domingo, 31 de marzo de 2013

Desahucios. Los escenarios del horror

Mari Carmen volvía de hacer unos recados cuando se encontró el cuerpo de su marido en la acera. Fran se había lanzado al vacío. Había perdido la propiedad de su casa, pero seguía debiendo dinero. Su suicidio conmovió al país.

Carlos Luján



Francisco Lema. 36 años. Albañil. Córdoba. 8 / 2 / 2013.

Francisco, parado, llevó ese viernes a su hija de ocho años al colegio. Al volver, encontró una carta de Hacienda que le reclamaba 400 euros. Subió al cuarto piso de su edificio, en la calle Cartago, donde vivía de alquiler, y se tiró al vacío. Hacía menos de un año que había perdido su casa por no poder pagar la hipoteca. El banco se la quedó, pero le seguía exigiendo el pago de 25.000 euros.


Iñaki Vesga. 56 años. Soldador. Basauri. 11 / 2 / 2013.

El día que Iñaki se suicidó, le tocaba pasarle a su mujer la pensión de 350 euros de su hijo de 17 años. Su otra hija, de 30, ya está casada. Estaba separado de su mujer desde hacía cinco años. Él vivía solo, aunque rodeado por su padre y sus nueve hermanos, y llevaba dos años en el paro, pero no parecía desesperado. Hasta que a las 4,30 de la madrugada de ese lunes se ahorcó. En la nota de suicidio contaba que no podía pagar los 700 euros de la hipoteca. «Antes de verme en la calle, me voy», dejó escrito. Solo había dejado de pagar una mensualidad, pero intuía lo que venía: había agotado la indemnización de su despido, solo le quedaban los 426 euros del paro de larga duración. No pidió ayuda. No era su estilo. La noche anterior estuvo en el bar viendo el partido del Athletic, su gran afición. Perdieron 0-4 contra el Espanyol.


José Miguel Domingo. 54 años. Quiosquero. Granada. 25 / 10 / 2012.

La ambulancia llegó antes que los agentes judiciales. José Miguel Domingo se ahorcó horas antes de ser desahuciado de su casa del humilde barrio granadino de La Chana. Estaba soltero y vivía solo, justo encima del local de su negocio de venta de prensa, en el edificio que su familia posee desde hace décadas. Uno de sus hermanos, que regenta una frutería junto al quiosco, lo encontró ahorcado en el viejo patio de la casa. Nadie en el barrio sabía de sus problemas. Para ellos, José Miguel era un tipo amable, simpático y generoso. Quizá no hablase por vergüenza, especulan, para que nadie supiera lo que iba a pasar con la casa de su familia. La noche anterior, quizá algo triste —intentaban explicarse—, acudió al bar habitual a ver el partido de la Champions del Real Madrid contra el Borussia Dortmund. Perdió el Madrid.


Guillermo Santos. 45 años. Estucador. Cartagena. 26 / 2 / 2013.

Guillermo Santos, casado y padres de tres hijos, llevaba dos años sin trabajo. El día antes de quitarse la vida se manifestaba con otros trabajadores de la Plataforma de Parados de Cartagena para reclamar un puesto de trabajo que lo sacara de la delicada situación económica que atravesaba. Hacía un año lo desahuciaron de su casa porque no podía pagar la hipoteca. Se tuvo que refugiar en la casa de la abuela de su mujer. Y ya no recibía ninguna prestación ni ayuda. Sus compañeros denunciaron que, cuando su familia acudió días antes a los Servicios Sociales, los despacharon sin más e incluso con malos modos. «Les dijeron que como ellos están muchos españoles». Al sábado siguiente de su muerte, miles de personas se manifestaron en Cartagena al grito de «todos somos Guillermo».


Amaia Egaña. 53 años. Ex concejala. Baracaldo. 9 / 11 / 2012.

Amaia tenía un buen trabajo. Dirigía el departamento de recursos humanos de una empresa de transportes, donde llevaba 30 años. Su marido, concejal socialista como ella había sido—, también trabajaba. Pero iban a ser desahuciados. Ella lo sabía. Él, no. Su hijo de 21 años, tampoco. Momentos antes de que llegase la comisión judicial para ejecutar el desahucio, Amaia se subió a una silla y se lanzó al vacío desde el cuarto piso. La familia, desconcertada, no quiso dar explicaciones de cómo se había llegado a esa situación de impago, pero su muerte tuvo un fuerte impacto. Sobre todo porque el juez de Guardia, Juan Carlos Mediavilla, compareció ante los medios, emocionado, y pidió que se modificase la legislación. Otros jueces se unieron a su petición. Y la legislación se está cambiando.

sábado, 30 de marzo de 2013

Una sirena entre tiburones

Una rubia y un gran blanco.
Pablo Pardo
EL MUNDO

¿Cuántas personas han muerto en el mundo en lo que va de año por ataques de tiburones? ¿100, 200…? No: dos. Según la Universidad de Florida, que es la que lleva a cabo ese registro, hay más probabilidades de morir tragado por la tierra, como le pasó recientemente a un hombre en ese estado de EEUU, que de morir entre las mandíbulas de un tiburón.

El miedo a estos peces tiene una base: la película Tiburón, de Steven Spielberg. Por eso hay que combatirlo de una manera muy visual. Y nada más visual que una modelo como un cañón nadando entre tiburones blancos.

Ésa es la misión existencial de Ocean Ramsey, una modelo de 27 años de la isla de Oahu (Hawai) especializada en posar en biquini y, ahora, en nadar con tiburones. Hasta la fecha, ha buceado tres veces con tiburones blancos sin ningún tipo de protección. También ha nadado con tiburones tigre, que en el Pacífico tienen fama de comehombres.

La modelo empezó estas actividades en 2009. Pero sólo ha saltado a la fama en los últimos dos meses, cuando un vídeo de ella dejándose llevar agarrada a la aleta dorsal de un tiburón blanco de cinco metros y una tonelada y media en México se convirtió en una sensación de YouTube, con más de dos millones de visitas. Así, Ramsey ha logrado su objetivo, que es alertar de que nos vamos a llevar por delante a los tiburones mucho antes que ellos a nosotros. «Toda historia necesita un malo y, después de la película Tiburón, es irresistible para los medios de comunicación seguir manipulando la psique humana y sembrar más terror absurdo», ha declarado. Físico y psique. Todo en uno, gracias a Ocean Ramsey.

Las cifras cantan. Sólo hay entre 800 y 4.000 tiburones blancos adultos. Compárese esa cifra con la de otras especies más mediáticas, como ballenas azules (15.000) o elefantes africanos (400.000), y queda claro que los tiburones tienen un problema de relaciones públicas.

Cada año se pescan entre 60 y 100 millones de escualos, muchos para hacer sopa de aleta de tiburón. Los pescadores sacan los peces del agua con palangres, les cortan las aletas vivos y los vuelven a echar al mar. Al lado de esa ferocidad, los tiburones, por mucho que se empeñe Spielberg, no son tan malos.

Ocean Ramsey, nadando con varios ejemplares
de tiburón tigre y limón en aguas de Hawai.

viernes, 29 de marzo de 2013

La triste historia de la vaca marina de Steller


Los sirenios son los únicos mamíferos acuáticos herbívoros y, junto con los cetáceos, los únicos adaptados completamente a la vida acuática. Son animales grandes, con el cuerpo fusiforme e hidrodinámico. Sus patas delanteras se han transformado en aletas y las posteriores han desaparecido o están reducidas a vestigios óseos invisibles desde el exterior. No tienen aleta dorsal y la cola es una aleta horizontal. Carecen de glándulas sudoríparas y amamantan a sus crías con un par de mamas situadas bajo las axilas, igual que los elefantes, que son sus parientes más cercanos. El orden de los sirenios comprende en la actualidad cuatro o cinco especies (según los diferentes autores): el dugongo o dugón (Dugong dugon), de tres a cuatro metros de longitud y novecientos kilos de peso, que vive en las costas tropicales del océano Índico y del oeste del océano Pacífico; y las tres o cuatro especies de manatíes, que alcanzan hasta cinco metros de longitud y una tonelada y media de peso, y habitan en aguas litorales, ríos y zonas pantanosas del Atlántico tropical: el manatí del Caribe (Trichechus manatus), el manatí africano (Trichechus senegalensis), el manatí del Amazonas (Trichechus inunguis) y el manatí enano (Trichechus bernhardi), que a veces se considera una subespecie del manatí del Amazonas.

Pero hace menos de 250 años existía aún un sirenio que dejaba pequeñas a las especies actuales: la vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas). La vaca marina de Steller, un sirenio de entre seis y ocho metros de longitud y de ocho a diez toneladas de peso, fue descubierta, en 1741, por el naturalista alemán Georg Wilhelm Steller. Habitaba en las costas de las islas del Comandante, situadas en el suroeste del mar de Bering. Debido a su mansedumbre y a la calidad de su carne y de su grasa, su descubrimiento fue su sentencia de muerte: sólo veintisiete años después, en 1768, la vaca marina de Steller se había extinguido.

En la antigüedad, el área de distribución de la vaca marina de Steller era mucho más amplio y se extendía desde las costas de Japón hasta las de Norteamérica. Su gran tamaño era una adaptación a las aguas frías en las que vivía. Probablemente, la expansión de los pueblos aborígenes en Asia y América arrinconó a la especie hasta su último refugio de las islas del Comandante, que permanecieron deshabitadas hasta su descubrimiento en el siglo XVIII. En el momento de su descubrimiento, la población total de la especie era ya muy baja, lo que precipitó su rápida extinción. Además de la caza directa, es probable que la caza de nutrias marinas también influyera en la desaparición de la vaca marina de Steller: la nutria marina se alimenta de erizos de mar, que se alimentan de algas. Así, la caza intensiva de nutrias marinas provocó la proliferación de los erizos de mar, que privaron a la vaca marina de su alimento.

A pesar de su tamaño, la vaca marina de Steller no era el mayor sirenio que ha existido. Un pariente próximo, Hydrodamalis cuestae, que vivió en las costas de California, Baja California y Japón en el Plioceno, hace entre 5,3 y 2,6 millones de años, alcanzaba los diez metros de longitud


jueves, 28 de marzo de 2013

Sobre escraches episódicos y brutalidades del régimen.


La derecha política y mediática se ha puesto energuménica contra el escrache, esta forma de presionar a los representantes políticos para que tengan en consideración la situación de las personas concretas desahuciadas, sus dramas y miserias, depresiones, suicidios. La derecha no se acuerda de las veces que han mandado salir a la calle a escrachar  contra políticos por la gestión de gobierno que hacían, contra profesionales por el aborto etc. La derecha argumenta, hipocritamente, que acepta las críticas a su gestión siempre que no invadan el terreno intimo, familiar y, en especial, el de los niños. ¿Es que no han visto las caras desgarradas de los mayores y el terror de los niños cuando es desahuciada una familia? ¿No habéis visto, farsantes, la tragedia que representa para muchas personas que sólo tienen su fuerza de trabajo para vender en el mercado y, muchas veces, ni se la compran? ¿No conocéis de sobra que muchas de estas personas han sido engañadas por los bancos e inmobiliarias que sí protegéis con el dinero de todos? Vosotros y lo que representáis no sólo habéis hecho y permitido el escrache de los grandes poderes económicos y políticos contra los más débiles y la clase trabajadora en general, niños/as incluídos, sino que, además, aplaudísteis todas las decisiones que el régimen tomaba en políticas económicas, financieras, sociales; las políticas que en España y en el conjunto de Europa han llevado al desastre actual. 

 Consecuente con todo lo anterior, no tenéis ninguna autoridad moral ni política para protestar por algunos actos producidos a partir de la desesperación de mucha gente que ve como no hacéis nada para mejorar sus dramáticas situaciones, ni siquiera pensáis hacerlo de verdad, salvo superficiales y parciales medidas presionados por las movilizaciones



Escrache

 

Por JAVIER GALLEGO*

28/03/2013

Nos habéis perseguido a todos. Primero fuisteis a por los jubilados pero como vosotros tenéis la jubilación asegurada, no os importó hacerles daño. Después fuisteis a por los enfermos, los discapacitados, los dependientes y como vosotros no tenéis problemas de dinero, no os importo cargar a las familias con un peso que no pueden soportar. Entonces fuisteis a por los funcionarios, los médicos, los profesores. Fuisteis a por nuestra sanidad y a por nuestros colegios porque vosotros tenéis los vuestros asegurados. Protestamos y no os importó enviarnos a los antidisturbios a que nos hicieran daño.

No os importó que hubiera millones de parados y fuisteis también a por ellos. Les quitasteis un pedazo de lo poco que les queda y les gritasteis que se jodan en mitad del Parlamento. Y empezasteis a jodernos a todos los demás, a la cultura, a los mineros, a todos los contribuyentes. Fuisteis a por todos nosotros y no os importó hacernos daño para no hacérselo a los vuestros. Los bancos vinieron a por nosotros y vosotros nos quitasteis los cuatro cuartos que nos habían dejado en los bolsillos. Ellos nos robaban, vosotros hacíais negocio con nuestro dinero. Volvimos a protestar y nos disteis la espalda de nuevo.

No queríais ver cómo la gente saltaba por las ventanas o se colgaba del cuello. Los bancos que nos habían puesto la soga iban a por los que menos tenían y les dejasteis hacer. Dejasteis que se aprovecharan con las preferentes de los más indefensos y vulnerables y jamás perseguisteis a los timadores. Dejasteis que algunos se quitaran la vida angustiados por su desahucio. Les empujasteis al vacío sin mover un solo dedo y permitisteis que pelotones de policía siguieran sacando a la gente de sus casas a empujones. Podríais haberlo evitado pero seguíais mirando para otro lado.

Los jueces españoles y el tribunal europeo han decretado que las hipotecas españolas son ilegales y abusivas y a ninguno de los dos les habéis hecho caso. Miles de personas en la calle y un millón y medio con su firma, os han pedido parar esta sangría y habéis tratado de escaparos de ellos. Nos disteis unas medidas insuficientes que no sirvieron para nada y ahora nos volvéis a ofrecer un simulacro de solución en diferido. Os pedimos pan y nos dais migajas. Os pedimos ayuda y nos dais antidisturbios. Os pedimos que nos echéis una mano y nos la echáis al cuello.

Ahora van a por vosotros y reclamáis que os amparemos pero ya no queda casi nadie de nosotros que lamente lo que os está pasando. Os toca sentir lo que sienten los perseguidos. Ahora nos pedís la justicia que vosotros nos habéis negado. Invocáis la democracia que habéis destruido y el respeto que no nos tenéis. Exigís que se respeten los derechos que no habéis respetado. Llamáis terroristas a los que os persiguen pero sois vosotros los que los habéis aterrorizado. Nos llamáis golpistas mientras nos moléis a golpes. Hay que ser muy miserable para llamar acosador al acosado.

Seguid así. Seguid dando la espalda a la realidad, seguid llamándonos criminales en lugar de ciudadanos. Seguid aumentando la pobreza, la desigualdad y el paro. Seguid dejando que a la gente la estafen, la echen a la calle y los ladrones anden sueltos. Seguid haciendo un escrache masivo a la población y acabaréis sufriendo un escrache masivo y violento. No es una amenaza, es una advertencia de lo que, desgraciadamente, podría pasar.

Ahora solo van a por vosotros pero mañana irán a por vuestra seguridad, la seguridad que les habéis negado, y a por vuestros privilegios, a por el dinero que les habéis quitado, los coches en los que huis de nosotros, las casas que tenéis y que ellos han perdido, el bienestar que les habéis arrebatado. Querrán infligiros el mismo dolor que le habéis causado. Y a nadie le importará si os hacen daño porque el daño que habréis hecho nos habrá anestesiado a todos. Serán tan violentos como lo habéis sido vosotros. Se saltarán tantas leyes como vosotros habéis violado. Serán peligrosos porque están desesperados. Y serán incontrolables porque no tendrán nada que perder.

Vosotros se lo estáis quitando todo. Vosotros sois los responsables de lo que os pase. Os lo merecéis. Vosotros no sois las víctimas, sois los culpables, sois la causa de los escraches que estáis padeciendo. Vosotros sois el escrache de este país. Le habéis hecho un escrache a esta democracia hasta obligarla a huir por patas. Nos habéis hecho escraches cada vez que nos reuníamos en las plazas y en las calles. Le habéis hecho decenas, cientos de escraches a los ciudadanos a golpe de porra, recorte, insulto y decretazo.

Sois vosotros los que permitís el acoso a los ciudadanos de una banca miserable que impone una ley injusta. Sois vosotros los que dejáis que miles de familias sean humilladas delante de sus vecinos, que sus casas sean señaladas con una cruz de "desahuciado" en la puerta, que queden marcados como parias y excluidos, que ancianos, niños, enfermos y gente sin recursos estén sufriendo la derrota, la violencia policial y la vergüenza pública. Sois vosotros los que lleváis más de cuatro años haciéndonos un escrache tras otro, los que lleváis años huyendo de los que ahora os persiguen, los que estáis empujando a miles de personas por un barranco por el que os acabarán arrastrando, los que estáis provocando una pobreza, un odio y una desesperación que puede acabar estallando.

Si dejáis que eso ocurra, recordaréis el último verso del poema de Niemöller: "Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar". Nadie protestará porque os estaremos persiguiendo todos.


* Javier Gallego Crudo. Periodista y músico. Ha dirigido y presentado el programa Carne Cruda en Radio 3, y ahora está en Cadena SER con Carne Cruda 2.0.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Hugo Chávez y el socialismo

Por Bill Van Auken, 15 Marzo 2013
 
Este artículo apareció en wsws.org en su inglés original el 8 de marzo, 2013.

Cientos de miles de venezolanos llenaron las calles de Caracas para acompañar el ataúd del Presidente Hugo Chávez en camino a la academia militar donde comenzó su carrera y sus restos yacían.

El exteniente coronel paracaidista había gobernado la país por 14 años. La lluvia de simpatía expresó el apoyo popular por la mejoría de las condiciones sociales de los sectores más pobres del país que ocurrió bajo su mando. Aunque limitada, esta mejoría resultó en la reducción de la tasa de pobreza en un 50 por ciento, cifra que todavía supera el promedio de pobreza de Latinoamérica en general.

En Washington, el gobierno de Obama emitió una cautelosa declaración en la se refiere a la desaparición de Chávez como “época difícil” y expresa esperanzas que el cambio de mandatario promueva “una relación constructiva con el gobierno venezolano”.

Líderes Republicanos festejaron en público la muerte del líder venezolano. Típica fue la reacción de Ed Royce, presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, al expresar que la muerte de “este dictador es un alivio”.

Chávez, por su retórica nacionalista, por canalizar los ingresos del gobierno (procedentes de la riqueza petrolífera) para pagar programas de asistencia social y forjar extensos vínculos económicos con China, se ganó el odio de Washington y de los sectores gobernantes fascistas del país. No obstante, estos factores, a pesar de lo que él y sus partidarios pseudoizquierdistas hayan afirmado, no representan ningún camino hacia el socialismo.

Chávez fue un nacionalista burgués cuyo gobierno se basó firmemente en los militares que lo crearon y que siguen funcionando como árbitros decisivos en los asuntos del estado venezolano.

Aunque la reaccionaria oligarquía venezolana, cuyo método preferido de lidiar con las pobres masas es el asesinato y la tortura, lo resentía ferozmente, las misiones de Chávez (programas para mejoras las normas de vida, la vivienda, la atención médica y la educación) de ninguna manera representan una violación de los intereses capitalistas.

Tanto la porción de la economía del país controlada por el sector privado como la porción de los ingresos nacionales dirigida a manos de la patronal—y no a los trabajadores—fueron mayores bajo Chávez que antes de éste asumir las riendas del poder. El chavismo engendró todo un sector nuevo de la clase reinante llamado boliburguesía, el cual se hizo rico por medio de contratos con el gobierno, la corrupción y la especulación financiera.

Por otra parte, la “revolución bolivariana” no ha hecho nada para cambiar la situación de Venezuela como nación que depende del imperialismo y es oprimida por él. La economía del país depende totalmente de la exportación del petróleo (cuya mayor porción va dirigida a Estados Unidos) y la importación de capital y productos para consumidores.

En las elecciones presidenciales del noviembre pasado, Chávez públicamente recurrió al apoyo de los ricos y privilegiados e insistió que su política fomentaba la paz y la estabilidad social y prevenía la amenaza de una guerra civil.

Chávez tenía suficiente razón para promover su política con la retórica izquierdista de un “Socialismo del Siglo XXI”, pero sin definirlo muy bien. Su primer objetivo ha sido desviar y descabezar la militancia de los trabajadores venezolanos, llamándolos “contrarrevolucionarios” cuando sus luchas han escapado las garras del partido gobernante (Partido Socialista Unido de Venezuela) y de la federación sindical bolivariana.

Sin embargo, toda una capa de la pseudoizquierda internacional—inclusive varias organizaciones e individuos que se habían autodenominado “trotskistas”—trataron de pintar a esta retórica con colores “socialistas”. Esto llegó a un extremo ridículo cuando Chávez lanzó su llamada a una “Quinta Internacional”, que anunció en un discurso incoherente pronunciado en noviembre de 2009, ante una reunión de partidos “izquierdistas” en la que participaron Partido Comunista de China, el Partido Obrero de Brasil, el Partido Justicialista (peronista) de Argentina y el PRI de México.

La reacción de François Sabado, miembro dirigente de la internacional pablista y del Nuevo Partido Anticapitalista francés, fue típica. Describió a esta reunión de partidos gobernantes derechistas y antiobreros como “instrumento importante para luchar contra las clases dominantes, no sólo en América Latina, sino en todo el mundo”. Siguió con que las “divergencias” se podían superar y que no era necesario “debatir el balance histórico de las diferentes tendencias políticas”.

Lo único bueno de estos “balances históricos” es que destacan la larga y trágica experiencia—sobre todo en Latinoamérica—y los intentos de charlatanes políticos como Sabado para pintar a regímenes nacionalistas burgueses como “revolucionarios” y “socialistas”. Así subordinan las luchas de la clase obrera a ellos.

Durante la década de los 1970, esto se reflejó en la tendencia política de Nahuel Moreno, quien laboró para subordinar a la clase obrera argentina al peronismo y al castrismo, lo cual la dejó desarmada ante el salvaje golpe de estado militar de 1976. El partido de Guillermo Lora jugó un papel similar en Bolivia en 1971 en relación al general “izquierdista” J.J. Torres, cuya presidencia fue arrasada por el golpe de estado militar derechista del General. Hugo Banzer.

Adaptaciones similares a los regímenes del General Velasco Alvarado en Perú y el General Omar Torrijos en Panamá terminaron en traiciones y derrotas de la clase obrera en esos países, igual como había sucedido con el fomento del castrismo y guevarismo en todo el continente.

Que la pseudoizquierda pinte al chavismo con colores socialistas no significa simplemente el fracaso en aprender las lecciones históricas. Más bien es cuestión de intereses clasistas bien arraigados. El “Socialismo del Siglo XXI” de Chávez los atrae precisamente porque detestan el concepto marxista de que la transformación socialista sólo puede llevarse a cabo por medio de la lucha consciente e independiente de la clase obrera para ponerle fin al capitalismo y tomar las riendas del poder en sus manos. A estos elementos políticos pequeño burgueses más bien los atrae la política diseñada para salvar al capitalismo de la revolución, la cual sería impuesta desde arriba por un comandante carismático. Estos sectores se han ido lejos a la derecha desde los “mejores” días de su adaptación al castrismo durante las décadas de los 1960 y 1970. De hecho, antes de morir Chávez, varios de ellos, que antes lo habían elogiado, se volvieron contra él cuando se opuso a las guerras de Estados Unidos para cambiar los regímenes en Libia y Siria; guerras imperialistas que ellos mismos acogieron.

No importa cuál sea el destino inmediato de los intentos que ahora se desplazan para formar un nuevo chavismo sin Chávez, la lucha de clases en Venezuela y toda Latinoamérica ha de intensificarse bajo el impacto de la crisis capitalista mundial que se extiende. La cuestión primordial es el establecimiento de nuevos partidos revolucionarios independientes—secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional—para luchar por la movilización política independiente de la clase trabajadora como parte de la lucha internacional contra el capitalismo.


lunes, 25 de marzo de 2013

Alemania contra Europa


Angela Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto del continente, ahora para garantizarse su espacio vital económico

JUAN TORRES LÓPEZ

Es muy significativo que habitualmente se hable de «castigo» para referirse a las medidas que Merkel y sus ministros imponen a los países más afectados por la crisis.

Dicen a sus compatriotas que tienen que castigar nuestra irresponsabilidad para que nuestro despilfarro y nuestras deudas no los paguen ahora los alemanes. Pero el razonamiento es falso pues los irresponsables no han sido los pueblos a los que Merkel se empeña en castigar sino los bancos alemanes a quienes protege y los de otros países a los que prestaron, ellos sí con irresponsabilidad, para obtener ganancias multimillonarias.

Los grandes grupos económicos europeos consiguieron establecer un modelo de unión monetaria muy imperfecto y asimétrico que enseguida reprodujo y agrandó las desigualdades originales entre las economías que la integraban. Además, gracias a su enorme capacidad inversora y al gran poder de sus gobiernos las grandes compañías del norte lograron quedarse con gran cantidad de empresas e incluso sectores enteros de los países de la periferia, como España. Eso provocó grandes déficit comerciales en éstos últimos y superávit sobre todo en Alemania y en menor medida en otros países.

Paralelamente, las políticas de los sucesivos gobiernos alemanes concentraron aún más la renta en la cima de la pirámide social, lo que aumentó su ya alto nivel de ahorro. De 1998 a 2008 la riqueza del 10% más rico de Alemania pasó del 45% al 53% del total, la del 40% siguiente del 46% al 40% y la del 50% más pobre del 4% al 1%.

Esas circunstancias pusieron a disposición de los bancos alemanes ingentes cantidades de dinero. Pero en lugar de dedicarlo a mejorar el mercado interno alemán y la situación de los niveles de renta más bajos, lo usaron (unos 704.000 millones de euros hasta 2009, según el Banco Internacional de Pagos) para financiar la deuda de los bancos irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las empresas griegas o para especular, lo que hizo que la deuda privada en la periferia europea se disparase y que los bancos alemanes se cargaran de activos tóxicos (900.000 millones de euros en 2009).

Al estallar la crisis se resintieron gravemente pero consiguieron que su insolvencia, en lugar de manifestarse como el resultado de su gran imprudencia e irresponsabilidad (a la que nunca se refiere Merkel), se presentara como el resultado del despilfarro y de la deuda pública de los países donde estaban los bancos a quienes habían prestado. Los alemanes retiraron rápidamente su dinero de estos países, pero la deuda quedaba en los balances de los bancos deudores. Merkel se erigió en la defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran dirigidos a salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle a los gobiernos dinero en préstamos que pagan los pueblos para traspasarlo a los bancos nacionales para que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes. Otra, impedir que el BCE cortase de raíz los ataques especulativos contra la deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el coste con que se financia Alemania.

Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto de Europa, ahora para garantizarse su espacio vital económico. Nos castiga para proteger a sus grandes empresas y bancos y también para ocultar ante su electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el nivel de pobreza en su país sea el más alto de los últimos 20 años, que el 25% de sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora, o que a la mitad de su población le corresponda, como he dicho, un miserable 1% de toda la riqueza nacional.

La tragedia es la enorme connivencia entre los intereses financieros paneuropeos que dominan a nuestros gobiernos, y que estos, en lugar de defendernos con patriotismo y dignidad, nos traicionen para actuar como meras comparsas de Merkel.



domingo, 24 de marzo de 2013

Prejuicios anticonductistas

Extracto de la entrevista efectuada por TEMAS DE PSICOANÁLISIS. REVISTA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSICOANÁLISIS al psicólogo conductista Marino Pérez Álvarez sobre los prejuicios que hay contra el conductismo:
TdP.– ¿Cuáles te parecen que son los tópicos más corrientes (y no vigentes) acerca del conductismo?

MPA.– Dos son sobre todo los malentendidos: el esquema E-R y la negación de la libertad y la dignidad. Se supone que el conductismo radical responde a un esquema E-R, pero no es cierto. Esto puede ser cierto, como decía, del conductismo metodológico, desde Watson a la psicología cognitiva, en este caso, bajo la especie Input-Output, pero no para el conductismo radical. Si acaso, el conductismo radical respondería al esquema R-E, porque el estímulo más relevante viene después de la respuesta, como efecto, consecuencia o como se dice reforzador. En las relaciones interpersonales el reforzador más natural consiste tanto en feedback (estar atento), como en empatía (estar con).

Pero ni este esquema valdría. En primera lugar, R sería más una conducta operante que una respondiente y, por su parte, E no sería propiamente un estímulo instigador, sino una consecuencia que se define por su valor o función según la historia y contexto del sujeto de que se trate. En segundo lugar, el análisis de la conducta incluye siempre otro término en cuya presencia ocurre la conducta y sus consecuencias, llamado Estímulo discriminativo o situación, por lo que se habla de «contingencia de tres términos» (no de dos, E-R o R-E). La contingencia de tres términos representa una estructura unitaria de relaciones recíprocas, dialécticamente constituidas. Aun más, la contingencia de tres términos implica una estructura causal final (aristotélica), propositiva, donde el propósito o fin forman parte de la propia estructura causal, no de una representación mental separada que impulsara la conducta. La conducta operante es inherentemente intencional, como lo pueda ser la operación de abrir una puerta, una emoción o un síntoma. Filosóficamente, la contingencia de tres términos se correspondería con la fórmula orteguiana de «yo soy yo y mi circunstancia» y la heideggeriana de ser-en-el-mundo.

También se supone que Skinner niega la libertad y la dignidad, acaso sugerido por el título Más allá de la libertad y la dignidad. Lo que critica Skinner es esa «literatura de la libertad» que se opone a todo tipo de control, al definir la libertad en términos de sentimientos o de estados mentales, como si uno estuviera únicamente sometido a control cuando siente o tiene conciencia de estar controlado (lo que ocurre, en particular, cuando el control es aversivo o implica una restricción o coacción). Esta literatura se empeña en «concienciar» a la gente del control punitivo, pero es incapaz de afrontar formas de control que no incitan a la huída o a la rebelión y que, sin embargo, no dejarían de tener consecuencias negativas. Un esclavo puede estar controlado de forma positiva y hasta sentirse feliz y, sin embargo, no por ello deja de ser esclavo, como se es «esclavo» del consumismo, sin que nadie obligue a serlo con métodos punitivos.

La cuestión no es control o no control, sino analizar las formas de control que nos afectan (acaso para oponerse a ellas) y diseñar las que convengan. Aunque la tecnología ha liberado al ser humano de ciertas modalidades aversivas del ambiente, no le ha liberado del ambiente mismo. La cuestión sería remodelar el ambiente de modo que controle la conducta según convenga, no esperar que brote espontáneamente una supuesta libertad creadora. El educador rusoniano no deja de ser un controlador sutil cuando cree que el niño hace lo que quiere, siendo que, en realidad, es él mismo quien decide lo que el niño quiere hacer. La libertad está socialmente organizada y lo que hace Skinner es estudiar cómo de hecho lo está y acaso podría estar de otra manera, al servicio de otros valores.

En cuando a la dignidad, la ciencia de la conducta no deshumaniza al hombre, sino que lo des-humunculiza, poniendo en entredicho el hombre interior como piloto de la acción. La imagen que surge del análisis de la conducta no es ciertamente la de un cuerpo con una persona dentro (mente, homúnculo), sino la de una persona que opera en el mundo. La conducta es relación con el ambiente, pero debemos recordar, dice Skinner, que se trata de un ambiente en su mayor parte producto del hombre mismo (mundo). No se puede decir que el ser humano quede reducido al papel de víctima o de observador pasivo de cuanto acontece. Por el contrario, se concibe al ser humano como sujeto operante.

viernes, 22 de marzo de 2013

“Son opio para el pueblo”


Por estos días en Argentina los medios de comunicación nos bombardean sin parar con las bondades del nuevo papa. Por todos lados se hace énfasis en su humildad, carisma, generosidad, capacidad de comunicación, tolerancia y un largo etcétera de excelsas virtudes. Pero en especial, se resalta su preocupación por la pobreza y se subraya su proclamado objetivo de “Promover la Iglesia pobre y para los pobres”. Casi todo el arco político local también se ha sumado a la exaltación. Algunos incluso hablan de una “revolución”, que está por cambiar al mundo. Los kirchneristas, pasados los primeros días de desconcierto -Néstor Kirchner había calificado a Bergoglio como “el jefe de la oposición”- empezaron a encolumnarse detrás del discurso hegemónico y también están encontrando virtudes en Bergoglio-Francisco. Después de todo, se afirma, el nuevo papa se pronunció contra el “imperio del dinero con sus demoníacos efectos”; dijo que los mercados no pueden estar por encima de los hombres; y denunció la trata de personas, la explotación de los niños, la miseria de miles de millones, la corrupción de los políticos… ¿Cómo no estar de acuerdo con estos mensajes? “La opción por los pobres” de Francisco, explicaba hace poco un kirchnerista por TV, “abre la posibilidad para la movilización de fuerzas sociales frescas contra los sectores conservadores”. Palabras más o menos, el discurso se va unificando: don Fancisco es una esperanza de mejora para los pueblos del mundo.

Pues bien, en este punto quiero reivindicar el rol del marxismo, la única corriente de pensamiento que ha planteado una crítica al contenido esencial de este mensaje, y a su función en tanto sostén ideológico del orden dominante. A fin de agregar elementos para el análisis, en esta nota presento primero unos pasajes tomados del conocido libro del historiador marxista Maxime Rodinson, Islam y capitalismo, (Buenos Aires, Siglo XXI, 1973), y luego hago algunas reflexiones en torno al texto en el que Marx define a la religión como el opio de los pueblos. La de Marx es una posición que muchos considerarán “anticuada” -después de todo, no entra en las sutilezas geopolíticas de algunos ideólogos K stalinistas- pero, en mi humilde opinión, dice lo que verdaderamente importa. El mensaje de estos días es ideológico, y hay que responder en ese terreno. Aclaro que lo que sigue se refiere solo a la iglesia institucionalizada (o a las grandes religiones consagradas).

Si no se trata la pobreza, no sirve

La idea clave que se encierra en los pasajes de Rodinson que cito a continuación es que está en la misma naturaleza del mensaje religioso tomar las cuestiones candentes de la pobreza, la opresión y el sufrimiento de los pueblos. Escribe: “… cuando los males sociales agobian a algunos de sus miembros, esa sociedad no puede callar. Por lo menos, debe ‘tratar el problema’. Si deja hacer sin decir nada, traiciona de manera evidente su misión ante las víctimas; éstas no pueden hacer otra cosa que verificar ese hecho y la verificación es grave para la fe de las masas en la ideología que inspira a esta sociedad”. Luego de referirse a que el Antiguo Testamento y Aristóteles condenaban los males generados por la economía mercantil, y len oponía el ideal de la comunidad igualitaria, la fraternidad ideológica y el desprecio por las riquezas, Rodinson agrega:

“Hay ideólogos revolucionarios que piensan que Dios quiere la destrucción pura y simple de una sociedad injusta (y por ende impía) y su reemplazo por una sociedad conforme a su voluntad, y por eso, a la justicia. Entonces fundan movimientos disidentes, sectas”. Es un hecho histórico que movimientos sociales han encontrado en la religión recursos ideológicos en sus luchas contra el orden existente, cualquiera sea éste. Pero no es el caso de la Iglesia católica, ni de las iglesia en general. Sigue Rodinson: “Los ideólogos no revolucionarios -y éstos siempre son mayoría- sólo pueden exhortar a los gobernantes a inspirarse al máximo en la norma divina, estigmatizar a los que la contravienen, exhortar (por lo menos implícitamente) a las masas a la resignación y el consuelo extraído de la conciencia de su piedad y su justicia ante Dios, o a lo sumo a reivindicaciones respetuosas. Es la única vía posible si no quieren correr el peligro de impulsar a trastornar o derribar un orden ligado a la ideología que defienden. En este sentido, todas las religiones y, más en general, todas las ideologías de estado, son opio para el pueblo.

Si la sociedad civil (en su opinión pública dominante) se vuelve cada vez más severa con una categoría de males sociales y la capa social que es responsable de ellos, si la rebelión contra esas prácticas se difunde cada vez más entre las masas, también los ideólogos se armarán de una creciente severidad. De esta manera, desde hace un siglo, la Iglesia católica, impulsada por la situación social a tratar el problema de los trabajadores asalariados, se ha mostrado cada vez más dura con respecto a los males causados por el funcionamiento del sistema capitalista, cada vez más inclinada a reprochar a los capitalistas sin llegar (¿aún?) a una condena del sistema. Lo mismo ocurre con su actitud hacia el colonialismo y, más antiguamente, hacia la esclavitud” (p. 65).

Pero los cuestionamientos de la iglesia, por supuesto, tienen sus límites: las bases mismas del sistema no se tocan. Juan XXXIII lo estableció con claridad cuando dijo, en su mensaje Mater et Magistra, que la propiedad privada es parte del orden natural. La idea se prolonga hasta el presente; no se trata de condenar al sistema de trabajo asalariado, sino a los “abusos” del mercado, al afán excesivo (¿cuánto?) de lucro, a la “extrema” (¿cuánta?) pobreza y a las injusticias más flagrantes, como la trata de personas, o la explotación del trabajo infantil. En síntesis, se condena al “neoliberalismo inhumano” (y Bergoglio-Francisco criticó a Menem), pero no al sistema capitalista. La realidad es que la “doctrina social” de la Iglesia, en lo que tiene de “transformador”, no es más que un rosario de los lugares comunes del burgués bienpensante habitual. Por eso, no es de extrañar que autores profundamente reaccionarios, como Durkheim y Parsons, destacaran el rol de la religión en el mantenimiento del orden social. Incluso en Estados relativamente seculares, la religión juega un papel importante. Pero para esto, es necesario que ponga en el primer lugar la preocupación por los pobres y las injusticias sociales.

Así, el mensaje religioso, como también dice Rodinson, se construye con los materiales que se encuentran a disposición, pero según una lógica enmarcada en la doctrina más general sobre Dios, el mundo y el hombre. Y Bergoglio-Francisco cumple con las generales de la ley: se formó en las ideas de León XIIII, la Acción Católica y Cristo Rey, con el condimento “nac & pop” de la vieja, criolla y peronista Guardia de Hierro, y “Las veinte verdades peronistas” (una serie de consejos para que los trabajadores mantengan una mansedumbre ovejuna frente al capital). Por eso también, hay una unidad ideológica profunda entre el nuevo papa y prácticamente todo el espectro político burgués; esto, al margen de si dio alguna ayuda a la dictadura, si apoyó a la ley de medios, o si retó a los K por la corrupción.

Rodinson también explica que la presión de los ideólogos y de las autoridades ideológicas sobre la práctica política y jurídica adopta diferentes formas según su posición con respecto al estado, pero “siempre se efectúa según las mismas grandes líneas: proponer un ideal y llamar a atenerse a él concediendo desde el inicio que este ideal es demasiado elevado para la debilidad humana; tratar de impedir los abusos de los poderosos mediante amonestaciones o, a lo sumo, cuando las circunstancias lo permiten, sanciones raras, pero ejemplares; proteger a los débiles en la medida compatible con la salvaguardia del orden social y mantener su confianza ideológica evitando que sus rencores y reivindicaciones tomen un giro violento y hostil a la ideología dominante y a la sociedad cuya alma es en última instancia, elaborar soluciones teóricas que frente a los múltiples casos concretos en que los individuos transgreden las directivas surgidas de la ideología, dosifiquen la condena, la reprobación y la indulgencia para permitir infringir prácticamente el ideal, sin dejar de salvaguardar la pureza de éste” (p. 66).

La última observación alude a la necesidad de que los discursos de la Iglesia, y la ideología, se adapten a las exigencias que emanan de la evolución de las sociedades, sin alterar lo fundamental del mensaje. “La ideología no puede querer detener a la sociedad de la que emana y la inspira. Esto no equivale forzosamente a un maquiavelismo o a la impostura, pero sí, más en profundidad a una sumisión más o menos reticente a las exigencias de la vida social” (ídem). No puedo más que coincidir: la iglesia no cumpliría con su misión si no se sometiera, aun con reticencias, a las exigencias de la vida social. De ahí el pedido de muchos, de que vaya aceptando las nuevas realidades, para proteger el núcleo de “verdad divina”.

Opio y fundamentos terrenales

La afirmación de Rodinson acerca de que las religiones son opio para el pueblo hace referencia, obviamente, a la conocida afirmación de Marx, “la religión es el opio del pueblo”, que está en “En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” (Escritos de juventud, México, FCE, pp. 491-502).

Es indudable que este famoso dictum muchas veces se lo ha interpretado como un llamado a combatir la religión en cuanto tal. Sin embargo, si se lee el escrito completo, aparece una visión bastante distinta. Lo que dice Marx en ese texto es que la religión tiene un fundamento terrenal, y que por lo tanto la crítica debe partir de que el hombre hace la religión, y no la religión al hombre. “Este Estado, esta sociedad, producen la religión, una conciencia del mundo invertida, porque ellos son un mundo invertido”. Esto es, la religión, según Marx, es una expresión de la vida terrenal desgarrada por las contradicciones. Es el reflejo, invertido, del mundo real. “Es la realización fantástica de la esencia humana, porque la esencia humana carece de verdadera realidad”. La religión es “la teoría general de este mundo”, su “razón general para consolarse y justificarse”. En un mundo en que existen la opresión, la explotación, los sufrimientos derivados de la falta de trabajo, de la desposesión y del poder de los poderosos, la religión brinda consuelo y alivio, hace más llevadero el sufrimiento. Y encierra una protesta contra este orden de cosas: “La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado alma de un mundo desalmado, porque es el espíritu de los estados carentes de alma”. A continuación de esta afirmación, encontramos la frase de Marx acerca del opio. El opio hace más llevadero el dolor, y la religión hace más sufrible el sufrimiento. La idea implicada es que, si bien éste es un mundo de lágrimas, prepara a los sufrientes para la felicidad eterna, y por eso proporciona una dicha, aunque ilusoria. En otras palabras, la religión es consuelo, pero también amortiguadora del conflicto, al menos en el plano ideológico. De aquí que la crítica, dice Marx, deba dirigirse a sus fundamentos terrenales: “Sobreponerse a la religión como la dicha ilusoria del pueblo es exigir para éste una dicha real. El pugnar por acabar con las ilusiones acerca de una situación, significa pedir que se acabe con una situación que necesita ilusiones”. Por la misma razón, Marx critica a Feuerbach porque éste atacaba a la religión, y no a la sociedad que la había producido. La religión es perjudicial, en tanto lleva a poner esperanzas en el más allá, antes que en la lucha “por el más acá”; pero en sí misma no es el mal, sino el producto del mal.

Precisiones

En primer lugar, precisemos que cuando se habla del rol de la Iglesia en tanto sostén del orden social, no se está defendiendo necesariamente una explicación funcionalista acerca de su origen o desempeño. No se sostiene que la Iglesia existe porque es funcional al mantenimiento de la explotación. Si se afirma que su rol está funcionalmente de acuerdo con la perpetuación de la sociedad de explotación, al margen de lo que la alta curia, incluido el papa, piensen de sí mismos y de su función en este valle de lágrimas.

En segundo término, sostener que la religión es un sistema ideológico vinculado estructuralmente a las relaciones sociales, no implica defender una tesis mecánico-determinista (del tipo, tal relación social determina tal forma de religión o de iglesia). Simplemente se sostiene que la vida material -la actividad de los seres humanos bajo ciertas relaciones sociales, para procurarse sus medios de vida- conforma el marco en que se desarrollan sus acciones conscientes, incluida la religión. Éste es el sentido en que tomamos la expresión “buscar el fundamento de la religión en el mundo material”. Por eso, las instituciones y las formas de conciencia dominantes, deben adaptarse a las relaciones estructurales. Cito de nuevo a Rodinson: “La organización y la conciencia de la sociedad deben por lo menos no trabar las tareas esenciales, primarias, y a menudo tampoco las secundarias. Un proceso que no tiene nada de abstracto, que se divide en presiones múltiples de ‘la naturaleza de las cosas” tiende a eliminar las formas de organización y conciencia que, por su propia evolución, hubieran podido llegar a ser una traba para la realización de esas tareas” (pp. 202-3). Pero por esto también, la religión no es un “reflejo mecánico” de las relaciones sociales, ni un mero epifenómeno. Tiene “espesor propio”, y como una forma de conciencia social, incide a su vez en las relaciones sociales materiales.

En tercer lugar, y vinculado con el punto anterior, la explicación del rol de la Iglesia no implica que el mismo se garantice de forma más o menos directa o automática. Por el contrario, se trata de un proceso que ocurre “no sin dificultades, luchas y ‘desprolijidades’, no sin tensión entre la voluntad de los grupos particulares de perpetuarse y maximizar sus ventajas propias, y la necesidad de la sociedad global de proseguir un proyecto análogo a su escala” (ídem). Las tensiones y luchas por el poder que recorren a todas las grandes instituciones religiosas son una expresión natural de este hecho.

Algunas conclusiones provisorias

De lo anterior se desprende, en primer lugar, que muchos de los problemas que hoy enfrenta la Iglesia, no tienen su origen en problemas de “comunicación”, o de “estilo papal”, como comentan varios comentaristas. Es que no hay discurso que pueda construir unidades, o totalidades, por fuera o por encima de las realidades sociales, las clases sociales y las fuerzas productivas alcanzadas (lo siento por Laclau y sus “construcciones discursivas”). Por eso, en la medida en que la Iglesia es una institución de conservación y propaganda de ideología (¿forma parte del Estado ampliado, en sentido althusseriano?) necesariamente estará atravesada, e inmersa, en relaciones mercantiles y capitalistas. Puede haber más o menos corrupción, mayor o menor prolijidad en el manejo de las cuentas, pero de alguna manera, la “Iglesia-empresa” seguirá existiendo.

De la misma manera, en tanto se desarrollen las relaciones capitalistas, y con ellas evolucione la vida material, seguirán erosionándose las bases del tradicionalismo y la autoridad religiosa. Son procesos de larga duración, posiblemente inherentes al capitalismo. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, decía El Manifiesto Comunista, y todo lo sólido se sigue desvaneciendo hoy en día, a medida que se internacionalizan las fuerzas productivas, se desarrolla, tendencialmente, la productividad del trabajo, y avanzan la ciencia y la tecnología. Los cambios penetran por todos los poros. La Sagrada Familia ya no es el simple reflejo de la familia terrenal tradicional “típica”, porque ahora no se sabe qué es “lo típico” en materia de familia. Por todas partes se abren fisuras en los dogmas religiosos establecidos, y se agrietan autoridades iluminadas por el Espíritu Santo y todo otro tipo de poderes extra terrenales. Durante siglos, la Iglesia católica tuvo poder y control sobre las conciencias -la confesión fue un medio privilegiado- pero hoy cada vez son menos los que abren su alma al cura del barrio. Incluso la movilidad internacional del trabajo abre nuevos puntos de vista, y las conciencias se secularizan.

Por otra parte, y más sustancial, los sectores mejor organizados de la clase obrera han ido accediendo, tendencialmente, a un modo de vida que puede prescindir del consuelo del más allá (sin que por ello desaparezca la explotación). Los niveles de consumo real de amplias capas de asalariados no son los mismos que en 1850, por caso. Por eso, no debería asombrar que los bautismos o las asistencias a las iglesias se hayan desplomado en casi todos los países europeos, y en buena parte del Tercer Mundo, incluida Argentina. Para millones, hace falta menos opio y Dios empieza a desaparecer de sus vidas cotidianas. Y no hay papa Francisco que pueda detener estos procesos, por más que viaje en autobús y utilice zapatos de calle. Por fuera, o por encima, de las superficialidades con que nos saturan los grandes medios, son los fundamentos mismos de la religión los que están debilitándose.

Por último, y tal vez la conclusión más importante, es que la lucha del socialismo no pasa por la lucha contra la religión en sí, sino por revolucionar el mundo que la hace posible. En este respecto, la crítica debe ir al fondo: al rol de la religión en relación al sostenimiento de las relaciones sociales explotadoras. Entretenerse con especulaciones sobre la unidad latinoamericana, la patria grande y similares tópicos del ideario nacional y popular, invisibiliza esta cuestión central.