jueves, 30 de octubre de 2008

La doble vida de Nicky Crane

En la portada del disco recopilatorio de 1981 Strength Thru Oi! sale la foto de un personaje icono de la estética skinhead, se llamaba Nicky Crane. Este personaje era un conocido skinhead neonazi británico con una gran reputación de violento, por lo que estuvo cuatro años en la carcel por agresiones racistas, entre 1981 a 1984, y otros seis meses del año 1986 por una pelea. A finales de los setenta ingresó en el partido neonazi británico The British Movement (El Movimiento Británico), del que fue un importante cabecilla en la ciudad de Kent.

El BM era un partido neonazi fundado en 1968 de la que formaron parte muchos skinheads fascistas de Gran Bretaña hasta que se disolvió en 1983, ingresando posteriormente varios de sus miembros en el British National Party (Partido Nacional Británico). Aunque en 1990 resurgió un grupúsculo bajo el mismo nombre.

Nicky Crane en 1987 fundó junto a Ian Stuart Donaldson (vocalista del grupo Skrewdriver que degeneró al fascismo) la organización racista de skinheads nazis Blood & Honour (Sangre y Honor), a quien conocía desde antes cuando formaba parte del equipo de seguridad de la banda.

Pero lo que nadie sabía era su doble vida, el violento skinhead racista asistía por las noches a locales gays, participó como mayordomo de la Marcha del Orgullo Gay londinense en 1986 y hasta en videos porno. Y en 1992 admitió en una entrevista para la televisión Channel 4 su homosexualidad lo que le empujó a romper con sus ex camaradas nazis. Tuvo que abandonar las ideas fascistas y convivió hasta su muerte, por SIDA en 1993, con su pareja, un hombre mayor que él y que era... judío.

¡Hipocresía fascista!

miércoles, 29 de octubre de 2008

Jornadas de Librepensamiento. Toledo

Los compañeros del grupo anarquista La Rosa Inflamable nos han enviado el cartel de las Jornadas de Librepensamiento que se van a celebrar en Toledo durante el próximo mes de noviembre. Aquí lo tenéis:

Despiden a la directora de un museo por exponer una rana crucificada

Bueno, en realidad, una réplica de una rana, que tampoco hay que ser tan sádico como para andar crucificando bichos: para hacer daño a los animales hay que, primero, disfrazarse de folklórico, en cuyo caso dirán que lo tuyo es arte.

A lo que vamos. La directora del Museo de Arte Moderno Bolzano (Norte de Italia) ha sido despedida por exponer esta obra:





Ah, ¿he dicho ya que había una queja de Ratzinger de por medio?

Visto en este enlace de Público.es

Pues digan lo que digan, a mí me parece que la rana tiene su gracia...

lunes, 27 de octubre de 2008

Propaganda atea

Por las calles de Londres, en estas fechas, se están paseando autobuses con un tipo de publicidad curiosa... La traducción de los carteles quiere decir:

«Probablemente Dios no existe. Deja ya de preocuparte y disfruta de la vida.»

La campaña está organizada por la Asociación Humanista Británica, y con la colaboración del biólogo Richard Dawkins.

Y en palabras del mismo Dawkins: «Esta campaña para colocar eslóganes alternativos en los buses de Londres hará pensar a la gente. Y pensar es el anatema de la religión.»

domingo, 26 de octubre de 2008

Sánchez Dragó, el censor

Cada vez que este «anarquista de derechas», como a veces ha llegado a autodefinirse el pseudointelectual de Fernando Sánchez Dragó, por el motivo que sea, menciona algo sobre el concepto de la Libertad, siempre recurre a una cita: «Decía Bakunin, fundador del anarquismo, que la libertad de las personas termina donde empieza la libertad del prójimo». ¿Pero qué dice tal personajillo mediático? Si el ruso Mijail Bakunin nunca dijo tal insensatez, su visión era la opuesta: «En fin, el hombre aislado no puede tener conciencia de su libertad. Ser libre, para el hombre, significa ser reconocido, considerado y tratado como tal por otro hombre, por todos los humanos que le rodean.»

Sánchez Dragó además de escribir libros, salir como tertuliano por televisión y vivir del cuento, también se atreve por Internet y tiene su propio Blog, El blog de Fernando Sánchez Dragó, donde también transmite sus opiniones personales. En una entrada del 8 de enero de 2006 escribió una queja dirigida a una ministra: Firmo la carta a la Ministra de Sanidad, en la que termina utilizando la susodicha frase. Pues bien, cansado de haberle leído y escuhado decir varias veces semejantes palabras (que algunos atribuyen a Confucio y otros a Rousseau, pero realmente es de autoría anónima), le escribo, aunque tarde, un comentario en el que le digo que Bakunin nunca dijo tales palabras, sino lo contrario. Y le añado este texto del mismo Bakunin como prueba y ejemplo:

«Yo no soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de los demás, lejos de restringir o de negar mi libertad, es, por el contrario, su condición necesaria y su confirmación. Me vuelvo libre, en el verdadero sentido, sólo gracias a la libertad de los demás: cuanto mayor es el número de personas libres que me rodea y más profunda y más grande y extensa su libertad, más profunda y mayor se torna la mía. Por el contrario, es la esclavitud de los hombres la que establece una barrera para mi libertad, su bestialidad implica la negación de mi humanidad porque, lo repito nuevamente, puedo considerarme una persona libre sólo cuando mi libertad, o sea, mi dignidad y mi derecho humano, cuya esencia es no obedecer a nadie y seguir la guía de mis propias ideas, es reflejada por la conciencia igualmente libre de todos los hombres y vuelve a mí, confirmada por el asentimiento de todos. Mi libertad personal, así confirmada por la libertad de todos los demás, se extiende al infinito.»

¿Sabéis la respuesta que me da...? La censura.

¡Vaya, Fernandito! ¿Con qué con esas vas? Cómo se ve que eres un ególatra elitista, que se cree un genio superior y no admite réplicas por parte del común, como yo, aunque tenga un argumento sólido que contradice tu creencia.

Post scriptum:

He vuelto a escribir el mismo comentario de Bakunin en la entrada del Blog de este personaje, y ha vuelto a ser borrada. Un auténtico censor arrogante...

Y, cómo no, el 22 de julio de 2009 ha vuelto a aceptarlo, tras una segunda intentona (¿se habrá dado cuenta de este escrito?).

miércoles, 22 de octubre de 2008

¿Huellas del Yeti?


El pasado lunes componentes de la expedición nipona Proyecto Yeti-Japón, formada en este año para localizar al Yeti en el Himalaya, aseguraban haber descubierto las huellas de un animal desconocido, en el Dhaulagiri IV, en Nepal: «Estamos convencidos de que son reales. las huellas y las historias contadas por la gente de este lugar nos da la certeza de que esto no es imaginario». Y como prueba presentan la foto de una huella de unos veinte centímetros de longitud (como ponen en todos los medios).

Yo cada vez que observo la foto de la huella, no veo nada extraño. Primero, que mide diecisiete centímetros, y no los veinte como dicen. Y segundo, creo que puede ser la huella de una especie de liebre de la zona (la liebre de orejas cortas o lanuda Lepus oiostolus, u otra especie sin catalogar).

domingo, 19 de octubre de 2008

Magos de las finanzas... y charlatanes

Reconozco que no estoy muy versado sobre temas económicos, y sólo sé que es algo que unos pocos conocen pero afecta a todos. El filósofo argentino Mario Bunge considera que muchas teorías económicas carecen de base empírica y que la economía no es todavía una verdadera ciencia social, sino una semiciencia; pero las políticas económicas neoliberales aplicadas en estas últimas décadas la han retrotraído hasta la pseudociencia.

La Asociación Británica para el Avance de la Ciencia (BAAS) todos los años organiza unas jornadas científicas de una semana de duración con un experimento de muestra, entre otras actividades. En el año 2001 invitaron al psicólogo Richard Wiseman para que realizará el experimento, el cual trato sobre la expeculación bursátil. Consistió en dar un dinero imaginario a tres participantes para invertirlo en el mercado de valores. Los tres fueron un analista de mercado, una astróloga y una niña de cuatro años. A cada uno se les dio a elegir cuatro compañias británicas entre cien. El analista se basó en sus años de experiencia, la astróloga en las fechas de formación de las empresas y la niña en cuatro papeles cogidos al azar entre los cien, con el nombre de las compañias, arrojados desde lo alto de una escalera. Días después se permitió cambiar de opciones y los resultados fueron con perdidas para los tres. La astróloga perdió menos que el inversor financiero, y la niña quedó por delante de ambos. El experimento se prolongó durante un año entero, dando al final similares resultados, la niña por delante y con ganancias. En palabras del mismo Wiseman:

Ésta no es la primera vez que la sabiduria de los analistas del mercado fue puesta a prueba y se la halló deficiente. En un estudio similar realizado en Suecia, un periódico nacional entregó 1.250 dólares a cinco inversores experimentados y a un chimpancé llamado Ola. Ola hizo su elección arrojando dardos a los nombres de las compañías que cotizaban en la bolsa de Estocolmo. Después de un mes, el periódico comparó las ganancias y las perdidas de cada competidor. Ola había superado a los magos de las finanzas.

Recientemente, tras tres días reunidos en la ciudad alemana de Lindau, catorce eminentes Premios Nobel de la Economía admiten no tener recetas para salir de la crisis. Mientras nuestros gobernantes deciden entregar dinero del erario público a los financieros, verdaderos responsables de la denominada recesión económica actual y producto de sus anteriores malas inversiones. Es como intentar apagar un incendio con gasolina o dar más dinero a un ludópata que ha perdido el suyo. ¿Y estamos en manos de estos inútiles? Qué razón tiene la vieja cita: «la economía es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los economistas».

jueves, 16 de octubre de 2008

«Creacionismo científico»

Un programa educativo inaprensible

En las ardorosas batallas jurídicas entabladas durante los primeros años de década de 1980 sobre la enseñanza de la biología evolucionista en las escuelas, los defensores de dar explicaciones «equilibradas» argüían que la «ciencia de la creación» debería enseñarse como una interpretación igualmente válida de los hechos.

Según mantenía Henry Morris, director del Instituto para la Investigación de la Creación, no buscaban introducir en las escuelas públicas una religión sectaria. El creacionismo científico, escribía, no «se basa en la revelación bíblica y sólo se sirve de datos científicos para apoyar y exponer el modelo de la creación». Morris y sus colegas solían aludir a un conjunto cada vez mayor de investigaciones creacionistas en biología y geología.

En lo más intenso del debate, dos biólogos universitarios, Eugenie Scott y Henry Cole, hicieron un examen de 1.000 publicaciones científicas y técnicas para analizar el tipo de investigación creacionista que podía enseñarse en las aulas. Según su informe de 1984, «no se descubrió nada parecido a una prueba empírica o experimental del creacionismo científico». Había algunas publicaciones de unos pocos creacionistas destacados que eran científicos profesionales, pero sus temas eran la preparación de alimentos, las tensiones soportadas por los aviones y otras materias no relacionadas con el creacionismo, pues la mayoría de ellos no eran biólogos.

Scott y Cole intentaron descubrir la existencia de originales presentados por creacionistas cuya publicación hubiera sido rechazada por las publicaciones científicas «establecidas». Tras haber examinado 68 publicaciones que habían recibido más de ciento treinta y cinco mil propuestas durante un trienio, descubrieron que sólo 18 habían sido escritas por científicos creacionistas, y doce de ellas eran artículos polémicos sobre educación científica. Los seis restantes, en su mayoría «refutaciones» de la evolución, habían sido enviados a revistas de biología y zoología, pero fueron rechazados por falta de competencia y profesionalidad.

Existe, por supuesto, la posibilidad de que las pruebas en favor del creacionismo sufran la «censura» de la exclusión por parte de publicaciones ortodoxas y con prejuicios evolucionistas, sin que importe su calidad profesional o de presentación. Pero, el hecho de que a lo largo de tres años se presenten seis artículos a 68 publicaciones, a duras penas puede ser indicio de una actividad de investigación floreciente capaz de producir nuevas interpretaciones y descubrimientos.

En la práctica, la totalidad de la bibliografía sobre «ciencia de la creación» está compuesta por libros y folletos publicados por el Instituto de la Ciencia de la Creación. En su mayoría se trata de argumentos contra la evolución basados en el razonamiento lógico de que, si la teoría evolucionista tiene fallos y puntos débiles o no puede dar razón de algunos hechos, quedaría demostrado que el creacionismo es correcto. Sus argumentos suponen que solamente existen dos opciones: el creacionismo o el evolucionismo darwinista.

No obstante, los profesores de ciencias sufren la presión de campañas públicas, algunas de ellas dirigidas por catedráticos con títulos de ciencias (en general no biológicas), quienes afirman que hay abundantes estudios científicos basados en conceptos creacionistas. Fundándose en esas afirmaciones, muchos padres, políticos y educadores han supuesto la existencia de un cuerpo de estudios científicos «creacionistas» publicados, que, en realidad, brilla por su ausencia.

RICHARD MILNER, Diccionario de la Evolución,1990.

lunes, 13 de octubre de 2008

La cara antidemocrática del capitalismo, al descubierto

El desarrollo de una campaña presidencial norteamericana simultánea al desenlace de la crisis de los mercados financieros ofrece una de esas ocasiones en que los sistemas político y económico revelan vigorosamente su naturaleza.

Puede que la pasión por la campaña no sea una cosa universalmente compartida, pero casi todo el mundo puede percatarse de la ansiedad desatada por la ejecución hipotecaria de un millón de hogares, así como de la preocupación por los riesgos que corren los puestos de trabajo, los ahorros y la asistencia sanitaria.

Las propuestas iniciales de Bush para lidiar con la crisis apestaban a tal punto a totalitarismo, que no tardaron en ser modificadas. Bajo intensa presión de los lobbies, fueron reformuladas «para claro beneficio de las mayores instituciones del sistema… una forma de deshacerse de los activos sin necesidad de fracasar o casi», según describió el asunto James Rickards, quien negoció en su día, por parte del fondo de cobertura de derivados financieros Long Term Capital Managemen, su rescate federal en 1998, recordándonos ahora, de paso, que estamos pisando vía ya trillada. Los orígenes inmediatos del presente desplome están en el colapso de la burbuja inmobiliaria supervisada por el presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, quien sostuvo la desafortunada economía de los años de Bush con una deuda basada en el gasto de los consumidores junto con los préstamos del extranjero. Pero las raíces son más profundas. En parte, se hallan en el triunfo de la liberalización financiera de los últimos treinta años, es decir, en las políticas consistentes en liberar a los mercados lo más posible de la regulación estatal.

Las medidas tomadas a este respecto, como era predecible, incrementaron la frecuencia y la profundidad de los reveses económicos graves, y ahora estamos ante la amenaza de que se desencadene la peor crisis desde la Gran Depresión.

También resultaba predecible que los reducidos sectores que se hicieron con los enormes beneficios dimanantes de la liberalización llamarían a una intervención masiva del Estado, a fin de rescatar a las instituciones financieras colapsadas.

Tal intervencionismo es un rasgo característico del capitalismo de Estado, aunque la escala actual es inaudita. Un estudio de los investigadores en economía internacional Winfried Ruigrok y Rob van Tulder encontró hace 15 años que, al menos 20 compañías entre las 100 primeras en el ranquin de la revista Fortune, no habrían sobrevivido si no hubieran sido salvadas por sus respectivos gobiernos, y que muchas, entre las 80 restantes, obtuvieron substanciales ganancias por la vía de pedir a los gobiernos que «socializaran sus pérdidas», como hoy en el rescate financiado por el sufrido contribuyente. Tal intervención pública «ha sido la regla, más que la excepción, en los dos últimos siglos», concluían.

En una sociedad democrática que funcionara, una campaña política tendría que abordar estos asuntos fundamentales, mirar a la raíz de las causas y de los remedios, y proponer los medios a través de los cuales el pueblo que sufre las consecuencias pudiera llegar a ejercer un control efectivo.

El mercado financiero «deprecia el riesgo» y es «sistemáticamente ineficiente», como escribieron hace ya una década los economistas John Eatwell y Lance Taylor, alertando de los peligros gravísimos que entrañaba la liberalización financiera y mostrando los costes en que, por su causa, se había ya incurrido. Además, propusieron soluciones que, huelga decirlo, fueron ignoradas. Un factor de peso es la incapacidad para calcular los costes que recaen sobre quienes no participan en las transacciones. Esas «externalidades» pueden ser enormes. La ignorancia del riesgo sistémico lleva a una aceptación de riesgos mayor de la que se daría en una economía eficiente, y eso incluso adoptando los criterios más estrictos.

La tarea de las instituciones financieras es arriesgarse y, si están bien gestionadas, asegurar que las pérdidas potenciales en que ellas mismas puedan incurrir quedarán cubiertas. El énfasis hay que ponerlo en «ellas mismas». Bajo las normas del capitalismo de Estado, no es asunto suyo tomar en cuenta los costes que para otros puedan tener –las «externalidades» de una supervivencia decente— unas prácticas que lleven, como suelen, a crisis financieras.

La liberalización financiera tiene efectos mucho más allá de la economía. Hace bastante tiempo que se comprendió que era un arma poderosa contra la democracia. El movimiento libre de los capitales crea lo que algunos han llamado un «parlamento virtual» de inversores y prestamistas que controlan de cerca los programas gubernamentales y «votan» contra ellos, si los consideran «irracionales», es decir, si son en beneficio del pueblo, y no del poder privado concentrado.

Los inversores y los prestamistas pueden «votar» con la fuga de capitales, con ataques a las divisas y con otros instrumentos que les sirve en bandeja la liberalización financiera. Esa es una de las razones por las que el sistema de Bretton Woods, establecido por los EEUU y la Gran Bretaña tras la II Guerra Mundial, instituyó controles de capitales y reguló el mercado de divisas.

La Gran Depresión y la Guerra pusieron en marcha poderosas corrientes democráticas radicales que iban desde la resistencia antifascista hasta las organizaciones de la clase obrera. Esas presiones hicieron necesario que se toleraran políticas sociales democráticas. El sistema de Bretton Woods fue, en parte, concebido para crear un espacio en el que la acción gubernamental pudiera responder a la voluntad pública ciudadana, es decir, para permitir cierto grado de democracia.

John Maynard Keynes, el negociador británico, consideró como el logro más importante de Bretton Woods el de haber establecido el derecho de los gobiernos a restringir los movimientos de capitales.

Por espectacular contraste, en la fase neoliberal que siguió al desplome del sistema de Bretton Woods en los años 70, el Tesoro estadounidense contempla ahora la libre movilidad de los capitales como un «derecho fundamental», a diferencia, ni que decir tiene, de los pretendidos «derechos» garantizados por la Declaración Universal de Derechos Humanos: derecho a la salud, a la educación, al empleo decente, a la seguridad, y otros derechos que las administraciones de Reagan y Bush han displicentemente considerado como «cartas a Santa Claus», «ridículos» o meros «mitos».

En los primeros años, la gente no se hizo mayores problemas con el asunto. Las razones de ello las ha estudiado Barry Eichengreen en su historia, impecablemente académica, del sistema monetario. Allí se explica que, en el siglo XIX, los gobiernos «todavía no estaban politizados por el sufragio universal masculino, el sindicalismo y los partidos obreros parlamentarios». Por consiguiente, los graves costes impuestos por el parlamento virtual podían ser transferidos a la población general.

Pero con la radicalización de la población y de la opinión pública acontecida durante la Gran Depresión y la guerra antifascista, se privó de ese lujo al poder y a la riqueza privados. De aquí que en el sistema de Bretton Woods «los límites a la democracia como fuente de resistencia a las presiones del mercado fueran substituidos por límites a la movilidad del capital».

El obvio corolario es que, tras la desmantelación del sistema de posguerra, la democracia se ha visto restringida. Se ha hecho, por consiguiente, necesario controlar y marginar de algún modo a la población y a la opinión pública, procesos particularmente evidentes en las sociedades más apropiadas al mundo de los negocios, como los EEUU. La gestión de las extravagancias electorales por parte de la industria de relaciones públicas constituye una buena ilustración.

«La política es la sombra que la gran empresa proyecta sobre la sociedad», concluyó en su día el más grande filósofo social norteamericano del siglo XX, John Dewey, y así seguirá siendo, mientras el poder resida «en los negocios para beneficio privado a través de un control sobre la banca, sobre el suelo y sobre la industria, un poder que se ve ahora reforzado por el control sobre la prensa, sobre los periodistas y sobre otros medios de publicidad y propaganda».

Los EEUU tienen, en efecto, un sistema de un sólo partido, el partido de los negocios, con dos facciones, republicanos y demócratas. Hay diferencias entre ellos. En su estudio sobre La democracia desigual: la economía política de la Nueva Era de la Codicia, Larry Bartels muestra que durante las pasadas seis décadas «los ingresos reales de las familias de clase media crecieron dos veces más rápido bajo los demócratas que bajo los republicanos, mientras que los ingresos reales de las familias pobres de clase trabajadora crecieron seis veces más rápido bajo los demócratas que bajo los republicanos».

Esas diferencias se pueden ver también en estas elecciones. Los votantes deberían tenerlas en cuenta, pero sin hacerse ilusiones sobre los partidos políticos, y reconociendo el patrón regular que, durante los últimos siglos, ha venido revelando que la legislación progresista y el bienestar social siempre han sido conquistas de las luchas populares, nunca regalos de los de arriba.

Esas luchas siguen ciclos de éxitos y retrocesos. Han de librarse cada día, no sólo cada cuatro años, y siempre con la mira puesta en la creación de una sociedad genuinamente democrática, capaz de respuesta dondequiera, en las urnas no menos que en el puesto de trabajo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Contradiciones cenetistas

Me llama la atención que desde la CNT se haga una crítica absoluta a la celebración del 12 de Octubre (Día de la Hispanidad), por su significado nacionalista, como bien exponen en este manifiesto. Y meses atrás, en abril, convoquen a la celebración del 23 de Abril en Villalar de los Comuneros (el día de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, según unos, o el Día Nacional de Castilla, según otros), como aquí se dice.

¿Qué pasa con la CNT? Es una de las organizaciones que más respeto, y en este caso creo que han perdido el rumbo. ¿Es que hay dos tipos distintos de nacionalismo?

Algunos de ellos deberían releer este artículo, por ejemplo, para saber orientarse en el futuro.

El experimento frustado más famoso de la psicología

Es muy frecuente que los guionistas de cine y televisión nutran su creatividad con las ideas que emanan de la investigación social, o utilicen ideas del mundo de la psicología para dar interés a sus tramas. Lo que no es tan frecuente es que reproduzcan en una película un experimento concreto o que hagan de una investigación psicológica el centro de su trama. Así sucede en la película alemana El experimento. Así, sin más adjetivos ni complementos. Sólo recordamos otra película que utilizara como eje central de la trama un experimento de psicología social. Se llamaba I como Ícaro y estaba protagonizada por Ives Montand en 1979. En aquel film se reproducía el experimento sobre la obediencia de Stanley Milgram. En El experimento se ilustra la también famosa experiencia dirigida por el profesor Philip Zimbardo en la Universidad de Stanford.

El profesor Zimbardo (1972) alcanzó gran celebridad en los años 70, gracias en parte a la extraordinaria difusión que tuvo su experimento. Sus videos sobre «el poder de la situación», como él los denomina, están en casi todas la facultades de Psicología de Europa y América. En estos materiales el propio director del estudio explica en qué consistió su experimento:

Queríamos ver qué ocurría al enfrentar a buenas personas con una mala situación. En este caso, la cárcel. Cada uno de los estudiantes voluntarios para el experimento fue cuidadosamente examinado. Todos tenían que estar física y psicológicamente sanos para poder participar. Un pequeño grupo de estudiantes fue elegido al azar para que hicieran de prisioneros y los otros fueron los guardias. Sorprendimos a los prisioneros arrestándoles en sus casas y en sus dormitorios. Una vez en la cárcel, uniformes y símbolos de estatus, normas y otros detalles, ayudaron a distinguir los dos grupos, que al principio eran indistinguibles. Los prisioneros sufrieron una serie de rituales para establecer su nueva condición de inferioridad. Vivían en celdas minúsculas. Se pasaban las 24 horas del día aquí, alejados de su entorno habitual. Sin embargo, los guardias hacían turnos de sólo ocho horas. Y cuando no estaban de servicio, volvían a su rutina diaria de estudiantes. Lo ocurrido nos sorprendió a todos. La fantasía se convirtió en realidad. El límite entre el personaje que cada uno interpretaba y su verdadera identidad personal, fue eliminado.

El cineasta alemán Oliver Hirschbiegel reproduce la esencia del experimento, pero sólo en sus aspectos básicos. A partir de las premisas originales elabora una trama que no tiene nada que ver con lo que pasó en la universidad de Stanford.

El profesor Zimbardo no acabó el experimento y, por tanto, no contrastó sus hipótesis. Debió pararlo por motivos éticos. Tenía la sensación de que lo que empezaba como pequeñas humillaciones, castigos e insultos podría ir más allá si no se cortaba a tiempo. De esta forma su estudio se convirtió en el ejemplo más claro de cómo lo que podríamos considerar, desde el punto de vista académico, un fracaso, pues no se averiguó qué hubiera pasado si hubierán estado dos semanas encerrados, se puede convertir en un éxito en cuanto al impacto en la opinión pública y en la historia de la disciplina.

¿Qué cree usted que hubiera hecho de haber estado en el papel de carcelero en el experimento de Zimbardo? ¿Y si hubiera sido un preso? Si va a ver El experimento recuerde que lo que va a salir en la pantalla es ficción, pura ficción.

FLORENTINO MORENO MARTÍN, El factor humano en pantalla. 2003

sábado, 11 de octubre de 2008

La crisis actual



Ayer viernes por la tarde en Londres ya ha dado el primer paso la protesta mundial contra la crisis económica y financiera que estamos padeciendo. Coreaban frases como: «¿Cúal dinero? ¡Nuestro dinero!». Como denuncia a que tengamos que ser «los de siempre» los que tengamos que costear las pérdidas de los verdaderos responsables de la crisis actual... Ver estas escenas de la televisión venezolana.

Héroes civiles

Si Aquiles es el héroe de guerra arquetípico, Sócrates es su equivalente civil. Sus enseñanzas resultaban tan amenazadoras para las autoridades de Atenas que se convirtió en blanco de su censura y al final fue juzgado y sentenciado a muerte por negarse a abjurar de sus ideas. Cuando equiparamos el heroísmo militar de Aquiles con el heroísmo civil de Sócrates vemos que, si bien los actos heroicos suelen realizarse al servicio de los demás o de los principios morales básicos de una sociedad, es frecuente que el héroe actúe en el punto de encuentro de fuerzas constructivas y destructivas. Según Hughes-Hallet, «las alas de la oportunidad están vestidas con las plumas de la muerte» porque los héroes se exponen a peligros mortales en su búsqueda de la inmortalidad. Tanto Aquiles como Sócrates, los dos grandes ejemplos de heroísmo, hallan la muerte siguiendo los códigos de conducta anticonvencionales de acuerdo con los cuales decidieron vivir.

La elección de Sócrates de morir por sus ideales es un ejemplo imperecedero del poder del heroísmo civil. Se nos dice que a la hora de cumplir la condena, Sócrates invocó la imagen de Aquiles en apoyo de su decisión de morir, en lugar de someterse a una ley arbitraria que silenciaría su oposición al sistema.

Recordemos el acto de audacia del «rebelde desconocido» que se enfrentó a una columna de diecisiete tanques que se dirigían a aplastar la revuelta de la plaza de Tiananmen, en Pekín, el 5 de junio de 1989. Aquel joven detuvo el avance mortal de una columna de tanques durante treinta minutos; luego se subió encima del primer tanque y allí, supuestamente, se puso a hablar con el conductor diciéndole: «¿Por qué estáis aquí? Mi ciudad es un caos por vuestra culpa; retroceded, daos la vuelta y dejad de matar a mi gente: marchaos de aquí». Aquel anónimo «hombre del tanque» se convirtió de inmediato en un símbolo internacional de la resistencia; encaró la prueba final del coraje personal con honor y definió para siempre la imagen emblemática del individuo que se enfrenta a un monstruo militar únicamente con su dignidad. Su imagen dio la vuelta al mundo y lo convirtió en un héroe universal. Hay muchas historias contradictorias sobre lo que le pudo suceder depués de estos hechos: algunos dicen que lo encarcelaron, otras que fue ejecutado, otras que pudo huir del país. Al margen de lo que pudiera haberle ocurrido, la revista Time reconoció su condición de héroe civil cuando lo incluyó en su lista de las cien personas más influyentes del siglo XX (abril de 1998).

El peligro físico que corren los civiles que actúan con heroísmo difiere de los actos heroicos de un soldado o de otros profesionales, porque éstos tienen un deber que cumplir y un código de conducta al que atenerse y porque han recibido una formación adecuada. De todos modos, aunque el heroísmo vinculado al cumplimiento del deber puede diferir del heroísmo que no tiene esta obligación, el compromiso y el potencial sacrificio que exige el acto heroico son muy similares en los dos casos.

lunes, 6 de octubre de 2008

Las antenas de telefonía móvil

En los últimos años se viene observando en España —más que en otros países de nuestro entorno— una preocupación por los posibles efectos patógenos de las antenas de telefonía móvil que raya en la histeria colectiva. Sin embargo, los principios científicos lo tienen claro: una radiación sólo puede tener tales efectos cuando interacciona con las moléculas de los seres vivos. Y la interacción de las ondas de radiación con las moléculas está perfectamente estudiada. Desde Max Planck, se sabe que hay una energía asociada a cada tipo de radiación. La energía de una radiación es directamente proporcional a su frecuencia. Y la frecuencia de las radiaciones que utilizan los teléfonos móviles es tan baja que su energía no puede modificar en absoluto nuestras moléculas. Sin alteración de las moléculas, no hay enfermedad.

Se argumentará que Planck podía estar equivocado. Pero es que las contribuciones de este científico constituyen parte de lo más básico de la ciencia del siglo XX. Si el trabajo de Planck es incorrecto, casi toda la física del siglo pasado se derrumba. Y, si casi toda la física estaba mal, ¿cómo hemos conseguido fabricar telefonos móviles?, por no hablar de poner un hombre en la Luna.

Frente a datos científicos de solidez extrema, se oponen argumentos subjetivos («parece que el niño duerme mal desde que pusieron la antena») o vagos («me han asegurado que...»). Pero lo cierto es que, tras numerosísimos y detallados estudios médicos y epidemiológicos, no se ha conseguido encontrar una correlación entre exposición a antenas de telefonía móvil y enfermedad. No podía ser de otra manera, cuando la vida en el planeta Tierra comenzó, y se ha perpetuado durante 4.000 millones de años, rodeada de radiaciones electromagnéticas de la misma naturaleza de las que ahora generan los teléfonos móviles. También aquí se ponen de manifiesto las limitaciones del método científico cuando los ciudadanos exigen que la ciencia demuestre que estas radiaciones no conllevan ningún riesgo para la salud. Como hemos visto antes, una de las limitaciones inherentes al método científico es que no puede demostrar algo negativo, como la ausencia de riesgo. Como mucho puede indicar, e incluso medir, la probabilidad (en este caso absolutamente despreciable) de que un riesgo se haga realidad. Lo irónico de esta situación es que, en paralelo a la histeria colectiva frente a las antenas de telefonía móvil, proliferan por doquier las instalaciones de rayos ultravioleta con fines estéticos, cuando las radiaciones ultravioleta son, según los mismos principios físicos de Planck y la amplia evidencia experimental, potentes mutágenos y cancerígenos.

Juan Ignacio Pérez Iglesias/Felix M. Goñi,
«Las actitudes anticientíficas y las sociedades abiertas».