miércoles, 27 de febrero de 2019

Interiorización de la brutalidad


Por LUIS MUIÑO

«Gracias a las palabras hemos sido capaces de ascender
por encima de los brutos; y gracias a las palabras, a menudo
nos hemos sumergido al nivel de los demonios.»
A. HUXLEY

Underground, una de las películas de Emir Kusturica, comenzaba con una escena que muchos espectadores recuerdan como una de las más impactantes que ha dado el cine contemporáneo. Durante una guerra cualquiera, un avión perdido sobrevuela un zoo. De repente, sin razón aparente alguna, decide empezar a bombardearlo, y a partir de ahí, asistimos a una terrible secuencia. Vemos cómo un cuidador abraza a un cachorro de chimpancé muerto y cómo un león recién nacido busca entre las ruinas a sus padres. Vemos gorilas ensangrentados que vagan entre los escombros con la mirada perdida del que no entiende la causa de la barbarie. Vemos elefantes y jirafas muertos. Y todo esto nos remueve por dentro y nos indigna; porque contiene toda la brutalidad y la arbitrariedad de las guerras. Las imágenes con seres humanos, a base de ser repetidas, no nos producen ya, por desgracia, un impacto real. Emir Kusturica consigue que volvamos a sentir la inmensa tristeza que supone la muerte inocente en una guerra cambiando los protagonistas, poniendo delante de nosotros escenas brutales y nunca vistas.


La crudeza de esas imágenes volvía a recordarnos una pregunta que quizás se hayan hecho más de una vez todos aquellos que se dedican a luchar contra las injusticias sociales: ¿es conveniente suscitar sentimientos muy viscerales en los espectadores? ¿Ayuda a las causas solidarias el plantear con realismo lo que está ocurriendo? La duda surge cuando observamos la reacción a distancia y alejamiento que producen en muchos espectadores las imágenes de crudeza excesiva. La verdad parece, a veces, demasiado dura.

Algunos teóricos de la psicología social, cuando tratan este tema, llegan a la conclusión de que incrementar la emoción del destinatario puede disminuir la utilidad del mensaje si la persona que lo recibe no cree tener posibilidades de hacer algo para evitar la tragedia. Es decir, parece que la verdad espanta cuando no podemos hacer nada por cambiarla. Ésta es probablemente la razón por la que se utilizan tan poco imágenes desasosegantes en campañas que hablan de gente que está sufriendo. Los diseñadores saben que, aunque lo mostrado sea cierto, puede producir rechazo. Si las personas no están seguras de poder hacer algo por cambiar esa realidad, tenderán a apartar la mirada de la pantalla o preferirán pasar la página del periódico. La misma magnitud de la tragedia puede jugar en contra de los necesitados.

Parece, sin embargo, que las imágenes reales, aunque sean muy crudas, son asimiladas cuando los receptores tienen la impresión de que pueden hacer algo a favor de los damnificados. Un mensaje que podría resultar excesivo o insoportable cuando tenemos sensación de impotencia, se puede convertir en un estímulo para la acción en los momentos en que sabemos que podemos cambiar las cosas. La sensación de control sobre la situación nos permite conocer la verdad sin asustarnos. Es esperanzador que muchos seres humanos empiezan a creer que su intervención puede ser, de verdad, uno de los granos de arena que construyan la montaña. Es posible que ahora, poco a poco, podamos empezar a tolerar imágenes como las de Underground sin apartar la mirada. Porque ahora sabemos que podemos hacer algo para que no se repitan.

(2003)

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