miércoles, 11 de julio de 2012

El dogma económico neoliberal...

... y las políticas y estafas que promueve

Por VICENÇ NAVARRO

Durante la Edad Media hubo un dogma religioso que creía que la tierra era el centro del universo, dogma que se repitió y reprodujo a base de reprimir la evidencia científica que lo cuestionaba, mostrando la invalidez e insostenibilidad de los pilares conceptuales que lo sustentaban. Toda una batería de clérigos y sacerdotes —los intelectuales de aquel tiempo— promovían tal dogma, detrás del cual estaba la Iglesia Católica, que consideraba que la Iglesia era el centro ideológico y político de la Tierra, la cual era, a su vez, el centro del Universo. El tiempo fue mostrando que los críticos llevaban razón, aunque la Iglesia, todavía hoy, no ha pedido perdón a Galileo, el mayor pensador crítico de aquel dogma, que fue brutalmente reprimido por atreverse a cuestionarlo.

Pues, por raro que parezca, estamos viendo una situación semejante con la crisis actual, con la diferencia que ahora el dogma es económico en lugar de religioso, los sacerdotes y propagandistas del dogma son ahora los economistas del establishment, apoyados, promovidos y/o financiados por la Iglesia actual, la banca y el sistema financiero que controlan la vida política mediática, financiera y económica del país. El dogma es el dogma neoliberal. Economistas como la mayoría de firmantes de documentos patrocinados por Fedea (financiada por la banca y la gran patronal) así como economistas “estrella” promovidos en los medios de mayor difusión del país (uno de ellos tiene una hora semanal en la televisión pública catalana, TV3 —claramente instrumentalizada por la coalición conservadora-neoliberal que gobierna Catalunya—, llamada “lecciones de economía” que consiste en promocionar tal dogma neoliberal) dominan las tertulias y los medios televisivos, radiofónicos y escritos, que les ofrece el fórum para la presentación del dogma. Este dogma consiste en creer que los problemas de la economía española derivan de tener un gasto público excesivo (pues supuestamente nos gastamos más de lo que tenemos) y unos salarios demasiado altos (consecuencia de tener unos sindicatos excesivamente fuertes). De este dogma surgen unas políticas públicas que consisten en recortar el gasto público, incluyendo el gasto público social, y en hacer reformas laborales que tienen como objetivo reducir los salarios y despedir más fácilmente a los trabajadores, debilitando a los sindicatos.

La evidencia de que este dogma es erróneo es abrumadora. El gasto público, incluyendo el gasto público social, por habitante es el más bajo de la Eurozona; el porcentaje de la población adulta que trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar (es decir, el empleo público) es el más bajo de la Eurozona, y de los más bajos de la Unión Europea; el Estado español tenía un superávit (no un déficit público) y una deuda pública bajísima antes de que se iniciara la crisis en 2007; los salarios están entre los más bajos de la Eurozona, con el salario mínimo más bajo de tal área monetaria; y así un largo etcétera.

Es más, la aplicación de las políticas públicas neoliberales durante estos años de crisis han sido un desastre (no hay otra manera de definirlo). El desempleo ya alcanza el 24% (entre los jóvenes es un 50%), y la economía está en recesión. Y los países que han aplicado estas políticas con mayor intensidad (los países periféricos de la Eurozona, Grecia, Portugal, Irlanda y España) están todos ellos en recesión. ¿Qué mayor evidencia desean de que tales políticas neoliberales están equivocadas? En realidad nunca (repito, nunca) un país en recesión (y estamos ya casi en una Gran Depresión) ha salido de ella mediante la reducción de los salarios, del gasto público y de la protección social. Es obvio que en un momento en que la economía está paralizada debido al enorme endeudamiento de las familias y de las medianas y pequeñas empresas, y de la ausencia de crédito, lo que se requiere es una intervención del Estado para estimular la economía mediante la expansión del gasto público a fin de crear empleo tanto en la infraestructura física como social del país, a la vez que la activa participación del mismo Estado en la provisión de crédito. Esto es lo que ha permitido sacar a los países en recesión y/o depresión del bache económico en el que se encontraban. De nuevo, como ocurría con el dogma religioso, en este dogma económico la evidencia científica de que la política de recortes es profundamente errónea es abrumadora, pese a lo cual —impermeables a esta evidencia y a los datos que muestran su error— continúan aplicándose, atribuyéndose la recesión a que no se ha recortado suficientemente el Estado del Bienestar, y a que los salarios continúan demasiado altos.

Los clérigos del nuevo dogma y la nueva Iglesia

Pero como ocurrió en el dogma religioso, este dogma económico se propaga, promueve e impone porque sirve a unos intereses claros: los intereses del capital financiero, aliado a la gran patronal. Han sido ellos los que precisamente han creado esta enorme crisis a fin de poder llevar a cabo tales políticas que les benefician significadamente. La Iglesia de ahora es la Iglesia financiera aliada de la gran patronal, orientada a la exportación. Esta última no requiere un consumo doméstico que la sostenga, pues el consumo toma lugar en otros países. El Pacto Social, que significaba un entendimiento entre el capital y el mundo del trabajo, se ha roto, puesto que el capital hegemonizado por el capital financiero, es decir, la banca, se cree lo suficientemente poderoso como para ignorar al mundo del trabajo. El consumo doméstico de los productos producidos por la economía productiva (que requería una demanda interna basada en buenos salarios, y un gasto público elevado) ya no es necesario en una economía liderada por las exportaciones. Cuando el supuesto motor de la economía es el sector exportador (tal como ocurre en Alemania, por ejemplo) la importancia y necesidad del consumo doméstico se diluye, e incluso desaparece. La gran patronal exportadora alemana ha impuesto una congelación salarial, pues no necesita ya la demanda doméstica. Un tanto igual está ocurriendo en España. La mejora de las exportaciones no está repercutiendo en el nivel de consumo interior ni en la capacidad adquisitiva de la mayoría de la población laboral. De ahí que los salarios continúen bajos y ello a pesar del notable crecimiento de la productividad.

Este dogma, a pesar del enorme fracaso de sus políticas, continúa reproduciéndose en los medios de mayor difusión (que al estar profundamente endeudados a la banca) no permiten que artículos como éste se publiquen en sus páginas. La evidencia de ello es también abrumadora (en una conversación reciente con un periodista de uno de los mayores rotativos del país, éste me lo reconocía con toda candidez. Su diario estaba muy endeudado y publicar artículos como el que leía y que ustedes están leyendo les supondría un riesgo añadido). De ahí que las voces críticas continúan siendo vetadas, silenciadas o marginadas, presentándolas como extranjeras, “anglosajonas”, voces que no entienden España, cuando no conspiradoras deseosas de cargarse el euro.

Las medidas represivas de la nueva Iglesia: las instrucciones del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea

En realidad, el euro no está en peligro, en contra de lo que se está indicando en los medios. Lo que ocurre es que se ha creado una crisis (la recesión es resultado de la aplicación de las políticas neoliberales) que permita imponer las medidas impopulares que desean imponer. La mejor prueba de ello es mirar las condiciones que el Banco Central Europeo (que no es un Banco Central, sino un lobby de la banca, y muy en especial de la banca alemana) exige a los gobiernos, antes de comprar deuda pública española (que es lo que en realidad debería hacer si fuera un Banco Central, que no lo es). En una carta al Presidente del gobierno español anterior, exigió que impusiera “un contrato laboral de carácter excepcional que contemple indemnizaciones bajas por despido durante un espacio de tiempo limitado”, es decir, que se permita despedir a los trabajadores fácilmente. Tal medida acaba de ser aprobada ahora por las Cortes Españolas, permitiendo que las empresas que emplean menos de 50 trabajadores (que son la inmensa mayoría de empresas en España) puedan despedir sin indemnizaciones durante el primer año, reduciendo considerablemente las indemnizaciones para empleados con mayores periodos de contratación. Otra condición puesta por el BCE es el debilitamiento de los sindicatos, diluyendo la validez de los convenios colectivos, eliminando la indexación salarial.

Y a nivel de política fiscal, el BCE ha estado exigiendo una reducción del gasto público, y en particular del gasto público social, gestionado en su gran mayoría por las Comunidades Autónomas, que están en una situación imposible debido, entre otras razones, a la gran escasez de crédito, escasez que continúa a pesar de que la banca española ha recibido ayudas equivalentes a un 10% del PIB, y el Banco Central Europeo ha prestado a unos intereses bajísimos (1%) un billón (sí, un billón) de euros a los bancos europeos, préstamo del cual, la banca española y la italiana recibieron 500.000 millones de euros.

Estas políticas, que el gobierno Rajoy ha hecho suyas, ya han sido aplicadas en Grecia, con los resultados que todos conocemos. De nuevo, la evidencia que muestra su negatividad es sólida y robusta. Ahora bien, siendo su impacto dañino para el bienestar de la gran mayoría de la población, no quiere ello decir que no beneficien a sectores como la gran banca y la gran patronal que están consiguiendo lo que siempre han deseado, y lo están consiguiendo con sus aliados en el BCE, en la Comisión Europea, en el gobierno alemán (portavoz de la gran banca alemana y de las grandes empresas exportadoras), y, cómo no, por los llamados economistas “estrella” que continúan promoviendo el dogma neoliberal.

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