lunes, 30 de agosto de 2010

La última faena

Documental sobre el ex torero colombiano Álvaro Múnera y firme defensor de la abolición de la tauromaquia, espectáculo sangriento o un sacrificio ritual que no tiene sentido en pleno siglo XXI.




miércoles, 25 de agosto de 2010

Remolinos de fuego en Brasil

Como nos explicaban en el Libro del clima de John Gribbin y otros autores más sobre los tornados y los llamados «fuegos del diablo» (fire-devils):

«Naturalmente, el fuego es un eficiente generador de corriente de aire fuertemente ascendente. Por supuesto, los fuegos tienden a producir sus propios remolinos, llamados torbellinos de fuego (fire-devils: fuego del diablo). Una vez formado, un torbellino de fuego puede girar desde el fuego principal expandiendo el calor, las chispas y las cenizas calientes a cualquier lugar donde le lleve su camino errático.»

Recientemente, con la sequía y los incendios forestales que están padeciendo en el estado brasileño de Sao Paulo, se han podido observar algunos ejemplos de este extraño fenómeno meteorológico cerca de la localidad de Araçatuba.

domingo, 22 de agosto de 2010

Majnofestik 2010

Остання Барикада (Última Barricada) es una asociación de artistas de Ucrania dedicados a la promoción de la cultura contemporánea ucraniana, en especial fomentan la ucranización del Este del país que es rusófono. Mientras en el Oeste organizaron festivales folclóricos tradicionales, en el Este fomentan la música Rock, el arte alternativo y la «contracultura» urbana para atraer a los jóvenes. Uno de sus organizadores es el político Oles Doniy, vinculado a la coalición del anterior presidente de Ucrania, Viktor Yúshenko, lo que allí llaman los naranjas, grupos pro-occidentales en contraposición a los pro-rusos llamados blanquiazules. Yúshenko y Yulia Timoshenko representan a los artífices de la denominada revolución naranja de 2004, que acercó el país a la Unión Europea, y Viktor Yanukóvich, el actual presidente, representa el acercamiento más a Rusia.

La asociación cultural, con apoyo institucional, organizaban desde hace cuatro años (2006) en el pueblo natal del histórico guerrillero anarquista Nestor Majno, Guliay-Polie un festival literario y musical alternativo por el Día de la Independencia de Ucrania, el 25 de agosto. Pero, como en este año, las elecciones de febrero las ganaron los pro-rusos, la organización cultural-nacionalista ucraniana se ha quedado sin fondos. Y este año organiza un minifestival alternativo y autosuficiente a las afueras de la capital, Kiev, con el nombre de «Majnofestik», que comenzó ayer y seguirá hasta el 24 con interpretaciones literarias y conciertos, los asistentes tendrán que acampar en una zona a orillas del Dniéper y con pocos recursos. Esta organización tiene la desvergüenza de utilizar la figura de Majno y convertirlo en un héroe nacional; es más, para septiembre tienen planeado hacer un Festival musical de canciones patrióticas e insurgentes, así como deditar un disco. (Lo de insurgente es una clara referencia a la guerrilla encabezada por Nestor Majno entre 1918-1921: Ejército Insurgente de Obreros y Campesinos de Ucrania.)


El hecho de mezclar el anarquismo o el socialismo con el nacionalismo no es único de ese país, como ya sabemos. Pero es un festival propio de muchos perroflautas pseudoizquierdistas con bombos incluidos. Como se puede apreciar en una de la ediciones anteriores del festival en Guliay-Polie:

sábado, 21 de agosto de 2010

Cómo la izquierda se volvió nacionalista


por Christopher Domínguez Michael


Extraído de
http://www.letraslibres.com/index.php?art=11363



"La constitución de 1795, tanto como sus predecesoras, está hecha por el hombre. Y si no es así, es que no hay hombre sobre la tierra. Yo he visto, durante mi vida, franceses, italianos, rusos, etc. También sé, gracias a Montesquieu, que puede haber persas: pero en cuanto al hombre, declaro que, durante mi vida, nunca me he topado con él. Si existe, yo no lo sé."

Joseph de Maistre, Considérations sur la France, 1797.

Casi todo tiene su origen en la historia y a los nacionalistas, esa extraña especie de turistas, los podemos localizar en el momento preciso en que nacieron, en lo que actualmente (y en buena medida gracias a los nacionalistas) es Alemania. Fue Johann Gottfried von Herder (1744-1803), quien hoy pasaría por un brillantísimo, temible, intelectual de izquierda, quien puso a circular el nacionalismo. Herder (y para mayores detalles remito al lector a los resúmenes que de él han hecho Federico Chabod y Jon Juaristi) fue quien denunció con eficaz perspicacia el universalismo de la Ilustración, y a esa idea un tanto chata, inocente, del hombre antepuso la diversidad originaria de las naciones. Cada nación, decía ese lector de Leibniz que fue Herder, es una suerte de mónada que está cerrada sobre sí misma, es indivisible e impenetrable. Sus características particulares son permanentes y duran milenios, pues una nación, pese a todas las desventuras que puede sufrir a lo largo del tiempo, permanece arraigada al suelo como una planta y moralmente, por extensión, es un mundo en sí, con valores propios.

El “nacionalismo”, que en alemán patentó Herder, produce, según decía él mismo, felicidad, en su medida de ser la forma de conocimiento mediante la cual cada pueblo se encuentra a sí mismo. Ninguna nación, prosigue, ha sucedido jamás a otra, aunque le haya heredado algunos de sus caracteres. El misterio de lo nacional ya está presente en el salvaje, en cuya cabaña, junto a su mujer y a su hijo, no cabe, naturalmente, el otro, el extranjero. La historia, advierte Herder a los filósofos, no puede ser universal: los siglos apenas llegan a ser las letras y las naciones, las sílabas en una canción cuyo eco remite a la perdida lengua del paraíso que alguna vez todos hablamos y que irremediablemente perdimos una vez consumada la caída.

El nacionalismo de los modernos, se lee en Herder, deberá ser muy distinto al patriotismo, generalmente mercenario, de los griegos, que al verse derrotados en la guerra abandonaban a sus muertos en las ciudades y cargaban consigo a sus propios dioses. En sus Discursos a la nación alemana (1807-1808), Johann Gottlieb Fichte, discípulo de Herder, se dirige a los ocupantes franceses de Berlín y afirma que los alemanes, divididos geográfica y religiosamente, son una sola nación. Lo son, insiste, pues los une el alemán, la lengua común que vincula el pensamiento y el ser. “No se puede pensar en un idioma que no es el propio”, dice Fichte, rechazando el francés, la lengua franca de las elites europeas y símbolo de aquella “globalización” –para usar la palabreja de moda.

Pocas veces en la historia de las ideas un mensaje ha calado tan hondo como el de Herder, nutriendo al romanticismo y presentándolo eficazmente como un amplio movimiento contra la Ilustración francesa. Pero el concepto de “nación”, creado por los ilustrados a beneficio de los románticos, prueba que no hay ruptura violenta entre unos y otros. Y un personaje ajeno al romanticismo, como el teócrata Joseph de Maistre –más ilustrado que Herder, como creyente en la catolicidad de los valores de la Iglesia–, llegó a decir que él no conocía al hombre de Rousseau, sino a los rusos, a los franceses, a los italianos, etcétera.

En la agonía del siglo XIX, el nacionalismo apareció en la lengua francesa, gracias a Maurice Barrès, quien en 1892 rehabilitó una palabra apenas usada previamente durante la Revolución Francesa y la utilizó como un llamado a los jóvenes franceses para que descreyeran de lo universal, representado reprobablemente por los reformados y los judíos. “No somos una raza, somos una nación. Somos el producto de una colectividad que habla en nosotros. Que la influencia de nuestros ancestros sea permanente, que sus hijos sean fuertes, que la nación sea una”, decía Barrès, llamando a los gascones, picardos o provenzales a arraigarse como franceses.

Herder, tras inventar el nacionalismo moderno, tuvo otra intuición a la que cabría considerar inmortal: suponer que eran los poetas quienes originariamente habían percibido el mensaje de las naciones y los divinamente inspirados para cantarla. Todo pueblo tiene, o debería tener, una poesía heroica o una canción de gesta, que como las Escrituras para los hebreos u Homero para los griegos significa su única manera, al “caer” en el mundo, de arraigarse en la historia. Tan exitosa ha sido esa noción que un profeta nacionalista, Ángel Ganivet, no dudó en proclamar, en el Idearium español (1897), que un libro como El Quijote había sido inspirado platónicamente para dar sustento espiritual a la nación española.

Si la fijación del poeta y del sacerdote en una sola figura no es una idea del todo atribuible a Herder, sí lo es su bardolatría, la creencia en que la principal responsabilidad en la transmisión de los relatos de origen corresponde a los letrados. Nada más antagónico al filósofo cosmopolita representado por Voltaire, aquel que cree servir a la humanidad entera, en general, y a un príncipe ilustrado en particular, que el bardo herderiano, en comunicación privilegiada no con la historia universal, sino con esos dioses oscuros de la nacionalidad, como los llamó Ernest Gellner.

La lectura de Herder convenció a los románticos de que la nación se originaba en la poesía primitiva y que en ella estaban las verdades morales de la religión natural. El protestante Herder tuvo que parar en ese punto, pues estaban a la vista las consecuencias indeseables que su glorificación de lo primitivo tenía para el cristianismo. Sin detenerme en su progenitura sobre el relativismo cultural –estudiada por Isaiah Berlin–, el nacionalismo herderiano ha cruzado el pantano de dos siglos sin mancharse: cuando una persona poco instruida, en nuestros días, se identifica sin atisbo de duda como nacionalista, está pensado en esa idea trascendente de nacionalidad acuñada por el filósofo prusiano. No hay escritor moderno, también hay que decirlo, que al amar su propia lengua (o declarar que la ama) no resulte, aun involuntariamente, herderiano, descubrimiento inquietante para quienes nos consideramos antinacionalistas.

El nacionalismo fue, al menos hasta la Segunda Guerra Mundial, un patrimonio de la derecha contra la izquierda, de las provincias contra las ciudades, de lo tradicional contra lo moderno. A riesgo de parecer anticuado, recordaría que Trotsky, por ejemplo, denunciaba de Stalin, no la crueldad de su despotismo, como la traición al internacionalismo proletario que significaba la pretensión de construir “el socialismo en un solo país”, abjurando de la universalidad de la Ilustración que el marxismo habría heredado.

Pese a la ruinas que el nacionalsocialismo –una forma extrema y delirante de nacionalismo herderiano– había dejado en Europa, a partir de 1945 la descolonización colocó a los nacionalismos emergentes de Asia y África en la izquierda, y las combinaciones entre nacionalismo y marxismo empezaron a causar furor. Una de las variedades más influyentes fue la engendrada por el psiquiatra argelino Franz Fanon (1925-1961), quien, amparado por Jean-Paul Sartre, logró en Los condenados de la tierra (1961) ofrecer el viejo sentimiento herderiano a las nuevas naciones de África y de Asia.

Tan influyente como Herder en su momento, Fanon consideraba que a la tradición oral, a los cuentacuentos populares, les correspondía convertir las incipientes literaturas nacionales en testimonios de combate frente al colonialismo, actualizando los conflictos y modernizando “las formas de lucha evocadas, los nombres de los héroes, el tipo de armas”. Esos Homeros militantes de los que habla Fanon, a quienes descubrió en la guerra de Argelia, se han convertido, en algunos casos, en terroristas suicidas, y ese nacionalismo de los pueblos emergentes pasó de ser laico a ser religioso, del marxismo miope al islamismo fanático. Fanon revitalizó la noción herderiana de “cultura nacional”, y el eco de Los condenados de la tierra sigue escuchándose lo mismo en las proclamas nacionalistas que en los discursos radicales contra la globalización.

Modernista o antimoderno, religioso o laico, el nacionalismo viaja del Occidente al Oriente, se lee de izquierda a derecha, o al revés. Pero es posible aventurar una generalización y recordar que durante el siglo XIX el nacionalismo, habiendo nutrido en su seno a las primeras sociedades liberales, fue el abolengo de la burguesía. El viejo nacionalismo era un edificio social y cultural, como dice Luis Díez del Corral en El rapto de Europa (1974), cuyos inquilinos, aposentados en celdas holgadas e independientes, se sienten libres para hacer la obra común. No es extraño así que el nacionalismo clásico provenga, sin mayores conflictos filiales, del más feroz individualismo romántico.

Apelando al olvido que Ernest Renan consideraba imprescindible como constituyente nacional, la nación decimonónica integraba a las sociedades y educaba a los ciudadanos, mientras que casi no es necesario recordar que, durante la centuria pasada, fueron pocas las guerras y escasos los genocidios en que no estuvieran involucrados los nacionalistas y sus ideas. Por ello, nunca tranquilizan los políticos o profesores (sean irlandeses, vascos o catalanes, pero también bolivianos o peruanos) que recomiendan el nacionalismo moderado como tonificante. En efecto, todo lo moderado es bueno en principio…

En los años que hemos vivido a caballo entre los siglos XX y XXI, de la matanza étnica en los Balcanes al terror islamista internacional, el nacionalismo ha probado ser, en diferente grado e intensidad, uno de los enemigos más persistentes de las sociedades abiertas. Lo mismo vale, con diversos grados e intensidades, cuando aparece reducido al fanatismo de la identidad, su núcleo duro, o cuando se expresa como misión imperial, como en el caso del gobierno republicano de Estados Unidos y de su desastroso providencialismo.

Del canto de los poetas a la boca de los ideólogos, el nacionalismo va perdiendo la espesura de los mitos que le dieron origen y, pese a los esfuerzos teóricos de Gellner y de algunos de sus críticos, no acaba de cuajar, si se lo mira en retrospectiva, como una filosofía intelectualmente compleja, como lo pueden ser el liberalismo y el marxismo y, antes que ellos, las teologías. Es paradójico que el nacionalismo, una metafísica ideada para diferenciar radicalmente a los pueblos, acabara por ser, al salir de la Alemania de Herder, una lengua universal que siempre dice lo mismo, aun cuando lo diga en diferentes idiomas.

Pese a la orfandad en la que hubo de forjarse tras la Independencia, el nacionalismo mexicano provenía de la guerra española de 1808, la rebelión tradicional de un reino (y de una vieja nación) contra la agresiva universalidad del invasor napoleónico. A lo largo del tiempo, fueron cosechándose dos o tres narraciones pedagógicas que imaginaban y trasmitían leyendas nacionales, desde el antiguo relato de origen basado en el glorioso pasado prehispánico hasta la veneración de las apariciones guadalupanas de 1531 como el parto divino de una nación mestiza, pasando por el creciente orgullo que suscitaba la accidentada (y victoriosa) aventura liberal de la nacionalidad en el siglo XIX.

Cuando la guerra civil de 1910-1917 convirtió a los generales revolucionarios en conductores de un Estado nacional, la Revolución Mexicana se transformó en una suerte de relato de origen, un drama en el que la mayoría de los mexicanos (y muy especialmente los niños y jóvenes educados por el nuevo régimen) acabaron por autorreconocerse. Era una suerte de anagnórisis patria, como lo dijo Paz, con un fervor difícil de ocultar, en El laberinto de la soledad. Pero esas vanidades, forzosamente atenuadas por la amenazante vecindad de México con Estados Unidos, dejaron el nacionalismo mexicano, pese a ser uno de los de más abolengo, reducido a uno que ladra y no muerde, retomando otra vez una expresión de Gellner.

Los neozapatistas, cuya rebelión en enero de 1994 pareció, durante un breve tiempo, poner en tela de juicio las tradiciones históricas del nacionalismo mexicano, acabaron por ratificarlas. La retórica del subcomandante “Marcos”, pese a algunos coqueteos etnicistas de orden lírico, difirió del racismo indigenista tan difundido en el Perú o en Bolivia, un etnonacionalismo basado en la diferencia lingüística y portador de una “cultura nacional” pretendidamente distinta, y derivó a la forjada por los criollos o los mestizos. La autonomía indígena demandada por los neozapatistas, hijos de la catequesis de la Teología de la Liberación, podrá ser conservadora o contraproducente en términos democráticos, pero no aspira abiertamente a la secesión territorial ni encarna una disidencia religiosa, aunque se haya aprovechado de las rivalidades entre indios católicos e indios protestantes.

No es un dato menor que las arengas políticas y los sucedidos literarios del subcomandante “Marcos” no se hayan dirigido hacia la postulación de una nación étnica lingüística o culturalmente hostil, y se hayan limitado a retomar la vieja querella que exige para los indígenas ese lugar que deberían tener, según varias escuelas indigenistas, como piedra angular de la nacionalidad mexicana.

Preocupado en forjar la identidad entre la nación y el Estado, el nacionalismo mexicano permaneció, durante los últimos años en que gobernó el PRI, en latencia. Esa larga siesta ya terminó y la Bella Durmiente del nacionalismo, como la ha llamado Gellner, ha despertado. Como en Venezuela y en Bolivia, el electorado mexicano, desesperado ante el desgobierno democrático, entregará el poder, la soberanía, a una nueva versión del viejo nacionalismo populista, estatólatra y agresivamente aislacionista, cuya novedad es que el carisma, durante décadas diluido en el partido oficial, ha regresado a su origen, a la persona de un caudillo.

Es probable que la creciente incompatibilidad entre el nacionalismo y la democracia liberal se corrobore, también, en México.

Regresemos, en tanto, al tema original. No sabría yo decir si la frecuente y espontánea emoción que una persona siente al escuchar el himno nacional de su país en una competencia deportiva es un atavismo totémico, que proviene de la prehistoria, como diría Émile Durkheim, o si es lo que se acumula durante siglos de educación nacionalista, como lo creía Gellner. Pero me queda claro que el nacionalismo es, esencialmente, un sentimentalismo. Lo dice Federico Chabod al resaltar que la idea moderna de nación está asociada al culto de la alta montaña. Antes del siglo XVIII la montaña hacía pensar en los rayos y en las centellas, en la peligrosa e intransitable selva virgen, en la oscuridad triunfante de la naturaleza. Tuvo que venir Jean-Jacques Rousseau para exaltar la elevación física y espiritual, el sentimiento que significaba, para un hombre vulgar y un ciudadano de Ginebra, escalar los Alpes o cualquier otra montaña hasta la cima. Con el nacionalismo nació el alpinismo, y cada nacionalista es ese paseante, ese turista que siente que es en lo alto donde aprecia todo lo sublime que hay en la patria, altura desde la cual escribirá poesía o, al menos, la cantará, extasiado por la manera en que el sentimiento puede ponerse al servicio de la voluntad.


El Roto sí que tiene las cosas claras


viernes, 20 de agosto de 2010

Los macacos de Sulawesi

Entre las islas de Borneo y Nueva Guinea hay un conjunto de islas que tienen una fauna que es la mezcla de dos continentes, el asiático y el australiano. La mayor de estas islas es Sulawesi, antaño denominada Célebes. Isla de poco más de unos 170 mil kilómetros cuadrados extremadamente articulada, constituida por un núcleo central del que arrancan cuatro penínsulas que forman los golfos de Tomini, al norte, de Tolo, al este, y de Bone, al sur. Predominantemente montañosa y con numerosas cuencas lacustres, selvática y con clima ecuatorial. En ella habitan siete de la veintena de especies de monos del género Macaca —aunque en el pasado se les clasificó en otro género taxonómico, Cinopithecus—, los macacos autóctonos o cinopitecos. Macacos que presentan una reducida y hasta prácticamente inexistente cola y una coloración oscura, cuyos machos pueden alcanzar los diez kilos de peso y las hembras son algo menores, por los seis. A diferencia de otras especies de macacos asiáticos, las relaciones sociales entre las hembras suelen ser más o menos igualitarias y no suelen practicar el nepotismo de sus congéneres. Pero igual que las otras especies del género, los machos suelen abandonar el grupo materno para integrarse en los vecinos.


Segun estudios genéticos y anatómicos, están más próximamente emparentados con el macaco de cola de cerdo, Macaca nemestrina, que con el macaco cangrejero, Macaca fascicularis, ambas especies especies habitantes en las cercanas islas de Sumatra, Java y Borneo. Y más, el análisis comparativo del ADN mitocondrial (que se transmite por vía femenina) indica que las especies del centro y el norte de la isla comparten haplotipos con las poblaciones de M. nemestrina del norte Borneo, y las del sur con los M. nemestrina de Sumatra y el sur de Borneo, lo que parece decirnos que la colonización de la isla, por parte de estos primates, debió ser de dos veces.

El género Macaca se originó en el norte de África, llegando ha ocupar Europa hace unos cinco millones de años —siendo el único representante actual el macaco de Berbería M. sylvanus, que habita en las zonas montañosas de Marruecos y Argelia, e introducido en el Peñón de Gibraltar—. Hace unos dos millones de años se extendió al Este, a Asia. Durante el Pleistoceno Medio unos ejemplares cruzaron el Estrecho de Makasar desde Borneo, o tal vez Java, cuando el nivel del mar era mucho más bajo dutrante las glaciaciones y colonizaron Sulawesi, para posteriormente evolucionar en las especies actuales. De la misma forma que el nivel de mar bajó, también subió durante algún periodo interglaciar (sin olvidar que debido a la tectónica de placas la isla debía estar menos elevada que en la actualidad), lo que hizo que algunas partes de la isla fuesen tragadas por el mar, como pasó en la Depresión de Tempe, al norte de la Península Sur, y en la Depresión de Limboto, en el norte en la Península de Minahasa, a la altura de la ciudad de Gorontalo, convirtiendo la isla en un archipiélago. Además del tipo diverso de vegetación que se pudo formar dependiendo de la naturaleza volcánica de sus suelos y la orografía del terreno, creó unas barreras físicas que produjeron lo que se llama una especiación alopátrica, impidiendo durante un tiempo el flujo genético entre las poblaciones.

Dependiendo de los investigadores, se suelen nominar siete especies, aunque otros hablen de cuatro a ocho, las cuatro especies del Norte-Centro presentan en su craneo una cresta supramaxilar desarrollada, al contrario de las tres del Sur, que son más estrechas; como sus colas, que se van haciendo más cortas de Sur a Norte.

En el Norte, en el extremo de la Península de Minahasa, tenemos dos especies de color negro, que presentan un llamativo mechón de pelo haciendo una forma de cresta, de ahí el nombre de macacos crestados o yakis, como los llaman los lugareños. Estas dos especies son el macaco negro M. nigra y el de Gorontalo M. nigrescens separadas por el río Onggak-Dumoga. El macaco negro (M. nigra) ocupa el extremo norte de la península, al este del río, completamente negro y es el que forma los grupos más numerosos, llegando hasta el centenar de ejemplares (aunque hoy en día son más reducidos, quedándose como mucho en la mitad). Su población estimada está por los 4.000-6.000 ejemplares, estando en Peligro de Extinción, aunque debamos añadir los miles de ejemplares que fueron introducidos en la isla de Bacan, en el vecino archipiélago de las Molucas. Su pariente, antaño considerada subespecie, el macaco de Gorontalo (M. nigrescens), habita al oeste del susodicho río llegando hasta la cuenca del lago Limboto, al norte de la ciudad de Gorontalo, que da el nombre de la provincia (ocupando solamente la porción occidental de la provincia, de lo que opino que es desacertado el nombre, yo por mi parte prefiero llamarlo macaco negruzco crestado), presenta un color del pelaje en el tronco más pálido, ennegrecido, grisáceo. Sus grupos suelen tener entre los 10-60 individuos, teniendo una población por los 30.000-45.000 ejemplares.

Al oeste, y ocupando el resto de la península septentrional, tenemos otra especie, el macaco de Heck (M. hecki), considerado en un tiempo una subespecie de la especie del Centro, el color del pelo del tronco es negro, epero sus extremidades son más claras, de un tono gris-parduzco. Sus grupos suelen tener entre los 20-50 indidividuos, y su población total está por los 100.000. En el centro de la isla, y ocupando la mayor extensión del territorio, está el llamado macaco tonkeano (M. tonkeana), que habita el Centro y la Península Este, además de los bosques de la isla de Malenge, en las Togian (en el pasado cuando el nivel del mar era más bajo y se comunicaba por tierra con la península mencionada). Algunos autores dicen, que debido a la mayor variedad genética que hay en el seno de la especie, entre las poblaciones orientales y occidentales, consideran que los de la Península Este deberían ser consideradas como otra especie, Macaca togeanus, aunque no haya sido confirmado. Esta especie negra presenta un color más claro en las mejillas y las ancas, forman grupos de hasta treinta especímenes y su población ronda por los 150.000 ejemplares.

Y vamos al Sur, en la Península Sureste, se halla el macaco calzado (M. ochreata), cuya distribución se solapa al norte con la de M. tonkeana, tiene el color del trocno negro y las extremidades grisaceas, además de una pequeña cola visible. En las vecinas islas de Buton y Muna se halla el macaco de Buton (M. brunnescens, considerado por muchos como una subespecie del anterior: M. o. brunnescens), muy parecido pero con la tonalidad del pelaje del tronco gris. Con manadas de unos treinta ejemplares, sus poblaciones rondan por los 71.000 en el calzado y poco más de tres mil en los de los isleños.

Y el que queda, el macaco moro (M. maura), situado en la Península Sur, es el único cuyo pelaje corporal es parduzco, y también con una pequeña cola visible. Es uno de los que más en Peligro de Extinción está, con menos de 5.000 ejemplares, sus grupos andan por los 40 miembros.


Todos ellos comparten en común que sus machos adultos emiten un grito parecido al de las aves y emiten una mueca silenciosa mostrando los dientes como señal de advertencia o apaciguamiento, todavía no se sabe, además de una mayor tolerancia social. Asociado a ellos hay un ave, una especie de cuco, llamada malkoha de pico amarillo (Phaenicophaeus calyorhynchus), que se benificia de los insectos levantados por estos durante sus incursiones en busca de comida. Estos monos son de dieta omnívora, fundamentalmente frugívoros, aunque también coman hojas y brotes así como insectos y algún que otro nido de pajaros saqueado. Viven en las selvas y, aunque duerman y se alimenten sobre los árboles, son más bien terrestres.

En algunos experimentos efectuados con macacos, se han observado que al presentarles diapositivas de otros monos, siempre prestan más atención, en especial los machos, hacia los miembros de su propia especie que a las de las próximas, y esta preferencia visual también ha sido observada entre los macacos de Sulawesi.

Aunque esten definidas las especies, se conocen casos de hibridación. En la base de la Península de Minahasa (la del Norte), se tiene constancia en la carretera de Tawaeli-Toboli de híbridos de M. tonkeana y M. hecki, en los cuales la cola más larga del tonkeano predomina. También se sabe de otra zona de hibridación en la Depresión de Tempe entre M. tonkeana y M. maura, así como en las zonas fronterizas de las tres especies septrentionales, M. hecki, M. nigrescens y M. nigra. En la Reserva Natural de Faruhumpenai existen grupos mixtos formados por M. tonkeana y M. ochreata.

jueves, 19 de agosto de 2010

Indigenismo y «socialismo del siglo XXI»: sólo la lucha del proletariado podrá liberar a la humanidad de la barbarie del capital

Extraído de http://es.internationalism.org/intmo/2005/55_indigenismo.html

Uno de los componentes ideológicos que nutre el llamado “socialismo del siglo XXI” es la defensa del legado étnico precolombino. De manera general, es también un tema propio de los Foros Sociales Mundiales y del movimiento altermundialista. Heinz Dieterich, uno de los gurú de este movimiento y animador del “socialismo” chavista, ha expresado a propósito de la celebración del V Centenario del “Descubrimiento de América”, que “ya estaba claro que la invasión de 1492 al hemisferio occidental había sido la primera globalización neoliberal de la naciente superpotencia europea” y que además el neoliberalismo contemporáneo es la “continuación orgánica de los 500 años de explotación de las burguesías atlánticas”. Según esta visión ahistórica, el sistema de explotación impuesto desde Europa por los conquistadores sería la expresión de la barbarie, la destrucción y el egoísmo, mientras que el capitalismo defendido por Chávez y sus acólitos, sería “más humano”, a tal punto que conduciría nada más y nada menos que al “socialismo”. El mismo Chávez ha explotado el sentimiento de rechazo hacia el genocidio perpetrado por los colonizadores sobre la masa indígena, para imponer una visión manipulada de la historia, la cual tiene en realidad la intención de hacer creer al proletariado, que una población privada de sus necesidades más básicas, orgullosa de ser pobre, hundida en la miseria y en la precariedad, iguales todos pero en pobreza, sería lo más cercano al “paraíso perdido” de las comunidades precolombinas, el estadio ideal en el cual no habría ambiciones ni egoísmo, valores propios del “neoliberalismo salvaje”. Nada más ajeno a la visión marxista, la cual ha explicado a través de su método, el materialismo histórico, no sólo las condiciones históricas en las cuales surge el capitalismo, sino también la necesidad de su derrocamiento por el proletariado, que se apoyará en la utilización de los avances en las fuerzas productivas alcanzadas por este sistema, para hacer posible la sociedad comunista, la cual, lejos de significar la precariedad y el imperio de la necesidad, será la sociedad de la abundancia.

Génesis y evolución del capitalismo siglos XV-XVI

En el proceso de acumulación originaria de capital [1], jugaron un gran papel, como señalaba Carlos Marx, la conquista, la esclavización, el robo, el asesinato y la violencia; el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, el exterminio y sometimiento de la población indígena, “el saqueo de las indias orientales y la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros”, formaron parte fundamental de los albores de la producción capitalista. El avance económico del capitalismo en estos siglos se apoyó, por un lado, en la expropiación a la población campesina europea de las tierras de cultivo (el caso de Inglaterra es particularmente ilustrativo) y en el sometimiento de esa misma población por parte de la burguesía al régimen del trabajo asalariado, revistiendo estos hechos un carácter violento e inhumano, favorecidos por una legislación aplicada con especial rigurosidad en Francia e Inglaterra, que perseguía “a sangre y fuego a los expropiados”. Destaca Marx, que esta masa de población no pudo incorporarse, o ser absorbida por la industria manufacturera con la misma rapidez con que eran obligados a abandonar su acostumbrado modo de vida, por lo que muchos de ellos terminaron convirtiéndose en mendigos, vagabundos y ladrones. La burguesía, no conforme con haberlos desarraigado, los persiguió propinándole los castigos más horrorosos, ¡para que se pusieran a trabajar! [2]. Es decir, la violencia impuesta por la burguesía naciente en el continente europeo, fue complementada con la violencia practicada durante la conquista y colonización de las Indias Occidentales.

Es necesario tener en cuenta, que el régimen capitalista surgió en el seno la sociedad feudal y paulatinamente fue socavando las bases que la sustentaban: convirtió al siervo de la gleba en un “vendedor libre de fuerza de trabajo” despojándolo de todos sus medios de producción, “eliminó las reglamentaciones propias de los gremios que impedían el desarrollo de la producción y la libre explotación del hombre por el hombre” [3]. La burguesía resultó entonces una nueva clase explotadora (suplantando a la vieja aristocracia feudal), producto de un largo desarrollo y de una serie de transformaciones en el modo de producción; la creación del mercado mundial se correspondía con esa necesidad de la burguesía de dar salida a sus mercancías; el crecimiento de las fuerzas productivas (perfeccionamiento de las técnicas de producción, así como los progresos en los medios de comunicación), abrió un amplio campo de acción a la burguesía, lo que le permitió incorporar nuevas regiones del mundo convertidas entonces en mercados potenciales. “No son pues los grandes descubrimientos los que traen consigo el desarrollo del capitalismo, sino, al revés, es el desarrollo del capitalismo en Europa lo que permite esos descubrimientos, ya sea en el plano geográfico, ya sea en el de las técnicas. Colón, como Gutemberg, es el producto del desarrollo histórico del capital.” (1492: “Descubrimiento de América”. La burguesía celebra 500 años de capitalismo. Revista Internacional N° 70, Corriente Comunista Internacional.)

El “paraíso perdido” de las comunidades precolombinas

Cabe preguntarse entonces, en qué situación se encontraba la población indígena que habitaba el continente americano al momento del contacto con los europeos. En principio, fueron los mismos progresos que materialmente lograron algunas tribus americanas, lo que les permitió conformar verdaderos imperios, como el Azteca o el Inca. A cada paso logrado en la apropiación de los recursos naturales, utilizando métodos cada vez más avanzados (ampliando así la producción para mantener una masa poblacional en crecimiento), correspondió un cambio en las relaciones sociales y de dominio político que se establecía no sólo al interior de éstas comunidades, sino también, con respecto a otras tribus. El dominio de zonas a través de la guerra, el saqueo o el sometimiento, se convirtió en un factor fundamental para el aprovisionamiento o la obtención de nuevas tierras cultivables; de igual manera el pago de tributos y la construcción de un complejo y eficiente sistema administrativo de recaudación, fueron aspectos importantes en la aparición de una autoridad central (Estado) manejado por un linaje que concentraba poderes militares y religiosos, sobre una comunidad de súbditos. [4]

De esta forma, la división en clases privilegiadas y tributarias, la guerra, el saqueo, el Estado, la esclavitud a que eran obligados los prisioneros de guerra, no eran desconocidos para estas culturas. Es cierto que no pueden compararse históricamente con los métodos de explotación y el control brutal del Estado capitalista actual. De igual manera, no se trata de subestimar la crueldad, el terror y el exterminio, como métodos para someterlas; sin embargo, tampoco se puede tener una visión según la cual, los hombres no sufrían ningún tipo de sojuzgamiento, eran tratados todos por igual y todo era armonía y felicidad. Cabe resaltar, que aun cuando las altas culturas centroamericanas, andinas o mexicanas lograron progresos en el crecimiento de las fuerzas productivas, eran sumamente vulnerables a los cambios climáticos naturales, a las enfermedades, haciendo de sus vidas una faena muy dura, al borde del peligro que representaban las hambrunas, las sequías o las inundaciones.

Por más que muchas de éstas culturas practicaran la solidaridad y la cooperación, ello no impidió que algunas desaparecieran como consecuencia del bajo desarrollo de las fuerzas productivas o de las guerras. Si llegaron a practicar una producción colectiva y un consumo que se efectuaba bajo un régimen de reparto directo de los productos, fue porque el desarrollo de las fuerzas productivas que habían alcanzado, hacían prácticamente imposible que un individuo pudiera actuar y subsistir separado de la comunidad; por consiguiente, era imprescindible un trabajo mancomunado para asegurar las necesidades más vitales y la protección frente a amenazas externas.

La teoría marxista del socialismo.

Cuando decimos que el capitalismo representa el mayor avance alcanzado por la humanidad en el desarrollo de las fuerzas productivas, expresado en un control cada vez mayor de las fuerzas naturales a través de los conocimientos científicos y la aplicación de éstos con creciente rigurosidad al campo de la producción, con lo que la humanidad ganó la posibilidad de librarse de la penuria, las enfermedades o el hambre (lo cual sólo será posible de manera definitiva tras la abolición del sistema capitalista y el desarrollo del comunismo), no estamos justificando el exterminio de etnias enteras durante la llamada “conquista y colonización de las indias occidentales”, o porque tengamos una visión “eurocentrista”, como podrían acusarnos los sectores de la izquierda del capital o izquierdistas que hoy hacen loas al “socialismo del siglo XXI”.

El llamado “descubrimiento” no puede verse sólo como el producto de la ambición de Colón o de los españoles, o como algo fortuito, que pudo o no haber pasado, ahorrándole a la humanidad el sufrimiento. Tal como lo explica Marx en el Prólogo de la contribución a la critica de la Economía Política, el modo de producción capitalista es la expresión de una serie de cambios en la producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas, a las cuales corresponden determinadas relaciones de producción. El capitalismo se sirvió de este desarrollo de las fuerzas productivas para imponerse, obligando a numerosas culturas a adoptar sus relaciones de producción, basadas en la explotación del trabajo asalariado.

Sin embargo, el capitalismo al igual que otras sociedades de clase del pasado no es eterno, ya que como agrega Marx en el texto antes citado: “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas y se abre así una época de revolución social.” Estas contradicciones se expresan, históricamente, desde el momento en que el capitalismo ya no puede encontrar nuevos mercados en los cuales reproducir sus relaciones de producción, agudizando así la crisis de sobreproducción, es decir, el hecho de que la producción de mercancías generadas es inmensamente mayor que la capacidad de los mercados existentes para absorberla. Ya a principios del siglo XX, la imposibilidad de encontrar nuevos mercados, debido a que las principales potencias desarrolladas de entonces ya se los habían repartido, marcan el final de la fase de ascendencia, abriendo un período de confrontación entre los países más desarrollados por un nuevo reparto de mercados, lo que llevó a la I Guerra Mundial, dando paso a la fase de decadencia, caracterizada por las confrontaciones bélicas y una destrucción cada vez mayor de fuerzas productivas. Llegado a ese punto, lo que le queda al capitalismo es explotar de manera más brutal los mercados existentes, llevando a las diferentes burguesías del mundo a arreciar la explotación y los ataques contra las condiciones de vida del proletariado. Tanto en su período de ascendencia como en la decadencia, el capitalismo es un sistema que ha vivido de la explotación del trabajo asalariado; es un sistema en el cual la acumulación de capital sólo se produce abaratando cada vez más la mano de obra, lo que resulta en un incrementando de la pobreza, el hambre y la miseria.

Sin embargo, no es suficiente que las condiciones históricas estén dadas para un cambio revolucionario de la sociedad, hace falta la acción de una clase que actúe como sujeto de transformación. Es el proletariado, o la clase asalariada, debido a que es la clase explotada y productora de la sociedad, capaz de desarrollar una consciencia revolucionaria, quien dará al traste con el capitalismo. La posibilidad del comunismo, se abrió desde el momento en que el capitalismo entró en decadencia, pero sólo será posible a través de una revolución proletaria mundial (no construyendo “paraísos socialistas” nacionales), que destruya de raíz las relaciones capitalistas de producción y disponga para beneficio de la humanidad, todos los avances de las fuerzas productivas alcanzadas hasta ahora, con lo cual el proletariado y demás capas explotadas de la sociedad podrán librarse del “imperio de la necesidad” y construir una sociedad donde reine la abundancia.

La “explicación” chavista de la necesidad del socialismo

Según la visión de los teóricos del “socialismo del siglo XXI”, el capitalismo estaría acabado como experiencia civilizatoria, debido a que sólo ha dejado a su paso miseria y destrucción de pueblos y culturas. Las regiones periféricas del capitalismo, estarían en el atraso; la democracia realmente participativa habría sido truncada por el imperio de las transnacionales foráneas. La “solución” a esta situación sería un “socialismo adaptado” a nuestras necesidades [5]. Se trata en fin de cuentas, de “hacer realidad” las promesas de emancipación (justicia, libertad, igualdad social, democracia) que prometió el pensamiento ilustrado burgués. No pretende acabar en el fondo, ni con la propiedad privada (sólo plantea su sustitución en términos jurídicos por la propiedad colectiva en manos del Estado), ni con la explotación del trabajo asalariado, ni las relaciones mercantiles, que son los fundamentos del capitalismo, sólo pugna por hacerlas “más justas”, “más humanas”, “más adaptadas”, a las especificidades venezolanas.

En el mito chavista del “socialismo” sólo existen pobres contra ricos, naciones poderosas contra naciones pobres. Constituye una visión ahistórica, (aun cuando presume de “marxista”) que llega hasta el extremo de remontar el neoliberalismo, ¡nada más y nada menos que al siglo XV! como lo ha expresado “brillantemente” Heinz Dieterich. Para nada cuenta el análisis de la evolución de las fuerzas productivas y la forma como esta situación se expresó en determinadas fases por las que ha atravesado el capitalismo. Las contradicciones del capitalismo serían “solucionables” precisamente a través de la “profundización de la democracia”, es decir, manteniendo la dominación ideológica y la explotación de la burguesía sobre el proletariado. Ya este último no sería el sujeto histórico de transformación, sino que lo serían los desposeídos, los marginados, los excluidos, consistiendo dicha transformación en la “conquista de la democracia”. No sólo es una visión ahistórica sino retrógrada y fundamentalista, al pretender que “la vía al socialismo” sería posible imitando sociedades del pasado. En esto consiste la “novedosa teoría del socialismo del siglo XXI” un verdadero veneno para el proletariado, que nada tiene que ver con una visión de clase, marxista.

Para mantenerse como clase explotadora y tener un dominio ideológico sobre el proletariado, la burguesía ha creado la ilusión de la democracia, de la igualdad social, de la justicia. No es incorporándose a la legalidad burguesa (inclusión de los derechos de los pueblos indígenas en la constitución bolivariana) como éstos van a poder salir del abandono, de la miseria a que han sido reducidos por el capitalismo. No es soñando con “paraísos perdidos” que el proletariado va a poder librarse de la explotación capitalista; no es viendo con nostalgia el pasado, emulando estadios históricos donde reinaba la necesidad y la precariedad que podrá construir una perspectiva de transformación real y de futuro. El capitalismo una vez que destruyó las culturas precolombinas, imponiendo sus relaciones de producción, fue incapaz de incorporarlas a su sistema, cayendo éstas en una situación en la cual quedaron privadas de todo medio de subsistencia, condenadas a convertirse muchas de ellas en masas de indigentes que hoy deambulan por las calles de las principales ciudades del país. No serán las lágrimas de cocodrilo, ni la apología de su lucha contra los invasores que hoy pregonan hipócritamente Chávez y sus acólitos lo que las sacará de esta situación; sólo la lucha del proletariado, cuyo objetivo es la destrucción del capitalismo y de sus instituciones, es la única vía no sólo para liberarlas de ésta pesadilla, sino para construir el socialismo. La solidaridad del proletariado no se limita a la cooperación propia de la subsistencia, para soportar resignadamente la explotación; la destrucción de la explotación y la barbarie capitalistas son la mayor y más genuina expresión de la solidaridad de clase.

Aug. /Octubre 2005



1 “Por tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras de otra parte convierte a los productores directos en obreros asalariados. La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción.” C. Marx, La llamada Acumulación Originaria .El Capital. Tomo I. Cap. XXIV

2 Estas leyes fueron aplicadas en Europa entre los siglos XV y XVIII. Como un ejemplo de lo que contemplaban, un estatuto aprobado durante 1752 en Inglaterra establecía que: “Los mendigos sin licencia y mayores de catorce años serán azotados sin misericordia y marcados con un hierro candente en la oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos durante dos años a su servicio.” Marx, La acumulación Originaria.

3 En el “Prólogo de la contribución a la critica de la economía política”, Marx señala que ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas contenidas en su seno y que jamas aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua . La ampliación de las rutas comerciales, la producción manufacturera, la conversión del dinero en capital, fueron progresos que mostraban el desarrollo de las fuerzas productivas, siendo el signo de que un nuevo modo de producción estaba surgiendo y con el una nueva clase explotadora, la burguesía. Este desarrollo de las fuerzas productivas se veía obstruido, por el antiguo aislamiento y autarquía del modo de producción feudal, lo que condujo a su decadencia y definitiva desaparición.

4 “Los mexica (etnia o pueblo que formó la base de la civilización azteca), debieron asegurar el suministro de los productos de primera necesidad y la vía que escogieron fue la conquista. De esta forma fueron obteniendo tierras en que sembrar y aseguraron la reproducción del sistema. A ese motivo obedecen la prolongada guerra contra Chalco y la conquista de Huaxteca. Ambas siguieron a agudas crisis de hambre en la metrópoli. El tributo proporcionó al estado un elevado volúmen de ingresos. Cada una de las 38 provincias tenía asignada una cantidad en la que figuraban alimentos (maíz, frijol, chía), objetos de lujo, textiles, materias primas y mercancía-moneda.” Historia de Iberoamérica. Prehistoria e Historia Antigua. Sociedad para la Conmemoración del V centenario del descubrimiento (1992). Editorial Critica. Tomo I. (p.380). En el caso de los Incas, tenemos que: “Parece ser que el móvil principal de las conquistas incaicas fue el ansia de poder, el ideal imperialista, pues ningún enemigo los amenazaba seriamente. , ni se hallaban necesitados de más espacio vital para asegurar su subsistencia. Los ejércitos incaicos, lo mismo que otros ejércitos imperialistas ,estaban formados en gran parte por tropas reclutadas entre los pueblos sometidos.”. Arellano, F. (1986). Una Introducción a la Venezuela Prehispánica. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello.

5 “Apoyados en la experiencia histórica, podríamos demostrar que la forma capitalista utilizada en Venezuela hasta el presente no tiene capacidad para eliminar la pobreza, la desigualdad y la injusticia social y , en consecuencia, no es viable para construir una verdadera democracia; ello ha demostrado que ésta sólo puede ser lograda por y en un socialismo originalmente nuestro, que responda a nuestras propias especificidades.”. Mario Sanoja . El Socialismo venezolano del siglo XXI. Cultura y procesos económicos. Question N° 37, Julio 2005


Heinz Dieterich entregado a la propaganda chavista.
Definitivamente la combinación de nacionalismo
y socialismo es el cóctel del verano en los bares
de perroflautas
.

domingo, 8 de agosto de 2010

El emblema de la España negra

«La grandeza de una nación y su progreso moral
puede medirse por la manera de tratar a los animales.»


MOHANDAS K. GANDHI.


Toda Europa fue durante mucho tiempo un mundo sucio, cruel, oscuro y grosero, donde los animales humanos y no humanos eran maltratados sin ningún tipo de miramiento. Esa Europa negra dejó de serlo gracias al esfuerzo de racionalización de las ideas y suavización de las costumbres que fue la Ilustración. La España negra posterior es el resultado de la ausencia de Ilustración en nuestra historia. A partir del siglo XVII se inició lo que Ortega y Gasset llamó la tibetanización de España, es decir el aislamiento de nuestro país de los vientos ilustrados que soplaban en el resto de Europa. No sólo seguíamos haciendo filosofía escolástica ramplona, y no participábamos en la gran aventura de la ciencia moderna, sino que tampoco la nueva sensibilidad moral hacía mella entre nosotros. En esa España sumida en el oscurantismo y la chabacanería fue extendiéndose y estilizándose la variedad plebeya (a pie) de la tortura pública de los toros, hasta dar lugar a la actual corrida, con su ridícula cursilería, sus gestos amanerados y, sobre todo, su abyecta y anacrónica crueldad. Afortunadamente, y aunque sea con retraso, España ya se ha incorporado política y económicamente al carro europeo y empieza a hacer suyos los valores de la Ilustración. Sin embargo, la España negra todavía colea, y todavía encuentra intelectuales casticistas dispuestos a jalear lo más cutre y cruel de la tradición carpetovetónica en nombre de un nacionalismo trasnochado y hortera, defendido con chulería numantina frente a las críticas del resto del mundo, rechazadas como presuntos atentados a nuestro sacrosanto patrimonio étnico-cultural, aunque ya vimos que la crueldad con los toros no tiene nada de específicamente hispano, y sí mucho, de simplemente rancio, atrasado y anacrónico.

Muchos españoles estamos cansados de la permanente propaganda oficial de esta presunta fiesta nacional. A muchos nos molesta que se identifique al pueblo español con el hortera mundillo taurino, con su cursilería supersticiosa, su sensibilidad embotada y su retórica ramplona y achulada. Spain is different, pero no tanto. Un número enorme y creciente de españoles, ante el espectáculo taurino, sentimos asco, sonrojo, vergüenza, repugnancia estética e indignación moral. Como en 1998 escribía el catedrático de Historia económica Carlos Barciela: «Me parece un abuso intolerable que los aficionados a las corridas de toros sigan llamando a este espectáculo “fiesta nacional”. Somos millones de españoles que no nos identificamos, en manera alguna, con dicha “fiesta”. Sería de agradecer, de entrada, que fueran menos pretenciosos y que se limitaran a hablar exclusivamente en su nombre. Para muchísimos españoles (tal vez la mayoría) las corridas de toros son un espectáculo deplorable.»

Ya no hay quien pare la decadencia de la España negra, aunque el cerrar filas de los castizos en su defensa pueda frenar el proceso. Al final, tanto las corridas de toros regladas como las fiestas bestiales incontroladas serán prohibidas, los televisores hispanos dejarán de chorrear sangre, las plazas de toros serán derribadas (excepto las que tengan algún interés artístico, como la de Ronda o La Maestranza de Sevilla), las dehesas ganaderas serán convertidas en parques naturales y los picadores, toreros y demás ralea recibirán una beca para que aprendan un oficio con el que ganarse la vida honradamente. Cuanto antes llegue ese día, tanto mejor.


domingo, 1 de agosto de 2010

Carta científica de apoyo a la ILP catalana


Hemos tenido conocimiento de que el Parlamento está considerando una Iniciativa Legislativa Popular que modificaría y mejoraría un artículo de la Ley de Protección de los Animales en Cataluña.

Desde el mayor de los respetos nos dirigimos a Ustedes con la esperanza de que nuestras aportaciones les resulten de utilidad durante sus deliberaciones acerca de esta importante decisión. En calidad de investigadores científicos, psicólogos, sociólogos, criminólogos y profesionales de los servicios legales estamos preocupados por la contribución que el maltrato a los animales supone al problema de la violencia contra los seres humanos.

Numerosas investigaciones demuestran que existe un estrecho vínculo entre el maltrato a los animales y la violencia de género, el maltrato infantil y otras formas de violencia interpersonal, cuya prevención es de gran interés para la sociedad. En consecuencia, la prudencia y la precaución exigirían iniciativas legales que tuviesen en cuenta dicho vínculo.

Los maltratadores de animales presentan una mayor probabilidad de ser violentos con las personas y de cometer delitos comunes. Según un amplio estudio (Arluke et al., Journal of Interpersonal Violence, 1999), un maltratador de animales presenta cinco veces más probabilidades de cometer crímenes violentos como agresiones físicas, violaciones y asesinato; cuatro veces más de delinquir contra la propiedad; y tres veces más de cometer delitos relacionados con las drogas. Las investigaciones también establecen un vínculo especialmente estrecho entre el maltrato a los animales y la violencia doméstica. Aquellos que perpetran actos violentos contra animales son más proclives a cometerlos también con sus conjugues o sus hijos.

Como es obvio, la violencia es violencia, sea cual sea la víctima, y quienes recurren a la violencia en el trato con los animales tienen más probabilidades de emplearla también en sus relaciones con los humanos. Independientemente de si la dirigen contra animales o humanos, estos agresores utilizan la fuerza y el poder de la violencia para dominar y controlar a los demás.

Un aspecto que algunos desconocen, es que, además de la relación entre el maltrato a los animales y la violencia hacia las personas, ser testigo directo del maltrato a los animales también puede conducir a futuros comportamientos violentos hacia otros seres humanos. Estudios recientes demuestran que el simple hecho de ser testigo del maltrato a los animales perpetúa el ciclo de la violencia a través de la insensibilización y de la imitación. Los jóvenes que presencien maltrato animal de manera reiterada podrían ser más vulnerables a «aprender» a usar la violencia en sus relaciones personales.

Teniendo en cuenta las numerosas evidencias que asocian el maltrato de animales con la violencia hacia los seres humanos, muchos gobiernos han tomado medidas para fortalecer sus leyes de protección de los animales, y en varios países las agencias de orden público y los organismos gubernamentales han aprobado políticas basándose en estas conclusiones. A modo de ejemplo: muchas jurisdicciones de Estados Unidos han implementado sistemas de intercambio de datos y de formación entre los servicios sociales y las organizaciones de bienestar animal. Por otra parte, el FBI utiliza información sobre casos de maltrato de animales para buscar e identificar a delincuentes violentos. Se ha instruido a los trabajadores sociales sobre la necesidad de informar acerca de los casos de maltrato a animales, y la policía ha recibido entrenamiento para detectar signos de maltrato infantil y de violencia de género al investigar casos de maltrato de animales. Más recientemente, los servicios de protección a la infancia, las casas de acogida para mujeres maltratadas y las jefaturas de policía local, han comenzado a colaborar con veterinarios y con otras entidades que trabajan en el cuidado de los animales, utilizando los informes sobre casos de maltrato a los animales para identificar hogares donde se puede estar produciendo maltrato infantil o violencia contra la mujer.

Centrándonos ahora en las corridas de toros: las sociedades difieren, tanto por costumbre como por ley, en lo que entienden (o han entendido en el pasado) por maltrato hacia los animales. Las corridas de toros son una de las numerosas prácticas que cada vez están siendo más debatidas y cuestionadas en países y regiones en las que gozaron en su momento de cierta popularidad.

Desde nuestro punto de vista, está claro que las corridas de toros comparten las principales características de esas formas de maltrato a los animales que según se ha descubierto están asociadas con la violencia hacia los humanos. El poder, el dominio, la subyugación y el control son todos ellos componentes de las corridas de toros. La gravedad del daño infligido a los animales también constituye una variable importante en dicha asociación. El herir al toro en un proceso lento y ritualizado que culmina con su muerte, es comparable a casos de maltrato grave y atroz.

Estamos preocupados muy especialmente por el impacto que las corridas de toros puedan tener sobre las personas que las presencian. Los jóvenes que son testigos de cómo los toros son heridos una y otra vez hasta morir ante un público entusiasta, son impresionables y más susceptibles de aprender que es aceptable imponer su poder y dominio sobre otros seres más vulnerables a través de la violencia, ya sean éstos animales o personas.

A pesar de que no todas las personas implicadas en el maltrato a los animales son violentas hacia los humanos, y muchas personas que perpetran o presencian el maltrato a los animales no se vuelven violentas hacia las personas, la conexión entre el maltrato a los animales y la violencia interpersonal no puede pasarse por alto. El maltrato a los animales es un asunto muy serio y preocupante que afecta a la sociedad y cuyas repercusiones son muy significativas para el bienestar de las personas. Cada vez es más evidente que un mundo que consiente el maltrato a los animales es un mundo menos seguro para los seres humanos. Los legisladores responsables actuarían con prudencia si consideraran la cada vez mayor evidencia de una asociación entre estas dos formas de violencia y maltrato.

En conclusión y en vista de la comprobada relación existente entre la violencia hacia animales y la violencia hacia los humanos, nos unimos en tanto que científicos, académicos y profesionales del derecho, alrededor del mundo y respetuosamente les instamos a apoyar la Iniciativa Legislativa Popular y a prohibir las corridas de toros.

Atentamente,
Kenneth Shapiro, P.h.D. in Clinical Psychology, Editor, Society and Animals Journal.

AVALAN CON SU FIRMA ESTA CARTA 273 INVESTIGADORES CIENTÍFICOS, PSICÓLOGOS, CRIMINÓLOGOS, PROFESIONALES DE LOS SERVICIOS LEGALES Y PROFESIONALES DE LA PROTECCIÓN DE LAS PERSONAS.