Peter Price había aceptado pasar por un tratamiento porque su madre no podía soportar la idea de que su hijo de 18 años fuera homosexual. Desde que reveló su experiencia en 1999, más de 700 personas han contactado con él para comentarle que habían recibido un tratamiento similar. Muchos de ellos le contaron que no se habían recuperado del trauma.
«Todavía recibo a personas derivadas a mi consulta a las que se las había dicho que su sexualidad es una enfermedad, y todavía atendemos a personas que están desequilibradas por intentos de tratamiento», declaró Mike King, profesor de psiquiatría del Royal Free Hospital de Londres en 1999.
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Se podría suponer que en países donde la homosexualidad es ahora legal y disfruta de un nivel de aceptación social mayor que nunca, tales intentos de «curarla» serían una cosa del pasado. No es cierto. Todavía en 1999 John Kellet, un especialista en psiquiatría del hospital de St. George, Sur de Londres, usaba las páginas de la revista médica
Trends in Urology para describir una terapia aversiva que acababa de administrar con éxito a un soldado de 24 años que deseaba tener una vida «normal», con esposa e hijos. Estas terapias, ofrecidas por la Seguridad Social británica, normalmente conllevaban intentos de inducir repugnancia hacia el sexo gay.
Movimiento de Ex-Gays
En los Estados Unidos la campaña para volver heterosexuales a los homosexuales se ha acelerado en los últimos años con la aparición del Movimiento de Ex-Gays. El grupo más conocido, Exodus, tiene alcance internacional.
En 1998 varios grupos estadounidenses, la mayoría religiosos y conservadores, financiaron una campaña de anuncios en periódicos a toda página a nivel nacional ofreciendo una «cura» para la homosexualidad. La cura ofrecida se denomina Terapia Reparadora, otra palabra para denominar la terapia de «conversión». La idea que subyace es que la homosexualidad es un tipo de enfermedad social y psicológica, cuyas causas más frecuentes son la disfunción familiar y las relaciones fracasadas entre padres e hijos y madres e hijas.
Una de las organizaciones más conocidas de las que llevan a cabo terapia reparadora es la Asociación Nacional para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad (NARTH, en inglés), una asociación profesional de salud mental. Su página Web dice:
«Los adolescentes en peligro y los padres tienen el derecho a saber que la homosexualidad se puede prevenir y es tratable, y que cuanto más pronto tenga lugar la intervención, mejor es el pronóstico.»[2]
Grupos cristianos como los Ministerios de Coral Ridge y Foco en la Familia sostienen que estas terapias tienen un alto índice de curaciones. Pero la mayoría de las organizaciones profesionales de salud mental están preocupadas por el uso no regulado de estas terapias y el daño que pueden estar haciendo a las personas gays. Raymond Fowler, director ejecutivo de la Asociación Americana de Psicología, afirma:
«La orientación sexual no es una elección y no puede cambiarse. Los grupos que intentan cambiar la orientación sexual de las personas por medio de la llamada terapia de conversión están mal encaminados y corren el riesgo de causar mucho daño psicológico.»[3]
Muchos psiquiatras informan de casos de gays y lesbianas que han sufrido serias depresiones después del fracaso de su terapia; algunos se han suicidado. Los «ex-ex-gays» están también colgando sus experiencias en la Red. El doctor Rob Killian, por ejemplo, describe cómo su terapia incluía no sólo psicoterapia, cantar himnos y vestir ropas ajustadas en la cama, sino también casarse con una mujer. Según él:
«La terapia reparadora no proporciona salud. Busca compartimentar el sentimiento no deseado dentro de una parte odiada del ser de uno que luego se entierra e ignora (…) Mi experiencia personal no sólo no me condujo a la salud mental y espiritual: me dio más motivo aún para odiar a mi padre y no hizo nada para ayudarme a amar más a mi esposa (…) La terapia reparadora es peligrosa.»[4]
Una historia de curaciones
La gente que trata de «curar» la homosexualidad no aporta ninguna novedad. Tiene una historia larga y sangrienta detrás.
Antes del siglo XIX la homosexualidad era considerada un pecado y un delito. La solución consistía en librarse de la gente que la practicaba. Al sugerir que podría haber una razón científica para la homosexualidad, pioneros como Karl Heinrich Ulrichs, John Addington Symonds y Havelok Ellis esperaban que siguiese una mayor comprensión y tolerancia social. Hasta cierto punto, eso fue lo que sucedió. Pero la búsqueda de una explicación científica de la homosexualidad fue un arma de doble filo: con ella llegó la búsqueda de una curación científica. Científicos, profesionales médicos y otros han intentado curar la sexualidad «desviada» de una amplia manera de formas. Entre ellas, cirugía, tratamiento hormonal, terapia aversiva, tratamiento de electrochoque, psiquiatría, hipnotismo y terapias psico-religiosas.
Durante todo el siglo XX y a ambos lados del Atlántico se imaginaron todo tipo de remedios. Algunos de los más absurdos y divertidos son:
● Una dieta especial de coles de Bruselas para proteger a los niños de volverse homosexuales.
● Terapia de belleza para lesbianas.
● Encuentros con prostitutas para hombres gays.
● Matrimonio combinado con estudio de disciplinas abstractas como las matemáticas.
Otras terapias que han sufrido personas gays y lesbianas no son tan divertidas. Han supuesto violaciones extremas de sus cuerpos, mentes y sus derechos humanos. Quizás la forma más violenta de terapia ha sido la cirugía. Se practicaron clitoridectomías e histerectomías a lesbianas en los Estados Unidos hasta los años 50.
[5] En la Unión Soviética se hicieron experimentos para extirpar los testículos a hombres homosexuales para sustituirlos por otros de heterosexuales. En los campos de concentración nazis los hombres gays fueron empleados de manera extensiva para la experimentación.
[6] En los Estados Unidos se favoreció
la lobotomía hasta los años 50: cortando fibras nerviosas en la región frontal del cerebro se eliminaban los impulsos homosexuales (y la mayoría de las demás reacciones sexuales y emocionales).
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Algunos científicos buscaban la causa de la homosexualidad en las hormonas, creyendo que las lesbianas tenían niveles más altos de testosterona, hormona masculina, y que los hombres gays tenían niveles más altos de estrógenos, hormona femenina. La teoría ha sido refutada desde entonces. Se diseñaron terapias hormonales que empleaban esteroides para «masculinizar» a los hombres gays y «feminizar» a las lesbianas, con poco efecto, salvo aumentar el impulso sexual de los gays, aunque su orientación siguió siendo la misma.
En su búsqueda de una cura, científicos estadounidenses trataron incluso de usar terapia de radiación en los homosexuales.
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Psiquiatras
La psiquiatría proporcionó otra línea de ataque. Quizás la «enfermedad» de la homosexualidad no radique en el cuerpo, sino en la mente. La terapia electroconvulsiva (ECT), que había sido diseñada por Ugo Cerletti en 1938, se convirtió en un método usual para tratar de curar a los homosexuales. Fue empleada hasta bien entrados los 60 en Gran Bretaña. La terapia aversiva era más popular: la excitación heterosexual era recompensada y la atracción homosexual, castigada. A menudo se hacía aplicando descargas eléctricas o eméticos. En España, bajo el régimen del general Franco los homosexuales eran encerrados en centros de
«rehabilitación» donde sufrían estos tratamientos.
[9] Durante los años 70 y 80 se obligó a «sospechosos» de ser gays o lesbianas en las Fuerzas Armadas de Sudáfrica (SADF) a sufrir «terapia de conversión» y otras formas de tratamiento sin su consentimiento. Entre ellas, la terapia aversiva y la «castración química», en las que empleaban medicamentos que eliminaban el impulso sexual.
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Menos violento, pero dañino en cualquier caso, era recurrir al psicoanálisis. En los años 50 el psiquiatra estadounidense Edmund Berger hablaba de la homosexualidad como un «tipo de masoquismo psíquico en el cual el inconsciente coloca a la persona en una carrera de autodestrucción». Si se encuentra la causa, una madre dominante, por ejemplo, se podría encontrar la curación.
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Hoy en día algunas personas dentro de la profesión médica en Estados Unidos aún ven la homosexualidad como algún tipo de desorden. El más destacado es Charles Socarides, psiquiatra y autor de
Homosexuality: a Freedom too Far («Homosexualidad: Una libertad de más») (1995). Este autor considera la homosexualidad masculina una «adaptación neurótica» resultado de «madres asfixiantes y padres ausentes». Existen diversas variaciones sobre el mismo tema. Los psiquiatras a favor de la curación sostienen que tratan a aquellos «que desean cambiar»; que trabajan por el interés de los pacientes al intentar liberarles de un desorden que causa desazón, discriminación y estigmas sociales. El filósofo estadounidense Edward Stein afirma:
«La terapia de conversión no es una respuesta más apropiada a las condiciones sociales a las que se enfrentan las lesbianas y los hombres gays que decolorar la piel de los no-blancos es una respuesta apropiada a la injusticia racial».[12]
La afirmación de que los homosexuales pueden someterse voluntariamente a un tratamiento no puede aceptarse al pie de la letra. A menudo las lesbianas y los gays pueden estar sometidos a considerable presión familiar para visitar al psiquiatra o solicitar tratamiento. A los individuos se les puede obligar a la aversión sin que organizaciones locales de derechos humanos levanten un dedo para oponerse a tales violaciones. En abril de 2001 la Comisión Nacional de Derechos Humanos de la India se negó a considerar un caso que le habían presentado relativo a terapia aversiva involuntaria y otras formas de abuso psiquiátrico dirigidas a homosexuales. La comisión explicó su decisión afirmando que los derechos de una «minoría sexual» no entraban dentro de la esfera de los derechos humanos.
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Tratamiento obligatorio y abuso
El tratamiento de la homosexualidad como enfermedad mental persiste incluso en países donde la homosexualidad no está penalizada. En Rusia se sabe que la policía ha encerrado a lesbianas en hospitales psiquiátricos en contra de su voluntad sólo por motivo de su orientación sexual, algunas veces por petición de miembros de su familia o amigos. Alla Pitcherskaia, por ejemplo, declaró que había sido acusada reiteradamente del delito de «vandalismo» y detenida por la milicia rusa por su orientación sexual. Cuando visitó a su novia, que estaba siendo retenida a la fuerza en una institución psiquiátrica, ella misma fue registrada como «sospechosa de lesbianismo» y le dijeron que acudiera a su clínica local. En su lugar, huyó del país y pidió asilo en los Estados Unidos. Su solicitud fue rechazada inicialmente porque la intención de las autoridades rusas era «tratar» o «curar», no castigar. Esta decisión fue revocada posteriormente.
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Muchas de las violaciones de los derechos humanos de las personas LGBT en el mundo se realizan en el contexto —o con el pretexto— de «curas». Las lesbianas jóvenes son violadas y obligadas a casarse, especialmente en sociedades donde el matrimonio es prácticamente obligatorio. La violación de lesbianas bajo arresto se acompaña a menudo del comentario de que eso las «curará» de su lesbianismo. Y la percepción de que la homosexualidad es un desorden que necesita ser «enderezado» sirve para legitimar tal violencia.