Los creyentes en un Dios se quejan de la supuesta oleada laicista que afecta a nuestras sociedades modernas y les margina... Todo eso es falso. La libertad de culto es una de las características que define a las sociedades occidentales actuales, y no hay tal persecución... Todo lo contrario a lo que sucede con los no creyentes (agnósticos y ateos) que cada vez que manifiestan abiertamente su postura reciben todo tipo de ataques y críticas.
Recordemos, por ejemplo, lo que le pasó hace años, en el 2006, al artista Leo Bassi que le pusieron una bomba incendiaria en su camerino, durante la gira de su espectáculo La Revelación. O más recientemente, al naturalista y documentalista británico David Attenborough, que recibe correos amenazantes (con condenas al «fuego eterno» incluidas) por parte de creacionistas, por no citar en sus documentales de la BBC la intervención divina en la naturaleza o su declarada oposición a impartir la hipótesis creacionista en las escuelas públicas británicas. Y como bien dice:
«Cuando los creacionistas dicen que Dios creó las especies una a una, suelen citar como ejemplo a los colibríes, las orquídeas, los girasoles y otras cosas hermosas por el estilo. Pero entonces suelo acordarme de un niño que encontré sentado en la orilla de un río del África occidental. Tenía unos gusanos parásitos que iban minando el interior de sus ojos, y que le dejarían ciego antes de cumplir cinco años... Así que, ¿pretendéis decirme que el Dios en que creéis es un Dios misericordioso, que cuida de cada uno de nosotros? ¿Y que también creó ese gusano, que sólo puede vivir en el interior de los globos oculares de un niño inocente? A mí, eso no me me parece propio de un Dios misericordioso.»
Incluso en el Irán de los ayatolás existe constitucionalmente, —eso sí, con matices como la apostasía— la libertad de culto para los musulmanes sunnitas, las diversas iglesias cristianas, o los zoroastrianos y los bahaístas, con penas de castigo a quienes profanen sus lugares sagrados, excepto el ateísmo que es ilegal.