jueves, 29 de noviembre de 2007

Kronstadt, 1921 (la Revolución rusa II)

Ya que en este mes se conmemora el nonagésimo aniversario de la Revolución rusa de Octubre, os pongo un texto algo posterior pero que refleja lo que fue y supuso la toma del Poder por los bolcheviques ese año, luego vendrían Stalin, la Guerra Fría, el Pacto de Varsovia, etc., hasta su final en 1991.

El 16 de marzo de 1921 (poco antes del último asalto que pondría fin a la rebelión de marinos, soldados rojos y obreros de la revolucionaria Kronstadt) salía publicada en el Izvestia de Kronstadt este artículo titulado: Socialismo entre comillas; redactado por el Comité Revolucionario Provisional que encabezaba la rebelión de esta ciudad-fortaleza (base naval de la Flota del Báltico) en la isla de Kotlin, a unos treinta kilometros al Oeste de Petrogrado, en el Golfo de Finlandia. Isla de larga trayectoria revolucionaria que se amotinó contra el Poder bolchevique (previamente lo hizo contra el zarismo y el Gobierno Provisional) defendiendo totalmente el original lema revolucionario de «Todo poder para los soviets», lema traicionado por Lenin y sus secuaces en el gobierno.

Tras tres años de guerra civil, la imposición del llamado Comunismo de Guerra y las carencias de existencias provocó sucesivas revueltas campesinas en el país y las huelgas generales de Moscú y Petrogrado, duramente reprimidas por «el gobierno de obreros y campesinos» de la llamada «patria del socialismo». La población de la isla fortaleza se sumaron a la protesta, foco de fuerte tradicción rebelde y de muchos motines antiautoritarios, se le llegó a denominar el «orgullo y la gloria de la Revolución rusa». Establecieron durante un tiempo un soviet libre, que terminó duramente reprimido por el Ejército Rojo, después de una lucha sangrienta y encarnizada. Un reflejo más de lo que Lenin y Trotski sembraron y después cosechó Stalin y los que le siguieron al frente de la URSS:


SOCIALISMO ENTRE COMILLAS


Al hacer la Revolución de Octubre los marinos y los soldados rojos, los obreros y los campesinos vertieron su sangre por el poder de los soviets, por la creación de una República de trabajadores. El partido bolchevique prestó estrecha atención a las actitudes de las masas. Al inscribir en su bandera seductoras consignas que agitaron a los trabajadores, logró atraerlos a su campo y les prometió conducirlos a un brillante reino del Socialismo, que sólo los bolcheviques sabían cómo erigir.

Naturalmente, una alegría sin límites se apoderó de obreros y campesinos. «Por fin la esclavitud que hemos soportado bajo el yugo de los terratenientes y los capitalistas se está transformando en una leyenda», pensaron. Parecía que hubiera llegado la época del trabajo libre en los campos, fábricas y talleres. Parecía como si todo el poder hubiera pasado a manos de los trabajadores.

La habilidosa propaganda llevó a los hijos del pueblo trabajador a integrar las filas del partido, donde fueron aherrojados por una severa disciplina. Luego, cuando los comunistas se sintieron suficientemente fuertes, primero desalojaron del poder a los socialistas de otras tendencias; después apartaron a los obreros y campesinos mismos del timón de la barca del Estado, mientras continuaban gobernando el país en su nombre. Los comunistas sustituyeron ese poder que usurparon por el dominio arbitrario de los comisarios sobre el cuerpo y el alma de los ciudadanos de Rusia soviética. Contra toda razón y contra la voluntad de los trabajadores, comenzaron a construir tenazmente el socialismo de Estado, con esclavos en lugar de trabajadores libres.

Luego de desorganizar la producción bajo el sistema de «control por los obreros», los bolcheviques procedieron a nacionalizar las fábricas y talleres. Los trabajadores se transformaron de esclavos de los capitalistas en esclavos de las empresas estatales. Pronto esto no fue suficiente, y entonces planearon introducir el método de trabajo acelerado al máximo: el sistema de Taylor. Todo el campesinado trabajador fue declarado enemigo del pueblo e identificado con los kulaks (campesinos ricos). Con gran energía los comunistas se dieron a la tarea de arruinar a los campesinos, ocupándose ellos mismos de crear granjas estatales (las estancias del nuevo terrateniente, el Estado). Esto es lo que los campesinos han recibido del socialismo de los bolcheviques en lugar del libre uso de las tierras que acababan de conquistar. A cambio del cereal incautado y las vacas y caballos confiscados, recibieron incursiones de la Cheka y pelotones de fusilamiento. ¡Excelente sistema de intercambio en un Estado de trabajadores: plomo y bayonetas por pan!

La vida de los ciudadanos se volvió desesperadamente monótona y rutinaria. Uno vivía de acuerdo con las tablas cronológicas fijadas por la autoridad que correspondiera. En lugar del libre desarrollo de la personalidad individual y de una vía de trabajo libre, surgió una esclavidtud extraordinaria y sin precedentes. Todo pensamiento independiente, toda crítica justa a los actos de los gobernantes criminales se transformaron en un delito castigado con la prisión, y a veces incluso con la ejecución. En una «sociedad socialista» comenzó a florecer el castigo capital, esa profanación de la dignidad humana.

Tal es el brillante reino del socialismo al cual nos ha llevado la dictadura del Partido Comunista. Hemos obtenido el socialismo de Estado con soviets de funcionarios que votan obedientes de acuerdo con los dictados del Comité Central del partido y sus infalibles comisarios. El lema «quien no trabaje no comerá», fue distorsionado por el nuevo orden «sovietico» y transformado en «todo para los comisarios». Para los obreros y campesinos y la intelligentsia trabajadora sólo queda el trabajo descolorido y sin descanso en un ambiente carcelario.

La situación se ha vuelto intolerable, y Kronstadt Revolucionaria fue la primera en romper las cadenas y los barrotes de hierro de esta prisión. Está luchando por un tipo diferente de socialismo, por una República Soviética de trabajadores, en la cual el productor mismo será el único dueño y podrá disponer de sus productos como le parezca adecuado.

IZVESTIA, 1921.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Fernando Fernán-Gómez, un tío de bandera


Os pongo este texto del compañero SORROW que me ha enviado por correo electrónico sobre el fallecido Fernando Fernán-Gómez.

Me imagino el susto de los medios de comunicación al llegar al lugar donde estaba colocado el féretro de Fernando. Un ataúd sin cristo y además cubierto con la bandera de la CNT. Supongo que intentarían filmar el ataúd de tal manera que no se viera la insignia. Las primeras imágenes que vi enfocaban a los pies y se veía un paño rojo, luego enfocaron a la cabecera y se vio un trapo negro. Más tarde tuvieron que filmar a la gente que se acercaba a tocar el féretro y a poner ramos de flores como la señora de la foto. Y entonces tuvieron que filmarlo de cuerpo entero con la rojinegra y sin cristo. ¿Qué hacer en un caso como éste? Pues sencillamente hacer mutis por el foro. Pero claro, la gente no es tonta y conoce a la CNT y a su insignia aunque sólo sea por los libros de historia. Así las cosas, los avispados comentaristas se vieron obligados a decir que aquel trapo de colores era "la bandera anarquista". Eso sí, pocos explicaron el porqué de la última voluntad del genial viejito. Fernán-Gómez había sido militante de la CNT en su juventud y siempre había sido ateo y simpatizante libertario. Gracias viejito por la bofetada en la cara que has dado después de muerto al establishment mediático y a la España beata y burguesa. ¡Qué la tierra te sea leve!


"Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja..."

(Federico García Lorca)

SORROW

jueves, 22 de noviembre de 2007

El principio del epílogo


Ni el judío burgués Karl Marx ni el aristócrata ruso Mijail Bakunin creían en el más allá; por ello no han sido admitidos en la gloria. Se han desvanecido no sólo sus cuerpos, sino sus almas, y de ambos desmedidos luchadores por la justicia, la igualdad, el bien de los demás, no nos queda más que el recuerdo, o nada menos que el recuerdo. De otro modo, si ambos hubieran sido creyentes, les habrían abrierto las puertas del Paraíso recobrado y ahora sentados en su muelle banco de nubes, mirarían hacia abajo y es muy posible que, tras los últimos acontecimientos [la caída del Muro de Berlín], el soberbio ruso le dijera al prepotente alemán:

-¿Ves, idiota, como la mucha ciencia ofusca el conocimiento? Te lo advertí muchas veces.

En los tiempos en que nos ha tocado vivir, dos grandes sistemas gobiernan el mundo y nuestra sociedad: uno, aquel en que el Estado es dueño de la Banca; otro, aquel en que la Banca es dueña del Estado. En cualquiera de los dos, los hombres de a pie -o de a ruedas- contamos poco.

El resultado de la última batalla de la ya muy larga guerra entre los dos sistemas es la victoria del segundo, la Banca dueña del Estado, y, por consiguiente, la vergonzosa derrota del primero: el Estado que, en su ciega vanidad autoritaria, hiperestatista, creyó que podía llegar a ser dueño de la Banca.

Terminado el debate me pregunto: ¿han desaparecido las causas de la batalla? A partir de ahora, del momento en que San Jorge ha matado al dragón, ¿seguirá el hombre explotando al hombre, seguirá la ley de la herencia económica haciendo que unos nazcan ricos y otros pobres y otros miserables, indigentes? ¿Seguirá la prostitución sin ser una vocación dionisíaca, orgiástica, de placer, sino un recurso de hambrientos? ¿Los placeres táctiles e la pareja o del grupo continuarán siendo fiscalizados por el aparato administrativo, por el religioso? ¿Las fronteras artificiales seguirán separando a los hombres? ¿Continuarán las religiones y las patrias siendo fuentes de sangre? ¿Las rentas de capital continuarán siendo infinitamente superiores al justiprecio del trabajo? ¿Habrá personas que posean doscientas treinta mil millones de pesetas y otras que para llegar a fin de mes tengan que pedir mil pesetas a un amigo? ¿Habrá niños sin vestidos ni calzado? ¿Madres sin leche? ¿Hombres que no encuentren donde expresar su pensamiento? ¿Seguirá habiendo hombres tan sabios en leyes que puedan gobernar a los demás mientras a otros nadie les ha enseñado las leyes? ¿Se seguirá educando a los niños de los países afortunados en una religión sólo comprensible por las inteligencias arcangélicas? Son preguntas triviales, casi horteras, y nadie tiene el deber de responderlas.

Tres suicidios. Un buen epílogo de tragedia. No sólo han terminado las vidas de los suicidas, sus proyectos personales, sus ideales: se ha liquidado todo un sistema, una teoría, el más grande experimento social que vieron los siglos. Pero, ¿cuando comenzó este epílogo?

Quizá cuando Gorbachov difundió su proyecto reformista. O ha sido la violenta oposición del pueblo ruso a la teoría marxista y a la praxis leninista lo que ha originado el rotundo hundimiento de la caduca revolución institucionalizada. Algunos opinan que el epílogo había comenzado años antes, al llegar al poder Jruschov, que intentó la primera desestalinización. El especialista en temas del Este Francisco Eguiagaray señala otras fechas que también pueden considerarse como principio del espectacular desenlace: la firma del pacto entre el comunista Stalin y el fascista Hitler, que propició el estallido de la II Guerra Mundial; incluso más atrás: el fracaso de la economía soviética y de la planificación de la agricultura poco después de concluida la revolución y la guerra civil, en los años veinte. Esta última fecha quizá resulta demasiado remota para señalar el inicio del epílogo, más adecuada parece para comienzo del primer acto de la tragedia. Sin embargo, yo me atrevo a señalar una fecha anterior como comienzo de la hecatombe, de la tragedia, en el más exacto sentido de la palabra, porque a partir de aquel momento el desenlace funesto era inevitable. El momento a que me refiero puede situarse en cualquier dia de la segunda mitad del siglo XIX, cuando el enfrentamiento entre las insuperables vanidades de Marx y de Bakunin escindió a la clase proletaria. Si se desea concretar más, puede situarse la fecha en el V Congreso de la Internacional.

Las teorías de los dos generosos pensadores se oponían. Marx creía que el porvenir de la clase proletaria, la implantación de la justicia y de la igualdad sociales no serían posibles sin el socialismo autoritario, sin la dictadura del proletariado. Bakunin pensaba lo contario; ya su maestro, Proudhon, había advertido a los autoritarios: «para impedir la arbitrariedad comercial, caeréis en la arbitrariedad administrativa; para crear la igualdad, destruiréis la libertad, lo que es la negación de la propia igualdad». Pero tanto como las dos ideas, los dos programas, se enfrentan los dos hombres. La autosuficiencia de Marx, la soberbia de Bakunin. El mismo día de la derrota de Sedán se abre el V Congreso de la Internacional. El enfrentamiento de las dos tendencias da como resultado la expulsión de Bakunin y con él la de sus seguidores, los libertarios. Desde entonces se enfrentaron constantemente dos concepciones del socialismo: la autoritaria y la libertaria. la escisión dura hasta hoy día, hasta los días del epílogo -si mientras tanto los autoritarios no se hubieran dedicado a exterminar a los libetarios-, y señaló su fatal comienzo. La Historia concedería una larga tregua sangrienta, pero la guerra estaba perdida. ¿Son galgos o son podencos? ¿Vencerá el socialismo libertario o el socialismo autoritario? La potencia de la URSS es tremenda y el socialismo libertario no tiene tras de sí ninguna potencia; pero es más puro su ideal: el hombre antes que el Estado. Y en estas, llegan los perros del liberalismo asilvestrado y pillan descuidados a los dos conejos.

Hoy -no digo ayer ni mañana- el socialismo autoritario ya no es una utopía, ha tenido casi ochenta de experimentación, que, a la vertiginosa velocidad que a los hombres de este siglo nos parece que se suceden los acontecimientos, no son pocos. Y ahí está, a la vista de todos, vencido, humillado, desprestigiado, si no fuera por un siglo de sufrimientos y tanta sangre vertida, podríamos decir que puesto en ridículo. Por contra, el socialismo libertario sigue siendo utópico. Y la utopía, como la caja de Pandora, debajo de las desgracias, oculta en su fondo a «la divina reina de luz, la celeste esperanza».

Quizá cuando los proletarios que siguieron a Hegel, Marx, Engels, Lenin, los autoritarios, tenían la ciencia, los que siguieron a Proudhon, Bakunin, Stirner, Kropotkin, Tolstoi, Rusell, los libertarios, tenían la canción.

FERNANDO FERNÁN-GÓMEZ

domingo, 18 de noviembre de 2007

La historia negra de la CNT

Con relativa frecuencia, cuando alguien quiere justificar algo que se le ha ocurrido (elecciones, burocracias, subvenciones...), recurre a la historia y a las citas de los «grandes» del Movimiento Libertario: Pestaña, Peiró, Seguí, Mella, Durruti, Oliver, Horacio Prieto, Santillán... Se desempolvan viejos libros, y se busca en ellos el refrendo de lo que se está haciendo hoy.

Las personas individuales tienen sus momentos de gloria y de miseria. No creo que sean bien punto de referencia. En todo caso hay que fijarse en lo que dijeron y para lo que sirvió.

La CNT y el pueblo de esto que llaman España, ha escrito en los libros de historia, las páginas dedicadas a la revolución social más profunda de los tiempos: las realizaciones de las colectivizaciones y las milicias. La CNT y el pueblo fueron en aquellos tiempos, a veces, la misma cosa. Y nunca se podrá agredecer lo suficiente a nuestros abuelos y abuelas el ejemplo que nos dieron. Recordaremos siempre aquellos hechos con la confianza, de que de una forma u otra, se han de repetir.

Pero mientras el pueblo y los cenetistas se apropiaban de la industria, el campo y los servicios públicos, mientras las milicias peleaban contra el fascismo, otra «historia» se estaba escribiendo. La historia de «los grandes líderes», que desvirtuaron un movimiento institucionalizándose. La CNT tuvo alcaldes, concejales, militares, ministros, policía y burócratas de todo tipo...

El Pleno Nacional de Regiones de septiembre de 1937 arrinconaba el dictamen confederal de comunismo libertario (que realmente no era nada del otro mundo, y por eso me gusta) y admitía las nacionalizaciones, la centralización de la economía, la colaboración política...

En Aragón, hasta su destrucción por los comunistas, el Consejo de Aragón es un estado -más o menos bonito-, llevado adelante por anarquistas, con su policía, aparato administrativo, etc.

En las Jornadas de Mayo de 1937, el llamamiento al orden de García Oliver y Federica Montseny entre otros «grandes» del anarquismo, evita que las fuerzas de la CNT acaben con el complot comunista, de la ERC y de la República para acabar con las conquistas de la CNT-FAI en Barcelona: «Yo te abrazo, hermano guardia».

El 15 de enero de 1938, ochocientos delegados se reunen en Valencia y deciden sin prácticamente polémica en el Pleno Económico Ampliado:

-La creación de un cuerpo de inspectores de trabajo con poderes ejecutivos de sanción.
-Distinto salario a distinta categoría, acabando con el igualitarismo.
-Fundar un banco.
-Crear una agencia de seguros.
-Reducir el número de periódicos y revistas libertarias.
-Formar cooperativas de consumo con dirección centralizada.
-Dictar normas generales de trabajo...

En las conversaciones con UGT tendentes a lograr la unidad de acción, la CNT propone y acuerda con la UGT, el 18 de marzo de 1938, cuando se está viendo perdida la guerra:

-Reforzar el ejército regular.
-Nacionalizar una serie de industrias, la tierra y el subsuelo, dando el usufructo de las mismas a los dos sindicatos.
-Crear consejos de economía e industria de guerra.
-Municipalizar la vivienda y los servicios públicos urbanos.
-Participación en el gobierno.

El 2 de abril de 1938 se forma el Comité Ejecutivo del Movimiento Libertario de Cataluña, a propuesta de García Oliver que dice que ya está bien de indisciplina, y con la colaboración entre otros de Manuel Escorza, Fidel Miró, Xena, Germinal Esgleas, Domenech y Federica Montseny, algunos de los cuales eran anarquistas «puros». Podía expulsar hasta federaciones completas, sancionar individuos, disponía de una comisión militar y otra política. El Comité Nacional de la CNT, presidido por Horacio Prieto, un reformista de cuidado, se negó a aceptar a este comité demente, inventado por los anarquistas catalanes.

En agosto de 1938 se crea el Consejo de Trabajo, con seis representantes de la CNT, seis de la UGT, doce de la patronal y siete funcionarios.

También en agosto del 38, las 11, 27 y 30 divisiones del ejército republicano, divisiones al mando de Lister, compuestas por comunistas y nacionalistas catalanes, atacan y destruyen las colectividades libertarias en Aragón, detienen a cientos de libertarios, destruyen los locales de CNT y devuelven las tierras a sus antiguos propietarios. Las divisiones libertarias, la 25, 26 y 28, y la 29 del POUM, bajo mando libertario, permanecen pasivas ante la inhibición del CN de la CNT y del CP de la FAI, que no quieren desencadenar otra guerra civil.

En octubre de 1938, un líder «realista» de la CNT como Joan Peiró, escribe en su libro Problemas y cintarazos que tras la victoria de la República no se tendrá piedad con los vencidos, que hay que ampliar el programa de nacionalizaciones y que se debe tender al establecimiento de una república federal socialista en España. Este libro no se publicará por la inmediata caída de Cataluña.

En diciembre de 1938 Horacio Prieto, SG del CN de la CNT, elaboró un plan encaminado a que el poder decisorio pasase de las federaciones regionales a las de Industria. La pérdida de Cataluña impidió también que esto se llevase adelante.

El 2 de marzo de 1939, el coronel Casado, apoyado por la división de la CNT de Cipriano Mera, y la CNT madrileña, forman el Consejo de Defensa, dan un golpe de Estado y acaban con el poder comunista en lo que queda de zona republicana. Después vino el triunfo de Franco.

A lo largo de la guerra revolucionaria, el anarcosindicalismo se aleja del antimilitarismo:

«Aprobado el fallo recaído en la causa instruida en juicio sumarísimo por el delito de abandono de servicio y de destino... y del que era reo el teniente de intendencia Mariano Sans Navarro, tuvo lugar la ejecución de la sentencia en el pueblo de Villafamat, adonde fue trasladado y sentenciado para mayor ejemplaridad. Asistieron las fuerzas de la plaza, que desfilaron ante el cadáver dando vivas a la República.» (Solidaridad Obrera, órgano de la CNT de Cataluña. 21-4-1938.)

«De ahora en adelante, una disciplina de hierro, disciplina que tendrá el valor de lo que se ofrece voluntariamente. Desde hoy no dialogaré más que con capitanes y sargentos.» (Cipriano Mera, recogido por V. Richards. Enseñanzas de la revolución española.)

Hechos como estos se emplean para justificar la institucionalización, el pragmatismo, la eficacia. Igual podríamos justificar el tener verdugos. Se puede seguir. La lista es larga. Aquellos tiempos fueron dramáticos. No podemos ponernos en el lugar de aquellas personas ni comparar con lo que vivimos hoy día. Al menos yo no quiero. Lo que pasó, pasó, y deberíamos aprender y recordar para intentar que algunas situaciones de dudosa coherencia vuelvan a repetirse.

¿Es posible que no se haya hecho una historia crítica de la colaboración con el Estado de la CNT en los años 30 y lo que supuso? ¿Qué hubiera ocurrido con el anarcosindicalismo español de haberse ganado la guerra? Es para echarse a temblar.

Yo he escuchado con atención las historias de los viejos y las viejas, se aprenden cosas. Uno me contaba que en su compañia, en la guerra, en el frente de no sé donde, la gente de CNT hacían reuniones clandestinas para evitar que los descubriera su capitán... anarquista.

Se dice que todas estas cosas sucedieron porque las circunstancias así lo exigían. Pero la Revolución no es un paseo, y cuando hablo de Revolución no lo hago de los tiros, las barricadas, la sangre derramada... por favor, no más tópicos. Hablo del momento del salto, cuando por unos momentos todo es posible. Si esperamos a que lleguen circunstancias excepcionales -y la Revolución lo es- para tirar por la borda todo lo que hemos predicado durante años, porque no es viable, más nos vale que desde ya , nos dejemos de tonterías y entremos en política para irnos acostumbrando.

Pero si de verdad creemos lo que hablamos, confiemos en la libertad, en el pueblo y en hacer un lío que sea mejor que la suma de los individuos que lo compongan. Crecimiento y eficacía están bien, pero si para lograrlos hay que crear un banco, un cuerpo de inspectores, un comité ejecutivo, una casta política, una policía, un ministerio, un Estado, un pelotón de fusilamiento, una burocracia de mierda... desde luego que no cuenten conmigo.

Fernando Ventura Calderón. CGT ¿anarcosindicalista?
Ed. Madre Tierra. 1993.

viernes, 16 de noviembre de 2007

«Las barricadas deben ser retiradas»: El fascismo de Moscú en España

El 17 de mayo de 1937 la CNT-FAI de Barcelona emitía la siguiente orden: «¡Las barricadas deben ser retiradas! Las horas de crisis han pasado. Hay que restablecer la calma. Pero están circulando rumores por la ciudad que contradicen los informes de una vuelta a la normalidad como la que ahora estamos ordenando. Las barricadas están contribuyendo a esa confusión. Ya no necesitamos las barricadas ahora que la lucha ha acabado. Las barricadas no tienen objeto ahora, y la continuación de su existencia puede dar la impresión de que deseamos volver al anterior estado de cosas —y eso no es verdad—. Camaradas, cooperemos en el total restablecimiento de la vida civil normal. Todo lo que la impide volver a la normalidad debe desaparecer.»

Y entonces comenzó la vida normal es decir, el terror de los fascistas de Moscú. El asesinato y el apresamiento de los obreros revolucionarios. El desarme de las fuerzas revolucionarias, el silenciamiento de sus periódicos, emisoras, la eliminación de todos los puestos que habían alcanzado con anterioridad. La contrarrevolución triunfaba en Cataluña, donde, como aseguraban a menudo los líderes anarquistas y del POUM, se avanzaba hacia el Socialismo. Las fuerzas contrarrevolucionarias del Frente Popular fueron bien acogidas por los líderes anarquistas. Las víctimas aclamaban a sus verdugos. «Cuando hubo un intento de hallar una solución y restablecer el orden en Barcelona», leímos en un boletín de la CNT: «la CNT y la FAI fueron las primeras en ofrecer su colaboración, fueron las primeras en pedir el alto el fuego e intentar la pacificación de Barcelona. Cuando el Gobierno Central asumió el orden público, la CNT estuvo entre las primeras organizaciones que pusieron a disposición de los representantes del orden público todas las fuerzas bajo su control. Cuando el Gobierno Central decidió enviar fuerzas armadas a Barcelona con el fin de controlar las fuerzas políticas que no obedecían a las autoridades públicas, la CNT fue una vez más la única en ordenar a todos los distritos facilitar el paso de aquellas fuerzas, para que pudieran llegar a Barcelona y restablecer el orden.»

Sí, la CNT ha hecho todo lo posible para ayudar a la contrarrevolución del Gobierno de Valencia en Barcelona. Los obreros detenidos pueden agradecer a sus líderes anarquistas su apresamiento, que conduce a los pelotones de fusilamiento de los fascistas de Moscú. Los obreros muertos son apartados de en medio junto con las barricadas; son silenciados para que sus líderes puedan continuar hablando. ¡Qué excitación por parte de los neo-bolcheviques! «Moscú ha asesinado a trabajadores revolucionarios», gritaron. «Por primera vez en su historia, la Tercera Internacional está disparando desde el otro lado de las barricadas. Antes, solamente había traicionado la causa, pero ahora está combatiendo abiertamente contra el comunismo.» ¿Y qué esperaban de la Rusia capitalista de Estado y de su Legión Extranjera estos airados vocingleros? ¿Ayuda para los trabajadores españoles? El capitalismo en todas sus formas tiene solamente una respuesta para los trabajadores que se oponen a la explotación: la muerte. Un frente unido con los socialistas o con los «comunistas» de partido es un frente unido con el capitalismo, que sólo puede ser un frente unido por el capitalismo. Es inútil regañar a Moscú, no tiene sentido criticar a los socialistas: ambos han de ser combatidos hasta el fin. Pero ahora, los trabajadores revolucionarios deben reconocer también que los líderes anarquistas, que también los «apparatchiks» [burócratas] de la CNT y FAI se oponen a los intereses de los trabajadores, pertenecen al bando enemigo. Unidos al capitalismo tenían que servir al capitalismo; y donde las frases no valían para nada, la traición se convirtió en el orden del día. Mañana pueden ser ellos quienes disparen contra los trabajadores rebeldes como disparan hoy los verdugos «comunistas» del cuartel Karl Marx. La contrarrevolución se extiende desde Franco a Santillán.

Una vez más, como tan a menudo antes, los decepcionados trabajadores revolucionarios denuncian la cobardía de sus líderes, y buscan nuevos y mejores líderes para una organización mejorada. Los Amigos de Durruti rompen con los líderes corruptos de la CNT y la FAI con el fin de restaurar el anarquismo original, para salvaguardar el ideal, para mantener la tradición revolucionaria. Han aprendido algo, pero no lo suficiente. Los obreros del POUM están profundamente decepcionados de Gorkin, Nin y compañía. Esos leninistas no fueron suficientemente leninistas, y los miembros del partido buscan mejores lenines. Han aprendido, pero muy poco. La tradición del pasado pesa como una losa en torno a su cuello. Con un cambio de hombres y una revitalización de la organización no hay bastante. Una revolución comunista no la hacen los líderes y las organizaciones; sino los trabajadores, la clase. Una vez más los trabajadores esperan cambios en el Frente Popular que puedan llevar hacia un giro revolucionario. Largo Caballero, descartado por Moscú, puede volver a hombros de los miembros de la UGT que han aprendido y han visto la luz. Moscú, defraudada porque no encuentra la ayuda apropiada de las naciones democráticas, puede volverse otra vez radical. ¡Todo esto no tiene ningún sentido! Las fuerzas del Frente Popular, Largo Caballero y Moscú, son incapaces, incluso aunque quisieran, de derrotar el capitalismo en España. Las fuerzas capitalistas no pueden tener una politica socialista. El Frente Popular no es un mal menor para los trabajadores, es simplemente otra forma de la dictadura capitalista que se suma al fascismo. La lucha debe ser contra el capitalismo.

La actitud actual de la CNT no es nueva. Hace pocos meses el presidente catalán, Companys, dijo que la CNT: «no tiene la intención de perjudicar el régimen democrático en España, sino mantener la legalidad y el orden». Como las otras organizaciones antifascistas españolas, la CNT, no obstante su fraseología radical, ha limitado su lucha a la guerra contra Franco. El programa de colectivizaciones, en parte realizado por las necesidades de la guerra, no perjudica los principios capitalistas o al capitalismo como tal. En lo que alcanza el objetivo final declarado por la CNT, recuerda a alguna forma modificada de capitalismo de estado en la que la burocracia sindical y sus filosóficos amigos anarquistas tendrían el poder. Pero incluso este objetivo era para un futuro lejano. No se dio ningún paso real en esa dirección, pues un paso real, incluso hacia un sistema de capitalismo de estado habría significado el final del Frente Popular, habría significado las barricadas en Cataluña y una guerra civil en el seno de la Guerra Civil española. La contradicción entre su «teoría» y su «práctica» la explicaban los anarquistas a la manera de los farsantes: «que la teoría es una cosa y la práctica otra, y que la segunda nunca es tan armónica como la primera». La CNT se dio cuenta de que no tenía un plan real de reconstrucción de la sociedad, se daba cuenta, además, de que no tenía a las masas españolas tras ella, sino solamente una parte de los trabajadores en una parte del país, se daba cuenta de su debilidad nacional e internacional, y su frases radicales estaban destinadas a ocultar la total debilidad del movimiento en las condiciones creadas por la guerra civil.

Hay muchas excusas posibles para la posición adoptada por los anarquistas, pero no hay ninguna para su programa de falsificación que oscureció el movimiento obrero y favoreció a los fascistas de Moscú. Intentando hacer creer que el socialismo estaba funcionando en Cataluña y que ello era posible sin romper con el Gobierno del Frente Popular, demostraban hasta qué punto el fortalecimiento del Frente Popular era capaz de hacer cumplir sus dictados a los trabajadores anarquistas españoles. El anarquismo en España aceptaba una forma de fascismo, disfrazado como movimiento democrático para ayudar a aplastar al fascismo franquista. No es cierto, como los anarquistas actualmente intentan hacer creer a sus seguidores, que no había otra alternativa y que, por eso, cualquier crítica contra la CNT es injustificada. Los anarquistas, que habrían intentado, después del 19 de julio de 1936 establecer el poder de los trabajadores en Cataluña, también podían haber intentado aplastar las fuerzas del Gobierno en Barcelona en mayo de 1937. Podrían haber marchado tanto contra los fascistas franquistas, como contra los fascistas de Moscú. Muy probablemente habrían sido derrotados, posiblemente Franco habría vencido y habría destrozado a los anarquistas, así como a sus competidores del Frente Popular. La abierta intervención de los capitalistas puede que se hubiera producido. Pero había también otra posibilidad, aunque mucho menos probable. Los obreros franceses podrían haber ido más allá de la simple declaración de huelga; su intervención podría haber llevado a una guerra en la que todas las potencias se hubieran visto involucradas. La lucha habría tomado, de una vez por todas, un claro cariz entre Capitalismo y Comunismo. Cuales quiera que hubieran sido los acontecimientos, una cosa es segura: las caóticas condiciones del mundo capitalista se habrían vuelto aún más caóticas. Y sin catástrofes ningún cambio es posible en la sociedad. Cualquier ataque real contra el sistema capitalista podría haber acelerado una reacción, pero la reacción se producirá de todos modos, aunque con algún retraso. Este retraso costará más vidas obreras que cualquier otro intento prematuro para aplastar el sistema de explotación. Pero un ataque real contra el capitalismo podría haber creado unas condiciones más favorables para la acción internacional por parte de la clase obrera, o podría haber llevado a una situación en que habría agudizado todas las contradicciones capitalistas y, de ese modo, acelerar el desarrollo histórico hacia la quiebra del capitalismo. En el principio está la acción. Pero la CNT, se nos ha dicho, sintió demasiada responsabilidad por la vida de los trabajadores. Quiso evitar un baño de sangre innecesario. ¡Qué cinismo! Más de un millón de personas han muerto ya en la Guerra Civil. Si, de todos modos se ha de morir, mejor sería hacerlo por una causa que valga la pena.

La lucha contra el capitalismo, esa lucha que la CNT quería evitar, es inevitable. La revolución obrera debe ser radical desde el comienzo, o se perderá. Era necesaria la total expropiación de las clases propietarias, la eliminación de todo poder que no fuera el de los trabajadores armados, y la lucha contra los elementos opositores. Al no hacer eso, las Jornadas de Mayo de Barcelona y la eliminación de los elementos revolucionarios en España eran inevitables. La CNT no se planteó nunca la cuestión de la Revolución desde el punto de vista de la clase trabajadora, sino que su principal preocupación ha sido siempre la organización. Intervenía en favor de los trabajadores y con la ayuda de los trabajadores, pero no estaba interesada en la iniciativa autónoma y en la acción de los trabajadores independientes de intereses organizativos. Lo que contaba no era la Revolución, sino la CNT. Y desde el punto de vista de los intereses de la CNT los anarquistas tenían que distinguir entre fascismo y capitalismo, entre la guerra y la paz. Desde ese punto de vista, se vio forzada a participar en políticas nacional-capitalistas y tuvo que pedir a los trabajadores que colaborasen con un enemigo con el fin de aplastar a otro, con el fin de ser más tarde aplastados por el primero. Las palabras radicales de los anarquistas no se pronunciaban para que fueran seguidas; simplemente servían como un instrumento para el control de los trabajadores por el aparato de la CNT; «sin la CNT», escribían orgullosos, la España antifascista sería ingobernable». Querían participar en el gobierno y la dominación de los trabajadores. Sólo pedían su parte del botín, una vez que reconocieron que no podían obtenerlo entero para ellos mismos. Al igual que los bolcheviques, identificaban sus propias necesidades organizativas con las necesidades e intereses de la clase trabajadora. Lo que decidían era lo correcto, no había necesidad de que los trabajadores pensaran y decidieran por si mismos, ya que eso sólo contribuiría a perturbar la lucha y a crear confusión; los trabajadores simplemente tenían que seguir a sus salvadores. No hubo ningún intento de organizar y consolidar el poder real de la clase obrera. La CNT hablaba en anarcosindicalista y obraba como bolchevique; es decir, como capitalista. Con el fin de dirigir, o de participar en la dirección, tenía que oponerse a cualquier iniciativa autónoma de los trabajadores y así tuvo que apoyar la legalidad, el orden y el Gobierno.

Pero hubo otras organizaciones en liza, y no hay identidad de intereses entre ellas. Cada una lucha por la supremacía contra las otras, por obtener el dominio exclusivo sobre los trabajadores. La cuota de poder que cada una obtenga no acaba con la lucha entre ellas. A veces todas las organizaciones se ven obligadas a colaborar, pero es sólo una manera de posponer el ajuste de cuentas final. Un grupo debe tener el control. Mientras los anarquistas iban de «éxito en éxito», su posición se iba socavando y debilitando. La afirmación de la CNT en el sentido de que no quería imponerse a las demás organizaciones, ni combatirlas, era en realidad una excusa para no ser atacada por las otras, era el reconocimiento de su debilidad. Al estar comprometida en la politica capitalista junto con sus aliados del Frente Popular, dejó a las grandes masas la posibilidad de escoger a sus representantes de entre los elementos burgueses. El que más ofreciera, era el que tenía mayores posibilidades. El fascismo de Moscú se puso de moda incluso en Cataluña. Las masas vieron en el apoyo de Moscú la fuerza necesaria para deshacerse de Franco y de la guerra. Moscú y su gobierno del Frente Popular significaban el apoyo del capitalismo internacional. Moscú se hizo más influyente, pues las grandes masas de España aún estaban a favor de mantener la sociedad de la explotación. Y se afirmaron en esta actitud porque los anarquistas no hicieron nada para aclarar la situación; es decir, mostrar que la ayuda de Moscú no significaba más que luchar por un capitalismo que complacía a algunas potencias imperialistas, aunque contrariaba a otras.

Los anarquistas se convirtieron en propagandistas de la versión del fascismo de Moscú, en servidores de esos intereses capitalistas que se oponen a los planes actuales de Franco en España. La Revolución se convirtió en el terreno de juego de los rivales imperialistas. Las masas tenían que morir sin saber por quien o para qué. La situación dejó de ser un asunto de los trabajadores. Y ahora, también ha dejado de ser un asunto de la CNT. La guerra puede finalizar en cualquier momento mediante un acuerdo entre las potencias imperialistas. Puede acabar con la victoria o la derrota de Franco. Este puede abandonar a Italia y Alemania y volverse hacia Francia e Inglaterra. O aquellos países pueden perder su interés por apoyar a Franco. La situación en España se puede ver decisivamente modificada por la guerra que se incuba en el Extremo Oriente. Hay otras muchas probabilidades que se suman a la más probable: la victoria del fascismo de Franco. Pero ocurra lo que ocurra, a menos que los trabajadores no levanten nuevas barricadas también contra los Leales, a menos que no ataquen realmente al capitalismo, cualquiera que sea el resultado de la lucha en España, no tendrá una real significación para la clase obrera, que continuará explotada y oprimida. Un cambio en la situación militar en España, podría forzar una vez más al fascismo de Moscú a ponerse el traje revolucionario. Pero desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores españoles, al igual que el de los trabajadores del mundo, no existe diferencia entre el fascismo de Franco y el de Moscú, por muchas que sean las diferencias existentes entre Franco y Moscú. Las barricadas, si se levantasen otra vez, no deberían ser retiradas. La consigna revolucionaria para España es: «Abajo los fascistas, y también los Leales». Por inútil que pueda resultar el intento de luchar por el comunismo, dada la situación mundial actual, sigue siendo el único camino para los trabajadores. «Más vale seguir un camino verdadero, aunque aparentemente inútil, que desgastar las energías en falsos caminos. Al menos, preservaremos nuestro sentido de la verdad, de la razón a toda costa, aunque sea a costa de su inutilidad.»

domingo, 11 de noviembre de 2007

William Maclure en España

«Federico el Grande, conversando con su ministro de la Guerra, le preguntó
qué país europeo le parecía más difícil de arruinar. Al ver que el ministro titubeaba,
respondió por él: "Ese país es España, puesto que el Gobierno español hace ya
muchos años que se empeña en arruinarlo y no lo puede conseguir". Diríase que
Federico el Grande pronosticaba el reinado de Fernando VII.»


KARL MARX, La España revolucionaria.

Pero en el orden del pensamiento y de las creaciones históricas, la Revolución española de 1820 queda potenciada de nuevo, sorprendentemente camino del socialismo universal, gracias a la personalidad del escocés, naturalizado ciudadano de los Estados Unidos, William Maclure. Después de una juventud dedicada al comercio entre Europa y América, Maclure, hombre de su tiempo, se dedicó a la ciencia —principalmente a la Geología— y al mecenazgo pedagógico, siempre al servicio de la causa popular; en Inglaterra inscribiéndose ideológicamente en el radicalismo; en Francia entusiasmándose por su gran Revolución, incluso por la fase jacobina; en Suiza, descubriendo a Pestalozzi y dedicándose en adelante a difundirlo por el mundo (Francia, España, Estados Unidos); en su país de adopción en relación con Thomas Jefferson y su círculo. William Maclure vino a España por primera vez, en el curso de sus largos viajes, en 1808, en vísperas de la Guerra de la Independencia, y sacó en conclusión una especie de idea fija: que la diferencia entre España y los otros pueblos de Europa no estaba en la increible ignorancia de sus clases populares, que en esto se igualaban todos los países, sino en la increible ignorancia y atraso de las minorías rectoras, cosa que no ocurría en el resto de Europa. Cuando en 1820 España pasa a ser un país constitucional, Maclure, hastiado de la política de la Restauración francesa y también movido por razones de clima, se traslada a vivir a Madrid y en 1822 a Alicante, y será uno de los más agudos testigos de la vida española bajo el Trienio Liberal [1820-1823]. Su idea es que si España mantiene la Constitución podrá recuperar en un siglo el atraso de varios; pero para ello hay que educar al pueblo, este pueblo ignorante y anárquico, mas de excelentes condiciones naturales. Si se le puede librar del dominio de sus arcaicas clases dirigentes, el pueblo español podrá ponerse a la cabeza de la civilización. Maclure se indigna en su Diario y en sus cartas de las provocaciones internas, y de la política de la Santa Alianza [las potencias absolutistas del momento], y esta indignación vuelve a afectarle como en la época francesa de Robespierre, confiriéndole nueva intencionalidad política.

Decide actuar él directamente sobre el pueblo español, y a base de elementos reales de su tiempo, los institutos técnicos del radicalismo británico, las enseñanzas de Pestalozzi y Fellenberg, las experiencias de nueva agricultura e incluso, limitadamente, de impulso industrial, concibe una verdadera utopia social: entre Orihuela y Alicante, sobre tierras compradas al Crédito Público, empieza a montar una unidad social diferente, a la vez económica y educativa, cuya finalidad a la larga es la transformación total de España, que la convertiría en tierra de inmigración. Este pensamiento es ya socialista (utópico), es decir que en España y ante las condiciones de la vida nacional, Maclure evoluciona del radicalismo benthamita a las primeras concepciones socialistas, sin ver él tan clara la distinción y sin romper nunca ni con su pasado ni con su futuro.

Pero en las primeras etapas organizativas de su experiencia democrática, demasiado absorto en ella, Maclure se ve sorprendido por la entrada de las tropas francesas [los Cien Mil Hijos de San Luis, en 1823], y el triunfo del despotismo, que le quita las tierras, y le fuerza a salir del país. Doliéndose de la injusticia y crueldad del despotismo, regresa a los Estados Unidos, en donde une sus esfuerzos a la empresa de Robert Owen en New Harmony, Indiana, trasladando a ella su experiencia alicantina. La primera experiencia socialista civil en tierras norteamericanas tiene, así, un precedente español y un modelo alicantino. A traves de Maclure y sus colaboradores la Revolución española de 1820 penetra en la gran corriente del socialismo mundial, como ya lo hizo también a través de las reflexiones bounarrottianas. Con la Revolución de 1820 España influye decididamente en la marcha del mundo, a pesar del carácter de feria universal —frailes, mugre, contrabandistas— que el fracaso de esa misma revolución va a conferirle.

Alberto Gil Novales, 
«España exporta la revolución» 
de El trienio liberal.
Cuadernos Historia 16, nº 91, 1985.

lunes, 5 de noviembre de 2007

La Revolución Rusa Desconocida


 En este mes se cumplen 90 años del comienzo de la Revolución Rusa. Todos conocemos a o hemos oído hablar de los bolcheviques, de Lenin, de Trotski y su Ejército Rojo. Por el contrario, se ha hablado bastante menos de las otras facciones revolucionarias que participaron en el levantamiento contra el régimen autocrático de los zares, de cómo estas facciones lucharon contra las fuerzas reaccionarias y como al final, sin excepción, fueron aplastados por las tropas ya ex-revolucionarias dirigidas por los bolcheviques. El más importante de estos movimientos fue el de los majnovistas, campesinos y obreros del sur de Ucrania convertidos en guerrilleros anarquistas, los cuales lucharon contra los invasores austro-húngaros y alemanes (Rusia se retiró de Ucrania por el Tratado de Brest-Litovsk, de modo que fue ocupada por tropas austroalemanas), posteriormente contra los ataques de Denikin y Wrangel y, finalmente, contra el Ejército Rojo. El movimiento liderado por Nestor Majno derrotó a todos sus adversarios, a todos menos a uno: las tropas dirigidas por el "camarada Trotski".

La historia de la majnovschina es un hito más entre otros; también podríamos hablar de la insurrección de Kronstadt de 1921, la persecución contra anarquistas y los "social-revolucionarios de izquierda", el entierro de Piotr Kropotkin convertido en la última manifestación contra el régimen de los bolcheviques, etc. De todo ésto habla el libro de Volin titulado "La Revolución desconocida", que añadimos a continuación para descarga, uso y disfrute de todos nuestros lectores.

¡Salud!

sábado, 3 de noviembre de 2007

Comunicado nº 1 del Frente de Liberación Vegetal

Nosotros, los de El Aullido, siempre criticaremos y atacaremos todo maltrato y tortura a los animales, animales somos. Pero tampoco olvidamos que los seres vivos no son únicamente animales, tenemos las plantas, hongos, algas, protozoos y bacterias. Pues, nunca estaremos a favor de ningún tipo de "fanatismo". Ahora os ponemos un texto del Mind Gardens de nuestro querido y respetado compañero SORROW:

Mediante este escrito FLV quiere hacer público su lucha contra el zoocentrismo y la explotación que sufre el mal llamado reino vegetal, ahora autoproclamado República de Vegetales Libres. Para nuestra organización la negación de los derechos más fundamentales a estos seres vivos, que durante millones de años han alimentado a todas las especies animales, constituye la raíz de todos los males que aquejan a nuestro planeta. ¿Acaso no están nuestras amigas las plantas tan vivas como los animales? ¿Acaso no nacen crecen, se reproducen y mueren? Entonces, por qué excluir de la lucha por la liberación de los seres vivos a la zanahoria, al puerro o al cardo borriquero? ¿Por qué algunos sólo se preocupan por la liberación animal? La respuesta está clara: por prejuicios zoocentristas.

Los que excluyen la liberación vegetal de sus programas revolucionarios parecen ignorar que los vegetales también tienen sentimientos. ¿Es que no han visto nunca llorar a un sauce? ¿O ruborizarse a un tomate? ¿O bailar alegremente, melena al viento, al cocotero? Parece ser que la callada existencia vegetal lleva a pensar que las plantas no tienen conciencia pero ¿alguien se ha metido alguna vez en su piel –o mejor, en su corteza– para asegurarse que esto es así? Sin embargo los seres vivos vegetales son tratados como seres inferiores a los animales –y entre ellos al ser humano–. Esto ha generado en nuestra habla cotidiana toda una sarta de expresiones discriminatorias; así cuando hablamos de algo insignificante decimos que nos importa un rábano, un pimiento o un bledo. Pero son a ellos, a los vegetales a quienes les debemos la vida y ¿cómo se lo pagamos? ...ingiriéndolos, mutilándolos, desecándolos, quemándolos...

El FLV desde este mismo momento se ha propuesto poner fin a tanto derramamiento de savia. Nos hemos erigido en portavoces de la clorofila humillada porque alguien tenía que hacerlo y exigimos que se cumplan sus derechos. De lo contrario nos reservamos el derecho de usar como autodefensa nuestra arma secreta: las plantas carnívoras, auténtica vanguardia armada de la Revolución Vegetal.

¡¡LA TIERRA PARA QUIEN SE CURRA LA FOTOSÍNTESIS!!
¡¡VIVA LA REVOLUCIÓN CLOROFÍLICA!!

Fdo.
El hombre-berenjena.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Utopía

Literalmente, «utópico» significa «lo que no está en ningún lugar» (tópos). Se llama (desde Tomás Moro, que acuñó la palabra) «utopía» a toda descripción de una sociedad que se supone perfecta en todos los sentidos. La sociedad misma descrita es calificada de «utopía». Se llama «utópico» a todo ideal (especialmente, a todo ideal de sociedad humana) que se supone máximamente deseable, pero que muchas veces se considera inalcanzable. «Utópico» equivale en muchos casos a «modélico» y a «perfecto».

Hay muchos ejemplos de utopías. Entre los más destacados figuran: la República, de Platón; la Utopía, de Tomás Moro; la Ciudad del Sol, de Campanella; la Nueva Atlántida, de Francis Bacon; el Erewhom, de Samuel Butler; el Viaje a Icaria, de Étienne Cabet; las Noticias de ninguna parte y El paraíso terrestre, de William Morris; Una Utopía moderna de H. G. Wells.

Estas «Utopías» son muy distintas entre sí, pero tienen en común el que describen no sólo una sociedad ideal y perfecta, sino que la describen también con todo detalle. Una sociedad utópica suele ser una sociedad cerrada en tanto que, supuestamente perfecta, no es susceptible de progreso o mejora.

No hay motivo que haga suponer que los autores citados considerasen realizables sus respectivas utopías; la gran mayoría, de hecho, las planteaba como algo ideal, movidos por el afán de crítica y mejora de la sociedad en que vivían. Ésa es su principal motivación, y en ese aspecto podría decirse que las utopías son revolucionarias; hay que tener en cuenta, sin embargo, que la revolución que propugnan suele ir dirigida al establecimiento de una forma de comunidad en la que la revolución no es posible.

Se ha tachado a menudo al «espíritu utópico» de ceguera frente a las realidades humanas, y es cierto que olvida algunos aspectos de la realidad que resultarían difíciles de encuadrar en el marco de ningún ideal. Sin embargo, tampoco es la utopía algo totalmente inoperante, ya que en ocasiones crea las condiciones previas que luego evolucionarán hacia realidades sociales concretas. Así pues, la utopía no es totalmente utópica.

Jose Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía de bolsillo, 1983.