Por Moncho Alpuente
Ni los neoliberales, dispuestos a dejar de serlo por un tiempo para recibir prebendas y subvenciones del Estado al saquean y vacían sistemáticamente, ni los socialdemócratas que tan generosamente contribuyeron a dotar de «rostro humano» al monstruo neocapitalista, ni la derecha vergonzante, ni la izquierda mendicante, encuentran soluciones para la crisis que ellos mismos provocaron y que todos, menos sus sesudos economistas de nómina, veíamos venir, rodeados de burbujas por todas partes, pompas de vida efímera, cuya deflagración iba a producir secuelas permanentes.
No han dado con una solución pero han inventado un verbo bajo el que cobijar sus desesperados intentos de atajar el galopante cataclismo financiero y crediticio, su pirámide de naipes que al derrumbarse aplasta a los de abajo y deja arriba, aunque menos arriba, a los que ya estaban allí. Entre unos y otros están dispuestos a «refundar» el capitalismo, se supone que a nuestra costa. En los diccionarios (al menos en el del uso del español de María Moliner y en el ideológico de Casares que son los que tengo a mano) no existe el verbo «refundar», este neologismo políticamente correcto para definir, redefinir, lo indefinible, para ponerle nombre a los retales, las chapuzas y los pastiches, a los remiendos, tapujos y parches que los magos de las finanzas, señores de un universo improductivo y parásito, tratan de urdir para salvar los papeles, esos papeles que durante un tiempo hicieron pasar por dinero contante y sonante en sus mercados y chiringuitos financieros. Refundar lo que se desfondó o refundir la escoria restante de la hoguera de sus veleidades para reconstruir su inoperante armatoste, son puras quimeras, resabios del neocapitalismo del siglo XX que se levantó sobre las ruinas del capitalismo salvaje del XIX, aquél liberalismo de antaño al que quieren regresar los neoliberales irredentos que aún no se han bajado del carro aunque este se haya precipitado en el abismo. Para Aznar y Esperanza Aguirre, por ejemplo, la crisis global no se ha producido por la «excesiva desregularización» de los mercados financieros como dicen los analistas, sino por todo lo contrario. Demasiadas normas para controlar la rapiña y dar su parte a los carroñeros. En cuanto cobren los miles de millones con los que el Estado sobreprotector, solo con ellos, va a proveerles están dispuestos a refundárselos a fundírselos y refundírselos y a blindarse ante nuevas adversidades, aunque suelan fallar en sus análisis y en sus profecías saben que algo está a punto de estallar, no en sus burbujas sino en la pura calle, donde ya se escucha que: «El capitalismo no hay que refundarlo hay que destruirlo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario