Ya que en este mes se conmemora el nonagésimo aniversario de la Revolución rusa de Octubre, os pongo un texto algo posterior pero que refleja lo que fue y supuso la toma del Poder por los bolcheviques ese año, luego vendrían Stalin, la Guerra Fría, el Pacto de Varsovia, etc., hasta su final en 1991.
El 16 de marzo de 1921 (poco antes del último asalto que pondría fin a la rebelión de marinos, soldados rojos y obreros de la revolucionaria Kronstadt) salía publicada en el Izvestia de Kronstadt este artículo titulado: Socialismo entre comillas; redactado por el Comité Revolucionario Provisional que encabezaba la rebelión de esta ciudad-fortaleza (base naval de la Flota del Báltico) en la isla de Kotlin, a unos treinta kilometros al Oeste de Petrogrado, en el Golfo de Finlandia. Isla de larga trayectoria revolucionaria que se amotinó contra el Poder bolchevique (previamente lo hizo contra el zarismo y el Gobierno Provisional) defendiendo totalmente el original lema revolucionario de «Todo poder para los soviets», lema traicionado por Lenin y sus secuaces en el gobierno.
Tras tres años de guerra civil, la imposición del llamado Comunismo de Guerra y las carencias de existencias provocó sucesivas revueltas campesinas en el país y las huelgas generales de Moscú y Petrogrado, duramente reprimidas por «el gobierno de obreros y campesinos» de la llamada «patria del socialismo». La población de la isla fortaleza se sumaron a la protesta, foco de fuerte tradicción rebelde y de muchos motines antiautoritarios, se le llegó a denominar el «orgullo y la gloria de la Revolución rusa». Establecieron durante un tiempo un soviet libre, que terminó duramente reprimido por el Ejército Rojo, después de una lucha sangrienta y encarnizada. Un reflejo más de lo que Lenin y Trotski sembraron y después cosechó Stalin y los que le siguieron al frente de la URSS:
SOCIALISMO ENTRE COMILLAS
Al hacer la Revolución de Octubre los marinos y los soldados rojos, los obreros y los campesinos vertieron su sangre por el poder de los soviets, por la creación de una República de trabajadores. El partido bolchevique prestó estrecha atención a las actitudes de las masas. Al inscribir en su bandera seductoras consignas que agitaron a los trabajadores, logró atraerlos a su campo y les prometió conducirlos a un brillante reino del Socialismo, que sólo los bolcheviques sabían cómo erigir.
Naturalmente, una alegría sin límites se apoderó de obreros y campesinos. «Por fin la esclavitud que hemos soportado bajo el yugo de los terratenientes y los capitalistas se está transformando en una leyenda», pensaron. Parecía que hubiera llegado la época del trabajo libre en los campos, fábricas y talleres. Parecía como si todo el poder hubiera pasado a manos de los trabajadores.
La habilidosa propaganda llevó a los hijos del pueblo trabajador a integrar las filas del partido, donde fueron aherrojados por una severa disciplina. Luego, cuando los comunistas se sintieron suficientemente fuertes, primero desalojaron del poder a los socialistas de otras tendencias; después apartaron a los obreros y campesinos mismos del timón de la barca del Estado, mientras continuaban gobernando el país en su nombre. Los comunistas sustituyeron ese poder que usurparon por el dominio arbitrario de los comisarios sobre el cuerpo y el alma de los ciudadanos de Rusia soviética. Contra toda razón y contra la voluntad de los trabajadores, comenzaron a construir tenazmente el socialismo de Estado, con esclavos en lugar de trabajadores libres.
Luego de desorganizar la producción bajo el sistema de «control por los obreros», los bolcheviques procedieron a nacionalizar las fábricas y talleres. Los trabajadores se transformaron de esclavos de los capitalistas en esclavos de las empresas estatales. Pronto esto no fue suficiente, y entonces planearon introducir el método de trabajo acelerado al máximo: el sistema de Taylor. Todo el campesinado trabajador fue declarado enemigo del pueblo e identificado con los kulaks (campesinos ricos). Con gran energía los comunistas se dieron a la tarea de arruinar a los campesinos, ocupándose ellos mismos de crear granjas estatales (las estancias del nuevo terrateniente, el Estado). Esto es lo que los campesinos han recibido del socialismo de los bolcheviques en lugar del libre uso de las tierras que acababan de conquistar. A cambio del cereal incautado y las vacas y caballos confiscados, recibieron incursiones de la Cheka y pelotones de fusilamiento. ¡Excelente sistema de intercambio en un Estado de trabajadores: plomo y bayonetas por pan!
La vida de los ciudadanos se volvió desesperadamente monótona y rutinaria. Uno vivía de acuerdo con las tablas cronológicas fijadas por la autoridad que correspondiera. En lugar del libre desarrollo de la personalidad individual y de una vía de trabajo libre, surgió una esclavidtud extraordinaria y sin precedentes. Todo pensamiento independiente, toda crítica justa a los actos de los gobernantes criminales se transformaron en un delito castigado con la prisión, y a veces incluso con la ejecución. En una «sociedad socialista» comenzó a florecer el castigo capital, esa profanación de la dignidad humana.
Tal es el brillante reino del socialismo al cual nos ha llevado la dictadura del Partido Comunista. Hemos obtenido el socialismo de Estado con soviets de funcionarios que votan obedientes de acuerdo con los dictados del Comité Central del partido y sus infalibles comisarios. El lema «quien no trabaje no comerá», fue distorsionado por el nuevo orden «sovietico» y transformado en «todo para los comisarios». Para los obreros y campesinos y la intelligentsia trabajadora sólo queda el trabajo descolorido y sin descanso en un ambiente carcelario.
La situación se ha vuelto intolerable, y Kronstadt Revolucionaria fue la primera en romper las cadenas y los barrotes de hierro de esta prisión. Está luchando por un tipo diferente de socialismo, por una República Soviética de trabajadores, en la cual el productor mismo será el único dueño y podrá disponer de sus productos como le parezca adecuado.
IZVESTIA, 1921.