «Pídeme lo que quieras.» Y él contestó: «No me hagas sombra.»Dicen también que Alejandro había dicho después que, de no ser Alejandro, habría querido ser Diógenes.
4 comentarios:
Hola. Me permito, tal vez de forma impertinente, invitarles a una humilde covacha libertaria: http://maquisville.blogspot.com
Si crece, lo hará como la naturaleza, sin orden fijo, sin norte, sin compromisos de horarios o fechas. Los disidentes de la Era Fordiana son bienvenidos.
En todo caso, enhorabuena por su lucidez crítica, y suerte.
Salud y acracia.
Por cierto, es una lástima que hoy haya millones de aspirantes a Alejandro, y muy pocos Diógenes. Con Heráclito, Diógenes el Perro fue de lo más sabio de la antigua Grecia. Los pocos datos que daba de él Laercio lo dejan claro.
Gracias por la invitación. Ya lo haremos. Saludos.
DIOGENES el llamado cínico, es a mi juicio uno de los màs lúcidos ejemplos de que la felicidad no depende de cuánto tengas, sino de cuánto puedes llegar a sentir o disfrutar, de lo poco o mucho que tienes, en paz.
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