lunes, 26 de septiembre de 2011

Radioactividad y cáncer

[Extraído del libro Los efectos de la exposición a radiación ionizante a bajas dosis para propósitos de protección de la radiación del ECRR (Comité Europeo sobre Riesgos de Radiación), el siguiente texto alerta sobre la relación entre la lluvia de partículas procedente de explosiones nucleares (pruebas nucleares, guerras, accidentes en centrales nucleares, etc.) y el crecimiento de las tasas de cáncer en las últimas décadas. También se denuncia que las instituciones encargadas de proteger a la población de la radiación (como el ICRP) ceden a las presiones de la industria nuclear y de los gobiernos de las potencias atómicas y no cumplen su cometido.]

Cáncer y Lluvia Radioactiva por Armas Globales


En conjunto, la fuente mayoritaria de contaminación radioactiva debido a la actividad humana es la lluvia radioactiva global causada por los tests atmosféricos de bombas nucleares que se llevaron a cabo en distintas zonas del mundo entre 1945 y 1980. En total se realizaron 520 explosiones nucleares, siendo los periodos de tests más intensivos los años 1952-4, 1957-8 y 1961-2. El 78% de la actividad liberada por estos tests se ha esparcido a lo largo de la tierra, formando el componente principal de los productos de fisión y transuránicos que sufren las criaturas vivientes. Estas sustancias son ahora contaminantes medioambientales universales, así como universales en las células de los sistemas vivos, y a pesar de ello se han efectuado muy pocas investigaciones para estudiar sus posibles efectos sobre la salud. Muchos de los isótopos son muy parecidos a otros elementos de grupo de la tabla periódica que son utilizados por los sistemas vivos; es por ello que son incorporados a las células y órganos.


Explosión nuclear en el atolón Bikini
(Islas Marshall) a cargo del ejército de EE.UU


El periodo de mayor intensidad de las pruebas atmosféricas de armas, y consecuentemente de exposición a la lluvia radioactiva, que terminó en 1963 con la prohibición de las pruebas Kennedy-Kruschev fue la primera ocasión en la que se pudieron evaluar los efectos sobre la salud de tales exposiciones internas. Sin embargo, se efectuaron muy pocas investigaciones y se publicaron muy pocos estudios que, o bien llamaban la atención sobre las consecuencias o bien descartaban su existencia. Las sugerencias de Sternglass y de otros de que la lluvia radiactiva había causado incrementos en la mortalidad infantil fueron ridiculizadas y atacadas. Este clima de negación probablemente se debió a la política de secretismo y control asociada a la Guerra Fría, y se institucionalizó en 1959 en el acuerdo entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) en el que se le dio a la IAEA el poder de vetar investigaciones de la OMS sobre los efectos de la radiación. El comité señala que este acuerdo [Res WHA 12-40, 28.5.59] todavía está en vigor (aunque recientes declaraciones sugieren que está siendo reconsiderado) y cree que los informes precisos de las consecuencias sanitarias de la catástrofe del Chernobyl pueden haber sido suprimidos como resultado de ello.

Por lo tanto, aunque durante el periodo de las pruebas de armas hubo una enorme actividad en los campos de la investigación del cáncer y de la radiobiología, sólo tenemos un pequeño número de informes y estudios que aporten datos útiles sobre las consecuencias de la exposición a la lluvia radioactiva. (...)


Explosión de una bomba atómica
francesa en Mururoa (Polinesia)



Según UNSCEAR [
United Nations Scientific Committee on the Effects of Atomic Radiation], utilizando los modelos del ICRP [International Commission on Radiological Protection], la dosis acumulativa interna debido a la lluvia radioactiva en el hemisferio norte durante el período de 1955-65 varió de entre alrededor de 0.5 mSv, y dosis de hasta 1 y 3 mSv en partes de Europa donde los altos niveles de lluvia causaron una deposición mayor. La dosis mostró una tendencia con un pico entre los años 1958 y 1963 debido al aumento de las pruebas de bombas de fusión. En el caso de los isótopos internos la tendencia acumulativa mostró el mismo pico y se estabilizó en 1965, tras lo que la curva descendió poco a poco (a través de las pérdidas biológicas y la descomposición física) alrededor del 20% hasta alcanzar el valor de 1999. La dosis interna estuvo dominada por dos isótopos: Cesio-137 con una media vida de 30 años, y Estroncio-90 con una media vida de 28 años, aunque hubo otros isótopos más activos que causaron altas dosis en su tiempo. (...)

Tras la interpretación de la evidencia de los estudios que ha considerado, el comité sugiere que la exposición a la lluvia radioactiva proveniente de las armas globales ha tenido un impacto significativo sobre la salud humana. Este impacto ha sido tanto inmediato, causando mortalidad infantil en el momento (un tema que se analizará en el siguiente capítulo), como prolongado, causando incrementos del cáncer, de la leucemia y de otras enfermedades de origen genético con un retraso entre la exposición y la expresión clínica de las enfermedades. Para llegar a esta conclusión, al comité le ha impresionado la ausencia de evidencias sobre el origen de la epidemia global de cáncer que comenzó en el periodo 1975-85. Actualmente el cáncer es visto por la comunidad médica como una enfermedad genética que se expresa a nivel celular, y tanto las investigaciones recientes como las antiguas han apoyado la idea de que el origen de la enfermedad es esencialmente la exposición medioambiental a un mutágeno. Si las tasas de cáncer comenzaron a dispararse en el período de 1975-1985, y debido a que las investigaciones han mostrado que la enfermedad suele retrasarse tras la exposición unos 15-20 años, claramente el origen de la epidemia debe estar en la introducción de un mutágeno cancerígeno en el medio ambiente durante el período de 1955 a 1965. Y la identificación del mutágeno con la radiación ionizante proveniente de la lluvia radioactiva por armas es claramente convincente. Además, las variaciones de la incidencia de cáncer concuerdan con las regiones de más y menos lluvia y deposición, lo que señala a la radiación como la causa principal de la epidemia de cáncer.

Bomba atómica modelo "little boy",
como la que se arrojó sobre Hiroshima.



Sólo parece que dos grupos hayan estudiado esta posibilidades: El Proyecto de Radiación y Salud Pública (RPHP por sus siglas en inglés) de Gould, Mangano y Sternglass en los EEUU, y el grupo de Green Audit de Busby et al. en el Reino Unido.

Estos últimos han utilizado la incidencia del cáncer en Inglaterra y Gales para examinar variaciones entre poblaciones similares con exposiciones acumulativas al isótopo Estroncio-90 de entre 0.2 y 1 mSv, y han sido capaces de mostrar que las variaciones de la exposición a la lluvia radioactiva tienen una alta correlación con la incidencia posterior del cáncer (R = 0.96). Los investigadores de Green Audit han mostrado que esto implica un error de un factor 300 en el modelo de riesgos del ICRP.

Ambos grupos están trabajando en examinar los factores geofísicos que concentran los isótopos de la lluvia radioactiva, tales como estuarios y valles de ríos donde el material se concentra, y han mostrado que estas áreas repetidamente muestran excesos de riesgo de cáncer y de leucemia. Los investigadores del RPHP han proporcionado evidencias de que el cáncer de mama está causado por el Estroncio-90 de la lluvia radioactiva y por el que es transportado por el viento procedente de instalaciones nucleares. Actualmente se encuentran examinando las tasas de cáncer en relación a las medidas de Estroncio-90 que han efectuado en dientes caducos.


Bomba atómica modelo "fat man",
como la que se arrojó sobre Nagasaki.


Además de los incrementos en todos los cánceres que han ocurrido desde los picos de la lluvia radioactiva, también se han observado ciertas zonas específicas de cáncer que han mostrado incrementos notables. Se han producido incrementos significativos y no explicados de cáncer de mama y de cáncer de próstata. Ambas enfermedades son causadas por la radiación. El comité ha analizado las evidencias que conectan el cáncer de mama con el Estroncio-90 publicadas por Sternglass et al. y las de los estudios de cohorte de la mortalidad por cáncer de mama de Busby. Ambos estudios presentan evidencias convincentes sobre el origen de los incrementos recientes de la enfermedad. También se ha mostrado que el cáncer de próstata ha sufrido su mayor incidencia en Gales siguiendo la misma curva que la lluvia radioactiva pero 15 años más tarde. El exceso de riesgo del cáncer de próstata hallado por Roman et al. en los trabajadores nucleares que fueron monitorizados respecto a contaminación interna sugiere un error de hasta un factor 1000 en el modelo de riesgo usado por el ICRP. (...)


Persona atendida en un hospital de
Hiroshima tras la explosión de "little boy"



Cáncer infantil, leucemia y lluvia radioactiva por armas globales

Uno de los sucesos más alarmantes que sucedieron en el periodo de tiempo posterioral uso y a las pruebas de armas nucleares fue el rápido incremento de las leucemias y de los tumores cerebrales infantiles, que juntos forman los principales tipos de cáncer infantil. Los primeros incrementos en el cáncer infantil en los años 50 fueron tan notables que el gobierno se comenzó a preguntar si éstos estarían causados por la lluvia radioactiva, y enfocó la atención sobre el isótopo Estroncio-90 que estaba convirtiéndose en un contaminante significativo de la leche. En el Reino Unido, se le pidió al Consejo de las Investigaciones Científicas que estudiase la hipótesis y, aconsejado por Sir Richard Doll, informó de que los hallazgos de Hiroshima la descartaban en base a que las dosis eran demasiado bajas. A pesar de esto, las incertidumbres alimentadas por los descubrimientos contemporáneos de Stewart de que bajas dosis de rayos-X obstétricos causaban incrementos de leucemia en los niños tras su nacimiento, causaron la prohibición de las pruebas atmosféricas en 1963.

Un estudio de 1994 de Darby, Doll et al. sobre la leucemia infantil y la lluvia radioactiva en países nórdicos ha sido frecuentemente citado como evidencia de que la radiación interna a bajas dosis es segura. Este estudio utilizó conjuntamente (en un estudio temporal) datos sobre el cáncer de leucemia infantil de Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia —países con poblaciones de tamaño muy distinto y diferentes exposiciones a la lluvia radioactiva. La curva de la tasa de la leucemia en los niños de edades entre 0-4 años durante el periodo del estudio, 1948-88, aparentemente mostraba a un incremento modesto de 6 a 6.5 por 100.000 en los períodos de 1948-58 y de 1965-85, justo evitando el periodo de 1958-63 en el que las pruebas fueron más intensas y en el que los niños recibieron una dosis de alrededor de 0.5 mSv, según el modelo convencional. Sin embargo, un examen más atento del estudio reveló que el periodo inicial está representado únicamente por los datos de cáncer de los registros de Dinamarca. Tras 1958, se juntaron los datos de los cinco países. Esto demuestra que el estudio fue defectuoso. Un examen atento de los datos unificados de 1958 sugiere un incremento de la leucemia de los niños de 0-4 años de 5 por 100.000 a 6.5 por 100.000, un incremento de alrededor del 30%. Este resultado aproximadamente coincide con un estudio sobre la mortalidad de la leucemia infantil de Inglaterra y Gales publicado por Bentham. El incremento en la incidencia de la leucemia del 30% en los niños expuestos durante el periodo de 5 años fue causado por una dosis acumulativa a la médula ósea de 0.15 mSv recibida in utero y unos 0.8 mSv recibidos entre las edades de 0 y 4 años.

Esto sugiere un error en el factor de riesgo del ICRP (de 0.0065 por Sievert, por niño) de un factor entre 3 y 15 si no ocurre un todavía mayor exceso de las leucemias en esta cohorte, y un error de en un factor entre 40 y 200 si este exceso de riesgo continuara a lo largo de sus vidas. A este respecto, es de interés que un incremento proporcional de alrededor del 30% ocurrió en la curva de la Incidencia Estandarizada de “Todos los Cánceres” en Inglaterra y Gales unos 20 años tras la exposición.

En EEUU, Archer examinó los incrementos de la leucemia tras la lluvia radioactiva de Sr-90, y mostró un incremento bastante consistente de alrededor del 11% en todos los grupos de edad tras su dosis estimada de 1.3 mSv a adultos y 4 mSv a niños. Si estas dosis son precisas, sugieren una tasa mayor a dosis menores que en los estudios europeos. Y tal y como ya hicieran Bentham y Haynes, Archer fue capaz de demostrar una clara variación de la leucemia relacionada con las áreas de mucha lluvia, áreas intermedias y áreas de poca lluvia.

El Comité señala que la tasa de leucemia infantil del Reino Unido se ha elevado constantemente con el desarrollo de los exámenes de rutina de rayos-X, la amplia utilización de radio en las esferas de los relojes de pulsera en el periodo 1930-40 y las primeras emisiones de isótopos de fisión al medio ambiente mundial, con un elevado pico en 1945. La curva de la mortalidad por leucemia infantil en el periodo 1916-50 en Inglaterra y Gales se correlaciona con los datos de la producción mundial de radio. Nunca se han establecido las dosis provenientes del radio de las esferas de los relojes. Los intentos del comité de examinar otras posibles fuentes de incrementos de la leucemia y de obtener datos sobre los sistemas móviles de rayos-X que fueron utilizados universalmente en el periodo de 1950-1960 para efectuar chequeos para diagnosticar la tuberculosis, no han tenido éxito.


Perro nacido con malformaciones
tras el desastre de Chernóbil.


Ecos de los efectos de la lluvia radioactiva en la siguiente generación

Las curvas de leucemia nórdicas publicadas por Darby et al. muestran un incremento de las tasas a lo largo del periodo máximo de la lluvia radioactiva por armas de 1958- 63. Sin embargo, también muestran un evidente incremento de las tasas de 6.5 a 7.5 por 100,000, comenzando en 1983. Este incremento de tipo escalón comenzó antes del accidente de Chernobyl, y es notable. Se puede ver claramente en la mayoría de los grupos de datos, y aparece en los datos de Gales y de Escocia como dos picos cercanos centrados en los dos años 1984 y 1988. Es posible que éstos sean ecos transgeneracionales, unos 25 años más tarde, del daño genético causado a los padres nacidos en, o alrededor de, los años 1959 y 1963.

El comité ha investigado esta hipótesis más a fondo examinando un pequeño grupo de datos obtenidos de una asociación caritativa de niños con leucemia. En estos datos aparece el año de nacimiento de los padres de los niños de Inglaterra diagnosticados con leucemia. El análisis muestra que el riesgo mayor lo tienen aquellos niños cuyos padres nacieron alrededor de 1960, sugiriendo que su exposición a la lluvia radioactiva por las pruebas de armas podría ser un factor significativo en el incremento de la leucemia infantil. El departamento de estadística médica del gobierno del Reino Unido se ha negado a hacer públicos datos adicionales sobre los años de nacimiento de los padres cuyos niños nacieron después de 1981.

También apoyando esta hipótesis existe cierta evidencia proveniente de la experimentación animal. En 1963, Luning y Frolen mostraron que los descendientes de ratones macho expuestos a Estroncio-90 sufrían daños genéticos significativos que se reflejaban como muertes fetales debidas a efectos de desarrollo. El daño genético se pasó a la siguiente generación, dos generaciones más allá de la exposición. Se encontró un efecto similar en la leucemia por Setsuda et al. en 1962 tras administrar Sr-90 a ratas albinas y examinar la leucemia en su descendencia. Es de esperar que tal efecto también se dé en enfermedades humanas (...).

domingo, 25 de septiembre de 2011

CÁNCER

             
                     Asi que ésto es el cáncer,
        ¡siento al fin fraternidad!  No obstante
        las flores prosiguen ahí afuera


        y són bonitas.




           Poco a poco van entrando
mis hermanos
poco a poco los padres de familia intachables van ocupando sus asientos
poco a poco mis hermanas
van entrando
poco a poco
van ocupando sus asientos madres intachables perfectamente maquilladas.
          Y huele a Cáncer.


          Poco a poco el teatro se va llenando.
          El bello teatro ha sido alquilado para la ocasión
por una prestigiosa Cadena de Televisión, por supuesto
con el patrocinio de El Corte Inglés.
          Y huele a Cáncer.


          En pocos minutos
no antes de la publicidad
dará comienzo en éste marco incomparable una gala-concurso espectacular,
en él
exhibirán sus habilidades las estrellas infantiles del baile y la canción,
niñas 
en su mayoría.
           Los padres babean de espectación,
las madres emocionadas lagriméan.


             Poco a poco
los niños van subiendo al escenario
por separado o en grupos, casi todas niñas
uno a uno
engañados
manipulados
lobotomizados
una a una
engañadas
manipuladas
lobotomizadas
en su mayoría lindas colegialas un poco pícaras
ofreciendo su espectáculo a los mayores y adultos que aplauden,
a los hombres
que disimuladamente les miran las bragas,
a las mujeres sin disimulo emocionadas
que lagriméan.
            Y aplauden y aplauden y aplauden y aplauden.
            Y huele a Cáncer.


            Poco a poco se van marchando
mis hermanos
poco a poco los padres de familia intachables van dejando sus asientos
poco a poco mis hermanas
se van marchando
poco a poco
van dejando sus asientos madres intachables perfectamente maquilladas.
            
             Y huele a Cáncer.





La pesadilla de los desechos nucleares

Documental que salió ayer en La noche temática de TVE sobre la peligrosidad de los residuos radiactivos.

En el documental podemos ver el estado deteriorado en el que están los bidones con residuos arrojados a la Fosa Atlántica hace más de veinte años, residuos radiactivos escapados del interior y distribuidos en el entorno marino circundante. O como se filtran los residuos líquidos de la planta de Hanford (EE UU) a la capa freática y de ahí al río Columbia. Y las consecuencias del desastre de Kishtim (Rusia) de 1957, una explosión de residuos que todavía provoca muertes por cáncer en la zona, podemos ver los altos niveles de radiación todavía existentes en el río Techa. O como la central reprocesadora de residuos de La Hague, en la Bretaña francesa, expulsa desde sus chimeneas Kriptón-85 que afecta a buena parte de Europa occidental. Se demuestra que es falso que la energía nuclear sea renovable al 96% como aseguran los técnicos y directivos de AREVA. Además de las intervenciones de antinucleares como Zhores Medvedev, Alexei Yablokov, Robert Álvarez y Hubert Reeves. En fin, interesante denuncia antinuclear. No solamente el peligro existe ante un accidente en una central y sus posibles escapes, ya existe desde el principio en que se utiliza este tipo de energía, y que perdurará durante varios años, siglos e, incluso, milenios.

¿ADN católico?

Buscando algo sobre el psiquiatra castrense Vallejo-Nájera y sus teorías racistas-biopsiquistas, encuentro estos textos de Vincenç Navarro:

Los militares golpistas se consideraban parte de una raza hispánica superior (el día nacional se llamaba el Día de la Raza), superioridad que le otorgaba el derecho de conquista y sometimiento sobre otras razas inferiores, entre las cuales incluían la raza de los republicanos rojos (término utilizado por la dictadura hacia aquellas poblaciones que se opusieron al golpe militar y a la dictadura). El ideólogo de tal doctrina era el militar psiquiatra Vallejo Nájera, que dirigía los Servicios Psiquiátricos del Ejército. Parte de su formación había tenido lugar en Alemania, habiendo estudiado las teorías racistas nazis de las cuales era un ferviente admirador. Su interpretación de la raza, sin embargo, contenía un fuerte componente político-cultural y psicológico más que étnico, aunque incluía elementos antisemíticos en su definición.



Vallejo-Nájera promovió así las ideas racistas y prácticas genocidas nazis indicando que la «regeneración de la raza impone una política de eliminación de todos los agentes físicos, psicológicos y morales que degeneren la raza», y consideró la eliminación física, a través de asesinatos políticos, como parte de esta purificación de la raza. Instruyó también a las mujeres jóvenes a no leer libros excepto los religiosos, y definió a las mujeres republicanas como la forma más extrema de degeneración de la raza. En realidad, muchos de los experimentos realizados en los campos de concentración nazis en Alemania fueron realizados antes por la Gestapo en los campos de concentración franquistas.




Y ya que se habla de un supuesto «gen rojo». Mirar lo que dijo en una entrevista para MAGAZINE-El Mundo, nº 620, del domingo 14 de agosto de 2011 (en la pág. 20) Rouco Varela sobre Benedicto XVI (otro alemán):

«... Él mismo ha dicho que los españoles tenemos un ADN católico


Para ver mejor, pinchar en la foto.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Las primeras consecuencias de la radiactividad de Fukushima sobre la salud humana se ceban en los más débiles

[Intentando burlar el apagón informativo sobre Fukushima y sus consecuencias me encontré con el blog washingtonsblog.com en el que se nos alerta sobre los primeros casos de muertes infantiles, presumiblemente achacables al fall-out (lluvia de partículas) procedente de Japón. Quien crea que no es más que sensacionalismo y conspiranoia debe saber que los datos se han sacado de un trabajo realizado por la doctora Janette D. Sherman y el epidemiólogo Joseph Mangano. La Dra. Sherman fue la editora en EE.UU. del libro del Dr. Yablokov (al que ya hemos dedicado alguna entrada en este blog) sobre Chernóbil. Joseph Mangano colabora con el European Committee On Radiation Risk (ECRR) donde está Yablokov. A continuación os dejo el artículo traducido.]

Traducido de http://www.washingtonsblog.com/

Una doctora y un epidemiólogo dicen que el brusco aumento del 35 % en la mortalidad infantil en las ciudades del noroeste de EE.UU. desde la fusión de los reactores de Fukushima puede ser debido a la lluvia de partículas

Como ya he apuntado con anterioridad, los niños son mucho más vulnerables a la radiación que los adultos. (...)

No obstante, los estándares de seguridad han sido establecidos basándose en que todo el que se expone es una persona sana de unos veintitantos años.

Ahora una doctora (Janette D. Sherman) y un epidemiólogo (Joseph Mangano) han escrito un terrorífico ensayo en el que se preguntan si el repunte en las muertes de niños son debidas a Fukushima.

Niños bajo el contador de partículas, algo que no mide
la verdadera magnitud del desastre pues la contaminación
más peligrosa es la interna, justo la que el contador no mide.



El reciente Informe Semanal del CDC [Centro de Control de Enfermedades] sobre mortalidad y morbilidad indican que ocho ciudades en el noroeste de EE.UU. (Boise en Idaho, Seattle en Washington, Portland en Oregón, además de Santa Cruz, Sacramento, San Francisco, San José y Berkeley en el norte de California) dieron cuenta de los siguientes datos sobre muertes entre niños de menos de un año:

4 semanas hasta 19 de marzo de 2011 – 37 muertes (una media de 9,25 por semana)
10 semanas hasta 18 de mayo de 2011 – 125 muertes (una media de 12,50 por semana)

Esto asciende a un incremento del 35 % (el total para todo EE.UU. subió alrededor del 2,3%) y es estadísticamente significativo. Aún más significativo es que esas fechas incluyen las cuatro semanas de antes y las diez semanas de después del desastre de la central nuclear de Fukushima. En 2001 la mortalidad infantil era de 6,834 por 1000 nacidos con vida, incrementándose a 6,845 en 2007. Todos los años desde 2002 a 2007 fue más alta que la tasa de 2001.

***
Los datos de Chernóbil que salieron a la luz hace 25 años claramente muestran un incremento en las cifras de recién nacidos enfermos y debilitados y un incremento en las cifras de muertes en los no nacidos y en los recién nacidos, especialmente justo después de la fusión del reactor. Estos ocurrieron en tanto Europa como en la antigua Unión Soviética. Hallazgos similares se ven en la fauna y flora que vivía en áreas en las que aumentaron los niveles de lluvia de partículas radiactivas. (Chernóbil: Consecuencias de la catástrofe para la gente y el entorno, Alexey V. Yablokov, Vasily B. Nesterenko, and Alexey V. Nesterenko. Editora consultora: Janette D. Sherman-Nevinger. New York Academy of Sciences, 2009.)

Los niveles de radioisótopos fueron medidos en niños que habían muerto en el área de Minsk que había recibido la lluvia de partículas de Chernóbil. Los hallazgos con respecto a problemas cardiacos eran los mismos que los observados en pruebas con animales a los que se había administrado cesio-137. (Bandashevsky, Y. I, Patología de la radiación ionizante asimilada, Universidad Técnica de Bielorusia, Minsk, 136 pp., 1999. Por su trabajo pionero, el Prof. Bandashevsky fue arrestado in 2001 y encarcelado durante cinco años de una sentencia de ocho años en total.)

***
¿Por qué debemos preocuparnos si hay algún vínculo entre Fukushima y la muerte de niños? Porque necesitamos medir el nivel actual de isótopos en el medio ambiente y en los cuerpos de las personas expuestas para determinar si la lluvia de partículas está matando a los más vulnerables. La investigación no es difícil – las barreas políticas y económicas quizá sean más grandes. Bandshevsky y otros lo hicieron y confirmaron la conexión. La información está disponible en el libro sobre Chernóbil antes citado.

Los hallazgos biológicos de Chernóbil no pueden ser ignorados: la asimilación de isótopos determinará el futuro de toda la vida sobre la tierra – animal, pez, ave, planta y humana. Es crucial conocer esta información si queremos evitar más daños catastróficos.

martes, 20 de septiembre de 2011

A propósito de los libros de Stéphane Hessel

Texto de Corriente Comunista Internacional
http://es.internationalism.org/ap/2011/220_stephane

Accion Proletaria, (25-Julio-2011)

Indignarse, sí pero ¡Contra la explotación capitalista!

Las obras ¡Indignaos! y ¡Comprometeos!, del escritor, poeta y diplomático francés Stéphane Hessel, son ya dos auténticos best-sellers y una referencia para aquellos que quieran reflexionar sobre la injusticia de este mundo. Es más, al movimiento de protesta social que recorre España (y en bastante menor medida otros Estados de Europa) se le ha llamado de «los Indignados», refiriéndolo explícitamente al primero de estos libros.

¡Indignaos! es un librito de unas treinta páginas que ha sido traducido a varios idiomas; del que se han vendido, a un precio irrisorio para su más amplia difusión, millones de copias en todo el mundo y que ha alcanzado un gran éxito casi inmediatamente. Sin la menor duda su título es en sí mismo un grito de rebelión contra la barbarie de este mundo y coincide perfectamente con el sentimiento generalizado, que crece en las filas de los oprimidos, de que los horrores que arrasan el planeta, desde la miseria a la guerra, se hacen cada vez más insoportables y más indignantes. La «primavera árabe», en Túnez y en Egipto y el movimiento de los Indignados son una clara expresión de ese sentimiento y del hartazgo.

¿Con qué sociedad sueña Stéphane Hessel?

Stéphane Hessel es un hombre de 93 años que saca todavía fuerzas para gritar su indignación frente a este mundo inicuo. Como tal, no nos puede sino inspirar admiración y provocar simpatía; pero en fin de cuentas ¿por qué tipo de mundo quiere S. Hessel que luchemos?

Desde el comienzo de su libro, Stéphane Hessel hace apología de los principios y valores que llevaron al Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) a desarrollar, al final de la Segunda Guerra Mundial, un programa económico adecuado a las circunstancias.

A la pregunta «¿siguen estando de actualidad estas medidas?», Hessel responde: —«Por supuesto que las cosas han cambiado en sesenta y cinco años; los retos no son las mismos que conocimos en la época de la Resistencia. El programa que propusimos entonces no se puede aplicar plenamente hoy ni tampoco debemos seguirlo a ciegas. Sin embargo, los valores que planteamos son constantes y debemos adherirnos a ellos. Son los valores de la República y la democracia y creo que debemos juzgar a los sucesivos gobiernos en relación a estos valores. En el programa del Consejo de la Resistencia había contenida una manera de ver las cosas que sigue siendo válida hoy: Rechazar la dictadura —el diktat— de la ganancia y el dinero, indignarse contra la coexistencia de la pobreza extrema y la riqueza arrogante, rechazar los sistemas económicos feudales, reafirmar la necesidad de una prensa verdaderamente independiente, garantizar la seguridad social en todas su formas... Muchos de estos valores y adquisiciones que defendimos ayer están hoy en dificultades y corren peligro. Muchas de las medidas que han adoptado los gobiernos recientemente les sorprenden a mis camaradas resistentes, ya que son contrarias a esos valores fundamentales. Creo que hay que indignarse, en particular los jóvenes. Y ¡resistir!».

¿A quién hace S. Hessel responsable de esta situación? Dice: —«... el poder del dinero, tan combatido por la Resistencia nunca fue tan grande, tan insolente, egoísta, incluso en las más altas esferas del Estado. Los bancos, sucesivamente privatizados, están más preocupados por sus dividendos y por los altos salarios de sus dirigentes que por el interés general. La brecha entre los ricos y los pobres nunca ha sido tan abismal; y la carrera tras el dinero jamás tan feroz, tan competitiva».

Para Hessel, la democracia debe guiar la acción de los dirigentes; una democracia preocupada por el interés general frente al egoísmo de los financieros y otros banqueros: «los responsables políticos, económicos, intelectuales y el conjunto de la sociedad no deben abandonar, ni dejarse impresionar por la actual dictadura de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia». He aquí el sacrosanto interés general que uniría a los políticos, a los patrones de la industria codo con codo con los trabajadores, desempleados, estudiantes, jubilados, los precarios... En otras palabras, la democracia de Stéphane Hessel es el mito, la estafa, que da por hecho que explotadores y explotados se sitúan, como por arte de magia, en un espacio de igualdad de condiciones, donde se supone que tendrían los mismos «derechos y deberes» y los mismos intereses democráticos, en tanto que ciudadanos, frente a la dictadura de los financieros. ¿Para alcanzar qué y cómo? Hessel nos sugiere: —«Confiamos en que reflexionando, escribiendo, participando democráticamente en la elección de los gobernantes es como se puede hacer hoy evolucionar de manera inteligente las cosas... en fin, por medio de acciones a muy largo plazo». Y ¿qué campo propone Hessel que hemos de defender?: —«Siempre me he considerado socialista; es decir, en el sentido que yo doy a este término, consciente de la injusticia social. Pero los socialistas deben ser estimulados. Espero ver surgir una izquierda valiente, contestataria si es necesario, que pueda hacerse fuerte y defender una visión y una concepción coherente de las libertades de los ciudadanos; además, me parece importante que haya Verdes en las instituciones, para que se extienda la idea de preservar el planeta». Finalmente, para Hessel nuestra indignación debe conducir a una consigna ya conocida, el famoso «Hay que ir a votar»... por un nuevo programa alternativo (que será objeto de una nueva publicación) inspirado en el CNR, que reúna a toda clase de elementos, desde los de la izquierda radical a los de «otromundoesposible» pasando por los sindicalistas; en fin, a partidos y organizaciones que asumen como suyo el interés general.

Afortunadamente estos millones de jóvenes a los que Hessel se dirige, particularmente en Portugal y España, han hecho oídos sordos a esos discursos ciudadanos de izquierda y han rechazado las urnas. Hay que decir que han tenido la oportunidad de ver a los gobiernos Socialistas de sus respectivos países manos a la obra; han podido ver qué medidas drásticas de austeridad eran capaces de adoptar los partidos socialistas, de forma totalmente democrática (lo mismo que en Grecia); han probado en sus carnes las porras de la policía ¡del muy democrático Gobierno socialista de Zapatero!...

Sin embargo, Hessel persiste en su apoyo a estos partidos, declarando: «¿Cuál es la tarea que deben imponerse los miembros de la generación más joven? Tomarse en serio los valores sobre los cuales basan su confianza o desconfianza en quienes los gobiernan - este es el principio de la democracia, con el que podemos influir en quienes toman las decisiones».

¿Qué influencia puede tener esta joven generación en los Estados democráticos que le imponen tanta miseria? Puede sustituir a un ministro cuya impopularidad es escandalosa... ¿y después qué pasa? ¿Habrá un cambio real? ¡No, ninguno! En todos los países, sean los gobiernos de derechas o de izquierdas (o de extrema izquierda, como en América Latina), la brecha es cada vez más profunda entre la gran mayoría de la población que padece un deterioro generalizado de las condiciones de vida y el poder democrático del Estado burgués, que preconiza duras políticas de austeridad con las que evitar la quiebra económica. No puede ser de otra manera: ¡Detrás de la máscara democrática del Estado se oculta siempre la dictadura del Capital!

¡No toquéis el capitalismo!

«Mi generación ha contraído una verdadera alergia a la idea de la revolución mundial. En parte porque hemos nacido con ella. En mí caso —nací en 1917, año de la Revolución Rusa— es una característica de mi personalidad. Siempre he tenido la impresión, tal vez injusta, que no es mediante la acción violenta, revolucionaria, cómo se puede derrocar a las instituciones existentes ni cómo se puede hacer avanzar la historia.». Hessel sigue en sus trece: «En todas las sociedades existe una violencia latente que es capaz de expresarse sin restricciones. Lo hemos conocido con las luchas de liberación colonial. Debemos ser conscientes de que las revueltas, las de los trabajadores por ejemplo, siguen siendo posibles pero es poco probable que resurjan dada la forma en que la economía se ha desarrollado y globalizado. El biotipo Germinal ha quedado ya superado». Este es el llamamiento que hace Hessel a la generación más joven: ¡Quitaos de la cabeza cualquier idea de una revolución mundial, la idea de la lucha de clases! ¡Eso está anticuado! En lugar de eso, tratad de mejorar el funcionamiento de este sistema. ¿Cómo? Aquí es donde Hessel dice tener una idea «brillante e innovadora» obviando que ha sido pregonada, una y mil veces, por toda la izquierda desde hace un siglo: la creación de un Consejo de Seguridad Económico y Social, que reúna a los estados más poderosos del mundo; una especie de gobierno mundial. Este organismo mundial tendría como objetivo regular la economía. Y según Hessel esto es lo que evitaría las crisis el ejercer un control eficaz sobre todas las grandes instituciones financieras, ansiosas de ganancias y poder. Simplemente, recordemos que la Sociedad de Naciones (SDN), que más tarde se convirtió Naciones Unidas (ONU), fue creada tras la Primera Guerra Mundial siguiendo un razonamiento formal casi idéntico al de este ideólogo: impedir el retorno de la guerra por medio de una organización internacional que conciliase los intereses de las naciones. ¿Cuál fue el resultado? ¡La Segunda Guerra Mundial y... 14 días de paz en el mundo desde 1950! De hecho, este mundo está dividido en naciones capitalistas que compiten entre sí; que libran una guerra económica sin concesiones y, cuando es necesario, a punta de pistola. Todos los «gobiernos mundiales» que existen (OMC, FMI, ONU, OTAN...) son refugio de granujas en el que los Estados prosiguen su lucha sin cuartel. Pero admitir esto significaría reconocer lo que quiere eludir a toda costa Stéphane Hessel: ¡la necesidad de un nuevo sistema mundial y por lo tanto una revolución internacional! Él prefiere encarrilar a los jóvenes a un callejón sin salida en lugar de mostrarles el camino que les conduzca a una puesta en cuestión, demasiado radical según su punto de vista, del sistema de explotación en el que están inmersos; y por el contrario les anima a que presionen a sus estados para asegurarse de que lleven una nueva política en su Consejo de Seguridad Económico y Social. Para él, bastaría con la intervención masiva de la sociedad civil, la movilización ciudadana de gran amplitud para influir en las decisiones de los Estados; compromiso que debería combinarse también con una mayor participación en las organizaciones no gubernamentales (ONG) y otras redes asociativas; porque claro, los retos como los combates son múltiples: ecológicos, sociales, anti-racistas, pacifistas, economías solidarias...

De hecho, en lo fundamental, Hessel nos pone en el menú la vieja sopa reformista con algunos ingredientes bien elegidos (la implicación ciudadana de la población, el voto inteligente...): la idea de que el capitalismo podría dejar de ser lo que es, un sistema de explotación y podría llegar a ser más humano, más social.

¿Reforma o revolución?

—«La historia está hecha de conflictos sucesivos y hay que contar con los retos que plantean. Las sociedades progresan con la historia y al final el hombre alcanzará su plena libertad; es el Estado democrático en su forma ideal», nos dice Hessel en ¡Indignaos!. Sí, es cierto, la humanidad se encuentra ante un reto: encontrar la solución a todos los males o desaparecer. En el núcleo de este dilema: la necesidad de transformar la sociedad. Pero ¿qué transformación se necesita? ¿Es posible reformar el capitalismo o hay que destruirlo para construir otra sociedad?

La reforma del capitalismo es una ilusión, es someterse a sus leyes, a sus contradicciones que llevan a la humanidad a la miseria, la guerra, el caos, la barbarie... El sistema capitalista es un sistema de explotación. ¿Podemos hacer que la explotación sea humana? ¿Podemos hacer humano un sistema cuyo único propósito es permitir que una clase acumule riquezas en su provecho a costa del esfuerzo de millones de trabajadores? Cuando la competencia entre capitalistas se agudiza porque la crisis económica mundial hace estragos, es la clase obrera quien paga el precio más alto: el desempleo masivo, la inseguridad generalizada, la sobreexplotación en el lugar de trabajo, salarios más bajos...

Por tanto, para que los seres humanos puedan satisfacer sus necesidades elementales deben construir una sociedad sin clases, sin injusticias ni barbarie guerrera, en la que hayan sido abolidas las fronteras, De alguna manera un objetivo así se va gestando en el movimiento de «los Indignados»: una perspectiva que se expresa en ayudarse mutuamente, en compartir, en la solidaridad, la dedicación y la acción desinteresada, la alegría de estar juntos... El gran movimiento social que hemos vivido en España no es humo de paja, lo que anuncia son las batallas futuras que se desarrollarán en todo el mundo, las luchas en las que la clase obrera estará movilizada masivamente y arrastrará con ella a las capas oprimidas por este sistema. Luchas que van a afirmarse contra la inhumanidad del capitalismo y de donde emergerá una conciencia más clara de un necesario cambio de sociedad para construir una nueva humanidad.

Antoine (02 de julio)



Windscale/Sellafield, el “Chernóbil” británico

En esos tiempos que corren, a más de seis meses del accidente de Fukushima, ya calificado como el más grave de la era industrial, y con los reactores averiados de la central nipona aún soltando veneno radiactivo a la atmósfera, conviene recordar otro gran accidente muy poco publicitado por nuestros medios: el de la planta británica de Windscale (después rebautizada como Sellafield), en 1957. Y es que nuestros medios han vuelto al unísono a hablar del desastre de Chernóbil para tapar el gigantesco alcance del accidente de Fukushima, y así intentar seguir difundiendo la falsa idea de que sólo se averían las centrales nucleares de los países comunistas o las de los que están en vías de desarrollo. Pero nada más lejos de la realidad: ahí está el gravísimo accidente de Windscale en la muy capitalista y avanzada Gran Bretaña para desmentirlo y ahí está (todavía humeando) la catástrofe de Fukushima, en el país que supuestamente representaba la eficiencia de la economía de mercado. El caso es que es un hecho incontestable que la radiactividad mata, y no sabe de fronteras, ideologías, ni gobiernos.

El incendio de Windscale

Antes del gran desastre de Chernóbil en 1986 uno de los mayores accidentes nucleares de la historia se había producido en Cumbria, noroeste de Inglaterra. Allí estaba ubicada la planta de Windscale en 1957, junto a la aldea de Seascale, en la costa bañada por el Mar de Irlanda. La planta de Windscale a diferencia de las plantas nucleares francesas o las españolas no estaba refrigerada por agua sino por aire que era tomado del exterior por un grupo de grandes ventiladores que lo inyectaban en canales de grafito donde se insertaban las barras de combustible y el aire caliente salía al exterior por unas chimeneas. Este sistema de refrigeración es típico de la industria nuclear británica.

Gracias a la insistencia de Sir John Cockcroft se instalaron filtros en las salidas de aire. Éstos se construyeron cuando las obras de la planta (que se llevaron a cabo de manera muy apresurada) ya estaban muy avanzadas y fueron un quebradero de cabeza para los ingenieros, que los consideraban innecesarios y, por tanto, una pérdida de tiempo y de dinero. Los técnicos y los obreros a menudo bromeaban sobre los filtros, unas casetas de hormigón construidas en lo alto de las chimeneas, a 120 m. de altura, llamándolos “Sir John Cockcroft’s folly”, algo así como “la chaladura de Sir John Cockcroft”. El caso es que “la chaladura de Sir John Cockcroft” evitó que el accidente de Windscale tuviera más alcance del que tuvo.

Windscale con sus dos chimeneas coronadas
por la "Sir John Cockcroft's folly"

Otra importante peculiaridad de la planta nuclear de Windscale es que no era una instalación para usos civiles o pacíficos, p. ej., para producir energía eléctrica, sino que era un complejo militar en el que se producía plutonio para usarlo en las primeras bombas atómicas que estaba desarrollando el ejército británico. En efecto, el gobierno inglés viendo la ventaja que les llevaban los americanos y los rusos en el campo de las armas nucleares, se apresuró a fabricar plutonio para no quedarse atrás y entrar en el selecto club de las superpotencias. Pero los ingleses tenían menos experiencia que los rusos y los americanos en este terreno y no sabían mucho del comportamiento del grafito sometido a los neutrones. A propósito de esto último, el físico húngaro-americano Eugene Wigner había descubierto que este material sometido al bombardeo de neutrones sufría una dislocación en su estructura cristalina, dando pie a bruscos incrementos de energía.

Las verdaderas causas del incendio de Windscale no están del todo claras. Algunas fuentes apuntan a una súbita subida de la temperatura como consecuencia del fenómeno descrito por Wigner. Otras al afán del Reino Unido por ponerse al nivel de los americanos que acababan de probar con éxito una bomba termonuclear de tritio; el tritio necesita mucho calor para obtenerse por lo que había que bajar la ventilación con el consiguiente menoscabo de las medidas de seguridad. Otras hablan de un error de uno los físicos que trabajaban en la central unido a lo precario del equipamiento de la época (no había manual de ayuda y las mediciones de los instrumentos no era demasiado precisas). Lo cierto es que el núcleo del reactor número 1 de Windscale salió ardiendo el 8 de octubre de 1957. Ante este grave suceso, la actuación de los responsables fue (como en el caso de Chernóbil y de Fukushima) de lo más chapucera. Primeramente, el reactor estuvo ardiendo sin que nadie se diera cuenta durante 42 horas. Cuando el personal de la planta se percató del incendio del reactor, el núcleo estaba ya a punto de fundirse. Eso fue el 10 de octubre. Para apagarlo los técnicos primero usaron el viento de los ventiladores pero lo único que se consiguió fue avivar las llamas. Luego se usó dióxido de carbono líquido pero tampoco resultó. Por último se decidieron por el agua (como se hizo en Chernóbil), a sabiendas de que esto podría hacer explotar el reactor. Se arriesgaron a producir una “ola gigante” que extinguiera el incendio… y tuvieron éxito, aunque por los pelos.

Por suerte, los filtros del chalado de Sir John Cockcroft evitaron que buena parte de los isótopos letales salieran a la atmósfera Sin embargo, hubo liberación de cierta cantidad de material radiactivo al medio ambiente. No se sabe exactamente cuánto porque las autoridades británicas llevaron el asunto con el mismo secretismo que las soviéticas durante la catástrofe de Chernóbil en 1986. Sin embargo, fue muy curioso que al día siguiente a la extinción del fuego se prohibiera consumir leche en un área de 36 km² alrededor de la planta y a los dos días el área se extendiera a nada menos que… ¡500 km²! La prohibición estuvo vigente durante casi un mes. Se llegaron a destruir más de 2.000.000 de litros de leche. La razón era que uno de los isótopos más cancerígenos liberados tras los accidentes nucleares, el cesio 137, es incorporado muy fácilmente por las vacas al comer pasto contaminado y acaba en la leche que consume el ser humano. Este radioisótopo se fija en los tejidos blandos como los pulmones, el hígado y los riñones produciendo en muchos casos cáncer. Aún así, a la población no se le informó ni se la evacuó por lo que estuvo expuesta a la acción de otro radioisótopo, el yodo 131, que a pesar de tener una vida corta apenas 8 días es tiempo suficiente para ser absorbido por la glándula tiroides, una glándula que necesita asimilar yodo, produciendo en muchos casos cáncer de tiroides. Para prevenir eso, en caso de fugas radioactivas, las autoridades suelen poner en circulación unas pastillas de yodo para saturar esta glándula con yodo no radiactivo y evitar que se incorpore a nuestro cuerpo el yodo 131. Pero en el caso de Windscale nada de esto se hizo y en los años posteriores a la fuga nuclear los casos de este tipo de cáncer en la zona cercana a la planta se multiplicaron; tanto que las autoridades tuvieron que reconocer 240 casos de cáncer de tiroides directamente causados por el accidente de Windscale, y ello a pesar de que en el informe realizado tras la investigación oficial (que se hizo público expurgado) se aseguraba que “la probabilidad de que alguien sufriera algún daño en su salud era casi insignificante.” El accidente, por cierto, fue catalogado de nivel 5 en la escala INES (Internacional Nuclear Event Scale) que tiene un máximo de 7.

Al final, como en Chernóbil, todo se enterró en cemento. Los restos del reactor averiado, altamente radioactivos, se cubrieron con una gruesa capa de cemento y hoy reposan en lo que era la planta de Windscale, que fue rebautizada con el nombre de Sellafield para intentar borrar así el recuerdo de aquel nefasto accidente.

Vista panorámica de la planta nuclear de
Sellafield, junto al castigado Mar de Irlanda.


La repercusión sobre el medio ambiente


Las repercusiones del accidente sobre el medio ambiente del episodio de Windscale y de los muchos percances que ocurrirían en su sucesora Sellafield fueron absolutamente desastrosos. Los intentos ingleses para dotarse de bombas atómicas han causado que el mar que está junto a la planta nuclear, el Mar de Irlanda, sea el más contaminado de plutonio del planeta. Se calcula que más de un cuarto de tonelada de plutonio yace en el fondo de ese mar. Hay que tener en cuenta que el plutonio, el elemento químico más venenoso para el ser humano que existe, puede causar cáncer aunque estemos hablando de cantidades microscópicas de esta sustancia. Todo esto implica que la flora y fauna marinas de la zona se vieron seriamente contaminadas por el plutonio, que ha pasado al ser humano a través de la ingesta de pescados y mariscos. De hecho, hoy día se sabe que los pescadores de la zona están expuestos a dosis de radiación tres veces más altas de lo permitido. Y no sólo el Mar de Irlanda se ha visto afectado: se ha encontrado de la contaminación procedente de Sellafield en el Mar del Norte (lo que motivó la queja de los países escandinavos), en el Mar de Barents (Rusia) e incluso en el norte de Canadá.

Pero eso no es todo. Buena parte de la contaminación marina ha pasado a la tierra en la espuma transportada por el aire y en el pescado que se come y ha contaminado la tierra. Eso significa que el ganado ovino y vacuno que pasta cerca de Sellafield ha asimilado en sus organismos grandes cantidades de cesio y plutonio. No es extraño pues que los ecologistas lleven años denunciando la anormal acumulación de casos de leucemia, sobre todo infantil, en la zona.

Hoy día Sellafield sigue siendo un símbolo de la chapucera industria de la energía nuclear. Tras años de percances serios con múltiples escapes por fallos en el almacenaje y descarga de materiales radiactivos aún no se ha conseguido, pese a las insistentes protestas del movimiento antinuclear británico, su cierre definitivo. En 1985 el Parlamento Europeo estuvo a punto de aprobar su cierre. Pero no pudo ser. Tendrá que pasar algo tan grave como el accidente de 1957 para que esto ocurra. Y puede que ni aún así escarmentemos.


Fuentes:

lunes, 19 de septiembre de 2011

París tapa el origen radiactivo del accidente de Marcoule

[Que el accidente de Marcoule no era de origen nuclear, dijo el telediario... Claro, claro, por eso al trabajador muerto lo enterraron en un ataud de plomo y no dejaron a sus familiares acercarse al cadáver ni que nadie le pasara un contador geiger... Mirad lo que publicaron ayer los del Público (es un alivio saber que detrás de este periódico no está la industria nuclear... con la petrolera en cambio no lo tengo yo tan claro y si no me creéis leed sus noticias sobre Libia o Siria) ]

Público, 18/09/2011


Contrariamente a la versión oficial, la víctima estaba irradiada. Su ataúd llevaba un blindaje especial antirradiactivo y la familia no se pudo acercar al cadáver.


Tras el accidente del lunes en un horno radiactivo del complejo nuclear civil y militar de Marcoule, un portavoz del gigante eléctrico EDF afirmó que se trataba de un incidente "industrial, no nuclear". A su vez, el ministro francés de Industria, Eric Besson, afirmó tajante que no había "ningún riesgo radiactivo". Según las informaciones recabadas por Público, sobre el terreno lo que ocurre es exactamente lo contrario: la familia no ha podido ni acercarse al cadáver irradiado del empleado que falleció en el accidente, al que no se ha hecho autopsia; el ataúd que velaron sus familiares y amigos y que fue sepultado ayer llevaba un blindaje interno antirradiactivo; y al hangar accidentado, hoy precintado, sólo entran gendarmes especializados con las combinaciones de protección.

Ayer se celebraron en el municipio de Chusclan, los funerales en memoria de José Marín, el empleado de 51 años y de origen español que falleció en el acto al estallarle de lleno, el lunes, lo que el fiscal del caso ha calificado de "volcán en erupción": cuatro toneladas de chatarra radiactiva en fusión que estallaron en el horno de la firma Socodei, la filial de EDF que opera la planta Centraco, unidad de incineración, fusión y acondicionamiento de desechos de Marcoule.

El Gobierno francés y EDF, amparándose en mediciones efectuadas en torno a la central, han afirmado que no hay radiactividad en la zona, e incluso han defendido públicamente la idea de que no se puede hablar, ni siquiera, de accidente nuclear.

Pero la gente de esta región no está de acuerdo con la versión oficial. Los habitantes de esta zona llevan 50 años hablando de puertas adentro y en familia de los casos de cáncer entre profesionales del complejo y de los riesgos de la radiación.

Todos hablan. Incluidos los gendarmes locales, con los que pudo conversar Público esta semana. "Afortunadamente, tenemos una comandancia de sector que nos protegió, nos dio orden de no entrar, y esperar a nuestros colegas especializados de las unidades de riesgo Nuclear-Radiológico-Bacteriológico-Químico (NRBC)", explica uno de los primeros guardias que llegó al accidente, el lunes hacia el mediodía.

Fuentes de la investigación judicial por "homicidio involuntario y heridas causadas involuntariamente", a cargo de la gendarmería especializada y dirigida por tres jueces de instrucción, indicaron a este diario que el cadáver de José Marín "permaneció en el interior del hangar más de 48 horas (hasta el miércoles por la noche), con la metralla radiactiva en el cuerpo".

Confirmaron que el cadáver fue extraído por gendarmes de unidades NRBC de París y Marsella, y que se obtuvo autorización de la Fiscalía para no proceder a la autopsia. Y, por último, confirmaron igualmente que el ataúd que fue entregado a la familia, y que fue velado en la iglesia de Chusclan desde el viernes, iba sellado y con una "protección antirradiactiva ligera" en su interior. Así, nadie habrá visto ni efectuado mediciones en el cuerpo del difunto.

"La única manera de poder exponer el cuerpo hubiera sido efectuar en él previamente una operación de descontaminación, impracticable de facto porque conllevaría fundir el cadáver en sí", explica uno de los gendarmes responsables de la investigación, intentando dar a entender el sinsentido de la situación.

Así, el primer secreto que esconden las declaraciones tranquilizadoras de EDF y del Gobierno francés se refiere al propio cuerpo del trabajador fallecido, sepultado ayer.


Centro nuclear de Marcoule, cuna de la bomba atómica francesa.

Implicación militar

El segundo secreto reside en el cuerpo del herido grave, un joven trabajador de la planta que también se llevó el impacto, aunque menos directo y menos masivo, de la metralla en fusión a 1.300 grados. Se encuentra entre la vida y la muerte, con quemaduras de tercer grado en el 85% de su cuerpo. Fue extraído del hangar el lunes por un grupo de bomberos que se jugó la vida, y que no pudo rescatar entonces al fallecido.

El joven, en estado crítico, fue trasladado de inmediato a la unidad especializada del Centro Hospitalario Universitario de la vecina Montpellier. Tras ser estabilizado fue trasladado a un centro militar, el de Percy Clamart en la región de París. Es, efectivamente, uno de los mejores de Francia en el tratamiento de quemados, pero su característica fundamental es otra: depende del Estado Mayor de los ejércitos.

El tercer secreto, más inquietante, es la no revelación del contenido de la chatarra que estaba siendo incinerada y que había dado lugar a varios incidentes la semana precedente al accidente. Pese a las preguntas insistentes de Público, desde ya antes de la apertura del sumario judicial, la dirección de Socodei Centraco se negó a explicar quiénes eran los clientes cuya basura radiactiva era incinerada en ese momento.

Por otra parte, las autoridades se han negado a revelar el resultado de los análisis de los filtros y sensores situados en la chimenea del horno accidentado, antes, durante y después de la catástrofe. Esos datos permitirían indirectamente conocer la naturaleza de la chatarra que estaba siendo incinerada, y por lo tanto su naturaleza civil o militar.

Según un informe de la Oficina Parlamentaria de Evaluación de Opciones Científicas y Tecnológicas (OPECST) de 1997, el horno accidentado entonces en fase de construcción estaba predestinado a incinerar prioritariamente la inmensa cantidad de desechos que en encuentran en el propio complejo de Marcoule, resultado de las actividades, principalmente militares, que han tenido lugar allí desde 1958.

Nada menos que tres reactores productores de plutonio para las bombas (G1, G2, G3), una fábrica de acondicionamiento de ese explosivo nuclear (UP1) y reactores productores del tritio para las bombas (Celestin) han generado 4.000 toneladas de lingotes de chatarra radiactiva, 4.000 toneladas de acero irradiado, 2000 toneladas de plomo irradiado y 1.100 toneladas de hormigón irradiado, además de 553 toneladas de cenizas y actinidas menores, productos de la fisión altamente tóxicos.

El 26 de mayo de 2009, la misma Oficina Parlamentaria evocó que el horno de Socodei, que trabajaba a destajo, se había quedado pequeño y que "habría que trabajar en un proyecto de horno de fusión de mayor capacidad", dada la llegada masiva de más de 130.000 nuevas toneladas de chatarra radiactiva, originada por más desmantelamientos que amenazan con provocar un embotellamiento en el país más nuclearizado del mundo.

En este sentido, la frecuencia de accidentes laborales en el horno radiactivo accidentado se disparó a partir de 2008, según el informe de actividad 2010 del Consejo de Administración de Socodei.

Desde diciembre de 2010, se han producido dos huelgas del personal para reclamar, entre otras cosas, más seguridad, y la marcha atrás en un proyecto de reorganización destinado a ahorrar tres millones de euros.

domingo, 18 de septiembre de 2011

¡¡Eres el mejor!!

Por CARLOS RODRÍGUEZ

La simple presencia de un animal hace que las personas se sientan más cómodas, relajadas, tranquilas, comunicativas y participativas, sobre todo si la actividad está relacionada con el felino o con el perro.

Los dueños de mascotas suelen ser personas mucho más seguras de sí mismas y con menos problemas de ansiedad, estrés o depresiones.

Algunos estudios han demostrado que acariciar a un gato o simplemente observarlo, relaja y consigue que las personas que comparten piso con el animal vivan más tranquilas y tengan una calidad de vida muy superior al resto, sobre todo si hablamos de personas que viven solas en la gran ciudad.

Muchos psicólogos afirman que los gatos nos ayudan a estar relajados con consciencia, puesto que los felinos duermen gran parte del día pero siguen estando atentos a todo lo que ocurre a su alrededor. Además, el ronroneo llena el ambiente de emociones positivas y está demostrado que ayuda a las personas a sentirse mucho mejor.

La vida en las ciudades ha hecho que muchas personas lleven una existencia solitaria y vivan bastante aisladas del entorno. Un animal puede ser una fuente de socialización bastante buena, puesto que tienen un tema de conversación y una excusa para conocer personas con sus mismas aficiones.

Otro de los problemas típicos de la vida sedentaria actual es la obesidad y los problemas cardiovasculares. Los animales contribuyen a que nos movamos más y hagamos ejercicio, aunque esto normalmente es más efectivo en el caso de los perros porque hay que salir a la calle, hacer deporte con él, pasear por el parque…

Un gato puede convertirse en el compañero de piso perfecto porque es agradable, no criticará nuestras acciones y creerá que somos la mejor persona del mundo. Esto en una sociedad competitiva, donde la empatía no está de moda, son dos características muy valoradas para hacernos sentir más positivos y de mejor humor.

sábado, 17 de septiembre de 2011

¿Quién decide quién está loco?

Cada hombre es una puerta entreabierta
que conduce a una habitación común a todos.

La personalidad de los escritores, sus tensiones internas y la incomprensión que a veces sufren, ha sido tratada en multitud de películas. En muchas de ellas, el artista acepta el rol de genio incomprendido, de persona al margen de la sociedad. En otras, sin embargo, el escritor no acepta ese alejamiento y busca que los demás le acepten tal como es. Un ejemplo de este último tipo de actitud nos lo ofreció la directora Jane Campion con Un ángel en mi mesa, basada en la vida de la escritora neozelandesa Janet Frame.

Un ángel en mi mesa comenzaba con la infancia de Janet. Vemos cómo la protagonista, una niña hija de humildes granjeros, obesa, sucia y con una estupenda cabeza aureolada por una inmensa y encrespada mata de cabellos pelirrojos, empieza a escribir poesía. Vemos cómo se convierte en una adolescente tímida y silenciosa, que se aísla, por culpa de su fealdad, de todos cuantos la rodean. Y vemos cómo en poco tiempo la protagonista es internada en un psiquiátrico. Janet se convierte así en una adolescente víctima de la falta de visión de los médicos. Ellos intentan normalizarla rompiendo su original forma de ser. Y no se dan cuenta de que probablemente sea la mejor forma de escapar de la sociedad ramplona que le rodea.

Ha pasado tiempo desde que Janet Frame sufriera las consecuencias de este error, pero las repercusiones del inevitable etiquetado que supone el diagnóstico psiquiátrico siguen resultando inquietantes. Por las mismas fechas en que Janet huía de su país natal para tratar de encontrarse a sí misma al margen de etiquetas, David Rosenhan (1975), de la Universidad de Stanford, realizó un transgresor experimento para averiguar cuánto influye el etiquetado psiquiátrico en la forma en que interpretamos lo que hacen los demás; ¿qué pasaría si un grupo de personas, completamente cuerdas, trataran de ingresar en un hospital psiquiátrico fingiendo padecer alguno de los síntomas de la locura, ¿se les clasificaría de locos? Y en caso de ser admitidos en el hospital, ¿se darían cuenta los doctores de que se trataba de una impostura?

En el experimento realizado por Rosenhan, los ocho participantes (psicólogos, psiquiatras, pediatras, un ama de casa…) acudieron al hospital contando algo que en realidad no ocurría: dijeron que oían voces. Ocultaron su verdadera profesión y, a partir de ahí, nunca más mintieron: contaron sus sentimientos reales, sus pensamientos y los acontecimientos significativos de su vida. En cuanto estuvieron ingresados, dejaron de decir que oían voces y se convirtieron en las mismas personas que eran en la vida diaria. Además, se mostraron ansiosos por cooperar y decían querer «curarse» para salir lo más pronto posible. Sin embargo, todos ellos fueron diagnosticados de esquizofrenia, exceptuando uno de los participantes: a éste se le diagnosticó psicosis maniaco-depresiva. Cuando se les dio de alta, en el informe figuraba: esquizofrénico en remisión. La impostura no había sido descubierta por ninguno de los expertos en salud mental.

De hecho, sólo hubo un grupo de personas capaces de darse cuenta del engaño: los pacientes reales. Muchos hacían a los pseudopacientes comentarios de este tipo: «Tú no estás loco. Eres un periodista o un profesor. Estás investigando lo que ocurre en el hospital.»

Como nueva vuelta de tuerca, Rosenhan hizo el experimento contrario: dijo al personal médico que un grupo de falsos pacientes intentaría ingresar en el hospital en los meses siguientes. Lo que consiguió fue que, a partir de entonces, los médicos se volvieron muy susceptibles y sospechaban de todos los pacientes. De hecho, diagnosticaron como falsos enfermos mentales a uno de cada cuatro.

El experimento demostró algo sumamente inquietante para los psicólogos y psiquiatras: una vez que alguien recibe un diagnóstico, cualquier cosa que haga será interpretada en contra suya. De hecho, ésa fue la sensación que tuvieron los falsos pacientes de Rosenhan: cualquier comportamiento que tuvieran (estuviera o no dentro de la norma) se interpretaba como síntoma de enfermedad mental.

Dylan Thomas decía que un alcohólico es alguien que no te cae demasiado bien y bebe tanto como tú. El problema es que, una vez que le calificas de alcohólico, todo lo que hace será interpretado desde ese diagnóstico.

Otro tipo de investigaciones demuestran que el etiquetado tiene también gran poder en la vida real. En otro experimento clásico (Ross, 1977) se proporcionó a un grupo de psicólogos y psiquiatras una serie de historias clínicas verdaderas. Cuando después se les pidió que interpretaran acontecimientos que habían ocurrido en la vida de esas personas, los psicólogos y psiquiatras explicaban, a partir de la historia clínica, cualquier cosa que el paciente hubiera hecho. No importaba que fuera un intento de suicidio, un episodio de violencia de género o una relación sana y equilibrada con un hijo: ellos encontraban que todo se explicaba fácilmente a partir del diagnóstico del paciente. Es lo que, en la vida cotidiana, se traduce en la frase «ya sabía yo que acabaría así».

Los profesionales de la salud mental, acostumbrados a la falsa certidumbre que da una profesión en la que siempre estamos explicando e interpretando, debemos tener especial cuidado con esa tendencia a la autoconfirmación del diagnóstico. Todos los seres humanos usamos etiquetas continuamente y a todos nos cuesta cambiarlas. Pero el riesgo de un diagnóstico rígido, en nuestro caso, es demasiado grave.

La escritora Janet Frame, después de vivir el apogeo del movimiento hippy en Londres y en Ibiza, acabó por volver a su tierra natal. Allí consiguió la paz que buscaba, dedicándose definitivamente a escribir y viendo cómo el diagnóstico psiquiátrico que se le había impuesto en su juventud era revisado y corregido. Se convirtió así en una de esas personas que supo liberarse de la cárcel que supone haber sido falsamente etiquetada.


Janet Frame fue víctima de una lobotomia,
tras la experiencia logró escapar de su país.

Nicolas Cage es un vampiro

¡Vamos a bromear un poquito! Que me canso de tantas cosas serias.

Se vende
una foto de 1870 del mismísimo Nicolas Cage por un millón de dólares. El actor debe tener por lo menos más 150 años, y se conserva más o menos igual. Lo que nos hace sospechar que es un no-muerto, reviniente o vampiro...

La foto es de un fotógrafo sudista de la Guerra de Secesión norteamericana llamado G. B. Smith, de Bristol (Tennesse), pero el parecido con el actor es extraordinario. Y si nos fijamos en su hijo Weston, tampoco nos hace dudar de la posibilidad de que lo sea...