Por Ignacio de Llorens
Ha vuelto a ocurrir. Otro de los hermanos Castro ha visitado a Fraga [mayo del 2005]. En esta ocasión ha sido Raúl, que es a Fidel, lo que Beria era a Stalin. No estaba todavía Fidel asentado del todo en el poder en 1959 cuando Raúl organizó en un mes 500 fusilamientos. Che Guevara, más tímido, contribuyó firmando 50 ejecuciones más. «¿Qué tal don Manuel? Hacía rato que no nos veíamos», le dijo Raúl a Fraga el mes pasado. «¡Hombre!..», empezó a responderle don Manuel. Queda evidenciado, una vez más, que Fraga es el más comunista de los políticos españoles, del mismo modo que los Castro son los más franquistas de los políticos latinoamericanos. Cada vez que pueden lo demuestran fehacientemente. El totalitarismo, en sus dos rostros, forma una misma moneda. En una cara los cuatro hermanos Castro que vienen nepóticamente tiranizando al pueblo cubano, en la otra Franco y Fraga. Por encima de supuestos pleitos ideológicos, que ya se ve que no deben ser tales, la hermandad galaica, la unión de todos a través de ese ente religioso, la patria, sea grande o chica, que religa a todos sus hijos.
La relación de los caudillos gallegos viene de lejos. Cuando en 1966 el escritor cubano recientemente fallecido, Guillermo Cabrera Infante, consiguió salir de Cuba, pensó instalarse en Madrid. La España franquista de entonces acogía a buena parte de la colonia de jóvenes escritores latinoamericanos del famoso boom, con García Márquez a la cabeza. Pero el gobierno franquista por boca de su eximio ministro Fraga Iribarne, le negó el asilo y censuró sus libros, que también estaban y están prohibidos en Cuba. A la muerte de Franco el régimen cubano declaró una semana [tres días] de luto nacional, con banderas a media asta, y asusta pensar los homenajes que se darán si fallece alguno de esos rostros de la moneda totalitaria.
La última batalla librada por don Manuel debe haber creado más lazos con la familia de tiranos que someten Cuba. En efecto, Fraga se ha puesto histérico con la ley recién aprobada en virtud, mejor sería decir en vicio, de la cual los homosexuales quedan equiparados en derechos y defectos con los heterosexuales a la hora de casarse. Los «mariconzones» de Fidel pueden casarse en España. Esta «mariconada» de ley ha recibido toda clase de denuestos fragianos que a buen seguro habrán despertado la admiración de los Castro, que como hiciera Hitler en su momento, tienen montado un campo de concentración para homosexuales presidido por un lema que es una versión adaptada del que presidía los campos nazis: «El trabajo os hará Hombres», dicen los campos en Cuba, según nos cuenta Cabrera Infante en su excelente libro compilatorio de sus textos sobre la isla caribeña Mea Cuba. Si es que a unos machotes como los Castro o como Fraga esto de la homosexualidad les enerva. La persecución de los intelectuales homosexuales en Cuba es conocida a través de los casos de Néstor Almendros, el oscarizado fotógrafo hijo de maestros anarquistas catalanes, y los poetas Severo Sarduy o Reinaldo Arenas son los estandartes de la terrible persecución de miles de homosexuales anónimos. Hasta Sartre, que al fin de sus días tuvo algún conato crítico con los regímenes totalitarios de izquierda que había defendido incondicionalmente, reconoció que «Castro no tiene judíos, pero tiene homosexuales». Algunos de estos «judíos» deben formar parte de los 20.000 desaparecidos en el mar o en las entrañas de los tiburones, del mismo modo deben estar incluidos en la población penal, en esos 30.000 prisioneros de las mazmorras castristas. Seguramente Fraga, que aprovecha los encuentros con los Castro para, entre otras cosas, interceder por la libertad de presos cubanos descendientes de gallegos, debe poner como condición que no figure en el paquete liberado ningún «mariconzón». Es sabido que Castro trafica con presos. Presos a cambio de medidas favorables al régimen. Los políticos occidentales que quieren hacer méritos humanitarios para sus votantes se llevan algunos presos liberados a cambio de declaraciones y acuerdos con Castro. Así premia Castro a los gobernantes amigos. Cabrera Infante nos lo recuerda: «Castro ha regalado presos políticos al reverendo Jackson y hasta a Manuel Fraga, que no tiene sotana aunque fue sacerdote laico en el altar de Franco. Ahora el Papa [se refiere Cabrera al viaje de Woytila a Cuba] también pide presos. Antes, cuando llegaba un viajero eminente a Cuba, como Churchill, se le regalaba puros de marca. Ahora se le regala seres humanos. Algo habremos ganado cuando a estos desafectos no les espera la hoguera para hacerlos cigarros humanos». Pero a los homosexuales Castro sólo se los regala a los yanquis, junto con rateros y demás «escoria», nunca le haría la jugarreta de regalárselos a un buen amigo como Fraga, porque además en España ahora los «mariconzones» pueden casarse y adoptar niños que pueden ser hasta… cubanos.
3 comentarios:
Supongo que donde pone "Sastre" debería poner "Sartre", ¿no?
Pues sí, maldito Word.
Buenísimo escrito.
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