Voodoo, un gato de siete años que solía descansar en el borde de la cornisa del apartamento de un edificio de treinta y cuatro pisos, en Queensland... Y «obviamente se asomó demasiado», como explicó su dueña, desapareció hasta aterrizar sobre unos arbustos. Sobrevivió a tal caída, sufrió unos pocos rasguños y se hizo daño en una patita. ¡Eso le pasa por curioso!
Se quedaría dormido, el muy jodido, y se despertaría del sueño encima de un arbusto. «¡Joder, que pesadilla!», tal vez pensaría... Y la dueña buscándolo.
3 comentarios:
Voodoo, gran gato. Un superviviente. A lo mejor fue su propio nombre el que, paradójicamente, le protegió.
Voodoo, ese felino irresponsable que tomaba el sol en la cornisa, ese felino que nunca ha destacado en nada más que en cazar indefensas avecillas y algunos pequeños roedores, descendió treinta y cuatro pisos en caída libre y vive para contarlo, con algún que otro rasguño... nada que no se cure con Betadine y algún que otro punto. Todo lo contrario de lo que le ocurrió a nuestro querido gato literato, el cual era tan civilizado que bajaba los pisos no ya en caída libre sino en montacargas y, de hecho, fue allí donde encontró su trágica muerte. Soseki, nuestro Soseki.
Cuan injusta la fortuna, que favorece a los salvajes e irreflexivos al tiempo que es cruel y despiadada con sus hijos más destacados y brillantes.
Soseki, nunca te olvidaremos. Voodoo, sé que tomarás ejemplo de quien fue el orgullo de tu especie y tu vida se enmendará a partir de este momento. Krates, no es que yo sea previsible, es que tú me lo pones a huevo.
Te lo pongo a huevo, pero tardas dos días en responder. Estás perdiendo facultados, dragoísta de las JONS.
Es que se me presentó un dilema de tipo ético: caer en la provocación o no caer... al final, tras mucho reflexionar y pasar largas horas de insomnio hasta tomar la decisión definitiva, he decidido recoger el guante de tu provocación.
Y luego está el currarse el comentario, oiga, que también lleva lo suyo.
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