martes, 29 de noviembre de 2016

Noviembre negro


La Declaración de Balfour hace 99 años marcó el inicio de un proyecto colonial de proporciones trágicas

Por ILAN PAPPÉ

Noviembre es un mes doloroso en el calendario palestino. Está salpicado de días conmemorativos que tienen en común un tema: la partición de Palestina.

Hoy [2 de noviembre de 2016] es el 99 aniversario de la Declaración Balfour. Aunque no hablaba de partición, se sembraron las semillas de la misma que finalmente permitieron que el movimiento sionista tomase Palestina.

El 15 de noviembre se conmemora la Declaración de la Independencia de Palestina (promulgada por el Consejo Nacional Palestino, CNP) que, de mala gana, era un consentimiento nacional palestino, reacio a la partición, a pesar de la injusticia y la criminalidad involucradas en un acto de este tipo.

Al final del mes, el día 29, conmemoramos la resolución nº 181 de la Asamblea General de la ONU, que recomendó en 1947 la Partición de Palestina en dos estados.

Al poner en secuencia cronológica correcta, podemos ver una línea directa entre la Declaración Balfour de 1917, la resolución de Partición de la ONU de 1947 y el documento del CNP de 1988. Vale la pena invertir nuestro tiempo en volver a leer las sabias palabras de Edward Said sobre la Declaración Balfour:

«Lo que es importante de la Declaración, en primer lugar, es que ha formado durante mucho tiempo la base jurídica de las reivindicaciones sionistas en Palestina, y en segundo lugar y más cruciales para nuestros propósitos aquí, es que era una declaración cuya fuerza posicional sólo puede ser apreciada cuando el grupo demográfico, o las presencias físicas de los palestinos, se comprenden con claridad. Mientras la Declaración se hizo (a) por una potencia europea (b) sobre un territorio no europeo (c) con una indiferencia total tanto de la presencia como de los deseos de la mayoría de los habitantes nativos de ese territorio, y (d) que conformó una promesa de este mismo territorio a otro grupo extranjero, acerca de que este grupo extranjero podría, literalmente, constituir dicho territorio como el hogar nacional para el pueblo judío.»

De hecho era más que eso: permitió un movimiento colonial, que apareció más tarde en la historia, para concebir un proyecto exitoso incluso antes de poner concretamente un pie en la tierra o haber tenido una presencia geográfica y demográfica significativa allí.

'La lógica de la eliminación del nativo'

La población nativa de Palestina estaba mucho mejor equipada que los indios americanos o los aborígenes australianos para hacer frente al peligro de un sionismo recién llegado.

También tenían mayor comprensión de la autodeterminación y la nacionalidad que cualquiera de los otros pueblos indígenas de ese momento.

En 1917 los palestinos habitaban casi exclusivamente su tierra natal y poseían la mayor parte de sus tierras. Sólo con la ayuda de las bayonetas británicas podría el proyecto colonial del sionismo sobrevivir en sus primeras etapas de las revueltas palestinas de 1920, 1921, 1929 y, en particular, de 1936.

El ejército británico empleó una inmensa fuerza, que incluía la Real Fuerza Aérea, para sofocar el levantamiento palestino de 1936, que duró tres años y terminó con la eliminación británica de la dirección nacional palestina, tanto por los asesinatos como por el exilio.

Este fue el principal legado del proyecto Balfour: no tanto por la consagración de su texto sino por la política que siguió y que condujo finalmente a la catástrofe de 1948.

Había funcionarios británicos en su país y en el terreno que tenían dudas y reparos acerca de la alianza con el sionismo. Tenían algo que decir cuando el Gobierno británico envió una Comisión Real de investigación para estudiar los orígenes de la revuelta de 1936.

La comisión esperaba poder rectificar algunas de las injusticias sugiriendo la partición entre los colonos y la población nativa.

La dirección sionista instó a los británicos a transferir a los palestinos de cualquier área que fuera concedida a los colonos sionistas, pero esto era algo que Londres se negó a hacer.

Sin embargo, al legitimar la partición de Palestina como una «solución» con el aval internacional, Gran Bretaña asoció claramente esta resolución geográfica con el proyecto básico de cualquier movimiento colonial, que tan brillantemente definiera el fallecido Patrick Wolfe como «la lógica de la eliminación del nativo».

El mundo árabe apoyó el rechazo palestino y esperaba en un primer momento cambiarlo por medios diplomáticos. Cuando se hizo evidente durante los primeros meses de 1948 que la limpieza étnica de Palestina había comenzado en serio, la opinión pública árabe demandó más de sus gobiernos.

Con semejante bendición no era de extrañar que, a partir de ese momento, la partición y la limpieza étnica fueran de la mano en el pensamiento y la práctica sionistas.

Cuando el gabinete británico anunció su decisión de abandonar Palestina a principios de febrero de 1947 y se refirió al futuro del país ante la ONU, surgió la oportunidad histórica de fundir una vez más la partición con la transferencia de la población.

Esta vez la dirección sionista no buscó la legitimidad internacional para la transferencia; venía implícita con la partición. Se asumía correctamente que la partición, en particular dos años después del Holocausto, se aceptaría internacionalmente como una solución justa, moral y razonable.

Lord Balfour en Jerusalén en 1925.
Un crimen europeo

El natural rechazo palestino a la idea de repartir su tierra natal con los colonos, la mayoría de los cuales sólo habían llegado unos pocos años atrás, cayó en oídos occidentales sordos.

Instalar a los judíos en Palestina, sin la necesidad de llegar a un acuerdo por lo que Europa hizo con ellos en la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en la salida más fácil del momento histórico más feo de Europa.

Como es evidente hoy por los documentos, la dirección sionista consideraba la resolución de la partición como la legitimación internacional de un Estado judío en Palestina y el rechazo de Palestina como pretexto válido para la limpieza étnica de la población nativa.

El mundo árabe apoyó el rechazo palestino y esperaba en un primer momento a través de medios diplomáticos cambiar la resolución. Cuando se hizo evidente durante los primeros meses de 1948 que la limpieza étnica de Palestina comenzaba en serio (a principios de mayo la mayoría de las ciudades palestinas fueron despobladas y algunas arrasadas por completo por las fuerzas sionistas), la opinión pública árabe exigió más de sus gobiernos.

El colmo fue la matanza de Deir Yassin de abril de 1948. En sus principios, la Liga Árabe comenzó a coordinar una operación militar a gran escala para detener la destrucción de Palestina.

No todos los líderes árabes estaban realmente interesados en este objetivo y ninguno de ellos estuvo dispuesto a aportar una fuerza militar significativa a la campaña.

El resultado fue una derrota total por las fuerzas israelíes que continuaron, sin ningún reproche o intervención internacional, la limpieza étnica de los palestinos.

Ocupación

Dos áreas quedaron fuera del alcance de Israel: la Franja de Gaza y Cisjordania. No porque Israel careciera en ese momento de poder para ocuparlas, sino porque sus líderes decidieron que Cisjordania era un pasivo demográfico y la Franja de Gaza podría servir como un gran receptor de los cientos de miles de refugiados que Israel empujó hacia el sur de Jaffa y Jerusalén.

Sin embargo, desde 1948, un grupo venía operando en Israel exigiendo la ocupación de estos últimos restos de Palestina. La oportunidad llegó en 1967.

Poco después se hizo evidente que, al menos para algunos de los israelíes, este no fue un hecho positivo. La ocupación de las tierras de millones de palestinos resultó ser un inesperado dolor de cabeza político y, por un tiempo, una carga financiera.

Surgió entonces el campo de la paz israelí que nació con la voluntad de controlar estas dos áreas desde fuera y que se les concediera la autonomía. Y más tarde algunos miembros del movimiento estuvieron dispuestos a llamar a estas áreas un Estado.

Al mismo tiempo los colonos, con y sin el beneplácito del Gobierno, comenzaron a ocupar Cisjordania y la Franja de Gaza.

Al igual que en 1936, y luego en 1987, un pueblo oprimido trató de sacudirse el proyecto colonial. Esta vez hubo alguna reacción internacional positiva que otorgó a la Organización de Liberación de Palestina (OLP) la esperanza de impulsar la causa. Parecía que incluso EE UU, en la era posterior a la Guerra Fría, podría cambiar su actitud.

La sustitución de presencia con la ausencia

La bendición americana vino con un precio: la exigencia de que la OLP reconociera la partición de Palestina y aceptase la pérdida de casi el 80 % de la tierra natal.

La Declaración de Independencia navegó entre el pragmatismo exigido y la lealtad a los principios morales y básicos del movimiento de liberación. La partición fue reconocida como un delito además de un hecho consumado.

A pesar de la injusticia histórica hecha al pueblo árabe palestino con su desplazamiento y la privación del derecho a la autodeterminación tras la adopción de la Resolución 181 de la Asamblea General (II) de 1947, que dividió a Palestina en un Estado árabe y un Estado judío, esa resolución, sin embargo, sigue estableciendo condiciones previas a la legitimidad internacional que garanticen al pueblo árabe palestino el derecho a la soberanía y la independencia nacional.

Esto podría haber funcionado si la partición hubiera tenido una verdadera estrategia o visión del Estado colonizador de Israel. Sin embargo la concesión total de exclusividad en la propiedad demográfica y geográfica es un escenario impensable para cualquier proyecto colonial. El objetivo es desplazar a los nativos y sustituirlos. O como dijo muy bien Edward Said, la sustitución de la presencia con la ausencia.

Desde la perspectiva israelí/sionista, la partición sólo puede ser un medio para completar el proyecto del colonialismo, nunca se puede utilizar para limitar o abandonar el proyecto.

De este modo, la Declaración de Independencia no afectó a la realidad sobre el terreno, así como tampoco lo hicieron los siguientes intentos internacionales, regionales o locales para revender la idea de la partición como una «solución de dos estados».

El discurso sobre la partición continuó, mientras que la realidad del colonialismo iba tapando casi cada pulgada de la Palestina histórica.

Noviembre es un buen mes para reflexionar sobre por qué la partición, que se describe en la jerga estadounidense como la mejor manera de mantener felices a los vecinos, iguala a la ocupación, la colonización y la limpieza étnica.

Las semillas se sembraron en 1917, se cosecharon en 1947 y envenenan el país desde entonces. Es el momento de adoptar un punto de vista moral y político nuevo en esta historia en aras de un futuro mejor.



jueves, 24 de noviembre de 2016

Las raíces olvidadas de la 'democracia' representativa


Por PEDRO OLALLA

La lucha declarada contra el absolutismo y la pretensión de reemplazarlo por un sistema de gobierno representativo fue la razón de ser de una corriente filosófica que, a finales del siglo XVII, intentó rescatar del olvido las antiguas ideas griegas sobre la esencia política del hombre y sobre la soberanía que emana de la sociedad en su conjunto. Esta actitud, defensora de las libertades individuales frente a los abusos de un poder amparado en su presunto origen divino, recibió el nombre de liberalismo, un nombre sonoro bajo el que, con el tiempo, se han ido cobijando ideas poco afines y contrarias aun a sus principios.

Fue un profesor de griego y de retórica, formado también como médico, quien dio los primeros pasos por esa nueva senda liberal: John Locke. Locke habló de la vida, de la libertad, de la propiedad y de la búsqueda de la felicidad como derechos inalienables de todo ser humano; razonó que el estado salvaje y la ley del más fuerte no garantizan la existencia de tales derechos; explicó que el hombre se agrupa en sociedad y acepta poner límites a su libertad inherente para salvaguardar precisamente esos derechos básicos; y recordó que, si la autoridad creada por una sociedad para garantizar tales derechos fracasa en su misión o atenta contra ellos, desaparece su razón de ser, y dicha sociedad tiene la potestad de retirarle el mismo poder que le confiere. Locke escribió sobre derechos físicos inalienables, sobre un acuerdo tácito esencial entre gobernantes y gobernados, sobre una soberanía compartida por todos, y sobre un parlamento que la exprese y que redacte leyes justas para ser cumplidas igualmente por todos. En esa misma lucha contra el absolutismo y sus prerrogativas tradicionales, otros espíritus abiertos e ilustrados siguieron concibiendo argumentos para reivindicar la participación de la sociedad en la toma de decisiones políticas: Montesquieu, contra el derecho divino y a favor de la división de poderes y de un sistema constitucional de gobierno; Voltaire, contra la intolerancia religiosa y a favor de los derechos civiles; Rousseau, en defensa de la voluntad general, de la soberanía popular y el interés común.

Las ideas de ese primer liberalismo —derechos inherentes, dignidad del individuo, libertad de expresión, libertad de conciencia, igualdad ante la ley, división de poderes, gobierno representativo, constitucionalismo— inspiraron sin duda a los líderes que pusieron en marcha la Independencia de Estados Unidos y la posterior Revolución francesa. Los vencedores de esas revoluciones, y de otras muchas que, a su calor, estallaron después, conciliaron los principios del liberalismo con las aspiraciones de la burguesía emergente y crearon mecanismos de participación política parlamentarios y constitucionales en la línea representativa propia del republicanismo romano; pero no resucitaron la antigua democracia. Pusieron en marcha, eso nadie lo duda, un nuevo y decisivo proceso histórico de conquistas frente al absolutismo y la concentración del poder, y lo hicieron utilizando el nombre —entonces sospechoso y denostado— de la democracia; pero la democracia auténtica —directa, asamblearia, en un continuo referéndum, sin división de poderes, con identificación real entre gobernantes y gobernados, con igualdad política real entre los ciudadanos— no fue recuperada en ese intento, y no lo ha sido aún, dos siglos después de aquellas llamas.



sábado, 19 de noviembre de 2016

La fatua del Consejo Militar Supremo del Ejército de la Conquista sirio

 

El Consejo Militar Supremo del Ejército de la Conquista que controla los barrios del este de Alepo, emitió la siguiente fatua:

DECLARACIÓN AL PACIENTE PUEBLO DE ALEPO
Alabado sea Alá que, con su apoyo, glorificó a sus adoradores y, con su poderío, ha humillado a los enemigos del Islam. Paz para nuestro Maestro y nuestro Profeta Mahoma, para su familia y sus compañeros hasta el Día del Juicio Final.

El Alto Mando del Ejército de la Conquista está plenamente consciente de la dimensión de los sufrimientos que ha sufrido pacientemente el pueblo de Alepo, bombardeado y sitiado por el régimen. Luego de haber consultado a los muyahidines de otras facciones, hoy anuncia por medio de la presente declaración que autorizará a los civiles de menos de 14 años y de más de 55 años a abandonar los sectores bajo su control, a condición de que los que quieran partir entreguen, en nombre de la yihad, una suma de 150.000 libras sirias para respaldar a los hermanos que combaten en el frente.

Con el permiso y ayuda de Alá, prometemos a ustedes una gran victoria. Apresuren ustedes el paso hacia un paraíso más grande que el Cielo y la Tierra. Si no pueden ustedes participar personalmente en la yihad, háganlo contribuyendo con dinero. Obedezcan a Alá y gánense así la entrada a su Paraíso. Lleven ustedes la buena noticia a quienes son pacientes.

Los civiles que han tratado de escapar hacia los barrios bajo control de la República Árabe Siria [el gobierno de al-Assad] han sido abatidos por los yihadistas.

La realidad es que, al cabo de un largo periodo bajo la ocupación de los yihadista, quienes venden los alimentos a precio de oro, ninguna familia puede hallarse aún en condiciones de reunir la suma exigida para pagar por la salida de los niños y personas de edad avanzada.

El Consejo Militar Supremo del Ejército de la Conquista está encabezado por el Juez Supremo del Tribunal de la Sharia, el jeque saudita Abdullah al-Muhaysini, quien ha expresado repetidamente su fidelidad a Al-Qaeda. En una entrevista transmitida el 28 de octubre de 2016, el jeque al-Muhaysini precisó que los yihadistas presentes en Siria son extranjeros acompañados de algunos colaboradores sirios, e incluso criticó a los sirios porque no participan en la yihad.

El Ejército de la Conquista es una coalición de varios grupos armados reunidos alrededor del Frente al-Nusra o sea Al-Qaeda en Siria–, recientemente rebautizado como Frente de Liberación de Siria (Fatah al-Sham).

martes, 15 de noviembre de 2016

La confusión del veganismo

Por CLAUDIO BERTONATTI

Uno de los grandes problemas ambientales es que las verdades se mueven reptando lentamente por la selva mientras que las mentiras vuelan rápido por cielo despejado. Otro de los problemas es que desde las buenas intenciones se pueden tomar malas decisiones.

Por eso dedico este artículo a quienes dejaron de alimentarse con carne por compasión o solidaridad con los animales. No lo dirijo, entonces, a quienes evitan su consumo por motivos nutricionales, filosóficos o religiosos. Tampoco resultará apto para fanáticos, fundamentalistas o para quienes no dudan de sus creencias u opiniones. No pretendo herir a nadie.

Hay personas que suponen que al evitar el consumo de carne no matan animales. Tengo una pésima noticia para ellas: no es cierto. El más despojado plato de arroz o un simple pedazo de pan también implica un impacto mortal para muchos animales. Que no lo veamos ni sepamos es otro tema. Pero la muerte está presente de un modo inevitable. No existe el desarrollo humano con impacto ambiental cero: para que nosotros podamos vivir muchas formas de vida deben morir. Esta afirmación es chocante pero es una de las verdades más obvias de la ecología, que es la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su ambiente.

Vegetariano u omnívoro

Aclaro que fuí vegetariano. En mi adolescencia creía que era una forma de evitar el sufrimiento y la muerte de los animales. Después de un par de años volví a ser omnívoro. Les explicaré los motivos, advirtiendo que no pretendo convertir a nadie a ninguna filosofía o estilo de vida. Sólo busco arrimar información, impresiones y experiencias para ayudar a quienes quieran revisar sus decisiones alimenticias con implicancias ambientales.

¿Qué me hizo cambiar de opinión y de conducta? La constatación de la realidad ambiental en el terreno y, fundamentalmente, la comparación de los campos donde se producen nuestros alimentos. Por eso, les propongo repetir el ejercicio. Visiten un campo ganadero y otro agrícola en una misma región y anoten la diversidad de formas de vida que ven en cada uno de ellos. Este ejercicio se puede hacer registrando solo la presencia de aves, anfibios, reptiles, peces, mamíferos, mariposas, hongos o plantas, o de todos estos grupos.

El resultado será inequívoco: un cultivo (soja, trigo, maíz o arroz, para mencionar los más extendidos) no conviven con mucho más que sí mismos. Incluso, sucede esto con la huerta más orgánica del mundo. Las especies animales no sólo no son bienvenidas sino que en los cultivos no orgánicos (la mayoría) son combatidas con biocidas o agrotóxicos (venenos), cuando no, tiros u otras formas de lucha para evitar la presencia de predadores que ocasionan daños y pérdidas económicas.

Una de las impresiones más contundentes fue el contraste entre la abundante vida silvestre de los esteros y arroyos del nordeste argentino con las arroceras vecinas. En estas últimas no había lugar para carpinchos, ciervos de los pantanos, lobitos de río, boas curiyú, garzas, gallaretas ni patos. Para cultivar arroz se drenan esos esteros, arroyos y riachos para que les deriven su agua y muchas veces, terminan secos o muertos, sin vida. Como se empobrecen o destruyen esos ambientes naturales muchos animales silvestres desamparados buscan refugio o comida en los cultivos que los han reemplazado. Y ahí se desata un segundo golpe. Para evitar que las aves o mamíferos coman los granos o brotes se esparcen semillas envenenadas o se traen tours de cazadores salvajes a desterrarlos a tiros de plomo (también contaminante). Nadie que sepa esto puede decir que por no comer carne y alimentarse con arroz, por ejemplo, no se matan animales.

Claro, la muerte es distinta porque ocurre más lejos, de un modo difícil de ver y variada en su forma (alterando el ambiente, envenenando o disparando balas). Una característica fundamental es que no se matan puntualmente los animales domésticos a consumir (para los que hay una sensibilidad más desarrollada), sino una enorme cantidad de animales de una gran diversidad de especies silvestres: desde invertebrados hasta peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Estos impactos se tornan «invisibles» a la distancia de una gran ciudad y en consecuencia son poco emotivos. Y lo que no emociona no es evocado.

Por desconocimiento, entonces, se tiene mucha más sensibilidad por los animales domésticos que por los silvestres (como si estos últimos tuvieran menos derechos), cuando el nivel de preocupación debería ser inverso. A diferencia de lo que ocurre con las variedades domésticas, las especies silvestres que se extinguen no tienen reposición. Este disparate tiene un correlato coherente, aunque irracional. Entre muchos vegetarianos y veganos hay dolor o lamento constante por la muerte de animales domésticos (que vale la pena aclarar, están fuera de peligro de extinción porque se crían a gran escala) y un silencio sepulcral ante la muerte de la multitud de individuos de especies diferentes de la fauna salvaje. O lo que es peor, ante la desaparición del ambiente en el que conviven miles de formas de vida, muchas veces, de especies amenazadas.

Ganadería y agricultura

Por otro lado, con respecto a la ganadería, cuando se practica de un modo extensivo (o sea, a campo) se pueden ver garzas, ranas, culebras, peces, zorrinos, zorros, gatos monteses, hurones, perdices, hongos y muchas otras formas de vida entre los vacunos, los lanares o los caballares. Y si fuera realizada sobre pastizales nativos, es posible la convivencia hasta con especies amenazadas como los venados de las pampas y el yetapá de collar.

Pero la ganadería viene cediendo terreno a la agricultura. Y, de hecho, la expansión de la frontera agrícola (junto con la urbana) viene siendo desde hace décadas la principal amenaza para la naturaleza argentina, dado que va arrasando con nuestros bosques, selvas, montes, sabanas, esteros y pastizales para reemplazarlos por campos de cultivo. Si la humanidad se hiciera vegana para la naturaleza sería una tragedia.

Está claro que de una u otra forma la humanidad debe alimentarse y eso genera ineludiblemente un disturbio en la naturaleza, ya sea para reemplazarla o para intervenirla. Y cuando nuestra población crece como lo hace desde hace siglos, de un modo irresponsable o desentendido de la capacidad de carga del planeta, la agricultura se transforma en el mecanismo más fácil para proveer alimentos a gran escala y, en consecuencia, a gran impacto ambiental.

Desde luego existen formas más amigables de cultivar, pero no se practican a gran escala y menos en el contexto de crecimiento poblacional mundial.

También existen formas menos cruentas de matar a los animales, pero cuando uno es sensible, hasta la eutanasia programada duele. Lo cierto es que existen técnicas para aplicar una «muerte humanitaria», que es inmediata, evitando maltrato, crueldad y agonía. Si se aplicara en los mataderos o «criaderos» se evitaría el maltrato y agonía que caracteriza a muchos de ellos. Ojalá tuvieran esta oportunidad los miles de animales silvestres que mueren cotidianamente envenenados por el uso de agroquímicos, mal heridos o baleados por los cazadores asociados con la defensa de los cultivos o los que quedan hambrientos y sin refugio porque su ambiente fue arado.

Para evitar que se maten animales la única solución es dejar de comer. Ya hemos visto que cualquier dieta capaz de sostenernos acarrea más muertes de las que imaginamos. Uno de los grandes temas a resolver a escala mundial es cómo transformar la actual producción industrial de alimentos en un modelo compatible con la conservación de los espacios silvestres. No sólo practicando agricultura y ganadería sostenibles y sustentables, sino también siendo más humanitarias con las demás formas de vida.

Este caso ejemplifica lo difícil que es catalogar de «blanco» o «negro» un tema ambiental. La realidad tiene abundantes tonos de «grises» y es más compleja a medida que nos interiorizamos en ella. Al principio, suele ser ingrato hacerlo porque sin anestesia destroza ideas utópicas propias de un mundo ideal. Así, concluiremos en elegir la opción menos mala en lugar de la más buena.

Nuestro mundo real es imperfecto y no tenemos otro. Es difícil cambiarlo si nosotros no cambiamos. El historiador escocés Thomas Carlyle (1795-1881) dejó una reflexión oportuna para esta situación: «¿Qué esta es una mala época? Pues bien, estamos aquí para hacerla mejor». Si aceptamos el desafío se hace ineludible detenernos a contrastar ideas y realidades para tomar decisiones inteligentes y buenas.

2015

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Esto es lo que ocurre en el bosque cuando nadie lo ve (y tal vez te robe el aliento)

UN ARROBADOR VISTAZO A LA INTIMIDAD DE UNO
DE LOS ESCENARIOS MÁS HERMOSOS
A LOS QUE TENEMOS ACCESO, EL BOSQUE.

Por JAVIER BARROS DEL VILLAR
29/09/2016

«Hay placer en los bosques inexplorados.»
Lord Byron  

Tal vez, cuando nadie lo observa, el bosque revela cosas tan hermosas que nuestra imaginación aún no alcanza a asir. Pocos espacios remiten con mayor fidelidad al término «santuario» que estos lugares, vigilados por árboles y adornados con ecosistemas seriados, que encabezan musgos, helechos, líquenes y fantasmas.

Este video documentado por el micólogo Paul Stamets, por cierto un tipo bastante inspirador, nos ofrece un vistazo a la intimidad del bosque. Esquivando el ritmo ordinario del tiempo, gracias a la instalación de cámaras que filmaron de manera ininterrumpida cientos de horas, este timelapse nos revela un fenómeno inédito para la mayoría: el nacimiento y crecimiento de distintas especies de hongos y otras plantas.

El material es parte de un largo y paciente estudio de Stamets, abocado a descubrir y entender el papel de los hongos dentro del bosque, su relación con los árboles, la tierra y el resto de los habitantes. Pero más allá del valor científico de este ejercicio, que sin duda será bastante rico, lo que esta vez nos lleva a compartirlo es la prístina belleza de lo que ocurre ahí adentro, en el bosque: la temporalidad biológica, húmeda, que jadea en silencio y presume un ritmo perfecto.

El bosque guarda secretos, y quizá los suyos sean los más preciosos de todos.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Gaia y la vida en la Tierra


 Por LYNN MARGULIS y DORION SAGAN

Para James E. Lovelock, químico atmosférico independiente, la mejor representación de la vida es un sistema ambiental que se automantiene y que se llama Gaia.

Gaia [o Gea] —nombre dado por el novelista inglés William Golding, respondiendo a solicitud de Lovelock y tomado de la antigua diosa griega de la Tierra— trabaja de manera muy misteriosa. Gaia, el superorganismo constituido por todo el conjunto de la vida en la Tierra, mantiene hipotéticamente la composición del aire y la temperatura de la superficie del planeta, regulando las condiciones para la permanencia de la vida. A pesar de que no se conoce bien la complicada red de relaciones biológicas que la vida utiliza para ello, el hecho de que la biota controle porciones de la superficie del planeta está tan bien establecido como el hecho de que nuestro cuerpo se mantiene a temperatura constante. Gaia, por tanto, se preocupa de que el nitrógeno y el oxígeno de la atmósfera, tan importantes para la vida, no se degraden en nitratos y óxidos de nitrógeno, en sales y gas hilarante, que podrían frenar todo el sistema. Si no hubiera una regeneración del oxígeno, por parte de los organismos fotosintéticos, constante y extendida por todo el planeta, si no se produjera también una liberación de nitrógeno gaseoso por parte de las bacterias respiradoras de nitratos y amoníaco, en poco tiempo nuestra atmósfera se haría inerte y venenosa. Bajo la influencia reactiva de una lluvia de rayos cósmicos que cayeran constantemente sobre ella, la Tierra no sería más acogedora para la vida de lo que pueda serlo el ácido planeta Venus. El medio ambiente de nuestro planeta es producto de la vida y es controlado por ella, en la misma proporción que la vida es producto del medio ambiente y está influenciada por él.

Lo que sorprende de nuestro planeta azul con salpicaduras blancas es que se haya mantenido en él la idiosincrasia de la vida, con su increíble diversidad y su peculiar unidad bioquímica. A los humanos, que estamos obligados a comunicarnos por medio de lenguas estándar, nos resulta difícil captar la idea que define la vida como un sistema autopoyético reproductivo. Sin embargo, según la idea de Lovelock, que él denomina teoría de Gaia, la biota terrestre, en la cual está incluida la especie Homo sapiens, es autopoyética: reconoce, regula y crea las condiciones necesarias para su continua supervivencia.

El registro fósil confirma la idea de que la superficie de la Tierra ha estado regulada continuamente desde el primer momento en que la vida microbiana apareció y empezó a extenderse. La hipótesis de Gaia, según la cual la temperatura y la composición de los gases reactivos de la atmósfera terrestre están regulados activamente por la biota, fue desarrollada por Lovelock cuando trabajaba para la NASA sobre la manera de detectar la existencia de vida en Marte. Vio que en la atmósfera terrestre coexistían gases que, cuando se trabaja con ellos en sistemas químicos sencillos, reaccionan con rapidez, con facilidad y en su totalidad para formar compuestos estables. Esos gases parece que actúen por su cuenta, sin observar aparentemente las leyes que rigen el equilibrio químico estándar. Lovelock observó que el comportamiento químico de la atmósfera terrestre era tan extraño que únicamente podría deberse a las propiedades colectivas de los organismos, es decir, de la biota. Y es que dicha biota, especialmente sus componentes microscópicos, produce constantemente cantidades asombrosas de aquellos gases reactivos. Lovelock creyó que, si buscaba aquellas improbables mezclas de gases en las atmósferas de otros planetas con espectroscopios montados en telescopios, podría detectar biosferas extraterrestres sin moverse de la Tierra. Al dirigir su atención a Marte, descubrió que allí había un equilibrio totalmente comprensible a partir únicamente de la física y la química. Aseguró la ausencia de vida en Marte al observar que allí no se daba el fenómeno de Gaia. Pero en 1975, la NASA, preparada para aterrizar en el planeta rojo, no quiso difundir la sencilla solución que Lovelock había hallado al antiquísimo problema de la existencia de vida en Marte.


Pero la batalla no estaba perdida. La nave espacial Viking se lanzó en 1975 y llegó a Marte en 1976, donde realizó dos vuelos orbitales y dos aterrizajes. Los experimentos bilógicos que se llevaron a cabo a bordo y en el suave aterrizaje en la superficie de aquel planeta tuvieron un éxito espectacular, mostrando en definitiva que no existen pruebas de la existencia de vida en el planeta rojo. El trabajo de Lovelock proporcionó la base para la comprensión de los resultados. Además, el análisis que hizo condujo a una nueva visión de la biosfera. Tan grande como el misterio de la vida en la Tierra. ¿Por qué tiene nuestro planeta una atmósfera que dista tanto de lo que cabría esperar basándose en la química? Dado que el oxígeno gaseoso constituye el 20 por ciento de la composición de la atmósfera, el relativo desequilibrio de metano, amoníaco, gases sulfurados, cloruro de metilo y yoduro de metilo entre otros, es enorme. A partir de los cálculos químicos, las cantidades de todos esos gases, que tan fácilmente reaccionan con el oxígeno, deberían ser mínimas e imposibles de detectar. Pero ahí están y se las encuentra en cualquier parte que se busque. Lo cierto es que la cantidad de gas metano presente en la atmósfera terrestre supera en 1035 (¡un uno seguido de 35 ceros!) veces la que cabría esperar si se considera la cantidad de oxígeno disponible para reaccionar con dicho gas. Otros gases tales como el nitrógeno, el monóxido de carbono y el óxido nitroso sólo son diez mil millones, diez y diez billones de veces, respectivamente, más abundantes de lo que deberían ser si se tiene en cuenta sólo la química.

Otro enigma está relacionado con la temperatura de la Tierra. A partir de las leyes de la física parece ineludible que la luminosidad total del Sol, es decir, su producción de energía en forma de luz, ha aumentado en los últimos 4.000 millones de años tal vez hasta un cincuenta por ciento. Sin embargo, las pruebas que se han obtenido a partir del registro fósil indican que la temperatura de la Tierra ha permanecido relativamente estable, manteniéndose el valor medio alrededor de los 22 grados centígrados (como la temperatura normal de una habitación), a pesar de las bajas temperaturas extremas que cabría esperar con aquel endeble Sol primitivo. Parece como sí, además de la regulación que la vida ejerce en la composición de los gases a escala planetaria, existiera también un control continuo de la temperatura de la Tierra. ¿Cuál es ese termostato oculto?

Rechazando soluciones místicas, Lovelock lanzó la teoría de que la biota, y especialmente el microcosmos bacteriano, debe de haber regulado el medio ambiente a escala planetaria desde su aparición en la Tierra. Las formas de vida reaccionan para perturbar las crisis geológicas y cósmicas; resisten los ataques a su integridad individual tanto como les es posible; y aquellas acciones individuales llevan a un mantenimiento general de las condiciones que son favorables para la supervivencia colectiva. (Esto no significa que no se hayan dado nunca fluctuaciones, porque las hubo. Por ejemplo, a juzgar por la amplia extensión de los bosques tropicales fósiles del Cretácico, el planeta era sensiblemente más cálido en tiempos de los dinosaurios y, antes y después de aquel periodo, extensas capas de hielo cubrieron parte del planeta. Pero entre estas fluctuaciones periódicas y después de ellas, el planeta se estabilizó y nunca llegó a las altas temperaturas de venus o a las bajísimas de Marte.)

Si la biota no hubiera respondido a importantes perturbaciones externas tales como el aumento de la luminosidad solar o los impactos de meteoritos, tan devastadores como las bombas nucleares, nosotros no estaríamos aquí ahora. Lovelock llegó a la conclusión de que la vida no está rodeada por un medio esencialmente pasivo al cual se ha adaptado, sino que se va construyendo una y otra vez su propio ambiente. La atmósfera, como una colmena o el nido de un pájaro, forma parte de la biosfera. Puesto que el dióxido de carbono se transforma dentro de las células y puede ser utilizado para controlar la temperatura del aire, parece probable que una de las maneras en que la vida regula la temperatura del planeta consista en modular el nivel atmosférico de dióxido de carbono.

Microcosmos
(1995)