Por DAVID NIETO MACEÍN
Es innegable que los lobos identifican las debilidades de sus presas y se dirigen a ellas con prioridad. Para el ojo humano, un ciervo puede parecer perfectamente sano pero los lobos son capaces de detectar en él una enfermedad. Es ese sexto sentido del que muchas veces hablamos que está presente en el Canis lupus y que es una capacidad perceptiva desarrollada en pos de la depredación. Un poco de cansancio o lentitud, un marcha algo diferente por artritis, el olor de una infección latente, el comportamiento ingenuo de los juveniles… Ha sido demostrado en múltiples investigaciones, especialmente en Royal Island, Yellowstone y otros lugares. Los lobos perciben detalles que para nosotros son imperceptibles. Detectan las debilidades de las presas. Y de forma innata tienen una motivación a centrarse sobre estos animales, algo que se potencia con el aprendizaje. En el mayor laboratorio de investigación de la relación del lobo con sus presas, Isla Royal (Lago Superior, Michigan), la inmensa mayoría de las presas sufrían artritis, periodontitis o malnutrición. Por eso los predadores proporcionan una resistencia mayor a la propagación y prevalencia de enfermedades en las especies presa.
La CWD (Chronic Wasting Disease), una encefalopatía espongiforme de los cérvidos americanos, que es letal y contagiosa, invade ahora los ecosistemas más ricos de vida salvaje de toda Norteamérica, propagándose como la peste, y ya ha llegado a Europa, donde se ha detectado al sur de Noruega en 2016 en renos y alces.
Los tan calumniados y aniquilados lobos son los más importantes aliados contra las enfermedades de sus presas. El caso de la mencionada Isla Royal fue muy conocido. Los alces ocuparon la isla, donde no había lobos, y su población llegó a alcanzar miles de ejemplares, que consumieron la vegetación y destruyeron el equilibrio de todo el ecosistema. Enfermaron dramáticamente y las epidemias les precipitaban hacia una inminente extinción… cuando llegaron los lobos. Estos, a pesar de lo que se creyó inicialmente, sanearon la población eliminando a enfermos y débiles. En poco tiempo, los alces tuvieron una población sana y los ecosistemas se regeneraron.
Aunque los datos científicos lo confirman una y otra vez, sigue existiendo una férrea resistencia a admitir el papel beneficioso y fundamental del lobo en los ecosistemas, y se ponen de manifiesto perjuicios culturales absurdos en las reuniones de las Administraciones con ganaderos y cazadores ante la perplejidad de científicos y conservacionistas.
El odio cultural al lobo es capaz de estar por encima de la ciencia. Las emociones generadas por aprendizaje en personas sin conocimiento, cultura, personalidad o capacidad de pensar de forma crítica, son tan fuertes que no son capaces de reconocer el importante papel del lobo.
En USA, el jefe del Departamento de Vida Silvestre y Parques de Montana, ha dejado a todos boquiabiertos afirmando —en contra de las constantes evidencias científicas— que las ventajas de los predadores para el control de las enfermedades de los cérvidos no han sido probadas y que para que fueran eficaces tendría que haber tantos predadores que sería inaceptable socialmente para cazadores y ganaderos. Esto lo cuento porque en España estamos infectados por la misma ignorancia entre los políticos y gestores. Afirman una barbaridad esperpéntica sin ningún conocimiento de base y se quedan tan anchos.
La estrategia que quiere implantar es que sean los cazadores los que maten sin compasión en las zonas endémicas de la enfermedad, y ha aumentado las cuotas de caza de forma brutal. Esto muestra un sesgo personal contra el lobo e ignorancia profunda en el Departamento de Vida Silvestre, que no comprende en absoluto el funcionamiento de los ecosistemas ni aprecia lo más mínimo la historia natural.
Sabemos que los lobos cazan animales débiles y enfermos y que mitigan y frenan la aparición de enfermedades, constituyendo además un elemento de selección de animales más resistentes a dichas enfermedades. Como se persiguen y matan lobos, la encefalopatía de los cérvidos se extiende por Norteamérica, lo que está generando una preocupante alarma. Ya han dicho que si la epidemia de CWD reduce drásticamente los ciervos de Yellowstone, se produciría una alteración de la estructura y función de sus ecosistemas.
A pesar de ello, Wyoming y Alaska persisten en el exterminio de lobos basándose solamente en el odio cultural ancestral heredado de los colonos que se dedicaron a masacrar a esta especie con saña. Aunque nuestro conocimiento ha aumentado y ya existe una conciencia científica y ecológica que debería estar por encima de los mitos absurdos y dañinos retratados en cuentos y leyendas inventadas, persiste la hostilidad. En el 85% de Wyoming, por ejemplo, los lobos son tratados como «alimañas» —como si el tiempo no hubiese pasado— y pueden ser aniquilados en cualquier momento del año y sin motivo, incluso trampeados y ¡hasta envenenados! o disparados desde el aire. Aunque no exista amenaza para el ganado, lo que es claro indicativo del absurdo en el que viven. En la esquina NW, cerca de Yellowstone, los lobos son especie cinegética y por añadidura están sujetos a matanzas cuando los ganaderos tienen antojos. Pero la evidencia es que, a medida que se erradican los lobos en Wyoming, la CWD se va extendiendo como una masa de aceite hacia el Oeste, más rápido de lo que se esperaba, a través de cérvidos infectados.
Las condiciones perfectas para extender la pandemia se dan en el Refugio Nacional del Wapití (National Elk Refuge) y puntos de alimentación de ciervos gestionados por el Estado de Wyoming. En estos lugares se concentran de forma artificial miles de wapitíes (ciervos americanos) durante el invierno y esto acelerará la expansión de la enfermedad de forma devastadora.
En Montana tampoco están las cosas bien para el lobo y, por tanto, están alentando la expansión de la encefalopatía. Allí hay tres áreas en las que los lobos están sujetos a una precaria protección con cuotas de matanza con cierto límite (dos al norte de Yellowstone y otra al oeste del Parque Nacional de los Glaciares), pero el resto del Estado permite el exterminio del lobo. Como si no hubieran avanzado en el conocimiento científico y en el respeto a los valores naturales y la biodiversidad desde hace dos siglos.
Los grupos o manadas estables de lobos son la verdadera y única garantía de salud para los cérvidos y, por ende, todo el ecosistema. Hasta un cazador, Kevin Van Tighem, que fue superintendente del Parque Nacional de Banff, en Canadá, dijo: «Pueden inventar razones de cuentos de hadas para despreciar a los lobos y justificar su exterminio, pero eso no cambia la naturaleza fundamental del lobo comprobada en el tiempo. No conozco a ningún biólogo creíble que defienda que los lobos no son la mejor y más importante manera de lidiar con la encefalopatía de los cérvidos»
En el Parque Nacional de las Montañas Rocosas, en Colorado, hay actualmente un brote de la enfermedad… y no hay lobos. Hay una alta densidad de wapitíes. Las densidades antinaturales de ciervos en los puntos de alimentación del Refugio de Wapitíes de Wyoming alcanzan miles de ejemplares por km2. Esto significa que la CWD puede ser especialmente virulenta y que los lobos son vitales para sanear las poblaciones de estos cérvidos.
El famoso biólogo Paul Paquet ha monitoreado la expansión geográfica de la encefalopatía en relación con la presencia de lobos desde que la enfermedad se confirmó por primera vez hace décadas. «Hasta la fecha, la CWD no ha prosperado donde las poblaciones de lobos están activas, aunque la enfermedad ha aparecido en los márgenes de estas poblaciones. Un simple mapeo de la distribución de lobos y la CWD es muy instructivo», dice.
Las mentiras para justificar la persecución
Las opiniones políticas no se alinean con la realidad. En 2016 las bajas en ganado por lobos en Wyoming han sido de 154 terneros, 88 ovejas y un caballo. En 2015 había en todo el Estado 377 lobos. Montana tiene cerca de 500 lobos y Idaho 786 según los censos de la Administración.
Decían algunos políticos americanos del Congreso, en abril de 2015, que desde que los lobos fueron protegidos, habían tenido un «impacto devastador en la caza y la ganadería, generando pérdidas trágicas para el ganado y la vida silvestre, que históricamente eran fuertes y sanas». Observando los datos en los que se basaron para tal afirmación, veíamos que durante el año 2014 había unos 1.800 lobos en 313 manadas para todo Wyoming, Idaho, Montana, Oregón y Washington, y que habían matado 140 terneros, 172 ovejas, 4 perros, 1 caballo y 1 burro. En una vasta región con millones de cabezas de ganado. ¿Esto era lo que los miembros del Congreso llamaban «trágico y devastador»? Allí mueren cada año miles y miles de vacas y ovejas por enfermedades, clima, accidentes, envenenamientos con plantas, rayos, ataques de perros, etc. Los lobos no representan ni el 1% de las pérdidas. Y es digno de mención que sólo el 62% de todos los grupos de lobos estuvieron involucrados en predación de ganado en algún momento y la mayoría predaron ganado de forma excepcional. Significa que sólo en 4 de cada 5 manadas no había habido incidentes con ganado.
13 DICIEMBRE 2017.