Por JAIME GÓMEZ MÁRQUEZ
Desde un punto de vista biológico, el instinto de caza es necesario para que los animales carnívoros puedan capturar a sus presas y alimentarse. En la naturaleza, la caza juega también un importante papel como regulador del tamaño de las poblaciones animales, contribuyendo al mantenimiento del equilibrio entre las diferentes especies del ecosistema, y en la selección natural de los organismos más capacitados y la eliminación de individuos débiles, heridos o enfermos.
En el caso de la especie humana —con la excepción de pequeñas poblaciones que necesitan cazar para alimentarse— la obtención de carne para nuestra alimentación ya no depende de la caza. La mayoría de nuestras sociedades han desarrollado sistemas de ganadería, a pequeña y gran escala, que proveen regularmente de carne a las personas sin tener que recurrir a la caza.
El desarrollo urbano e industrial y las grandes infraestructuras, junto con el aumento paulatino e incontrolable de la población humana, han roto el equilibrio natural en numerosos y extensos territorios de nuestro planeta y como consecuencia de ello las especies salvajes cada vez tienen menos territorio para vivir en libertad. Es en este contexto donde la actividad cinegética tiene sentido como un medio de controlar las poblaciones de animales salvajes en un territorio cada vez más menguante. Sin embargo, este control debe estar supervisado por expertos (principalmente biólogos y veterinarios) y no por federaciones de cazadores, porque si no puede utilizarse como pretexto para matar indiscriminadamente a muchos animales. Cualquier exceso por parte de los cazadores legales (y por supuesto de los furtivos) debería ser perseguido y sancionado por parte de la Administración y los tribunales de Justicia. Las administraciones públicas tienen que preservar y ampliar los espacios naturales protegidos y los representantes de los ciudadanos, legislar para proteger la naturaleza y conservar la biodiversidad.
Es interesante resaltar que algunos mamíferos, como por ejemplo el zorro, juegan un papel protector y benefactor de los humanos en el sentido de evitar la transmisión de determinadas enfermedades y de proteger las cosechas. Los zorros son necesarios para mantener controlada de forma natural la población de roedores y esto es muy beneficioso para la protección de las cosechas y para la salud porque reduce drásticamente la enfermedad de Lyme, que es transmitida por garrapatas.
La caza se convierte en una actividad cruel e innecesaria cuando se hace por diversión o deporte y no entiendo dónde está el placer de matar un conejo, una perdiz o un elefante. La caza solamente debería autorizarse cuando su objetivo es controlar las poblaciones animales en la naturaleza o en los espacios protegidos y debería prohibirse como actividad deportiva. Si lo que a uno le gusta es disparar puede hacerlo sobre multitud de objetos inanimados, tanto estáticos como en movimiento. Los únicos disparos que tendrían que hacerse en la naturaleza son los de las cámaras fotográficas.
Si la caza como actividad lúdica o deportiva es moralmente rechazable, porque no tenemos ningún derecho a quitarles la vida a otros animales solo para divertirnos, no lo es menos el maltrato animal. Hay individuos que se divierten o se lucran maltratando a los animales e incluso algunos hacen alarde de su crueldad en las redes sociales. La sociedad tiene que proteger a los animales de los desalmados y explotadores, educar a nuestros jóvenes en el respeto a la naturaleza, reprobar socialmente el comportamiento de estos individuos y castigarlos con el código penal. Si no respetamos la naturaleza tampoco seremos merecedores de respeto y al final en este genocidio ecológico, provocado por la caza y otras actividades humanas, todos saldremos perdiendo.
26/01/2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario