jueves, 31 de marzo de 2011

Jeques y vikingos contra Libia y el nuevo «Plan Marshall»

Los «rebeldes» que en Libia se han levantado contra el régimen de Gadafi, enarbolan la anterior bandera monárquica. Echando un vistazo al DICCIONARIO LAROUSSE DE HISTORIA UNIVERSAL (1988), sobre el entonces rey libio pone:

IDRIS I: (Muhammad Idris al-Mahdi al-Senussi), primer rey de Libia (Giarabub 1890-El Cairo 1983). Nieto de Muhammad ibn Alí al-Senussi († 1859), que había pasado de Argelia a Cirenaica, sucedió a su tío Sayyid como jefe de los sanusíes (1917). Los italianos le reconocieron con el título de emir de los oasis de Kufra, Giarabub, Jalu, Awjila y Ajdabia (1920). En 1923, los fascistas le obligaron a marchar a Egipto; en 1940 organizó un cuerpo auxiliar del ejército británico. Vuelto a Cirenaica (1947), fue gobernador de Bengasi (1948), y, el 3 de diciembre de 1950, la Asamblea Nacional le eligió rey de Libia (Cirenaica, Tripolitana y Fezzán); lo fue efectivamente cuando se proclamo la independencia de su país (24 dic. 1951). Derrocado por un golpe militar (1969), se exilió y fue condenado a muerte en ausencia por corrupción (1971). En 1974 adquirió la nacionalidad egipcia.

La Cirenaica era su zona de influencia, y es la región libia donde ha empezado la revuelta antigadafista, que ha desembocado en una guerra civil. En una enciclopedia que tengo desde crío titulada ACTA 2000. ENCICLOPEDIA SISTEMATICA (Ediciones Rialp, 1977) en el Tomo 3 dedicado a «Geografía y Cartografía», cuando hablan de los países norteafricanos, cuyos datos no estaban todavía muy actualizados, y, en especial, sobre Libia nos pone, entre otras cosas:

Capital: Trípoli, 213.506 habitantes. Otra ciudad de importancia es Bengasi, residencia del Gobierno, 137.295.

Bandera: Tres franjas horizontales, roja, negra y verde, con una media luna y una estrella blancas en el centro.

Forma de gobierno: Monarquía hereditaria.

Vida económica: Libia es uno de los países más pobres del mundo. La zona costera es la única aprovechable para la agricultura (10 por ciento de la superficie) y se divide en oasis, los más ricos del norte de África, a lo largo del litoral, donde se dan palmeras de dátiles, olivos, cacahuetes y patatas, y la estepa, propia para el cultivo de cereales (cebada y trigo) y pastos. A esta zona extendieron los italianos su colonización. En las dunas florecen acacias, álamos y pinos. En la zona montañosa hay olivos, higueras, viñas y otros árboles frutales. En el subdesierto, la vegetación es escasa. En el desierto y Fezzan hay algunos fértiles oasis. El número total de olivos es de 3,4 millones y el de palmeras de dátiles, de 3 millones. La tercera parte de la población es nómada y se dedica al pastoreo (ovejas, cabras, dromedarios y caballos). Desde que en 1957 se descubrieron yacimientos de petróleo, cambiaron las perspectivas de la economía, que no cuenta con ninguna clase de ayuda extranjera. Los pozos de petróleo más importantes fueron descubiertos por ESSO (1959). Hay 22 compañías petrolíferas realizando prospecciones. La producción y exportación comenzó en 1961.

Historia: (…)

Durante la Segunda Guerra Mundial cobra un papel de gran importancia al convertirse en escenario de una de las campañas más decisivas de la contienda. Tras el triunfo aliado, Libia es ocupada por las tropas anglo-francesas, quedándose las primeras con Cirenaica y Tripolitana y las segundas con la región de Fezzan.

En 1949 es reconocido por las potencias ocupantes el emir Mohamed Idris al-Senussi.

Tres años más tarde, el primero de enero, Libia adquiere su independencia como Estado federado, dividido en tres provincias: Cirenaica, Tripolitana y Fezzan. Adopta la forma de monarquía hereditaria bajo el reinado de Mohamed Idris.

Con motivo de hacer desaparecer las bases tanto norteamericanas como inglesas, fueron evacuadas en 1966 las fuerzas de Inglaterra. La petición definitiva de llevar a cabo dicha evacuación se hizo en junio de 1967. En septiembre, el presidente Abdulhamid Baskkussch forma nuevo Gobierno.

Aunque la capital sea Trípoli, la sede del Gobierno estaba en Bengasi, una de las actuales ciudades rebeldes. En los años sesenta, y antes del golpe militar que derrocó la monarquía en Libia, se decía que era «uno de los países más pobres del mundo», a pesar del petróleo. Y ahora es considerado de los más ricos… Aunque el mando oficial de los bombardeos sobre el país sea la OTAN, los países que están encabezando la coalición militar son, curiosamente, los tres que ocuparon militarmente el país después de la Segunda Guerra Mundial: Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. ¿Puede ser esto un nuevo tipo de colonialismo? No lo sé. Pero las últimas guerras en las que las potencias occidentales han intervenido el petróleo, o su control, está por medio.

El heredero al trono libio y actual jefe de la Casa Real de Libia es Sayyid Muhammad al-Senussi, sobrino-nieto de Idris I, y vive en su refugio londinense, capital de una de las potencias atacantes. Pero también hay otro pretendiente, su primo el príncipe Idris al-Senussi, que vive a caballo entre Roma y Washington (Italia y EEUU). Este personaje, que ha manifestado abiertamente su simpatías por la rebelión armada en Libia, hace tiempo participó en una polémica en el Parlamento británico, este tal príncipe Idris había tejido una carísima red de influencias: logró que 41 miembros de la Cámara Baja firmaran una adhesión de apoyo a su candidatura como heredero al trono libio.

¿Qué pinta el Parlamento británico en una cuestión de herencias de un país extranjero? Da la sensación que se puede vislumbrar ciertos intereses neoimperialistas del Reino Unido, ¿o no? Si quieren el petróleo libio, ya lo tenían. Casi todos los gobernantes del mundo occidental, hasta hace poco, «besaban el culo» de Gadafi e invertían en el país. Y ahora le dan esta rastrera «puñalada por la espalda» (desde Londres se habla de la posibilidad de dividir el país. Y en Francia, después del accidente nuclear en Japón, están considerando cuestionar su energía nuclear). Aunque hace dos años se dijo que Gadafi propuso la posible nacionalización de las empresas extranjeras: «El líder libio, Muamar el-Gadafi, amenaza con nacionalizar las empresas de petróleo extranjeras ubicadas en el país, entre ellas REPSOL». Pero solamente fue una propuesta, como los mismos de REPSOL reconocieron: «No creemos que haya una posibilidad real de nacionalización de petroleras en Libia y no hemos tenido indicaciones de Libia de que esto se esté estudiando», dijo uno de los portavoces de la petrolera española. No tiene lógica, no se sostiene el argumento neocolonialista, este discurso «antiimperialista» moderno falla. Y las claves habrá que buscarlas por otro lado, y ZP nos las puede haber dado.

A finales del mes pasado y principios del presente, cuando teníamos noticias sobre «masacres» en Libia, el presidente del Gobierno español hacia una gira por los países árabes, en especial a dos del Golfo Pérsico, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, para obtener inversiones en nuestro país. Del emir de Qatar arrancó el compromiso de invertir un total de unos 3.000 millones de euros en empresas españolas. Qatar, que ha sido designado como próxima sede de los Mundiales de Fútbol para el año 2022, está considerado, por el Fondo Monetario Internacional, como el país más rico del mundo y gracias a estas posibles inversiones la economía española (los intereses de nuestras elites económico-financieras y políticas) podría salir mejor parada.

Las inversiones que la familia real qatarí tiene en todo el mundo son de las más importantes, las efectúan a través de su fondo soberano de inversión, el QIA (Qatar Investment Authorithy). Esta familia real es copropietaria de varios bancos británicos, controla buena parte del Mercado Bursátil londinense, tiene acciones en la British Petroleum (una de las empresas petrolíferas extranjeras con más intereses en Libia). Prestó dinero al endeudado grupo naviero francés CMA-CGM, uno de los más grandes del mundo. Han invertido también en la italiana Ferrari. Y ha otorgado sustanciosas donaciones a la Fundación Clinton. Sin olvidar sus vínculos con la financiación del islamismo radical y la misma Al-Qaeda, los cuales ponen las bombas en Irak y otras zonas del mundo.

Y el fondo soberano de Abu Dhabi (ADIA), cuyo emir es el presidente del Consejo Supremo de los Emiratos Árabes Unidos es propietario de la española CEPSA. Este fondo soberano es el mayor del mundo. Compró bienes raíces en Roma y Milán (Italia), París (Francia), Londres (Reino Unido) y Los Ángeles, Chicago y Nueva York (Estados Unidos). Principal comprador de armamento del país galo y con una base militar francesa en su territorio. Y también donó dinero a la Fundación Clinton, igual que el resto de las monarquías feudales del Golfo Pérsico y la Península Arábiga.

El segundo fondo soberano de inversiones es el noruego GPFN (Government Pension Fund of Norway) controlado desde su Gobierno. Este fondo ha invertido recientemente en ochenta empresas españolas y ha comprado la deuda pública de España, triplicándola. Junto a los otros fondos soberanos sus inversiones están consideradas como ayudas a las maltrechas economías occidentales, golpeadas por la actual crisis mundial (se puede vislumbrar una especie de nuevo «Plan Marshall» contemporáneo), y da la peculiaridad que los países que están atacando Libia son sus beneficiarios. Noruega también forma parte de la coalición militar dirigida por la OTAN. Tiene negocios con la familia del emir qatarí; en la inauguración de Qatalum, la mayor planta de fundición de aluminio del mundo, en Qatar, asistieron miembros de las dos familias reales. Es un país europeo exportador de petróleo. Y el asesor financiero del banco noruego NBIM, Mark Burton, que gestiona el fondo soberano del país escandinavo, fue hasta el año pasado miembro del Consejo de Dirección del fondo soberano de Abu Dhabi (ADIA), desde 2007 hasta 2010, y como jefe de inversiones fue el responsable de las compras de bienes raíces en Europa y Norteamérica. Y, si también añadimos, que el Gobierno de Noruega también donó dinero a la Fundación Clinton… ¡Muchas coincidencias!

Entre 2007-2008 Libia y Qatar hicieron pactos económicos a través de sus fondos soberanos, LIA y QIA respectivamente. También ambos países intermediaron en el conflicto de Darfur (Sudán). En la XXI Cumbre de la Liga Árabe de 2009 —año en el que Gadafi anunció la posible nacionalización de empresas extranjeras y un mejor reparto entre la población de los beneficios del petróleo (que nunca se llevaron a cabo)— en Doha, la capital de Qatar, el líder libio increpa al rey de Arabia Saudí. Al año siguiente la XXII Cumbre se hace en Sirte, ciudad natal de Gadafi, en Libia, a la que no asisten los príncipes árabes del Golfo, excepto el emir de Qatar, para entregar el cambio de presidencia de la Liga a Gadafi, éste en el discurso de inauguración hace una dura crítica a la situación de Irak y Palestina, y vuelve a atacar a los monarcas feudales árabes, e incluso llegó a insultar al mismo emir qatarí, que fue el único jeque en ir allí. Esto le sentencia, los prepotentes e insultados jeques de los petrodólares ni olvidan ni perdonan tal insolencia y su código del honor ha sido ofendido, tienen que vengarse. Teniendo en cuenta que Gadafi no es un jeque, un aristócrata como ellos, aunque es rico como ellos, lo consideran un advenedizo: le «han echo la cama».

Con los acontecimientos recientes en el mundo árabe, el descontento entre la tribus de la Cirenaica (opuestas al régimen de Gadafi desde hace años), el papel de los islamistas libios y su contactos con esta oposición (como ha reconocido un comandante «rebelde»). El robo de armamento en los arsenales de países del Sahel, como ha denunciado el presidente de Chad, el cual considera a la guerrilla islamista radical de Al-Qaeda en el Magreb Islámico como el más grande ejército de la zona. Y los medios de comunicación denunciando las supuestas matanzas que el régimen gadafista está cometiendo sobre su pueblo. Y uno de los medios que inició ha difundir las mentiras mediáticas fue la cadena de televisión Al-Yazira, propiedad de la familia real de Qatar. El mismo país que se ha propuesto a gestionar la venta de petróleo de las zonas de Libia controladas por los «rebeldes».

Todo apunta a un rencoroso ajuste de cuentas. En este caso «las gentes del Norte» han vuelto a recuperar sus ancestrales costumbres vikingas junto a sus socios: los jeques cuyos antepasados eran también piratas. En el siglo XIX se denominó a unas tribus situadas al norte de Omán, los Estados de la Tregua, por ser quienes acordaron una tregua con el Imperio Británico para que no atacasen a los barcos mercantes. A esta zona también se la conocía como «la Costa de los Piratas», que cayó bajo protección británica. Con la independencia, siete de los nueve emiratos formaron los Emiratos Árabes Unidos, los otros dos restantes son Qatar y Bahrein. Y los países occidentales necesitan de sus inversiones.

ZP, ¿quién te ve y quién te ha visto?

miércoles, 30 de marzo de 2011

Más sobre los peligros del veganismo

[La siguiente noticia difundida por France Press y aquí por El País parece dar la razón al texto de William T. Jarvis que colgamos en este blog en mayo pasado. Aunque moleste, permítaseme añadir que el veganismo además de peligroso tiene mucho que ver con la moda de la New Age de los 90, un movimiento irracionalista financiado por las élites capitalistas norteamericanas para que las luchas ecologistas reviertan en beneficio de la plutocracia. Este movimiento fue diseñado en Baca Ranch, Nuevo México, por gente cercana a los Rockefeller. Según Thierry Meyssan de Red Voltaire:

"(...) el Baca Ranch sirvió de laboratorio para la elaboración de la propaganda ecologista con una religiosidad a la moda, basada en el mito bíblico del diluvio y envuelta en imágenes provenientes de diferentes culturas, principalmente del budismo. El hombre pecador ha sucumbido ante la tentación industrial y debe asumir el castigo divino. Debido al calentamiento climático, que él mismo ha provocado, las aguas pronto cubrirán la faz de la Tierra. El único sobreviviente será Noé, el ecologista, y con él sobrevivirán las plantas y animales que él mismo logre poner a salvo."

Pues no, al parecer el veganismo no salva vidas, más bien lo contrario.]


Ya va siendo hora que alguien diga que esto es mentira.
No mata comer carne, mata el capitalismo.


Una pareja de veganos es juzgada en Francia acusada de dejar morir a su bebé de malnutrición

Dos meses antes, los padres desoyeron el consejo médico de hospitalizar al bebé por la pérdida de peso


EL PAÍS | AFP - Madrid | París - 30/03/2011


Sergine y Joel Le Moaligou son una pareja de veganos que está siendo juzgada en Amiens, en el norte de Francia, acusada de haber provocado la muerte de Louise, su hija de 11 meses, por su dieta vegetariana estricta que prohíbe la ingesta de carne de animales y de los productos derivados de los mismos, como la leche o los huevos.

Los hechos se produjeron en marzo de 2008, cuando los Moaligou, preocupados por la delgadez y palidez del bebé, avisaron a los servicios de emergencias, que solo pudieron confirmar la muerte de la pequeña al llegar a la casa de la familia en Saint-Maulvis, una aldea a unos 145 kilómetros al norte de París. Louise pesaba 5,7 kilos, cuando el peso medio de un niño de 11 meses es de 8 kilos. Hasta su fallecimiento, la menor solo recibió la leche que mamaba del pecho de su madre vegana.

La autopsia al cadáver reveló que Louise presentaba una carencia de vitamina A y B12, algo que, según los expertos, aumenta la probabilidad de sufrir infecciones y que sería debido a un "desequilibrio alimenticio". "Esa falta de vitamina B12 podría estar relacionada con la dieta de la madre", ha dicho Anne-Laure Sandretto, vicefiscal de Amiens.

La abogada de la mujer, Stéphane Daquo, ha explicado que Sergine, de 40 años, y su pareja adoptaron este régimen de alimentación estricto "tras ver un programa de televisión sobre el sacrificio del ganado en los mataderos", lo que les llevó a crear un negocio de comida biológica que posteriormente quebró. La pareja tiene otra hija, de 13 años, que parece no haber sufrido importantes deficiencias alimenticias.



Más demagogia "magufa"


Recelosos de la medicina convencional, la pareja prefería cuidar y curar a sus hijos por sus propios medios y a partir de sus lecturas de libros. Daquo ha contado que "tras un examen médico cuando Louise tenía 9 meses, los padres decidieron no seguir el consejo del médico que les recomendó hospitalizar al bebé ante la bronquitis que padecía y la pérdida de peso". "Prefirieron remedios a base de cataplasmas de alcanfor, col o mostaza; además de lavar a la niña con arcilla y tierra, en lugar de bañarla con los productos y las formas estipulados; todo ello, extraído de lo que leían en los libros. Ciertamente, leyeron lo menos indicado en el peor momento", ha aseverado.

La abogada del padre, Patrick Quenel, ha dicho que Sergine y Joel Le Moaligou son "plenamente conscientes del error que cometieron". Están acusados de "abandono o privación de comida seguido de muerte" y se enfrentan a una pena de 30 años de cárcel.



Esto sí que es cierto: muchas veces el veganismo
encubre un transtorno alimenticio.

lunes, 28 de marzo de 2011

Revoluciones de Oriente Medio e intrigas del 11-S urdidas en Qatar

Por Chung Kiyul | 05:35 pm hora de Beijing, Lunes, 28 de febrero 2011

4th Media

Yoichi Shimatsu, Asesor Principal de 4th Media, con sede en Hong Kong, cubrió el incremento de la militancia islámista en el norte de África en la década de los 90 para el grupo Japan Times.

En el thriller político Syriana de 2005, protagonizada por George Clooney y Matt Damon, Qatar está en el centro de una intriga internacional. El título se basó en el concepto de «Pax Syriana», un acuerdo secreto entre dos potencias mutuamente hostiles para dividir una región en sus respectivos ámbitos de dominación.

Los think tanks de Washington utilizan este término para describir una remodelación de Oriente Medio que se ajuste a los intereses estadounidenses, pero sabiendo que este objetivo sólo puede alcanzarse mediante la cooperación encubierta con el enemigo, es decir, con los patrocinadores financieros de Al Qaeda y la Hermandad Musulmana.

La apenas velada ficción se basaba en la realidad política de ese trozo de desierto que sobresale de la Península Arábiga en el Golfo Pérsico: el emirato de Qatar. El hogar de la cadena estatal Al Yazira, Qatar, es, visto superficialmente, el huésped pro-Occidental del Mando Central de los EE.UU. y un activo promotor de las «revoluciones democráticas» que están barriendo actualmente Oriente Medio. Se le acusa también de ser un estado patrocinador del terrorismo.

Qatar, nido de serpientes


Armas químicas saqueadas

Puede extrañar y quizá desanimar a los manifestantes jóvenes de Bengasi, El Cairo y Túnez el hecho de que sus esperanzas democráticas están siendo manipulados por una élite árabe ultra-conservadora, que bajo cuerda ha respaldado el crecimiento de los militantes islamistas radicales en el norte de África. Informes fiables de la inteligencia de EE.UU. han citado pruebas que apuntan al apoyo que desde hace largo tiempo brinda el emirato a los Hermanos Musulmanes, Al Qaeda y combatientes yihadistas que regresan desde Afganistán.

Los vínculos de Qatar descubiertos por investigadores de la lucha contra el terrorismo a raíz del 11 de Septiembre necesitan ser revisados ahora que el Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), unas veces ligado a Al Qaeda y otras no, se ha apoderado de la mitad de los depósitos de armas del norte de África. Los arsenales bien surtidos de Libia contienen explosivos de alta potencia, lanzacohetes y armas químicas. El GICL está en la lista de terroristas del Departamento de Estado.

Lo más preocupante, según un funcionario de inteligencia de EE.UU. citado por la CNN, es la probable pérdida de armas químicas. La Federación de Científicos de Estados Unidos informa que, a partir de 2008, sólo el 40 por ciento del gas mostaza de Libia fue destruido en la segunda ronda de decomisiones. A lo largo de la frontera egipcia debían aún recuperarse frascos químicos y están ahora por lo visto en las manos de militantes armados.

Después de dejar caer que las primeras protestas en Libia fueron organizadas por el GICL, Al Yazira rápidamente cambió su línea para presentar un relato considerablemente filtrado sobre «protestas pacíficas». Para explicar la muerte por armas de fuego de los soldados libios durante el levantamiento, la cadena con sede en Qatar presentó un contexto irreal con 150 soldados muertos en Sirte que habían sido ejecutados por sus mandos por «negarse a luchar». Los misteriosos oficiales entonces abandonaron milagrosamente sus bases desvaneciéndose en el aire ¡mientras estaban cercados por manifestantes furiosos! A micrófono cerrado, un analista de inteligencia norteamericano calificó estas afirmaciones de los medios como «absurdas» y sugirió en vez de eso lo obvio: que los soldados fueron abatidos a tiros en un asalto armado perpetrado por combatientes retornados de Irak y Afganistán endurecidos por la guerra.

Muchas unidades del ejército libio han «desertado» con el único propósito de tratar de recuperar las sustracciones de armas llevadas a cabo por los militantes islamistas. El papel de Al Yazira consistente en borrar las huellas dactilares de los militantes armados prueba la antes mencionada conclusión de los expertos occidentales antiterroristas de que Qatar patrocina el terrorismo.


Pagar para aterrorizar

De acuerdo con un informe del Servicio de Investigación del Congreso de enero de 2008: «algunos observadores han planteado preguntas sobre el posible apoyo a Al Qaeda por parte de algunos ciudadanos qataríes, incluidos los miembros de la poderosa familia gobernante de Qatar. De acuerdo con el informe de la Comisión sobre el 11 de Septiembre, el Ministro del Interior de Qatar ofreció refugio al cerebro del 11-S Khalid Shaikh Mohammed a mediados de la década de los noventa, e informes de prensa indican que otros terroristas podrían haber recibido ayuda financiera y refugio en Qatar después del 11 septiembre de 2001.»

El jefe de seguridad nacional, el Ministro del Interior, Jalid bin Abdullah Al-Thani, se menciona además por pagar un viaje en 1995 a Khalid Shaikh Mohammed «para unirse a la yihad de Bosnia». El informe recuerda cómo, tras el atentado con bomba contra el World Trade Center en 1993, a funcionarios del FBI el sospechoso «se les escapó por los pelos» en Qatar. «Ex funcionarios del Gobierno de los EE.UU. desde entonces creen que un miembro de alto rango del Gobierno de Qatar le alertó de la incursión inminente, permitiéndole huir del país.»

El jefe del espionaje qatarí «acogió en Qatar un gran número de veteranos del conflicto contra los soviéticos en Afganistán, los llamados ‘afganos árabes’, a principios de los noventa». Estos vínculos nos retrotraen a finales de los ochenta, «cuando los EE.UU. y Qatar se enzarzaron en una prolongada disputa diplomática con respecto a la adquisición por parte de Qatar de misiles Stinger y misiles antiaéreos de fabricación americana en el mercado negro. La disputa congeló la cooperación económica y militar acordada y el Congreso aprobó una prohibición de venta de armas a Qatar hasta los meses previos a Guerra del Golfo de 1991, cuando permitió a las fuerzas de la coalición actuar desde territorio qatarí».


Khalid Shaikh Mohammed, implicado en el 11-S.


Las conexiones ocultas con la red terrorista salieron a la luz cuando un hombre bomba egipcio atacó un cine de Doha [capital de Qatar] en 2003. El Ministro de Relaciones Exteriores Hamad bin Jassim bin Jabr al-Thani, reaccionó airada y rápidamente calificándolo de un «acto imperdonable de traición por parte de Bin Laden». Su desliz verbal llevó a descubrir que desde el comienzo de la Primera Guerra del Golfo, Qatar había estado pagando millones de dólares a Al Qaeda como compensación por haber acogido el Mando Central de los EE.UU. durante la guerra de Irak. Expertos antiterroristas aseguran que Doha aumentó sus pagos tras la bomba en el cine.

Más preocupante es el cable del 9 de febrero 2000 de la Embajada de Estados Unidos en Doha, emitiendo una alerta de seguridad sobre un residente de Qatar en los EE.UU. llamado Mohamed Ali Mansoori Dahham, quien dirigió un equipo de tres hombres que supuestamente exploró el World Trade Center, la Estatua de Libertad y la Casa Blanca para el inminente ataque del 11 de septiembre. Los tres sospechosos viajaron bajo nombres falsos con pasaportes de Qatar. Sus billetes de avión a Los Angeles y las habitaciones de hotel fueron pagados por un «terrorista convicto», de acuerdo con lo afirmado por el FBI. El papel del trío en el 11-S fue seguidamente sepultado suprimiendo todas las pruebas, probablemente debido al calentamiento de las relaciones diplomáticas de EE.UU. con la familia real de Qatar.

¿Espejismo o realidad?

Doha, un conglomerado de torres brillantes y fuentes en una árida península de lo contrario improductiva, parece el sitio menos probable para el apoyo financiero e institucional de los terroristas islamistas. En Qatar, sin embargo, los espejismos son reales, y la realidad es un espejismo. Aclamado como modelo de moderantismo político por diplomáticos occidentales y «think tanks» como la Brookings Institution, que tiene un centro en Doha, el ordenamiento jurídico de Qatar se basa firmemente, sin embargo, en la ley de la sharia. Su sistema educativo, con vínculos con decenas de universidades americanas y británicas, es también la plataforma académica para el clérigo egipcio Yusuf al-Qaradawi, el líder intelectual de los Hermanos Musulmanes y defensor de los atentados suicidas.




Al Qaradawi exaltando a Hitler como divino instrumento de Alá.


La insistencia del emirato en preservar «las tradiciones del Golfo Pérsico contrasta con el papel de Qatar de líder en inteligencia para los negocios por ser el mayor proveedor de la región de gas natural. El PIB per cápita se estima que es de alrededor de 90.000 $ al año, y el promedio de ingresos de alrededor de 65.000
$. Excluyendo a los países pequeños que son paraísos fiscales su población es la más rica del mundo. Los qataríes, por tanto, son los suizos del mundo árabe, y su pequeña nación, como Suiza, es un paraíso para el tráfico de armas, las transferencias ilícitas de dinero y otros tejemanejes. Incluso algo tan inocuo como los TGI-Fridays, una nueva cadena de comida rápida en América, es en Doha un refugio de lujo para oficiales de la marina fuera de servicio, ingenieros de la industria petrolera, traficantes de armas internacionales y sus desconocidos clientes de todo Oriente Medio.

A pesar de las muchas conexiones con el terrorismo, Qatar, volvió a contar con los favores de la Administración de Obama, con donaciones a la Fundación Clinton, incluyendo, una de hasta 5 millones $ en 2008. La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, correspondió con una visita en febrero de 2010 para inaugurar la Universidad Carnegie Mellon de Educación del complejo urbano de Doha, que también alberga el instituto islamista de Qaradawi. A principios de enero, justo antes de las protestas de Túnez y El Cairo, alargó su visita para asistir al Foro para el Futuro, organizado entre otros por la familia real.

Las relaciones entre Washington y Doha han sido vendidas al público como una asociación para la democracia y los derechos humanos, pero debajo de las sonrisas y las sesiones de fotos está el hecho real de un acuerdo de tipo siriano para diseñar el «futuro Medio Oriente» entre la industria de la energía angloamericana y una élite ultraconservadora empeñada en imponer la sharia. Para esta alianza del tipo «el enemigo de mi enemigo», los enemigos comunes son los gobiernos seculares de Túnez, Egipto, Libia y seguidamente Argelia.

Devolver el golpe en Libia

La cooperación encubierta entre Occidente y los patrocinadores del extremismo islámico no es nueva. En la década de 1950, la CIA proporcionó dinero y armas a los Hermanos Musulmanes en su lucha contra el líder de la independencia de Egipto Abdul Gamal Nasser. Agentes de inteligencia de EE.UU. entrenaron y armados a muyahidines insurgentes en la guerra afgana contra los soviéticos, incluyendo Osama Bin Laden, entonces conocido por su nombre en clave Tim Osman. Según el ex oficial de contrainteligencia del Reino Unido David Shayler, el MI-6 británico contrató los servicios del activista libio Anas al-Liby, del grupo amigo de Al-Qaeda Al-Muqtaliya y más tarde vinculado a ataques con bombas a embajadas de EE.UU. en África oriental, para asesinar al coronel Muammar Gadafi en 1996.

El Grupo Islámico Combatiente Libio, bajo la dirección de Abu al-Laith al-Libi, formalmente se fusionaron con Al Qaeda en 2007. Dos años después, Libi repudió la violencia armada y negoció con Gadafi para que aceptara al Grupo Islámico Combatiente Libio como una asociación política legal. El rechazo repentino de la violencia coincidió con un cambio de imagen de la Hermandad Musulmana como una fuerza democrática y la promoción por parte de Qatar de una política moderada en todo el Medio Oriente. Como una entidad legal, provocó las primeras protestas en Bengasi a mediados de febrero. A los pocos días del inicio del levantamiento, sin embargo, el GICL volvió a las viejas formas, blandiendo armas automáticas. Lo que planea hacer con avanzadas armas químicas y potentes explosivos nadie lo sabe, mientras un argumento psicológico sigue estando claro: los activistas están dispuestos a pagar a los estadounidenses y los europeos por los 10 años de bombardeos, mutilación y la tortura.


Al-Libi, militante libio de Al Qaeda

La tentación constante de una alianza entre enemigos implica traición. La Casa Blanca había contado con protestas para empujar a Saif al-Islam Gadafi a reemplazar a su padre en una relativamente suave transición a la democracia. El clan de Gadafi, sin embargo, se unió contra la amenaza de un resurgimiento islamista. Washington también calculó mal el potencial de los elementos de Al Qaeda y la Hermandad Musulmana que actúan de forma independiente de los acuerdos de alto nivel tomados en Doha.

Posibles resultados —desde el colapso del régimen de Gadafi a la partición de Libia— podrían incitar a los aliados de Al-Qaeda y el brazo militante de la Hermandad a establecer la frontera libio-egipcia como el próximo centro global de entrenamiento para yihadistas, ahora que las regiones tribales de Pakistán a lo largo de la frontera afgano-pakistaní no proporcionan una plataforma segura para las operaciones de la Yihad («la Guerra Santa»). Cualquier intervención de la OTAN o de EE.UU. sólo conducirá a un tercer frente en la guerra sin fin. La alternativa más fácil de entender un duopolio «siriano» es una fórmula política aún más antigua: el ganador se lleva todo.

En este año del 10º aniversario de los ataques del 11 de Septiembre, Washington se está tambaleando bajo un gran «golpe devuelto» desde un norte de África fuera de control, auto-infligido por su propia codicia por el petróleo y el uranio, el miedo a la pérdida de influencia, la ambición engañosa y confiar en quien no se debe.


(Extraído de Vórtice Inmediaísta)


sábado, 26 de marzo de 2011

Y más sobre las mentiras que nos cuentan de Libia

Por lo que se ve, la monarquia feudal qatarí debe estar muy, pero que muy, implicada en la caída de Gadafi. Desde su cadena de televisión Al Jazira ha sido la responsable de la emisión de las mentiras mediáticas con las que nos han bombardeado constantemente desde los medios de «desinformación» oficiales.

Desmontando la conspiración internacional contra Libia. Ofreciendo la información que los medios de comunicación censuran. Contando sucesos que nuestros gobiernos nos ocultan.

En esta entrevista a un ciudadano libio se dice que Gadafi nunca ordeno disparar contra la población civil, como nos han dicho. E incluso que antes del inicio del conflicto armado, llegaron libios del exterior, desde Gran Bretaña y los Estados Unidos.

Más sobre Libia y los «rebeldes» anti-Gadafi


Aquí vemos cómo las gastan los «rebeldes» libios. Estos nuevos «luchadores de la libertad» recuerdan poderosamente a la UÇK albanesa en sus métodos sanguinarios y mafiosos. En este video difundido por la TV libia vemos cómo capturan soldados de este país norteafricano, los atan de pies y manos y los ejecutan a sangre fría de un tiro en la cabeza. Estos sucesos fueron manipulados por nuestros medios que dijeron que eran soldados libios ejecutados por Gadafi por negarse a disparar contra su pueblo. Las imágenes, por supuesto, son bastante desgradables...


Y en el siguiente video vemos que los «rebeldes» son financiados desde Qatar, un país islámico gobernado por una monarquía feudal, dueña de la cadena de TV Al Jazira, cadena que sin tener corresponsales en Libia está informando de supuestas mascares de Gadafi contra la población civil, fosas comunes, francotiradores,... en fin, el típico catálogo de acusaciones falsas ya usado contra gobernantes que Occidente quiere quitarse de encima.

viernes, 25 de marzo de 2011

Anguita sobre Libia

Reconozco que cuando comenzó en Libia el conflicto, las noticias eran muy contradictorias y poco claras, puse literalmente esta entrada:


Condicionado por los sucesos acaecidos en Túnez y Egipto, daba la sensación que era otra repetición de tales; pero, en realidad no lo era. Como dijo Julio Anguita, la semana pasada, al final de una conferencia (que desconozco dónde fue), la supuesta revuelta popular, fue más bien un levantamiento de parte del Ejécito en el este del país, la Cirenaica, que enarbolaba la bandera monárquica del corrupto rey Idris.


Un sector de las elites nacionales estaban descontentas con la posibilidad de un reparto de los beneficios del petroleo entre toda la población libia, como propuso Gadafi. Y que conste que no defiendo a tal personaje, pero las cosas como son.

Para más información ver aquí: VÓRTICE INMEDIAÍSTA

¿Y qué pinta ZP en todo esto? ¿Qué motivos tiene para intervenir en los bombardeos del país norteafricano?

Muy problablemente, algunas respuestas las sepan algunos de los recientemente convocados por él:

«La lista completa de las empresas invitadas por Zapatero la conforman: Abertis, Acciona, ACS-Dragados, Anfac, Banco de Sabadell, Banco Santander, Banco Popular, BBVA, Caja Madrid, Cepsa, El Corte Inglés, Ebro Foods, Empresas Técnicas Reunidas, Endesa, FCC, Gamesa, Gas Natural-Unión Fenosa, Globalia, Grifols, Grupo Ferrovial, Grupo Mondragón, Grupo Planeta, Hispasat, Iberdrola, Iberia, Inditex, Indra, La Caixa, Mapfre, Mercadona, OHL, Repsol-YPF, Riu Hotel&Resorts, Sacyr-Vallehermoso, Sol Meliá, Telecinco y Telefónica, Aguas de Barcelona-Agbar, Abengoa y CEOE.»


Algunos tienen intereses en la zona, y si cae Gadafi, lo pierden todo. Mejor es apuntarse al saqueo para repartirse el botín, que quedarse con nada. ¡Creo yo!

«Con más de 3.000 millones, nuestro país es el tercer socio comercial de Libia, sólo por detrás de Alemania e Italia. Repsol, Sacyr y Abengoa son las compañías con más intereses en el país.»


¡Otra cosa! Me han llegado rumores que, muy posiblemente, los compañeros de Amor y Rabia saquen un número especial sobre Libia y las mentiras mediáticas que lo oscurecen todo, con información más detallada y poco conocida. Cuando salga, ya me encargaré de anunciarlo. ¡Cuando salga!

martes, 22 de marzo de 2011

Testimonio directo sobre Libia

Declaraciones de Leonor Massanet, una española que pasa largas temporadas en Libia y buena conocedora del país y sus gentes. Nos ofrece un testimonio verídico e independiente, ajeno a los intereses políticos occidentales y las mentiras de sus medios de formación de masas, sobre la situación real de este país norteafricano (país que todavía se rige por relaciones tribales), y cuyos fines «humanitarios» de sus atacantes están condicionados por la adquisición del «oro negro»: el petroleo. La entrevista la hizo Dizdira Zalakain y publicó en su Blog.





No es verde todo lo que reluce

¿Una zona de exclusión aérea en Libia?
El imperialismo verde de Daniel Cohn-Bendit

Por Jutta Ditfurth



Daniel Cohn-Bendit, el presidente del grupo de los Verdes en el Parlamento europeo, es un amante de las intervenciones militares siempre que respondan a los intereses imperialistas. Su petición de que se establezca una zona de exclusión aérea en Libia es el primer paso. No sería la primera guerra que pretende que otros hagan por él. Con ese propósito relativiza desde hace años el nazifascismo, y en 1993, en un congreso de Los Verdes, dijo a gritos que había que emprender la guerra contra Yugoslavia porque los musulmanes bosnios son «parte de la cultura europea» y «gente de nuestra misma sangre» [1]. En 1994 comparó con toda seriedad la situación en la sitiada Goražde con el gueto de Varsovia.

Ahora mancha el recuerdo de la Guerra Civil española, de la derrota de la revolución social por los fascistas, para justificar una guerra contra Libia: «... sé que toda comparación histórica es un poco estúpida, pero pese a todo, en el 36 permitimos que Alemania y Franco masacraran a los republicanos. Fue horrible, pero ni los franceses ni los ingleses hicieron nada. Creo que nuestra generación debería actuar de otra manera». [2]

La guerra: ¿una cuestión generacional?

¿Por qué esta guerra? ¿Por qué no por ejemplo una guerra contra Marruecos, donde una dinastía absolutista oprime a la población, en 1975 ocupó violentamente el Estado vecino del Sahara Occidental, y hace que los opositores sean encerrados y asesinados? (Naturalmente, tampoco estaría a favor de esa guerra, sólo pongo a prueba la lógica de este agitador verde.) El movimiento de resistencia saharaui, Frente Polisario, abandonó la lucha armada en 1991 porque la ONU prometió un referéndum que podría llevarles a la independencia. Desde entonces los saharauis están siendo engañados por la ONU y por la UE, con la que Marruecos coopera preferentemente: juntos saquean los recursos del Sahara, y capturan y encierran a los migrantes africanos que se dirigen a Europa.

¿Qué se pretende en Libia? ¿Quién es la «resistencia» a la que Cohn-Bendit —como acaba de proclamar histéricamente en la ZDF— quiere suministrar armas y prestar ayuda bombardeando Libia?

Muamar el Gadafi fue un buen amigo de los Estados capitalistas. Aceptó los «programas de ajuste estructural» del FMI y suministró petróleo. Ben Ali, Mubarak y Gadafi no fueron amigos únicamente de Angela Merkel y de Nicolas Sarkozy, como ahora pretende Cohn-Bendit. Recuerdo la visita de Otto Schily a la tienda de Gadafi. Y las reuniones que gustosamente ha mantenido a lo largo de los años el ministro verde de Exteriores, Joschka Fischer, con Hosni Mubarak.

Si lo analizamos objetivamente, la situación en Libia es muy diferente a la de Túnez o Egipto. Son pocos los jóvenes en paro o sindicalistas que se rebelan. El héroe de los «rebeldes» libios en el este del país es el rey Idris, derrocado en 1969, tan estrechamente vinculado al Gobierno estadounidense como el sha de Persia. Ni en Túnez ni en las protestas contra Mubarak en Egipto se veían banderas monárquicas.

¿Es casualidad que en el este de Libia se concentren los campos petrolíferos más ricos? ¿Justo ahí donde viven los «rebeldes» elegidos que se beneficiarían de una intervención militar? Dos representantes de la «resistencia» libia han convencido a la UE y a Cohn-Bendit de la conveniencia de la guerra. Pero se estima que en Libia hay unas 140 «tribus» sobre las que poco sabe la UE.

¿Por que será que me vienen a la cabeza los talibanes, que crecieron al amparo de EE UU? ¿Por qué me viene a la mente la repulsiva e injustificable comparación Kosovo-Auswitz que en 1999 sirvió al ministro verde de Exteriores Joschka Fischer para justificar la guerra de la OTAN contra Yugoslavia? ¿Y por qué aseguró EE UU que Irak disponía de unas fábricas de gas venenoso que nunca existieron? Son preguntas que los asilvestrados diputados verdes deberían responder en lugar de empujar a otros a que hagan la guerra por ellos.

La mejor manera de ayudar a un movimiento emancipatorio de resistencia en Libia, si lo hay, es entre otras cosas impedir una intervención militar y fortalecer los movimientos que ha de surgir desde abajo.

NOTAS:

[1] Citado por Mathias Geis en «Immun gegen Mitleiden» («Inmunes a la compasión»), en: Die Tageszeitung, del 11 de octubre de 1993.

[2] Entrevista de Theo Koll a Daniel Cohn-Bendit, en un programa especial de la ZDF, «Blutiger Machtkampf in Libyen» («Lucha sangrienta por el poder en Libia»), el 24 de febrero de 2011. Disponible en Youtube: http://www.youtube.com/watch?v=Xsk6QsiI9X4

«NO A ALGUNAS GUERRAS»

El PSOE, UGT, CCOO y los medios de «izquierdas»
se apuntan al bombardeo de Libia

Por Tommaso della Macchina


¿Alguien se acuerda de ese «NO A LA GUERRA» coreado hasta la saciedad por la izquierda hispánica hace unos años como protesta ante la guerra de Irak? Ya por entonces algunos que nos opusimos a dicha guerra, pero que también nos habíamos opuesto a la intervención occidental en países como Yugoslavia, Somalia, etc. nos dimos cuenta de que la mayor parte de la izquierda patria decía «no» tan sólo a algunas guerras. En concreto, a guerras que eran promovidas por el capital angloamericano, no así cuando las guerras las promovía el eje franco-alemán (al que casi siempre se unía de manera sibilina la vieja zorra vaticana, que no deja de ser un poder europeo). Un ejemplo muy claro de esto fue la guerra de Yugoslavia durante la cual la izquierda de estos lares apoyó primero a los integristas musulmanes de Bosnia (creyendo erróneamente que eran anti-yankees cuando en realidad detrás de ellos estaba la CIA, entre otras poderes en la sombra) y más tarde a los mafiosos narcotraficantes de la UÇK albanesa, esto último gracias a líderes de la izquierda posmoderna como Carlos Taibo, quien llegó a compararlos con una guerrilla marxista latinoamericana, dándole así un barniz romántico para que fuera digerido más fácilmente por el «rojerío» más acrítico. Así, nuestra izquierda más borreguil aplaudió el ataque aéreo con bombas de racimo y uranio empobrecido sobre las comunidades serbias de Bosnia y Croacia (de hecho la Krajina en Croacia fue literalmente vaciada de serbios en apenas un fin de semana) y sólo protestó al final del conflicto de Kosovo, ya comenzada la criminal campaña de 78 días de bombardeos continuos sobre Serbia, y ello cuando se dio cuenta de que el mayor del protagonismo en el bombardeo recaía sobre la aviación norteamericana. Como trasfondo de esto estaba la nefasta influencia de los nacionalismos patrios, tan de «izquierdas» que no tienen reparo en apoyar cualquier tipo de movimiento independentista aunque tengan raíces filonazis (como los nacionalistas bosnios musulmanes, el secesionismo albanokosovar o a Hamás).

Y llegamos al caso de Libia en este 2011 y el gobierno del PSOE, el mismo que nos elevó la edad de jubilación a los 67 años a los trabajadores y nos recortó ayudas del Estado, el mismo que solucionó una protesta laboral de los controladores aéreos enviándoles el Ejército (con el aplauso cómplice de la izquierda del caviar y los mass media «progres»), el gobierno de «izquierdas» que hizo lo que a la derecha nadie le habría tolerado, nos embarca en una nueva guerra por el control de los recursos energéticos del planeta. En ella participan los malvados yankees, pero (¡atención!) también Francia. Y ahí la cosa cambia, porque el intervencionismo estadounidense es imperialista pero el francés es «humanitario». Tanto es así que detrás del PSOE, los sindicatos «mayoritarios», UGT y CCOO, esos apéndices del Estado capitalista que les llena el buche y que tanto vociferaron contra la guerra de Irak, además de los medios informativos de izquierda (desde RTVE, al «rojísimo» diario Público) se han apuntado, como quien dice, a un bombardeo. Irak no es lo mismo que Libia, nos dicen. Pero lo cierto es que la historia reciente de Libia y la de Irak no se pueden parecer más: en ambos casos las potencias occidentales tratan (o se trataban, en el caso de Irak) de deshacerse de un nacionalista árabe con cierto barniz populista/socialista (al estilo de Nasser) que derrocó a una monarquía corrupta y autoritaria que saqueó a sus súbditos apoyada por el imperialismo anglosajón. En ambos casos, además, el «sátrapa» a eliminar gobierna procurando que una cierta parte de las ganancias por la venta de las inmensas reservas de petróleo del país sea invertida en la mejora de la población. «Pero Gadafi es un dictador», nos dicen los que ya no enarbolan las pancartas de «no a la guerra». Por supuesto que sí... pero también lo era Sadam y sin embargo ello no fue óbice para que la protesta contra la agresión militarista fuera masiva... ¡Cuánto borreguismo hay en la izquierda! ¡Y cuánto estómago agradecido también! ¿Dónde están los actores y cantantes de moda, esos que se rasgan las vestiduras porque bajemos un archivo mp3 de la red pero no les importa que algunas de las naciones más poderosas del mundo bombardeen un país de poco más de 5 millones de habitantes? Pues muchos de ellos callados y otros tantos justificando la guerra en los media. ¿Por qué unas guerras sí y otras no?

Otro aspecto importante es quiénes son esos «rebeldes», esa oposición alzada en armas contra Gadafi. Los medios informativos nos dicen que son el pueblo llano harto de soportar la dictadura que se han rebelado y luchan con las pocas armas que le han arrebatado al ejército del dictador, equiparándose así la situación de Libia a la de Túnez y Egipto. Pero, sin negar que un gobierno autocrático como el de Gadafi genera necesariamente descontento social, aquí la situación un tanto distinta porque, en primer lugar, los estándares de vida en Libia son los más altos del Magreb (la esperanza de vida es de 73 años en hombres y 77 en mujeres) y, en segundo lugar, porque la revuelta, que no ha sido pacífica como en otros lugares, se ha producido gracias a la intervención de las potencias occidentales que tradicionalmente han intentado controlar el petróleo libio: fundamentalmente EE UU y el Reino Unido, aunque también se ha adherido, entre otros, Francia (¿quizá la crisis en la que presumiblemente entrará la energía nuclear tras el accidente de Fukushima tenga algo que ver en esto?... recuérdese que Francia es una de las potencias en esta fuente energética). De hecho, los rebeldes han exhibido abundante armamento delante de las pantallas de televisión, armamento tan voluminoso como piezas de artillería e incluso cazas bombarderos MIG-23... ¡de eso no se adueña el pueblo insurrecto en un espontáneo asalto a un cuartel! Por otra parte, los «rebeldes» muestran insistentemente la antigua bandera del corrupto rey Idris y además están básicamente radicados en Bengasi, en la antigua región Cirenaica (la región más rica en petróleo, el golfo de Sirte, está precisamente ahí) de la que era oriundo Idris I. Según Michel Chossudovsky:

«El objeto real de la "Operación Libia" no es establecer la democracia sino tomar posesión de las reservas de petróleo de Libia, desestabilizar la National Oil Corporation (NOC) y, finalmente, privatizar la industria petrolera del país, es decir, transferir el control y propiedad de la riqueza petrolera de Libia a manos extranjeras.» (Fuente: Global Research)

En fin, nada nuevo, el viejo colonialismo con un nuevo rostro «humanitario», o quizá no tan nuevo porque la coartada humanitaria la llevan utilizándola las grandes potencias desde la caída del muro de Berlín. Ahí están las intervenciones en Irak, Somalia, Yugoslavia, Haití, Afganistán...

A pesar de la confusión que crean los medios«desinformativos» para justificar la agresión belicista, desde el punto de vista de la izquierda y del socialismo la postura a adoptar está bien clara. El auténtico socialismo es antimilitarista y por tanto alguien que se considere de izquierda tiene que oponerse a todas las guerras coloniales o neocoloniales de conquista y saqueo, sea cual sea el escenario, porque en ellas las burguesías enfrentan a obreros contra obreros en la lucha por el control de las riquezas. Porque esa es la palabra clave: antimilitarismo, aquello de lo que la izquierda se olvidó hace años cuando se abolió el servicio militar obligatorio en estas latitudes. El problema es que la izquierda en realidad no existe, lo que existe son un montón de tontos útiles haciendo el juego a poderes de segunda que se valen de eslóganes populistas para darse un baño de multitudes y así llegar a ser poderes de primera. Sólo hay una postura coherente para quien defienda la justicia social: declarar la guerra a la guerra, sea cual sea. Y para ello hay que empezar por desenmascarar las mentiras que el poder difunde a través de sus medios de masas.

VÓRTICE INMEDIAÍSTA (21-MARZO-2011).

Aviones no tripulados en Pakistán asesinaron a 40 civiles

Libia declaró el alto al fuego después de la votación de la ONU que autorizó una zona de exclusión aérea y «todas las medidas necesarias» para prevenir que el gobierno ataque a su pueblo. Sin embargo, la medida no hace nada para combatir la violencia en Bahrein, Yemen o en otros países.

Mientras que las próximas medidas aparecen inciertas en Libia, recientes ataques aéreos de aviones no tripulados en Pakistán asesinaron a 40 civiles y al menos 50 personas perecieron cuando las fuerzas de seguridad de Yemen dispararon a manifestantes antigubernamentales después de las oraciones musulmanas.

En Costa de Marfil 30 personas también fueron asesinadas cuando hombres armados leales al líder de la nación, Laurent Gbagbo, bombardearon un mercado en la capital comercial de la nación.

La ONU catalogó los abusos en Bahrein de «espantosos e ilegales» pero el régimen respaldado por EE UU continúa librando una violenta represión contra los manifestantes anti-gobierno sin restricciones por los gobiernos extranjeros.

¿Por qué toda la atención está en Libia cuando atrocidades, que algunos argumentan ser aún peores, han tenido lugar en otras partes de la región?

Michel Chossudovsky, director del Centro de Investigación sobre la Globalización en Montreal, Canadá, dijo que el sistema mundial está lleno de dobles raseros.

«Ellos han asesinado a miles de personas en Irak, ellos no pueden decirnos que están yendo al rescate de civiles. Es una absoluta estupidez», dijo.

«La situación en Bahrein es muy, muy seria. Ahí tienen a la V Flota Naval y no intervinieron, ellos permiten que todo esto ocurra», añadió Chossudovsky.

Él explicó que países del Golfo, incluyendo a Arabia Saudí, son una parte de la coalición general que trabaja con Occidente y son activamente apoyados por EE UU. Hay un aumento de las facciones y Occidente utiliza estos países como parte de su coalición para manejar el «trabajo sucio» en la región.

«Lo que la opinión pública mundial debe entender es que nosotros estamos al borde de un nuevo teatro de operaciones de una Guerra de Cuarta Generación en el norte de África», afirmó Chossudovsky. «Todo esto significa intervención militar, guerra y más víctimas civiles».


viernes, 18 de marzo de 2011

Performance contra la religión en la UCM

[El grupo de artistas rusos "Voina" no es el único que usa la performance como instrumento de subversión de la realidad circundante. Así el pasado 10 de marzo un grupo de integrantes del colectivo universitario Contrapoder irrumpieron en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid e hicieron una performance de alto contenido sacrílego y, como reconocieron los conmocionados beatos, "subversivo". Los "performers", la mayoría chicas, querían protestar así contra el papel asignado a la mujer por la Iglesia, a saber, como "virgen o puta". Ni que decir tiene que la represión no se ha hecho esperar, y ésta no sólo ha partido de la Iglesia y de los medios informativos más cercanos a ésta, sino también del Sr. Ministro de Educación, Ángel Gabilondo, un tipo que no puede apestar más a sotana: ex fraile "corazonista" (cercano a las doctrinas de San Ignacio de Loyola) en San Sebastián y catedrático de... ¡Metafísica! De todas maneras, aquí la principal cuestión es que en una universidad pública no debería haber ninguna capilla. ]

"Profanación" en Somosaguas

El País del 17/03/2011

Procesionaron por el camino en zigzag que separa la Facultad de Ciencias Políticas de la de Psicología en la Universidad Complutense. Llevaban mantos morados en la cabeza y una imagen del Papa Benedicto XVI con una cruz gamada en el cuello. Era un grupo de más de 50 personas -en su mayoría mujeres- que entraron el pasado jueves en la capilla del campus de Somosaguas, donde había alumnas rezando y estaba también el párroco. Ya dentro, leyeron un comunicado contra el "ataque" de la Iglesia a la homosexualidad y a las mujeres. Acusaron a la jerarquía eclesiástica de usar códigos "antidemocráticos" y "machistas" y gritaron consignas como: "contra el Vaticano, poder clitoriano". Algunas se desnudaron de cintura para arriba y mostraron pintadas en sus cuerpos. Una de las asistentes explicaba que con el paseillo inicial y la posterior entrada querían escenificar "los dos modelos que la Iglesia da a la mujer: virgen o puta".


Dos asociaciones de la Facultad de Políticas, RQTR y Contrapoder, organizaron unas jornadas feministas la semana pasada. Algunos de sus participantes acudieron a la capilla, aunque ambas asociaciones se han desmarcado del acto. Los propios integrantes de la comitiva grabaron e hicieron fotografías del paseillo inicial y la lectura en la capilla que circulan por Internet. La "profanación" de la capilla (como lo califica el Arzobispado de Madrid) puede suponer un delito contra los sentimientos religiosos (artículos 524 y 525 del Código Penal), aunque este tipo de conductas se suelen saldar con multa, según los expertos consultados. Además del proceso judicial, abierto tras la demanda presentada por el sindicato Manos Limpias, los estudiantes se enfrentan a posibles sanciones educativas, después de que el Rectorado abriera un expediente informativo. Las sanciones pueden ser desde inhabilitación para cursar estudios o expulsión a la retirada de becas hasta prohibición de realizar exámenes.




El Arzobispado se queja a la UCM por la "profanación" de su capilla de Somosaguas

La universidad condena los hechos y pide tolerancia y la convivencia.- La Asociación Contrapoder se declara autora de la protesta, que califica de 'performance' "simbólica no violenta"


El País del 11/03/2011

El Arzobispado de Madrid ha presentado esta mañana una queja formal ante la Universidad Complutense de Madrid (UCM) después de que unos 50 jóvenes irrumpieran ayer en la capilla del campus de Somosaguas para protestar contra la Iglesia católica. La Asociación Universitaria Contrapoder se ha declarado esta tarde autora de la acción de protesta. Según denuncia el Arzobispado, los jóvenes, en su mayoría mujeres, "entraron irrespetuosamente en la capilla gritando eslóganes con un megáfono". "Una vez dentro, rodearon el altar y leyeron textos y frases que, según decían, eran de autores cristianos sobre la mujer", prosigue la nota. Los jóvenes también leyeron un manifiesto con "afirmaciones y juicios contra la Iglesia y sus enseñanzas", además de poner carteles en los tablones de anuncio de la entrada a la capilla y en los bancos.

El Arzobispado subraya que, al terminar de leer el manifiesto, "algunas chicas se desnudaron completamente de cintura para arriba y se pusieron a cantar rimas y eslóganes ofensivos contra la Iglesia, el Santo Padre y la fe cristiana, acompañados de blasfemias". Una alumna de Económicas que en esos momentos rezaba en el lugar cuenta que dos de las chica "hicieron alarde de su tendencia homosexual", según recoge una información publicada hoy en Abc, que eleva a 70 el número de jóvenes que participó en la protesta y que denuncia que "el mal gusto y la depravación se han instalado en la Complutense".

Absolutamente reprobables


La Iglesia tilda estos hechos de "absolutamente reprobables" y recuerda que son objeto de delito, así como "un atentado a la libertad de culto y una profanación de un lugar sagrado, lo cual conlleva penas canónicas en el caso de que quienes las han cometido estén bautizado". "Es indigno que, en una sociedad democrática donde se pide el respeto a las personas y a las instituciones religiosas, algunos jóvenes puedan manchar con estos comportamientos el buen nombre de la comunidad universitaria", lamenta. El Arzobispado no ha presentado, de momento, ninguna denuncia ante los tribunales. El artículo 524 del Código Penal recoge el delito de profanación y lo castiga con penas que van de seis meses a un año de cárcel o multas.

Por su parte, el rectorado de la UCM ha emitido un comunicado por el cual condena los hechos ocurridos en la capilla de Somosaguas, en los que "un grupo de jóvenes invadió el espacio de culto y realizó actos ofensivos contra la Iglesia católica y los creyentes". "Este rectorado reitera la necesidad de mantener el respeto a la pluralidad de cultos y creencias religiosas y hace un llamamiento a la tolerancia y la convivencia ante las expresiones de las mismas", sentencia, para aseverar que "la neutralidad del Estado en materia religiosa significa que no se puede ni imponer ni perseguir ninguna creencia". "La tolerancia y el respeto son absolutamente indispensables", concluye, anunciando que el rectorado abrirá un expediente informativo "con objeto de delimitar posibles responsabilidades".

Un portavoz de la Asociación Universitaria Contrapoder ha revelado que son los autores del acto, pero ha rechazado estar detrás de las pintadas, que condenan. "Arderéis como en el 36", se puede leer a la entrada del templo. "Nos parece mal que se amenace a alguien. Nosotros defendemos el derechos individual de cada uno a tener la creencia que considere oportuno, pero nos parece mal la presencia de una institución religiosa, sea cual sea, en una universidad pública", ha explicado el portavoz.

Además, ha asegurado que su acción se trata de una "performance simbólica no violenta". "No hemos destrozado nada ni agredido a nadie", se defienden, para asegurar que los "medios de extrema derecha han tergiversado la realidad y mienten", dentro de "una cruzada mediática para la criminalización de Somosaguas". La asociación Contrapoder, presentada en el año 2006, es una organización de izquierdas formada por alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas, Sociología y Trabajo Social de carácter antiautoritaria y anticapitalista, según se definen en su web.




Gabilondo reprueba el incidente de la capilla de Somosaguas

El ministro considera que la presencia o no de templos en los campus debe decidirse en el ámbito universitario.- González asegura que Berzosa "mata moscas a cañonazos" si pretende eliminar las capillas


El País del 17/03/2011


El ministro de Educación, Angel Gabilondo, ha entrado en la polémica de las capillas para condenar el incidente ocurrido en un templo de la Universidad Complutense, por considerarlo "reprobable, inadecuado e improcedente". El jueves de la semana pasada, un grupo de jóvenes irrumpió en la capilla del campus de Somosaguas para protestar contra la Iglesia y algunas chicas se desnudaron de cintura para arriba. El incidente, sumado a otras protestas en campus de Cataluña, ha provocado la queja airada del Arzobispado, una investigación por parte de la UCM, una demanda de Manos Limpias, una misa de "desagravio" y un debate, abierto por el rector, Carlos Berzosa en una entrevista con EL PAÍS, sobre si debe haber capillas en las universidades públicas.


En sus primeras declaraciones sobre el asunto, el titular de Educación ha subrayado la importancia de valores como la tolerancia y el respeto hacia las convicciones y creencias de los demás, al tiempo que ha aplaudido la reacción de Berzosa, quien condenó los hechos y ordenó abrir un expediente informativo a los alumnos que provocaron el altercado. A su juicio, este procedimiento es "muy adecuado". Preguntado por si las universidades deberían tener capillas, Gabilondo ha sido muy diplomático y ha respondido que es un debate que se debe resolver en el ámbito universitario.

La gestión de Berzosa es un desastre


Desde el PP, tienen muy clara la respuesta. El vicepresidente de la Comunidad, Ignacio González, ha considerado que Berzosa "mata moscas a cañonazos" con su propuesta. De paso, González ha aprovechado el incidente para cargar contra Berzosa, caballo de batalla del Gobierno regional por su idología de izquierdas. En la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno, el número dos de Esperanza Aguirre ha asegurado que el rector "ha mostrado su incapacidad de gestionar la universidad" y que su gestión "es un desastre económico, de gestión administrativa y académica y en todo".

"También en este caso, en no respetar el derecho de todo el mundo, los que piensan de una manera y de otra y de defender todos los espacios de la universidad, tiene esta ocurrencia para no hacer frente una vez más a una situación como esta que es muy lamentable", ha criticado González. También desde el Gobierno regional, Francisco Granados pidió el martes la cabeza de Berzosa por el incidente.

Gran expectativa mediática

Mientras se celebra este debate, muy cargado por la cercanía de las elecciones, el Arzobispado prepara la "misa de desagravio" que celebrará mañana en la capilla. Hoy se ha conocido que la oficiará el obispo auxiliar de Madrid, César Franco. Será en el horario habitual de misa en esa capilla, a las 13.30, aunque en esta ocasión el obispo auxiliar presidirá la eucaristía a invitación del capellán, Rafael Hernando, han señalado fuentes de la Pastoral Universitaria. Aunque el Arzobispado elevó una queja al Rectorado de la UCM y el incidente ha suscitado numerosas condenas y ha trascendido al ámbito político, un portavoz del Rectorado de la universidad ha asegurado que "hay una buena sintonía con el Arzobispado de Madrid".

Berzosa "respeta y apoya" la misa de desagravio y se ha comprometido con el Arzobispado a "velar por que no se produzca ningún tipo de incidentes", han señalado fuentes del Rectorado. La Pastoral Universitaria ha señalado, ante la "gran expectativa mediática", que no se garantiza que puedan entrar los periodistas -la capacidad de la capilla es de unas 60 personas-. El incidente ha irritado a los sectores católicos y conservadores porque algunas asistentes se desnudaron y gritaron consignas como "menos rosarios y más bolas chinas", que al Arzobispado considera "blasfemias". Aunque la Iglesia no ha presentado una denuncia, sí lo ha hecho Manos Limpias por la "profanación" del templo. La actuación de los jóvenes puede constituir un delito contra los sentimientos religiosos. La pena máxima es de seis años de cárcel, que "difícilmente" se aplicarán en este caso, según Juan Ferreiro, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La izquierda y la política de identidad

Gran parte de la conferencia o lectura efectuada en el Institute of Education de Londres, el 2 de mayo de 1996, por el historiador británico y marxista Eric Hobsbawm para la Fundación Barry Amiel & Norman Melburn Trust. Y que salió publicada en el New Left Review, 217 del mismo año. La charla trata sobre el tema de los movimientos identitarios actuales, que poco tienen que ver con el Movimiento Obrero y el Socialismo.

La traducción al castellano salió en el número 0, de enero del 2000, de la edición en castellano del New Left Review, el cual reproduzco, excepto la parte final que habla de la situación del laborismo británico de aquellos años; en cambio, el resto de la conferencia nos sirve para hoy día.

Por Eric Hobsbawm

«Los socialistas deben tener en cuenta el nacionalismo,
pero, como las enfermeras, deben lavarse veinte veces las manos
antes de acercarse a un área del movimiento obrero infectada por él.»


ISAAC DEUTSCHER


Mi conferencia trata de un tema sorprendentemente nuevo. Estamos tan acostumbrados a términos como «identidad colectiva», «grupos de identidad», «política de identidad», o, inclusive, «etnicidad», que cuesta recordar que sólo en fecha reciente empezaron a formar parte del vocabulario o jerga actual del discurso político. Por ejemplo, si consultáramos la Encyclopedia of the Social Sciencies internacional, publicada en 1968 —es decir, escrita a mediados de la década de 1960—, no encontraríamos ninguna entrada para el término identidad, salvo una que trata de la identidad psicosocial, redactada por Erik Erikson, preocupado principalmente por temas tales como la llamada «crisis de identidad» que sufren los adolescentes cuando intentan descubrir lo que son, y un fragmento general sobre la identificación de los votantes. En lo que respecta a la etnicidad, en el Oxford English Dictionary de principios de la década de 1970, todavía figura sólo como una palabra poco común que indica «el mundo y la superstición paganos» y que aparece documentada con citas del siglo XVIII.

En resumen, nos ocupamos de términos y conceptos que sólo empezaron a utilizarse realmente en la década de 1960. Es en los Estados Unidos donde más fácil nos resulta seguir la pista de su aparición, en parte porque siempre ha sido una sociedad extraordinariamente interesada en controlar su temperatura, su presión sanguínea y otros síntomas sociales y psicológicos, y ante todo porque la forma más evidente de política de la identidad, aunque no la única, es decir, la etnicidad, ha desempeñado en todo momento un papel central en la política estadounidense desde que éste se convirtió en un país de inmigración masiva procedente de todos los puntos de Europa. De forma preliminar, se podría decir que la nueva etnicidad hace su primera aparición pública en 1963 con Beyond the Melting Pot, de Glazer y Moynihan, y que en 1972 se convierte en un programa militante con The Rise of Unmeltable Ethnics, de Michael Novak. No hace falta que les diga que la primera de estas obras fue escrita por un catedrático judío y por un irlandés, en la actualidad senador demócrata senior por Nueva York; el autor de la segunda era un católico de origen eslovaco. Por el momento, no debemos preocuparnos demasiado por el motivo de que todo esto sucediera en la década de 1960, pero permítanme recordarles que —por lo menos en el escenario de los movimientos de los Estados Unidos, en donde se produjeron estos acontecimientos— esta década asistió también a la aparición de otras dos variantes de política de la identidad: el movimiento de las mujeres contemporáneo (es decir, postsufragista) y el movimiento gay.

No pretendo decir que antes de la década de 1960 nadie se hiciera preguntas sobre su identidad pública. A veces, en situaciones de incertidumbre, hubo grupos que se las hicieron; por ejemplo, en el cinturón industrial de Lorena, en Francia, cuya nacionalidad y lengua oficial cambió cinco veces en un siglo y cuya vida rural se volvió industrial, semiurbana, al mismo tiempo que sus fronteras eran modificadas siete veces en el último siglo y medio. No es de extrañar que los habitantes de la región dijeran lo siguiente: «Los berlineses saben que son berlineses, los parisinos saben que son parisinos, pero ¿quiénes somos nosotros?». O, por citar otra entrevista: «Soy de Lorena, mi cultura es alemana, mi nacionalidad, francesa, y pienso en nuestro dialecto provincial». En realidad, este tipo de situaciones sólo conducían a auténticos problemas de identidad cuando se impedía que la gente mantuviera las identidades múltiples, combinadas, que resultan naturales para la mayoría de nosotros. O, más aún, cuando éstas se encontraban desligadas «de las prácticas culturales antiguas y comunes a todos». No obstante, hasta la década de 1960, estos problemas de identidad dudosa quedaron circunscritos a zonas fronterizas especiales de la política. Todavía no eran centrales.

Parecen haber adquirido una importancia fundamental a partir de la década de 1960. ¿Por qué? Sin duda, encontramos razones particulares en la política e instituciones de este o aquel país: así, en los peculiares procedimientos impuestos por la Constitución de los Estados Unidos, que dieron lugar, por ejemplo, a los juicios de derechos civiles de la década de 1950, que en un primer momento tuvieron como protagonistas a los negros y después se extendieron a las mujeres, proporcionando un modelo para otros grupos de identidad. Podríamos decir que, sobre todo en países donde los partidos compiten por los votos, constituirse como un grupo de identidad de este tipo puede aportar ventajas políticas concretas: por ejemplo, discriminación positiva a favor de los miembros del grupo, cuotas en puestos de trabajo, etcétera. Los Estados Unidos son de nuevo un ejemplo al respecto, pero no el único. Por ejemplo, en la India, donde el gobierno se ha comprometido a garantizar la igualdad social, puede resultar realmente provechoso declararse miembro de una casta baja o de un grupo tribal aborigen con el fin de disfrutar del acceso extraordinario al empleo garantizado para tales grupos.

La negación de la identidad múltiple

No obstante, a mi modo de ver, la aparición de la política de la identidad es una consecuencia de las profundas y extraordinariamente rápidas convulsiones y transformaciones que ha experimentado la sociedad humana en el tercer cuarto de este siglo, que he intentado describir y comprender en la segunda parte de mi historia del «corto siglo XX», La edad de los extremos. Pero no soy el único que defiende esa opinión. El sociólogo estadounidense Daniel Bell, por ejemplo, sostenía en 1975 que «la desintegración de las estructuras tradicionales de autoridad y de las unidades sociales afectivas anteriores —históricamente, la nación y la clase […]— hace que los lazos étnicos pasen a un primer plano».

De hecho, sabemos que tanto el Estado-nación como los viejos partidos y movimientos políticos basados en la clase se han visto debilitados como resultado de estas transformaciones. Es más, hemos vivido, estamos viviendo, una gigantesca «revolución cultural», una «extraordinaria disolución de las normas, texturas y valores sociales tradicionales, que ha dejado a tantos habitantes del mundo desarrollado huérfanos y desposeídos». Si me permiten que continúe citándome a mí mismo, «Nunca se utilizó la palabra “comunidad” de forma tan indiscriminada y vacía como en las décadas en las que las comunidades en sentido sociológico se vuelven difíciles de encontrar en la vida real». Los hombres y las mujeres buscan grupos a los que poder pertenecer, con seguridad y para siempre, en un mundo en el que todo lo demás resulta movedizo y cambiante, en el que ya nada es seguro. Y encuentran lo que buscan en los grupos de identidad. De ahí la extraña paradoja, identificada por el brillante sociólogo de Harvard, Orlando Patterson, caribeño, por cierto: la gente opta por pertenecer a un grupo de identidad, pero «se trata de una elección basada en la convicción, defendida con vigor y concebida con esmero, de que al individuo no le queda absolutamente más opción que la de pertenecer a ese grupo específico». En ocasiones, cabe demostrar que se trata de una opción. El número de estadounidenses que se presentan como «indios americanos» o «nativo-americanos» casi se cuadruplicó entre 1960 y 1990, pasando de cerca de medio millón a aproximadamente dos millones, un aumento que no admite explicaciones en términos demográficos habituales; y, dicho sea de paso, dado que el 70 por 100 de los «nativo-americanos» se casan con gente que no es de su raza, no queda nada claro quien es estrictamente un «nativo-americano» en sentido étnico.

Así pues, ¿qué es lo que entendemos por «identidad» colectiva, ese sentimiento de pertenencia a un grupo primario que constituye su base? Quisiera llamar su atención sobre cuatro puntos.

En primer lugar, las identidades colectivas se definen negativamente; es decir, contra otros. «Nosotros» nos reconocemos como «nosotros» porque somos diferentes a «ellos». Si no existiera un «ellos» del que diferenciarnos, no tendríamos que preguntarnos quiénes somos «nosotros». Sin identificación de quienes están Afuera no existe posibilidad de identificar quien está Adentro. En otras palabras, las identidades colectivas no se basan en lo que sus miembros tienen en común —es posible que no tengan gran cosa en común excepto el hecho de no pertenecer a los «Otros»—. Los unionistas y los nacionalistas en Belfast, o los serbios, croatas y bosnio-musulmanes, que de lo contrario serían indistinguibles —hablan el mismo idioma, tienen los mismos estilos de vida, el mismo aspecto y comportamiento—, insisten en lo único que les divide, que resulta ser la religión. A la inversa, ¿qué es lo que une como palestinos a una población abigarrada de varios tipos de musulmanes, católico-romanos y griegos, greco-ortodoxos y otros grupos que, en otras circunstancias, bien podrían estar luchando unos contra otros, como hacen sus vecinos en el Líbano? Simplemente, el hecho de que no son israelíes, tal y como la política israelí se encarga de recordarles en todo momento.

Desde luego, existen colectividades basadas en características objetivas que sus miembros tiene en común, que incluyen el género biológico o rasgos físicos políticamente sensibles tales como el color de la piel y semejantes. No obstante, la mayor parte de las identidades colectivas se parecen más a una camisa que a la piel, es decir, que son, por lo menos en teoría optativas, no ineludibles. A pesar de la moda actual de manipular nuestro propio cuerpo, sigue siendo más fácil cambiar de camisa que de brazo. La mayoría de los grupos de identidad no se basan en similitudes o diferencias físicas objetivas, aunque a todos les gustaría afirmar que son grupos «naturales», y no socialmente construidos. Por supuesto, todos los grupos étnicos lo hacen.

En segundo lugar, de lo anterior se desprende que, en la vida real, las identidades, al igual que la ropa, no son únicas ni están, por así decirlo, pegadas al cuerpo, sino que se pueden intercambiar o llevar puestas combinándolas de modos diversos. Naturalmente, como sabrá reconocer todo aquel que se dedique a los sondeos de opinión, nadie tiene una única identidad. No cabe describir a los seres humanos, ni siquiera para fines burocráticos, sino como una combinación de numerosas características. Pero la política de la identidad asume que una entre las diversas identidades que todos tenemos es la que determina, o por lo menos domina, nuestra acción política: ser mujer, si se es feminista; ser protestante, si se es un unionista de Antrim; ser catalán, si se es un nacionalista catalán; ser homosexual, si se pertenece al movimiento gay. Y asume también, por supuesto, que hay que librarse de los otros porque son incompatibles con tu «verdadero» yo. Es así como David Selbourne, ideólogo multiuso y acusador general, hace un firme llamamiento al «judío de Inglaterra» para que «deje de hacerse pasar por inglés» y reconozca que su «verdadera» identidad es la de judío. Algo peligroso y absurdo al mismo tiempo. No existe ninguna incompatibilidad en ser ambas cosas, a menos que una autoridad externa te diga que no puedes serlo o a menos que sea físicamente imposible. Si uno quisiera ser simultánea y ecuménicamente católico devoto, judío devoto y budista devoto, ¿por qué no debería serlo? La única razón que detendría físicamente mi propósito residiría en que probablemente las autoridades religiosas respectivas me dirían que no puedo combinar todos estos credos, o en que podría resultar imposible llevar a cabo todos los rituales, porque algunos impiden la realización de otros.

Por regla general, la gente no tiene problemas en combinar identidades, y ésta es, evidentemente, la base de la política en general, a diferencia de la política de la identidad sectorial. A menudo, la gente ni siquiera se molesta en elegir entre distintas identidades, bien porque nadie se lo pide, bien porque resulta demasiado complicado. Cuando se solicita a los habitantes de los Estados Unidos que declaren su origen étnico, el 54 por 100 se niega o es incapaz de dar una respuesta. En resumidas cuentas, la política de la identidad exclusiva no es algo que la gente asuma de forma natural. Lo más común es que le venga impuesta desde el exterior —tal y como se ha obligado a separarse a los habitantes serbios, croatas y musulmanes de Bosnia, que vivían juntos, se mezclaban y se casaban entre sí, o de formas menos brutales.

El tercer punto que debe mencionarse es que estas identidades, o su expresión, no son fijas, aun en el supuesto de que uno haya optado por uno de sus muchos yoes potenciales, tal y como Michael Portillo ha optado por ser británico en lugar de español. Se desplazan constantemente y pueden cambiar, más de una vez si es necesario. Por ejemplo, grupos no étnicos, cuyos miembros resultan ser, en su totalidad o en su mayor parte, negros y judíos, pueden volverse grupos con conciencia étnica. Fue esto lo que ocurrió con la Iglesia Baptista Cristiana del Sur durante el liderazgo de Martin Luther King. También puede suceder lo contrario, como cuando el IRA Oficial dejó de ser una organización nacionalista feniana para convertirse en una organización de clase que ahora engrosa el Partido de los Trabajadores y forma parte de la coalición de gobierno de la República de Irlanda.

La cuarta y última cuestión que quisiera mencionar en torno a la identidad es que ésta depende del contexto, un contexto que puede cambiar. Todos nosotros podríamos recordar a los miembros con carnet y cotización a la Organización de la Comunidad Gay de Oxbridge de la década de 1920 que, tras la Depresión de 1929 y el ascenso de Hitler, se pasaron, como ellos mismo solían decir, de la Homintern («Internacional Homosexual») a la Komintern («Internacional Comunista»). Burguess y Blunt, por poner dos ejemplos, trasladaron su homosexualidad de la esfera pública a la privada. O pensemos en el caso de Pater, el erudito en lenguas clásicas, alemán y protestante, catedrático de Filología Clásica en Londres, que descubrió repentinamente, una vez Hitler en el poder, que tenía que emigrar porque, de acuerdo con los criterios nazis, en realidad era judío, hecho que hasta entonces ignoraba. Como quiera que se hubiera definido anteriormente, ahora tenía que encontrar una identidad diferente.

El universalismo de la Izquierda

¿Qué tiene que ver todo esto con la izquierda? Sin duda, los grupos de identidad no eran fundamentales para la izquierda. Los movimientos sociales y políticos de masas de la izquierda, es decir, los inspirados por las revoluciones americana y francesa y por el socialismo, eran a decir verdad coaliciones o alianzas de grupos, pero lo que les mantenía unidos no eran los objetivos específicos de cada grupo, sino grandes causas universales a través de los cuales cada grupo creía que podría llegar a ver realizados sus objetivos particulares: la democracia, la república, el socialismo, el comunismo o lo que sea. Nuestro propio Partido Laborista, en sus mejores tiempos, era a la vez el partido de una clase y, entre otras cosas, el de las nacionalidades minoritarias y las comunidades inmigrantes de britanos continentales. Era todas estas cosas porque se trataba de un partido de igualdad y justicia social.

No malinterpretemos su pretensión de basarse fundamentalmente en la clase. Los movimientos políticos obreros y socialistas nunca, en ninguna parte, han estado en lo esencial circunscritos al proletariado en el sentido marxista estricto del término. De no haber sido así, no hubieran podido convertirse, salvo en Gran Bretaña, en los amplios movimientos que de hecho fueron, porque, durante las décadas de 1880 y 1890, período en el cual los partidos obreros y socialistas aparecieron repentinamente en escena, cual campos de campanillas en primavera, en la mayoría de los países la clase trabajadora industrial constituía una minoría bastante reducida y, en cualquier caso, buena parte de ella se mantenía al margen de la organización obrera y socialista. Recordemos que, antes de la Primera Guerra Mundial, los socialdemócratas obtuvieron entre el 30 y el 47 por 100 de votos en países apenas industrializados como Dinamarca, Suecia y Finlandia, así como en Alemania. (El porcentaje más elevado de votos obtenido por el Partido Laborista en Gran Bretaña fue del 48 por 100, en 1951.) Además, el alegato socialista en defensa de la centralidad de los trabajadores en su movimiento no era un alegato sectorial. Los sindicatos se dedicaban a la defensa de los intereses sectoriales de los asalariados, pero una de las razones por las cuales las relaciones entre los partidos obreros y socialistas y los sindicatos vinculados a ellos nunca estuvieron libres de problemas, fue precisamente porque los objetivos del movimiento eran más amplios que los de los sindicatos. El razonamiento socialista no descansaba exclusivamente en el hecho de que la mayor parte de la gente fuera «trabajadora manual o intelectual», sino en que los trabajadores eran el vehículo histórico necesario para transformar la sociedad. Hasta el punto de que, si uno aspiraba a conquistar el futuro, fuera quien fuera, debía unirse al movimiento de los trabajadores.

A la inversa, cuando el movimiento obrero quedó reducido a apenas un grupo de presión o movimiento sectorial de los trabajadores industriales, como sucedió en la Gran Bretaña de la década de 1970, perdió la capacidad tanto de ser el centro potencial de una movilización general y popular, como de suponer una esperanza general de futuro. El sindicalismo militante «economicista» se ganó hasta tal punto la enemistad de todos aquellos que no estaban directamente implicados en éste que proporcionó al conservadurismo thatcheriano sus argumentos más convincentes y la justificación para convertir al tradicional Partido Conservador de «toda una nación» en una fuerza capaz de librar una lucha de clases militante. Es más, esta política de la identidad proletaria no sólo aisló a la clase trabajadora, sino que la dividió, enfrentando a grupos de trabajadores entre sí.

Así pues, ¿qué tiene que ver la política de la identidad con la izquierda? Permítanme decir con firmeza lo que no debería ser preciso repetir. El proyecto político de la izquierda es universalista: se dirige a todos los seres humanos. Como quiera que interpretemos las palabras, no se trata de libertad para los accionistas o para los negros, sino para todo el mundo. No se trata de igualdad para los miembros del Club Garrick o para los discapacitados, sino para cualquiera. No se trata de fraternidad únicamente para los ex alumnos del Eton College o para los gays, sino para todos los seres humanos. Y, básicamente, la política de la identidad no se dirige a todo el mundo sino sólo a los miembros de un grupo específico. Algo perfectamente evidente en el caso de los movimientos étnicos o nacionalistas. El nacionalismo sionista judío, simpaticemos o no con él, se centra exclusivamente en los judíos, y cuelga, o más bien bombardea, al resto. Todos los nacionalismos son exclusivistas. La afirmación nacionalista que sostiene que lo que se defiende es el derecho a la autodeterminación para todo el mundo es engañosa.

Por esa razón, la izquierda no puede basarse en la política de la identidad. Los temas que la ocupan son más amplios. Para la izquierda, Irlanda ha sido, históricamente, uno, pero tan sólo uno, entre los numerosos grupos de seres humanos explotados, oprimidos y castigados por los que ha luchado. Para un nacionalismo como el del IRA, la izquierda sólo ha sido, y continúa siendo, un posible aliado en la lucha por alcanzar sus objetivos en situaciones determinadas. En otras, estuvo dispuesto a ofrecer su apoyo a Hitler, como de hecho hicieron algunos de sus líderes durante la Segunda Guerra Mundial. Y esto es válido para cualquier grupo que haga de la política de la identidad, étnica o de otro tipo, su fundamento.

Ahora bien, la mayor amplitud de los temas que ocupan a la izquierda implica, desde luego, el apoyo por parte de ésta a muchos grupos de identidad, por lo menos en algunos momentos, y que estos últimos, a su vez, acudan a la izquierda. De hecho, algunas de estas alianzas son tan antiguas y tan íntimas que la izquierda se sorprende cuando tocan a su fin, tal y como la gente se sorprende cuando los matrimonios se rompen después de toda una vida. En los Estados Unidos parece casi contra natura que los «grupos étnicos» —es decir, los grupos que provienen de la inmigración masiva y pobre y sus descendientes— ya no voten de forma prácticamente automática al Partido Demócrata. Parece casi increíble que un afroamericano pueda llegar a considerar la idea de presentarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos por los republicanos (pienso en Colin Powell). Y, sin embargo, el interés común por el Partido Demócrata de los irlandeses, los italianos, los judíos y los afroamericanos no se derivaba de sus etnicidades particulares, aunque los políticos realistas las respetaran. Lo que les unía era el hambre de igualdad y justicia social, y un programa capaz de promoverlas de forma creíble.

El interés común

Pero es esto precisamente lo que tanta gente de la izquierda olvida, a medida que se sumerge en las aguas profundas de la política de la identidad. Desde la década de 1970, ha habido una tendencia, una tendencia creciente, a ver la izquierda esencialmente como una coalición de grupos e intereses minoritarios: de raza, género, orientación sexual u otras preferencias culturales y estilos de vida, e incluso de minorías económicas como la que ahora constituye la vieja clase obrera industrial empelada en los trabajos más penosos y descualificados. Una tendencia muy comprensible, pero peligrosa, y más en la medida en que conquistar mayorías no equivale a sumar minorías.

En primer lugar, permítanme insistir: los grupos de identidad sólo tratan de sí mismos y para sí mismos, y nadie más entra en el juego. Una coalición de tales grupos que no cimente su unidad en un único conjunto de objetivos o valores comunes, sólo posee una unidad ad hoc, bastante semejante a la de los Estados que se alían temporalmente en tiempos de guerra contra un enemigo común. Se separan cuando ya no tienen necesidad de estar juntos. En cualquier caso, como grupos de identidad, no tienen un compromiso con la izquierda como tal, sino que se limitan a obtener apoyos para sus propios objetivos siempre que pueden. Pensamos en la emancipación de las mujeres como una causa íntimamente asociada a la izquierda, como lo ha sido sin duda desde el origen del socialismo, antes incluso de Marx y Engels. Sin embargo, históricamente, el movimiento sufragista británico anterior a 1914 era un movimiento de los tres partidos (el conservador, el liberal y el laborista), y la primera mujer que llegó a ser miembro del Parlamento pertenecía, como sabemos, al Partido Conservador.

En segundo lugar, con independencia de su retórica, los verdaderos movimientosorganizaciones de la política de identidad sólo movilizan a las minorías, por lo menos hasta que obtienen el poder de la ley y la fuerza. Puede que el sentimiento nacional sea universal, pero, según mi leal saber y entender, en los Estados democráticos ningún partido nacionalista secesionista ha obtenido hasta ahora los votos de la mayoría de su circunscripción electoral (aunque el pasado otoño los quebequeses caso lo consiguen, pero en esta ocasión los nacionalistas tuvieron cuidado de no exigir la secesión total con esas mismas palabras). No estoy diciendo que no pueda o no vaya a ocurrir, lo único que digo es que, hasta ahora, la forma más segura de conseguir la independencia nacional mediante la secesión ha consistido en no pedirle a la gente que vote a favor de ésta hasta que no haya sido conquistada previamente por otros medios.

Lo cual nos proporciona, por cierto, dos razones pragmáticas para estar en contra de la política de la identidad. Sin esa coacción o presión exterior, en condiciones normales, esta política prácticamente nunca moviliza más que a una minoría, incluso del grupo al que se dirige. Por esta razón, los intentos de constituir partidos políticos exclusivamente de mujeres no han resultado un medio muy eficaz para movilizar el voto de las mismas. La otra razón es que obligar a las personas a asumir una identidad, y sólo una, hace que éstas se dividan entre sí y, por tanto, aísla a las minorías.

Hoy en día, tanto la derecha como la izquierda tienen que cargar con la política de la identidad. Desafortunadamente, el peligro de desintegrarse en una mera alianza de minorías es extraordinariamente grande en la izquierda, porque el ocaso de los grandes eslóganes universalistas de la Ilustración, eslóganes que pertenecían esencialmente a la izquierda, la ha dejado sin recursos para formular de manera clara un interés común que atraviese las fronteras sectoriales. El único entre los denominados «nuevos movimientos sociales» que traspasa todas estas fronteras es el ecologista. Pero, desgraciadamente, su atractivo político es limitado y probablemente seguirá siéndolo.

No obstante, existe una forma de política de la identidad de alcance realmente global, en la medida en que está basada en una reivindicación común, por lo menos dentro de los confines de un mismo Estado: el nacionalismo ciudadano. Visto desde una perspectiva global, puede que sea lo contrario a una reivindicación universal, pero visto desde la perspectiva del Estado nacional, que es donde la mayoría de nosotros todavía vivimos, y probablemente continuaremos viviendo, proporciona una identidad común o, según la expresión de Benedict Anderson, «una comunidad imaginada» no menos real por ser imaginada. La derecha, especialmente la derecha en el gobierno, siempre ha pretendido monopolizar esto, y, por regla general, todavía puede manipularlo. Incluso el thatcherismo, el sepulturero del «conservadurismo de toda una nación», lo hizo. Incluso su sucesor espectral y moribundo, el gobierno de Major, tiene la esperanza de evitar la derrota electoral acusando a sus adversarios de antipatrióticos.

¿Por qué, entonces, le resulta tan difícil a la izquierda, y sin duda a la izquierda de los países de habla inglesa, verse a sí misma como representante de toda la nación? (Aquí evidentemente me refiero a la nación como comunidad de individuos de un país, no como entidad étnica.) ¿Por qué le ha sido tan difícil siquiera intentarlo? Después de todo, los orígenes de la izquierda europea se remontan al momento en el que una clase, o una alianza de clases, el Tercer Estado de los Estados Generales franceses de 1789, decidió declararse a sí misma «la nación», contra la minoría de la clase gobernante, creando así el concepto mismo de «nación» política. Después de todo, incluso Marx preveía una transformación de este tipo en El Manifiesto Comunista: «Más, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués». De hecho, podríamos ir más lejos. Todd Gitlin, uno de los mejores observadores de la izquierda estadounidense, lo expresa dramáticamente en su nuevo libro, The Twilight of Common Dreams: «¿Qué es una izquierda si no es, por lo menos de un modo que resulte verosímil, la voz de todo el pueblo?… Si no hay un pueblo, sino sólo pueblos, no hay izquierda».

Londres, 1996.