Por PASCAL BONIFACE*
El argumento del gobierno israelí para justificar el bombardeo de la población civil de Gaza es el de luchar contra la organización terrorista que ellos creen que es Hamas. Esta organización está, en efecto, en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea y Estados Unidos, y lo está a petición de Israel. Esto permite implementar una doble línea de defensa. Aquellos que critican la acción del gobierno son antisemitas, los que condenan el bombardeo de la población civil de Gaza son en realidad partidarios del terrorismo. Este doble estigma —«antisemita» y «patrocinador del terrorismo»— pretende silenciar cualquier crítica, incluyendo los bombardeos contra la población civil.
Al mirar más de cerca, sin embargo, puede revertirse fácilmente este argumento.
Asimilar cualquier crítica a la política del Gobierno israelí con antisemitismo es un viejo argumento que ya no confunde a nadie. Hay israelíes cuyo patriotismo no puede ser cuestionado, que son los primeros en criticar las actuales operaciones militares.
En cuanto al apoyo al terrorismo, hay que recordar que Hamas fué inicialmente apoyada por la inteligencia israelí para contrarestar la influencia del otro movimiento palestino, Al-Fatah.
Hamas y el Likud habían acordado rechazar el proceso de Oslo apoyado por el Partido Laborista de Israel y Al-Fatah. En esa época, Binyamín Netanyahu y Hamas hacían causa común en sus críticas al proceso. Debemos recordar el torrente de insultos y calumnias que Sharon, Netanyahu y el Likud derramaron sobre Yitzhak Rabin antes de ser asesinado.
Con la reanudación de la Intifada, cada vez que Hamas cometía un ataque, el ejército israelí castigaba como represalia las infraestructuras de la Autoridad Palestina. Debilizó a esta última sin apenas tocar a Hamas. La retirada unilateral de Gaza, presentada en su momento como un hermoso gesto de paz de Dsharon, también tuvo el efecto de fortalecer a Hamas. Si se hubiera negociado con la Autoridad Palestina, ello hubiera dado crédito a los palestinos que querían negociar con Israel. Como se hizo de manera unilateral, Mahmud Abas, que acababa de ser elegido, no obtuvo ningún beneficio, Hamas fue capaz de vender el mensaje de que era su acción militar la que había obligado a los israelíes a retirarse.
En aquel momento Yossi Beilin advirtió que si no había retirada negociada con la Autoridad Palestina, Hamas ganaría las elecciones, lo que efectivamente sucedió en enero del 2006.
Poco después comenzó el bloqueo, del que la población de Gaza iba a ser la gran víctima. A partir de entonces, la alternancia de negociaciones improductivas entre Israel y la Autoridad Palestina o la ausencia de cualquier negociación, en medio de continuas colonizaciones israelíes y de humillaciones, hizo que Mahmud Abas perdiera gran parte de su legitimidad. Los que dijeron que querían negociar con los israelíes, no obtuvieron nada en el terreno político, y los que abogaron por la vía del enfrentamiento, no sacaron más que beneficios.
Uno puede entender bastante el deseo de luchar contra el terrorismo, pero eso no debe evitar una mayor reflexión sobre sus causas y no limitar el debate a sus efectos.
Si España o Gran Bretaña hubieran luchado contra el terrorismo irlandés o vasco de la misma forma en que Israel está luchando contra el terrorismo palestino, es seguro que nunca se habría llegado a un acuerdo.
El ejército británico o el español nunca destruyeron las casas de las familias de los miembros de ETA o del IRA, y no hicieron un bloqueo de todo el País Vasco o Irlanda bombardeando regularmente a los civiles. Tampoco humillaron, bajo un régimen de ocupación militar, a la población civil desarrollando una relación de dominación y de opresión.
Esto es lo que dijo, con gran relevancia, Daniel Ben Simon, un exdiputado laborista israelí, el pasado 20 de julio: «Debemos tratar de reducir el terrorismo mediante un enfoque más humano, invertir miles de millones de dólares en Gaza para que la población recupere el nivel de vida que existe en Cisjordania y ofrecerles la perspectiva de vivir como nosotros».
Uno encuentra preferible esta reflexión a la de Jacques Kupfer, presidente del Likud Mundial, que, en el sitio web Europe-Israel.org, propone un enfoque alternativo: «Si queremos poner fin a la guerra, hay que arrasar Gaza. Gaza debe convertir se en un campo de ruinas del que no puedan salir más que gemidos».
* P. BONIFACE, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.
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