Un estudio revela un aumento inesperado del crecimiento de la vegetación mundial por el incremento del CO2 atmosférico.
En un estudio publicado en la revista Nature, Trevor Keenan, de la Universidad Harvard, y sus colaboradores informan que, en los últimos 20 años, los bosques han usado el agua de una manera más eficiente de lo que pensábamos. Según sus conclusiones, se debe a un aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, por lo que sus resultados suponen una reevaluación de los modelos del ciclo del carbono.
La cantidad de CO2 presente en la atmósfera terrestre está aumentando a un ritmo sin precedentes. Durante el mes de mayo de este año, se detectaron valores de 400 partes por millón, esto es, un 43 por ciento más que la concentración registrada en la época preindustrial. Gran parte de este incremento se produjo en los últimos 20 años, con una tasa de aumento del 5 por ciento por década. Esto debería haber estimulado la productividad de la vegetación mundial, puesto que a mayor concentración de CO2 correspondería un aumento de la tasa de fotosíntesis y una reducción del consumo de agua por parte de las plantas. Sin embargo, hay pocos datos de calidad y a largo plazo que permitan detectar los efectos de tal fenómeno, por lo que los modelos actuales se basan en medidas obtenidas de manera indirecta.
El nuevo estudio, en cambio, aporta datos experimentales que ofrecen una nueva visión sobre la productividad de las plantas y su uso del agua. Gracias a instrumentos ubicados encima de torres en medio de la vegetación, los investigadores han medido la absorción de carbono y el consumo de agua de ecosistemas con una superficie de hasta un kilómetro cuadrado. En concreto, han obtenido datos que les han permitido analizar los cambios a largo plazo y a gran escala del uso eficiente del agua para una amplia gama de bosques.
Durante el proceso de fotosíntesis, las plantas pierden agua a través de la evaporación cada vez que abren sus poros (estomas) para permitir el ingreso del CO2. El consumo de agua representa, por tanto, una medida de la velocidad del intercambio entre vapor de agua y dióxido de carbono. Por otro lado, niveles elevados de CO2 en la atmósfera implican una mayor captación de este gas y un menor consumo de agua por parte de las plantas y, por consiguiente, una mayor eficiencia de los ecosistemas forestales. Se piensa, por tanto, que el conocimiento de la gestión de sus recursos hídricos constituye un buen indicador de los efectos de las concentraciones del dióxido de carbono atmosférico en la vegetación.
Según Keenan y sus colaboradores, el uso del agua registrado para 21 bosques del hemisferio norte en las últimas dos décadas ha mostrado una notable mejora. Las tasas de crecimiento de la vegetación resultaron elevadas (con un valor promedio anual cercano al 3 por ciento) y estadísticamente significativas en todos los sitios analizados. Ello indica una tendencia mucho mayor de la que predicen los modelos actuales sobre la respuesta de las plantas al CO2 y el ciclo del carbono.
El hallazgo, basado en observaciones directas, podría implicar que las plantas son considerablemente más sensibles al aumento de CO2 de lo que se pensaba, o bien que otros factores desconocidos subyacen a la tendencia observada.