La desaparecida laguna Sangusera en Santibáñez de Valcorba (Valladolid) como ejemplo. |
28 septiembre 2018
Los humedales, considerados uno de los ecosistemas más valiosos y biodiversos del mundo, están desapareciendo a una velocidad alarmante en medio del crecimiento urbano y cambios en la agricultura. Los expertos advierten que se requieren medidas urgentes para detener esta degradación.
«Estamos en una crisis», decía Martha Rojas Urrego, directora de la Convención sobre Humedales o Convención de Ramsar, advierte de las consecuencias potencialmente devastadoras derivadas de la pérdida de humedales, incluido el cambio climático.
La Convención, que se adoptó en la ciudad iraní de Ramsar en 1971, ha presentado su primer informe mundial sobre el estado de los humedales en todo el mundo.
El informe, que consta de 88 páginas, señala que entre 1970 y 2015 se perdieron en torno al 35 por ciento de los humedades, entre los que se incluyen lagos, ríos, marismas y turberas, así como áreas costeras y marinas tales como lagunas, manglares y arrecifes de coral.
Según el informe, los humedales cubren actualmente casi más de 12 millones de kilómetros cuadrados y advierte que las tasas anuales de pérdida se han acelerado desde el año 2000.
Aunque el mundo se ha ido centrando cada vez más en el calentamiento global y sus repercusiones en los océanos y bosques, la Convención de Ramsar dice que los humedales siguen estando «peligrosamente infravalorados».
El informe del jueves, publicado días antes de la reunión de las partes de la Convención que tendrá lugar el próximo mes en Dubai, destaca la importancia de los humedades para toda la vida en la Tierra.
Directa o indirectamente, los humedales proporcionan casi todo el consumo del agua dulce del mundo y más del 40 por ciento de todas las especies viven y se reproducen en los humedales.
Los animales y plantas que viven en estos ecosistemas son particularmente vulnerables, con un cuarto de ellos en peligro de extinción, señala el informe.
Los humedales también proporcionan sustento para más de 1.000 millones de personas, a la vez que mitigan los efectos de las inundaciones y protegen los litorales. También son una fuente vital de alimento, materias primas y recursos genéticos para medicinas.
La Convención de Ramsar destaca que los humedales son esenciales para controlar los estragos del cambio climático, señalando que las turberas almacenan el doble de carbono que los bosques del mundo a pesar de cubrir solo el 3 por 100 de toda la superficie terrestre.
Las marismas, praderas de hierba marina y manglares también almacenan enormes cantidades de carbono, por lo que son considerados importantes sumideros de carbono.
Cuando se destruyen estos ecosistemas (talas masivas para convertir el terreno en zona urbanizable por ejemplo), éstos liberan a la atmósfera el carbono que lleva cientos de años atrapado en sus raíces y sedimentos.
Los climatólogos vienen advirtiendo desde hace tiempo de la amenaza de las llamadas retroalimentaciones positivas —un ciclo vicioso de calentamiento global—, pero sus temores se han centrado principalmente en las potentes emisiones de gases de efecto invernadero que se liberan del deshielo del permafrost ártico.
Según el informe, las turberas pantanosas de los trópicos son también una fuente de preocupación y advierte que el drenado del suelo para operaciones de piscifactoría, cada vez más en auge, y el desarrollo urbano suponen una amenaza climática.
La Convención de Ramsar ha sido ratificada por la mayoría de naciones del mundo, incluidos importantes contaminadores como Estados Unidos, China y la India, y desde que entró en vigor en 1975 ha designado más de 2.300 lugares de importancia internacional.
Pero el informe destaca la necesidad de hacer más para desarrollar una gestión efectiva de los humedades.
Rojas Urrego destaca, por ejemplo, que la recuperación de las turberas sería una medida efectiva para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y cumplir con los compromisos acordados en el marco del Acuerdo de París.
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