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Memorias de un trabajador por agencia de los muchos años que trabajó en empleos temporales en Londres, intentando ayudar a sus compañeros de trabajo y realizar el menor trabajo posible.
Introducción
Desde los ’80 ha habido un decidido ataque a los salarios y condiciones
de trabajo por parte de los empleadores y el gobierno. Después de la
derrota de la huelga de los mineros, y más tarde de las de grupos de trabajadores como los de imprenta y los portuarios, dichos ataques han resultado muy exitosos.
Mis amigos y yo somos parte de probablemente la primera generación
que es menos pudiente que nuestros padres. El nivel descendiente de
salarios reales se hace particularmente patente al ver los precios de
las viviendas. Los precios promedio de las casas solían ser de alrededor
de 2.5 veces el salario anual promedio; hoy, son de alrededor de 7.5 veces el salario promedio. Eso sin mencionar el hecho de que más del 50% de las personas ganan menos del miserable salario promedio.
Gran de parte de este asalto ha sido la casualización: destruir el
trabajo estable y reemplazarlo por trabajadores eventuales por agencia
con bajos salarios y sin derechos laborales. Esto es genial para los
empleadores, quienes pueden contratar y echar trabajadores a voluntad, y
mantener los salarios bajos por medio de un sencillo reemplazo de todo
aquel que pida más o cause problemas. Pero constituye una tragedia para
nosotros los trabajadores, que somos dejados permanentemente
vulnerables, precarios, teniendo que preocuparnos constantemente por
nuestro próximo trabajo y por nuestro próximo sueldo, por si seremos o
no capaces de pagar el alquiler (obtener un crédito hipotecario o
comprar algún sitio ni siquiera entran en la ecuación).
La salud y la seguridad se ven afectadas también, en tanto los
trabajadores no podemos hablar de las inseguras condiciones pues podemos
ser sustituidos al instante. Esto ha tenido trágicas consecuencias,
como el asesinato de Simon Jones, un trabajador por agencia de Brighton
que murió decapitado en su primer día de trabajo en el puerto.
Con el trabajo por agencia el empleado es doblemente jodido, pues
tienes dos patronales extrayendo ganancias de sí. En uno de mis
trabajos, me detuve a ver mi factura de agencia: mientras yo recibía £7
por hora, ellos cobraban £15.
Y encima de todo, la mayoría del trabajo que realmente se hace –y
ciertamente la gran mayoría del trabajo que he hecho jamás –es
completamente inútil socialmente. Es decir, que en una economía
racionalmente organizada no tendría que ser hecho. La sola locura del
lucro significa que muchos de nosotros tengamos que desperdiciar
nuestras vidas realizando estas monótonas y sinsentido tareas que no
benefician a nada más que a los balances de cuenta de nuestros
empleadores.
Así que, siendo este el caso, no tenía realmente mucho respeto por
las agencias de empleos eventuales o por los empleadores que las
contrataban. Así como me fui convirtiendo de forma natural en un
holgazán, decidí que me resistiría a este estado de las cosas.
Donde me fue posible, intenté involucrarme en colectivos que se
organizaban en el trabajo, para mejorar mi situación y la de mis
compañeros de trabajo. Y donde esto no era factible, intentaba hacer el
mínimo trabajo posible. Esto no era, sin embargo, un mero acto egoísta.
Aunque muy difamado, el trabajador flojo provee de hecho un gran
servicio a la sociedad en su conjunto y a su compañero trabajador.
Déjenme explicarme: trabajo lento significa que más trabajadores
serán necesarios. Más trabajadores significa menos desempleo. Menos
desempleo significa mayor demanda de trabajo. Mayor demanda de trabajo
significa mayores salarios. Así que si todos los trabajadores fueran tan flojos como yo, ¡todos estaríamos mucho mejor!
Debería señalar en este punto que, aunque me aseguré siempre de no
defraudar a mis colegas, nunca me preocupé de hacer un esfuerzo
adicional para ayudarles. Lo que intenté hacer en donde pude fue alentar
a todos a resistirse a trabajar y disminuir juntos nuestra cantidad de
trabajo (en oposición a hacer más pesado el trabajo de otros para cubrir
a un solo holgazán).
Escribo este relato de mis experiencias con la esperanza de que pueda
darle a otros ideas acerca de formas de resistirse colectiva o
individualmente a la imposición de trabajo, o aportar mi granito de
arena a socavar generalizadamente la ética del trabajo y, espero, ayudar
a promover un poco más la solidaridad obrera. Espero también que más
personas puedan inspirarse a escribir sus relatos de resistencia al
trabajo: ¡solo haz click en ‘Submit content’ más arriba!
Servicio público
En el año 2000 egresé de la escuela, sin tener ninguna experiencia
laboral más allá de repartir periódicos, pero sabía cómo usar una
computadora, así que pensé en buscar trabajo en una oficina.
Sin haber visto mucho en forma de trabajos estables, me registré en
un par de agencias de trabajos temporales y muy pronto se me ofreció un
trabajo en un departamento de inmigración en el Ministerio del Interior
como archivista por £6 la hora.
Al ir el primer día me di cuenta de que no iba a vivir la vida de un
funcionario público promedio. El trabajo era en un sucio garaje en el
subsuelo, con stickers a lo largo de las paredes y el techo que decían
“precaución: no tocar: asbesto”. En el garaje había estantes, muchos de
ellos llenos de archivos. Resultaba que los albañiles habían movido
todos los archivos de un antiguo complejo a este nuevo almacén. Sin
embargo, cuando los transportaron algunos de los archivos fueron
retirados pues seguían vigentes y se necesitaba usarlos. Los albañiles
habían metido los archivos en los estantes lo más apretado que les fue
posible, así que cuando los trabajadores intentaran devolver los
archivos que habían sacado a los nuevos estantes, ninguno de ellos
entraría.
Fui contratado junto a otros tres trabajadores eventuales (un
trabajador de correos que había sido despedido, un estudiante y un
australiano), y nuestro trabajo era sacar los miles de archivos de los
estantes y re apilarlos, dejando un poco de espacio en cada repisa.
Hasta ese momento, era la cosa más ridícula que había tenido que hacer
jamás.
Después de empezar, e inicialmente trabajando muy duro, me di cuenta
de que los otros trabajadores se lo tomaban muy a la ligera. Al darme
cuenta de que no tenía sentido trabajar más duro que el resto, me relajé
también. El ambiente de trabajo que teníamos era una mierda, la paga
era terrible, y el trabajo era real y absolutamente aburrido, así que
realmente no había razones para matarte trabajando. Y una cosa clave era
que mientras más lento trabajáramos, por más tiempo tendríamos porqué
trabajar, así que finalmente recibiríamos más dinero.
Por suerte, el subsuelo era a tal punto un basurero que el jefe rara
vez venía a chequear nuestro trabajo. Uno o dos trabajadores de planta
bajaban a ver cómo progresábamos una o dos veces a la semana,
generalmente por la mitad del día.
Así que informalmente, sin haber jamás haber hablado realmente de
ello, los trabajadores temporales comenzamos a llegar cada vez más
tarde, a tomarnos descansos para almorzar cada vez más largos y a irnos
cada vez más temprano. Sin mencionar que simplemente pasábamos el tiempo
todo el día conversando, leyendo periódicos, fumando, empujándonos
entre nosotros en los carritos de archivos y generalmente simplemente
pasando un buen rato, mientras seguíamos por supuesto rellenando nuestra
planilla de asistencia por jornadas completas de trabajo.
Podíamos también leer algunas de las documentaciones. Eran en su
mayoría historias muy tristes de personas que buscaban asilo político
que habían sido brutalmente perseguidas en sus países de origen, algunas
violadas o con sus familiares asesinados, pero cuyas solicitudes habían
sido rechazadas simplemente porque no habían presentado los formularios
a tiempo. Al hablar con otras personas allí, me di cuenta de que muchos
de estos solicitantes no estaban advertidos de las fechas límite, y no
tenían acceso a traductores que podrían haberlos ayudado a completar las
solicitudes. Un par de otros trabajadores temporales tenían una opinión
más bien negativa de quienes pedían asilo político, bajo la idea de que
muchos de ellos eran “farsantes”, hasta que trabajaban aquí, en donde
la brutalidad del sistema de asilo político era explícita.
Muy pronto nos introducimos en un agradable ritmo de trabajar lento y
perder mucho el tiempo. Terminamos trabajando allí por cerca de tres
meses, con un par de cambios de personal, ¡cuando si nos hubiéramos
puesto a hacer las cosas a todo ritmo probablemente nos hubiera tomado
alrededor de dos semanas!
Tuve un par de otras tareas de corto aliento en otros varios lugares;
no las recuerdo todas. De alguna forma el trabajo eventual le venía
bien a mi estilo de vida de ese momento: no estaba tan interesado en
trabajar, no gastaba demasiado dinero (vivía en una casa ocupada) y así
ahorraría durante los trabajos para después tomar vacaciones –en las que
a menudo iba a grandes manifestaciones internacionales anticapitalistas
en el extranjero como Gotemburgo y Génova, entre otras.
Asistente administrativo
Luego de volver de las protestas en contra del G8 en Génova, conseguí un
trabajo de asistente administrativo en una filmoteca. El trabajo estaba
bien, tenía que ingresar o sacar películas de una base de datos y
tratar las preguntas de los clientes a través del teléfono y correo
electrónico. Podía también revisar películas en las que estuviera
personalmente interesado, verlas y luego devolverlas sin ingresarlas al
sistema.
Podía hacer el trabajo bastante rápido y luego entretenerme en
internet, chatear con compañeros y tomar una cantidad excesiva de
descansos para fumar.
Luego de un par de meses trabajando allí, el personal de planta (en
su gran parte mujeres) comenzó una campaña de medidas de presión: una
huelga de media jornada una vez por semana, por mayores derechos de
maternidad. La gente no habló mucho de esto en las vísperas de las
acciones, y mi supervisora me dijo que fuera a trabajar como cualquier
día, a pesar de que ella era miembro del sindicato y planeaba apoyar la
huelga. Le dije que no cruzaría el piquete, pero miembros del sindicato
me dijeron que debería entrar a trabajar.
No lo hice. En lugar de eso me uní a la manifestación de las
trabajadoras fuera de la oficina y fui a trabajar por la tarde. Luego de
ello aparentemente uno de los jefes de mi equipo dijo que deberían
reemplazarme, pero mi supervisora y algunos otros miembros del equipo
fueron a su oficina a decirle que debería quedarme. Así, un día me
notificaron que en una semana terminaba allí, pero luego me dijeron fue
que podía quedarme. De cualquier modo, mi trabajo allí terminó un par de
semanas más tarde. No sé si pasó más rápido por haberme unido a la
huelga o no; realmente no había forma de saberlo.
Ingreso de datos
Mi siguiente empleo de larga duración fue como empleado de ingreso de
datos en una organización benéfica. Mi trabajo consistía en actualizar
la base de datos de direcciones de los colaboradores. Era ridículamente
aburrido: estaba siete u ocho horas sentado frente a una computadora,
marcando casillas y escribiendo direcciones y códigos postales. La única
entretención que podía obtener de ello era encontrar algún nombre
divertido, como Doug Witherspoon y Dr. Doctor (¡en serio!).
Encima, antes yo tenía una buena opinión de esta organización. Pero
después de trabajar poco allí esto cambió completamente. Como muchas
organizaciones sin fines de lucro de hoy, comenzó como una campaña de
caridad, pero más recientemente actúa simplemente como una privatización
barata para el gobierno. ¡Se puede hacer más dinero compitiendo por
contratos del gobierno, recortando sueldos y condiciones de los
trabajadores del sector público que ayudando a la gente! Aparte de eso,
gran parte de su actividad ha sido destinada a hacer más dinero, pagar
más publicidad, contratar más recaudadores de fondos, hacer más envíos
masivos de cartas y hacer todavía más dinero.
No solo eso, sino que gracias a su condición de beneficencia, a los
trabajadores siempre se les puede decir “Trabaja más duro, trabaja más
tiempo, etc… es para ayudar a los pobres”. De más está decir que los
gerentes y ejecutivos de la organización estaban lejos de ser pobres; el
mismo director ejecutivo era un personaje particularmente falso, que
caía todos los días en su Mercedes y que se esnifaba gran parte de su
altísimo salario.
Fue haciendo este trabajo que desarrollé la Enfermedad del Linotipista
que desafortunadamente se ha mantenido en mi desde entonces. Informé a
mi jefe que estaba sintiendo mucho dolor al ingresar datos, pero no me
ofreció más ayuda que enviar a alguien a que revisara que mi asiento
estuviera a la altura correcta.
Así, comencé a hallar formas de holgazanear nuevamente. Era
particularmente difícil, pues los datos entrantes eran incesantes –y la
mayor parte de ellos eran bastante inútiles. Pero comencé a trabajar lo
más lento posible, y me di cuenta de que podía ahorrarme tiempo por
medio de simplemente no ingresar datos de algunos de los documentos y
ponerlos directamente en la papelera. Con este tiempo libre pude
entonces hacer otras cosas que disfrutaba, como navegar por internet,
hacer llamadas internacionales (¡fui de hecho atrapado haciendo esto y
tuve que pagarles £80 mías, pues no me había dado cuenta de que
monitoreaban las llamadas!), tener descansos para fumar más largos,
conversar con colegas, etc… Luego de un tiempo comencé a salir con una
linda chica del departamento de relaciones públicas, así que podíamos
coquetear por el e-mail de la oficina, luego coger en la oficina de
cartas y volver a nuestros escritorios.
En ese tiempo estaba participando (por desgracia) en la Anarchist Youth Network
[Red de Juventudes Anarquistas]. Así que ocasionalmente me quedaba
hasta tarde en la oficina, me ganaba puntos por ser un trabajador tan
esforzado, e imprimía cantidades de literatura subversiva cuando todos
se habían ido. En todo el tiempo que trabajé allí debo haber impreso y
fotocopiado miles de volantes y stickers, y cientos de panfletos que
luego distribuíamos gratuitamente.
Organización de eventos
A pesar de la mierda que eran el trabajo y el lugar, me quedé allí por
un par de años y luego conseguí un trabajo diferente en la misma
organización benéfica, en la filial que quedaba un poco más allá en la
misma calle (Mi vida en ese momento era bastante estable; me había
cansado de la inestabilidad de ocupar casas, así que estaba pagando un
alquiler y necesitaba algo parecido a un empleo a tiempo completo). Este
consistía en administración más general, y gran parte de él era hacer
paquetes de información para eventos, que eran muchos. Era un poco más
variado y un poco mejor pagado que el de ingreso de datos, y también un
poco menos embrutecedor. Tomé el empleo de un trabajador permanente que
lo hacía cinco veces a la semana y se había marchado.
Luego de hacer el trabajo por un par de semanas de la forma que me
había enseñado el trabajador de planta, comencé a intentar formas de
hacerlo más rápido. Me di cuenta de que podía ahorrarme una gran
cantidad de tiempo al unir grupos completos de paquetes de información
que luego podía copiar todos juntos, en lugar de copiar cada una de
sub-secciones y las fichas técnicas por separado y compilarlas después.
Básicamente esto significaba que en lugar de estar parado horas frente a
la fotocopiadora introduciendo papeles como lo hacía mi predecesor,
solo ponía todo de una vez y apretaba “Comenzar”.
Así, con todo el tiempo extra podía ir a sentarme tras la sala de
copias un par de horas y relajarme, leer libros o revistas, o poner
música. Incluso instalé un banquillo, un estante y algunas pilas de
papeles convenientemente ubicadas de forma tal que pudiera esconderme
entre ellas y tomar una siesta sin ser visto desde la ventana. Tenía un
par de paquetes de información sobre mi regazo por si el sonido de
alguien entrando me despertaba y tenía que aparentar estar trabajando.
También, usando la excusa de hacer estos paquetes de información,
imprimí miles de volantes anarquistas, panfletos y boletines. Me ofrecí
también para asistir a reuniones en la oficina principal que quedaba al
otro lado de la calle, de forma que podía echarme un polvo con la chica
de allí antes de volver.
Así es que aquí tenía un trato bastante bueno. Sin embargo, cometí un
grave error. Había estado intentando conseguir un trabajo permanente en
ese lugar sin suerte (un trabajo de recepcionista había sido anunciado
en su página solo por una semana y había recibido 500 solicitudes), así
que me esmeré en parecer un buen trabajador. Así que pensé que mostrarle
a mi jefe lo inteligente que era por medio de hacer los sistemas
administrativos mucho más eficiente me sumaría puntos.
Desafortunadamente, todo lo que hice fue hacer que revisara mi
trabajo, viera lo mucho que podía hacer en poco tiempo y recortara mis
horas de cinco días por semana a dos y medio. Pelotudo.
Este es un error que no volveré a cometer de nuevo; y es algo que
siempre enfatizo a cualquier persona que comience a trabajar. Si se te
ocurre alguna innovación que hará tu trabajo más rápido, guárdatela. Usa el tiempo extra para hacer cosas que quieras hacer.
A pesar de esto, me quedé trabajando allí por otro par de años y
conseguí otros trabajos de medio tiempo para poder hacerme el dinero.
Me uní al sindicato de ese lugar y asistí a las reuniones mensuales.
Intenté hacer que un par de personas se sumaran, pero no era un núcleo
particularmente activo y no hacía mucho realmente, así que no fui capaz
de involucrarme tanto. Pronto dejé de esforzarme mucho por hacer que
gente se afiliara al sindicato, pues a falta de una organización
colectiva real, figurar como miembro en el papel no tenía sentido
alguno. Cuando por primera vez fui a buscar a la representante, la
primera cosa que me dijo fue que ellos “no eran alborotadores”. Y eso
fue bastante cierto. El principal tema que fue discutido en extenso en
las reuniones fue la demanda de pago anual, tras las cuales terminábamos
pidiendo a la administración cierta cifra (generalmente alrededor del
5%), basada en el incremento del costo de vida; entonces, luego de un
par de meses de insistir se acordaría en 2.5% o 3% (no recuerdo ahora
cuánto era exactamente). Apenas sí existió a lo largo de este proceso
comunicación entre los trabajadores en conjunto y los delegados del
sindicato.
A pesar de que había poca organización, en mi equipo intentamos hacer
que las cosas funcionaran de forma un poco más agradable para todos.
Nos cubríamos entre nosotros si alguno se iba, sacábamos para todos un
poco de los biscochos y los refrescos reservados para las visitas, etc.
Yo era fumador en ese tiempo, y aquellos que fumábamos solíamos tomar (a
veces muchos) descansos regulares juntos. En uno de esos descansos
comenté lo injusto que pensaba que era que tuviéramos derecho a tomar
descansos cuando quisiéramos y los no-fumadores no. Así que decidimos
simplemente decirle a los no fumadores y a los nuevos que tenían derecho
a descansos de “aire fresco” de 5 a 10 minutos o algo así cuando
quisieran. Al momento en que los jefes se enteraron de esto, ya era una
práctica establecida. Y la gestión en lugares como organizaciones
benéficas depende de la buena voluntad del personal, que muy a menudo es
reacio a generar conflictos. Quitar lo que ahora era un “derecho”
establecido podría haber provocado un conflicto, así que simplemente
dejaron que continuara existiendo como tal.
A veces conseguía algún extraño trabajo que hacer en horas extra. Uno
de estos era el ingresas datos demográficos de los asistentes a
nuestros eventos. Este era un trabajo enorme, pues los datos no habían
sido ingresados por edades, así que había alrededor 20,000 para
ingresar. Mi jefe, entonces, me pidió que ingresara cinco y que le
dijera cuánto me había tomado. Así que ingresé cinco tan lento como
pude. Usó este número para estimar que me demoraría tres semanas en
hacer todo el trabajo.
Pensé que este sería un ejercicio realmente fútil, porque los datos
no nos decían nada útil –los asistentes a nuestros eventos no venían a
nosotros directamente, sino que eran enviados por algún organismo del
sector público. Así, la composición demográfica de nuestros asistentes
sería la composición del personal de dichos organismos. No es como que
tuviéramos una minoría étnica desproporcionadamente pequeña o
discapacitados como asistentes, en cuyo caso podríamos haber tomado
algún tipo de acción para dirigirnos a ellos. El gerente simplemente
pensó que deberíamos anotar eso en una hoja de cálculo. ¡Y eso era un
trabajo! Así que no le dije nada.
Lo que hice, sin embargo, fue tomar muestra de alrededor de 200
archivos al azar del total. Los ingresé, lo que me tomó un par de horas.
Luego, para el resto de los 19,800, copié y pegué los primeros 200 que
hice y luego lo revisé y mezclé un poco. Usé las siguientes tres semanas
perdiendo el tiempo en internet, mucho del cual fue en enrager.net (el
nombre original de libcom.org). Me sentí muy satisfecho conmigo mismo
por esto.
El último trabajo permanente que tuve fue el que estuve haciendo el
último año y medio. Mi jefe (el pelotudo nombrado más arriba), que se
sentaba dos escritorios más allá del mío, me dijo después de la
entrevista que dentro de la próxima semana sabría si me había ido bien o
no. Seis semanas después, me di cuenta de que no había estado cuando la
mujer a quien le había ido bien en la entrevista vino a la oficina y
comenzó a trabajar. El gerente era un bastardo flojo que siempre se iría
de la oficina alrededor de las 3.30 p.m. excusándose por tener que
atender una “reunión”. Una tarde libre que tuve lo vi en las tiendas en
Oxford Street después de haber dicho eso, y en un par de ocasiones más
gente había llamado alegando que no había aparecido en reuniones a las
que supuestamente había ido al retirarse de la oficina.
Después de que me fui, la gerencia bajó los salarios de los
trabajadores, dejando irónicamente a mucho de ellos en la pobreza,
aunque no sin antes darse a sí mismos importantes aumentos de sueldo,
por supuesto.
Me prometí nunca más trabajar en una organización benéfica de nuevo si puedo evitarlo.
Anarchivista
Luego de que me recortaran mis horas en la organización benéfica, hice
un par de trabajos por cortos periodos de tiempo, en lugares como la
NSPCC [Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad contra los
Niños], South West Trains, en la sede de la Oficina de Asesoría
Ciudadana
Uno de mis compañeros de casa estaba trabajando a medio tiempo en el
archivo de una biblioteca universitaria, trabajo que decía disfrutar;
estaba por abandonar el país, así que me sugirió que postulara a su
puesto cuando se publicara el aviso. Así que lo hice, y conseguí el
empleo.
Consistía en trabajar en turnos de tarde y el fin de semana con
contratos eventuales por hora, así que técnicamente no era trabajo por
agencia, pero sí era igual de inseguro. El salario por hora, sin
embargo, estaba bien y me gustaban mucho mis compañeros. Todos los
eventuales éramos de edades similares; la mayoría del resto eran
estudiantes universitarios también.
El personal permanente trabajaría de 9 a 5, de Lunes a Viernes, así
que teníamos que cubrir las tardes de los días de semana y los fines de
semana hasta las 9 pm. De cierta forma esto era molesto, pues cortaba tu
vida, significando que te perderías los compromisos sociales de la
tarde, y que no serías capaz de salir hasta tarde los viernes por la
noche. Pero de otra forma era genial, pues solo teníamos una hora
superpuesta en la semana con el personal permanente –y con nuestros
jefes.
Teníamos una encargada que era una simpática y callada mujer de
mediana edad, y su jefe era el jefe de equipo, que no era simpático en
lo absoluto. Menos mal, la mayoría de nuestros tratos eran con la
encargada, que era además la que nos asignaba el trabajo.
Básicamente teníamos dos tareas principales: catalogar las nuevas
colecciones (pasar por cajas de libros y papales, ingresando los títulos
y las ubicaciones físicas de cada uno de ellos en una base de datos y
escribiendo un número de referencia en el reverso del documento) y
copiar grupos de documentos para investigadores.
La última tarea que tenía que ser realizada en un horario bastante
apretado, pues la biblioteca garantizaba el trabajo en un periodo de
tiempo específico. El primer trabajo era, al contrario, algo continuo.
También requería un poco de trabajo pesado.
Por fortuna, normalmente no había muchas copias que hacer. Este
trabajo lo compartíamos entre los trabajadores eventuales. Podíamos
tomarlo en turnos para hacer más o menos la misma cantidad de trabajo y
dejar una nota para la próxima persona informando en qué parte íbamos.
Este trabajo era también un poco cargado, pero como éramos los únicos
que estábamos por allí, teníamos mucha libertad de acción. Hacer que la
gente pagara no nos beneficiaba a nosotros ni en lo más mínimo. De
hecho, nos daba trabajo extra pues teníamos que hacer un recibo e
ingresarlo en una hoja de cálculo. Así que solíamos dar muchas cosas
gratis –particularmente a individuos, que no iban precisamente a
cobrarles el costo a sus empleadores.
Cuando comencé, no quería faltarle el respeto a nadie, así que con lo
de catalogar, observé el ritmo de trabajo de los otros y trabajé a ese
ritmo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no solo el trabajo no era
muy monitoreado por los jefes, sino que al terminar nosotros trabajo,
creábamos uno nuevo para nuestro encargado, que tenía entonces que
resolver este nuevo trabajo por hacer.
Darme cuenta de esto fue una verdadera epifanía. Ya el ritmo de nuestro
trabajo era bastante vergonzoso, pero comenzó a descender casi hasta
detenerse.
En la oficina había dos de nosotros trabajando a la vez, así que en
la semana podíamos tomar turnos para irnos una hora más temprano, y los
sábados podíamos arreglar para que uno de nosotros llegara una hora
tarde y el otro se fuera una hora más temprano (casi siempre dependiendo
de quién iba a salir la noche anterior) y tomar descansos de almuerzo
de dos horas uno después del otro.
Podíamos también usar el tiempo para hacer nuestras cosas. Los
estudiantes harían su trabajo, yo leería libros, revistas y cosas del
archivo, y subiría artículos a libcom. Pedí un respaldo ergonómico, el
cual usaba como almohada para tomar la siesta bajo mi escritorio durante
los fines de semana. Luego comencé a traer DVDs para ver en la
computadora. A pesar de esto, teníamos las copias hechas a tiempo y
hacíamos avanzar muy lento el proceso de catalogación, ¡y recibíamos
felicitaciones de nuestra encargada por nuestro rápido trabajo!
Una vez prolongué un trabajo de catalogación literalmente por dos meses cuando en realidad me tomó cerca de una hora hacerlo.
Luego de un tiempo, decidí unirme al sindicato de la Universidad,
UNISON. Hablé con el delegado acerca de nuestro estatus como personal
contratado por hora y si había algo que pudiéramos hacer para que se nos
contratara como trabajadores permanentes part-time. Esto significaría
que tendríamos derecho a subsidio por enfermedad, pago de días festivos y
prestación de jubilación, cosas a las que no teníamos acceso en tanto
trabajadores eventuales. No recibí ninguna respuesta.
Así que como grupo acercamos esto a nuestra encargada y a nuestro
jefe de equipo, y nada cambió. Entonces fuimos a Recursos Humanos.
Aparentemente éramos una anomalía en la universidad y en ese sentido nos
dijeron que de hecho deberíamos ser todos trabajadores regularizados.
Se nos dio un contrato a plazo fijo (de alrededor de un año, creo),
pero el Señor da con una mano y quita con la otra: la universidad nos
redujo el salario por hora, y además el pago por días festivos sería
idéntico a nuestro anterior pago por hora.
Esto significaba que para obtener cualquier beneficio teníamos que
presentar una licencia médica –cosa que, de hecho, hacíamos. Sin
embargo, no presentarse por enfermedad daba más trabajo a la otra
persona con la que nos tocara trabajar, lo que causó cierta tensión al
principio cuando una persona presentaba muchas veces licencia médica.
Pero le dije a la persona que se comenzaba a molestar que debería
simplemente presentar licencia médica la misma cantidad de veces. Y lo
hizo, tomándose una semana libre.
Resultó ser muy práctico también cuando me lesioné moviendo cajas muy
pesadas (sin tener ninguna capacitación en manutención) y tuve que ser
operado y tener varias semanas libres. Desafortunadamente, nuestros
trabajos temporales de media jornada no pagaban esto, así que fueron
tiempos duros financieramente. Intenté luchar tomando acciones legales
en contra de la universidad, pero el sindicato no me respaldaría por no
ser miembro el tiempo suficiente antes de que esto sucediera, y al final
me sería muy difícil probar quién era el culpable, además de que el
potencial pago que recibiría sería demasiado bajo como para molestarme
en llevar adelante todo esto.
En el trabajo la paga no era buena, y las horas tampoco, pero la
camaradería y el haraganeo era genial, así que me quedé hasta que se me
apareció la oportunidad de un trabajo eventual a tiempo completo en un
municipio.
Municipalidad
Una chica con la que estaba saliendo trabajaba de vez en cuando como
eventual en una municipalidad. Me sugirió que trabaja allí también, pues
casi siempre había mucho trabajo que hacer. Así que me registré con una
de las agencias con las que trataban y bastante pronto tuve una
entrevista y un trabajo en un pequeño departamento de capacitación.
Rápidamente me di cuenta de que muchos de los sistemas eran bastante
ineficientes: mucha información se repetía y un montón de tareas se
hacían manualmente cuando podrían haberse hecho automáticamente. Así que
me dediqué un par de semanas para poner a punto todo y hacerlo un poco
más eficiente. Sin embargo, no repetí el error que había cometido en la
organización de caridad de decirle al jefe acerca de ello. Mencioné un
par de cosas y usé parte del tiempo extra para hacer muchos cambios
superficiales del lugar de trabajo: ordenar el sistema de archivo, hacer
etiquetas uniformes para todo, para que el espacio de la oficina se
viera mejor.
Luego usé el tiempo que gané para flojear. Comencé a llegar tarde y
el jefe era demasiado amable como para decir algo al respecto. Moví los
escritorios para “ordenar”, pero también ubicándolos de forma tal que
nadie pudiera ver mi pantalla, así podría navegar por internet e incluso
ver películas en horas de trabajo.
Hablé con el delegado local de UNISON (un robot del Partido
Socialista Obrero); le dije que era miembro de UNISON en otro trabajo
part-time y le pedí si podía formar parte ayudando con cualquier trabajo
de la organización, por ejemplo sobre trabajadores por agencia. Me dijo
que bueno y que se acercaría luego, cosa que hizo muchísimo después,
preguntándome si quería ayudar a repartir volantes de manifestaciones en
contra de la guerra en una estación del metro. Le intenté hablar de
nuevo para contarle de una idea que tenía para intentar igualar los
sueldos de los trabajadores por agencia. Pero él simplemente volvió con
más volantes para otro proyecto de frente del PSO, así que me di por
vencido con él.
Por mi cuenta, me paseé por mi piso conversando con los otros tres
trabajadores por agencia, que hacían el mismo nivel de trabajo que yo.
Nos dimos cuenta de que todos teníamos diferentes salarios y decidimos
pedir juntos que se nos asignara el salario del que ganaba más. En ese
momento nos apoyamos todos y finalmente acordaron los dos jefes
importantes.
Luego de estar allí unos meses, el gobierno anunció planes que
atacaban las jubilaciones de los trabajadores del sector público,
particularmente las de aquellos que trabajaban en las municipalidades.
Había una indignación generalizada en contra de esto, lo que empujó a
los sindicatos a organizar una votación colectiva para tomar acciones.
Nueve sindicatos votaron juntos, creo.
Los miembros del sindicato más grande, UNISON, un sindicato que no
era de ningún modo uno de línea dura, votaron en un 80% por huelga
interrumpida, una cifra que se repitió de forma similar en los otros
sindicatos. Conforme se acercaba el primer día de huelga, no oí nada
acerca de ello sino hasta un par de días antes. El piso en el que estaba
tenía un nivel muy bajo de sindicalización, pero la jefa era miembro de
UNISON. Ella me hizo saber que pensaba que como era jefa no se le
permitiría ir a huelga; le dije que, al contrario, ¡todos los miembros
del sindicato deberían apoyar la huelga!
Así es que llegó el día de la huelga. Visité brevemente los piquetes
para mostrar mi apoyo, pero no me pude quedar mucho por el riesgo a ser
despedido. La huelga se vio bien a lo largo del país: miles de escuelas
cerraron, la basura no fue recogida y los edificios de los municipios
cerraron también. Mi jefa se quedó en casa, pero algunos otros
trabajadores de mi piso fueron. Un par de eventuales fueron a trabajar
también; les hablé sobre la huelga del día siguiente y uno o dos
tuvieron una actitud como de que habían sido “rebeldes” por
“desobedecer” al piquete.
Intenté decirles que los huelguistas no estaban en contra de ellos,
sino que debíamos apoyar la lucha de los trabajadores permanentes para
defender sus pensiones, incluso aunque no las tuviéramos, porque si las
perdían pronto no quedarían trabajados permanentes decentes con buenas
pensiones que pudiéramos tomar nosotros en el futuro.
La lucha en contra de los recortes de pensiones fue pronto hecha
descarrilar por los sindicatos. Suspendieron las futuras acciones
programadas por “negociar”, lo cual por supuesto fue infructuoso; pero
en los meses que sucedieron, los trabajadores –que se habían armado de
una confianza muy grande durante el primer día de acción –lentamente se
fueron desmoralizando y desmovilizando. Los sindicatos ayudaron entonces
a negociar paquetes de cortes ínfimamente ‘menos malos’, que luego
recomendaron a sus afiliados. Y en lugar de mostrar estas ofertas como
lo que verdaderamente son (recortes), UNISON las presentó como algo
opuesto a los recortes iniciales, mostrando estos ataques a las
condiciones de vida como mejoras que se habían ganado.
Estaba claro que no iba a haber más movilización, pues el 97% de los miembros de UNISON aceptaron este trato.
Vivienda
Mientras trabaja en el municipio, pasé por otro trabajo temporal
part-time. Era en una pequeña oficina de urbanización. El trabajo era
completamente sin sentido: administración en general, completamente
tediosa y burocrática. El trabajo no se relacionaba para nada con ayudar
a arrendatarios. Hasta el día de hoy realmente no sabía lo que el grupo
hacía. Algo tenía que ver con supuestamente intentar fomentar la
“participación” y hacer “consultas”. Publicamos muchos folletos que
mostraban a personas blancas y negras estrechando las manos.
Para empeorar las cosas, mis dos jefes eran unos estúpidos totales.
Una me pidió que editara el PDF de un gráfico. Le expliqué que no podía
simplemente editar el PDF, que necesitaría el archivo original y el
programa con el que había sido creado. Le expliqué que la única forma de
la que podía editarlo sería imprimirlo físicamente y editar pequeños
pedazos de papel, recortándolos y pegándolos sobre el original para
luego fotocopiarlo. Me dijo que entonces hiciera eso…
Cuando presenté el gráfico final, me arrastró a la oficina del otro
jefe para putearme por no haber seguido sus instrucciones y editarlo de
forma electrónica. Le intenté explicar que era físicamente imposible,
pero éste jefe resultó ser más cretino que la primera.
Cuando estuve hospitalizado en el trabajo en la universidad, tuve que
presentar una licencia en este trabajo. No recibí ni una tarjeta ni
llamadas ni nada de mis jefes preguntándome cómo estaba. Entonces decidí
mandar todo a la mierda. Luego de decidirlo, me di cuenta de que tener
dos jefes tenía sus ventajas. Cuando uno pedía que hiciera algo, le
decía que estaba haciendo demasiado trabajo para el otro, y que haría lo
que me estaba pidiendo cuando pudiera. Con las tareas regulares que
tenía que hacer, como revisar y archivar bandejas de papeles en
archivadores, simplemente barajaba un par de los de arriba y lo dejaba.
Era el único que revisaba los mensajes de la contestadora, así que
comencé a borrar todos los mensajes sin escucharlos.
Luego me pasaba el día básicamente publicando historias nuevas en
libcom, editando cosas para la sección de historia, escribiendo e-mails y
llamando a gente. Si me quedaba solo en la oficina, entonces dormía una
siesta en el escritorio.
Mi mayor logro fue que por cuatro semanas no hice absolutamente nada.
Después, mis dos jefes básicamente se hablaron el uno al otro. Me di
cuenta de que esto estaba pasando y luego uno de ellos me pidió que me
reuniera con él al día siguiente. Inventé una cita con el doctor para
evitar todo eso, y luego renuncié.
Mi otro trabajo en el departamento de capacitaciones pronto llegó a
su fin cuando el departamento fue eliminado en una reestructuración.
Pero por suerte poco después postulé a un trabajo permanente y, por
primera vez, ¡lo conseguí! Así que, luego de siete años de trabajar
temporalmente y a media jornada, tuve finalmente un trabajo adecuado con
un pago regular, de modo que no tenía que preocuparme mucho por ser
capaz de pagar el alquiler a final de mes. Por supuesto, sigue siendo
una mierda, pero por lo menos no perderé mi casa si me enfermo por más
de dos semanas.
Algunas conclusiones
El tiempo que estuve trabajando de forma eventual, muchas veces vi el
tema que tanto se trata en los círculos de izquierda de cómo organizar a
los trabajadores por agencia. Ahora, este es un tema importante, en
tanto los trabajadores por agencia son una forma clave en la que los
patrones están rompiendo la organización de los trabajadores y
haciéndonos a todos más “flexibles” (desechables, con derechos escasos).
Sin embargo, muchas de las sugerencias que siguen apareciendo están
profundamente viciadas. Las principales dos en las que estoy pensando en
este punto son construir un sindicato de trabajadores eventuales o
construir una cooperativa de los mismos.
En el frente sindical, en primer lugar –y al contrario de lo que la
gente cree –los sindicatos no son simplemente organizaciones de
trabajadores para defender los intereses de los trabajadores, sino que
de hecho son fundamentalmente grandes burocracias preocupadas por
perpetuarse a sí mismas y a sus posiciones de influencia. Efectivamente
su rol social es ayudar a negociar la venta de trabajo maleable al
capital –y para hacer esto tienen que ser capaces de controlar a sus
miembros. Esto está tratado más a fondo en nuestra sección sindical.
En segundo lugar, aunque juntar a los trabajadores en sindicatos
pudiera ayudarlos, los trabajadores por agencia están tan dispersos y
divididos a lo largo de tantos sitios y empleadores que esto no sería
muy práctico.
En tanto son contratados por agencia, los trabajadores temporales
usualmente están mucho más afectados por los lugares de trabajo en los
que están, los cuales los contratan. Y éstas son las organizaciones que
en última instancia les pagan sus salarios también.
Con una cooperativa de trabajadores por agencia, las mismas presiones
serían ejercidas en él por el mercado tal y como se ejercen en todo el
resto de las agencias: la necesidad de recortar costos y dotarse de
personal que trabaje lo más duro por el menor dinero. Los problemas de
las cooperativas de trabajadores al interior de una economía capitalista
se han desarrollado con mayor detalle en este debate.
Así que básicamente pienso que la única vía práctica para mejorar las
condiciones de los trabajadores por agencia es la organización conjunta
del personal permanente y del por agencia en cada lugar de trabajo. Los
trabajadores con contratos permanentes pueden hacer mucho para ayudar y
pueden intentar cuestionar el uso mismo que se le da a los trabajadores
por agencia. Sin embargo, la gente debe ser cuidadosa de no culpar a
los trabajadores por agencia por cualquier problema resultante del uso
de personal de agencia: el problema es el trabajo por agencia, no los
trabajadores.
Ahora que soy trabajador permanente, invitamos a trabajadores de
agencia y a aquellos que no son miembros del sindicato a las reuniones
del mismo. Todos compartimos los mismos problemas en donde trabajamos, y
mientras más conversemos juntos y discutamos las cosas que nos afectan,
más claramente se vuelve que estamos todos en el mismo bote. Intentamos
hacer que los trabajadores por agencia nos respalden si decidimos tomar
algún tipo de medida de presión, lo cual hemos hecho en las huelgas
nacionales por sueldos, así como en boicots locales para reincorporar a
un trabajador echado.
A cambio, ayudamos a intentar conseguir a los trabajadores por
agencia empleo permanente y apoyarlos individualmente con cualquier
problema que tengan con la patronal.
Estos son pasos muy pequeños, pero hemos tenido resultados y a lo
largo del tiempo las culturas en los lugares de trabajo pueden ser
cambiadas, y los trabajadores pueden llevarlas consigo cuando se van.
Espero que este texto haya contribuido de nuevo de una forma pequeña
en el camino a alentar a los trabajadores a intentar abordar sus
problemas colectivamente. Por favor, postea aquí si tienes alguna
historia similar de evasión del trabajo o resistencia en lugares de
trabajo.