lunes, 31 de mayo de 2010

¡NO A LOS PASTORES QUE ASPIRAN A PASTOREAR NUESTRA RABIA!

[Ya que se nos acaba el mes de mayo y hace cuarenta y dos años ocurrieron unos hechos contestatarios que dan nombre al mes de ese año… A la muerte de André Breton en 1966, Jean Schuster, portavoz del movimiento surrealista, en colaboración con otros miembros del grupo escribió este panfleto que aquí reproducimos. El texto fue publicado en diciembre de 1968 en el nº 4 de L’Archibras, la revista del movimiento que se disolvió al año siguiente, en octubre de 1969. La traducción del francés es de Fernando Álvarez-Uría, publicado en el número 80-81 de la revista Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura.]

La revuelta no se aprende.

La revuelta se organiza en revolución a partir de la espontaneidad de la juventud.

La juventud es, en la actualidad, la portadora de la conciencia y de la energía revolucionarias.

Ésta juventud no recibe lecciones de nadie, ni de ninguna institución, ni de ningún aparato.

La juventud se prepara para liquidar todas las instituciones y todos los aparatos de una civilización ya caduca.

En Francia la burguesía tradicional, alimentada por la tranquilidad que le proporciona el Partido Comunista, recupera sus reflejos represivos.

Aún más, el Partido Comunista y la Unión de Estudiantes Comunistas encarnan la unidad en la represión contra la juventud revolucionaria, con el concurso que le prestan tanto los países de Occidente, como los gorilas de De Gaulle, y los casposos tenderos, asiduos lectores del diario Aurore.

Tras el artículo del 3 de mayo de Marchais en L’Humanité ha quedado claro que la exigencia revolucionaria, para todos los obreros y estudiantes comunistas, para todos los intelectuales que creen responder a la misma esperanza, pasa por la destrucción simultánea de las estructuras burguesas y pseudocomunistas perfectamente imbricadas.

El movimiento surrealista está al servicio de los estudiantes para llevar a cabo cualquier acción práctica destinada a crear una situación revolucionaria en este país.

El movimiento surrealista
París, 5 de mayo de 1968.

Mayo del 68, más allá del recuerdo, pero muy lejos del olvido…


Con Mayo del 68 ocurre exactamente lo mismo que con todas las experiencias personales que hemos vivido con gran intensidad. Resulta imposible contemplarlas como un simple recuerdo y, cuando las evocamos, no podemos evitar regresar a ellas de una forma casi física, como sí aún estuviesen vivas, como si, de alguna forma, aún estuviesen plenamente en el proceso de su azaroso acontecer.

Y, claro, resulta muy difícil hablar de una experiencia que aún se está desarrollando, o en la que aún seguimos atrapados emocionalmente, porque no son las palabras las que acuden en primer lugar, sino que afloran sentimientos, nos inundan vivencias, se disparan ráfagas en imágenes y surgen deseos… O sea, todo, antes que palabras. Todo, menos palabras… Es como si la propia intensidad de la experiencia vivida pusiera en crisis las palabras.

«Crisis de palabras»… eso es algo que, en el caso concreto de Mayo del 68, no deja de ser bastante curioso puesto que Mayo fue, entre otras cosas, la eclosión y la explosión de la palabra, fue una de las mayores tomas colectivas de la palabra que se haya producido en la historia.

Pero la crisis de las palabras y, por qué negarlo, la enorme nostalgia que también alimenta esa crisis, se queda rápidamente atrás en cuanto nos percatamos de que hablar del 68 nos es rememorar lo que ocurrió hace 40 años, no es deslizarse por el registro discursivo de la memoria y del recuerdo, sino que es, básicamente, participar en el esfuerzo por intentar entender mejor nuestro «aquí y ahora».

Y la razón por la cual reflexionar sobre Mayo del 68 no es tanto contemplar el pasado como pensar el presente es bien sencilla: ciertos acontecimientos suceden, irrumpen con mayor o menor fuerza en una determinada situación histórica y luego desaparecen, dejando solamente su memoria como único legado. Sin embargo, otros acontecimientos marcan un «antes» y un «después». Las cosas eran de cierta forma antes de que se produjeran y pasan a ser de otra forma después de que hayan acontecido. Cuando esto ocurre, entonces, el acontecimiento excede su memoria, la desborda y se prolonga en lo que le sucede en el tiempo. Mayo del 68 es un acontecimiento de este tipo, cierra una época y abre otra, y como resulta que la época que ha abierto aún no se ha cerrado, Mayo del 68 sigue afectando a nuestro tiempo en mayor o menor medida.

En el momento de evocar los hechos de Mayo no deja de sorprender la frecuencia con lo cual surge la pregunta por el éxito o, las más de las veces, por el supuesto «fracaso final» de Mayo del 68, aunque no parezca tener demasiado sentido hacer en este caso un planteamiento en término de éxito o de fracaso.

En efecto, se puede hablar con propiedad del éxito o del fracaso de un proyecto. De un proyecto que se diseña para alcanzar tal o cual resultado, o de una acción que se emprende con tal o cual finalidad, pero nunca hubo ningún proyecto de Mayo de 68, simplemente aconteció. No cayó del cielo, claro, tuvo determinadas causas, pero no fue el desenlace de un proyecto, fue, «literalmente», un acontecimiento.

Acontecimiento totalmente inesperado, Mayo del 68 dejó atónitos a sus propios protagonistas y causó estupefacción en el mundo entero porque nadie imaginaba que algo así pudiera ocurrir. Seguía siendo inimaginable para nosotros, incluso cuando ya había comenzado su andadura, y por lo tanto está claro que nadie pudo proyectarlo.

No se puede hablar de éxito o de fracaso a propósito de los acontecimientos o, si se insiste en querer torcer las palabras, el éxito de un acontecimiento es, simplemente, el de haber acontecido y su fracaso sería el de no haberse producido. Mayo del 68 se produjo y ese es, si se quiere, su incuestionable éxito.

El inefable ex presidente Aznar dice en su prescindible libro de memorias que Mayo del 68 fue una simple tragicomedia, otros han dicho que Mayo del 68 fue, como mucho, una simple parodia de revolución, que fue algo así como una simple opereta a la francesa donde, en realidad, no ocurrió prácticamente nada. Se ha dicho que no hubo tan apenas víctimas mortales, como si la magnitud de una confrontación tuviese su cuantificador en el número de vidas sesgadas, y se ha dicho que fue un mero asunto de estudiantes.

Restar importancia a lo que aconteció en el 68 constituye una valoración política bastante extendida, ciertamente opinable, pero de la cual es razonable discrepar tajantemente. Sin embargo, las dos últimas afirmaciones, la de que no hubieron muertos y la de que fue un asunto meramente estudiantil, simplemente no son de recibo y no congenian en absoluto con la verdad.

¿Un asunto de estudiantes? Quizás, pero para sostener este punto de vista hay que pasar por alto que fueron las ocupaciones de fábricas las que inyectaron a Mayo las energías que le permitieron subsistir más allá de la primera noche de las barricadas. Y también hay que pasar por alto que fueron los millones, sí, «millones», de trabajadores en huelga quienes potenciaron la resonancia, en intensidad y en duración, que tuvo Mayo en lo más hondo de la sensibilidad antagonista. Fue lo que ocurrió en el mundo del trabajo lo que dio a Mayo una dimensión de «acontecimiento histórico», una dimensión que difícilmente hubiese alcanzado si se hubiese quedado en un «simple asunto de estudiantes».

¿Escasas víctimas mortales? ¿A lo sumo unos pocos obreros y algún estudiante? Quizás, pero para poder decir esto, hay que pasar por alto las decenas y decenas de participantes de Mayo que murieron como consecuencia directa de aquellos hechos. Porque sencillamente, cuando se fue restableciendo poco a poco la llamada «normalidad», no soportaron la perspectiva de renunciar a las promesas de Mayo, no pudieron seguir viviendo como «antes» y se quitaron la vida de una forma u otra, en las semanas, los meses, o en los inmediatos años posteriores.

No menciono este hecho con afán de dramatizar, sino porque quizás nos permite intuir cuál fue la pasión que se engendró durante Mayo del 68, cuál fue la intensidad de las vivencias que suscitó, el entusiasmo que logró despertar y la fuerza con la cual cambió, en cuestión de muy pocos días, unas historias de vida que parecían trazadas de antemano y definidas de una vez por todas.

Para muchos de los que fueron arrollados por Mayo del 68 este fue un regalo, tan inesperado como valioso, y fue la fuente de un placer extremo que consiguió torcer unas trayectorias personales que sólo tenían el trabajo, el consumo y la crianza de los hijos como único horizonte de sus deseos.

Ciertamente, Mayo del 68 fue una lucha, una lucha por momentos violenta, áspera, tensa, extenuante, exigente y llena de sinsabores, como lo son todas las luchas. Pero fue también una fiesta, una experiencia que proporcionaba placer y sentimientos de felicidad, y nos enseñó que es precisamente en esta conjunción donde radica posiblemente una de las condiciones para que la lucha sea productiva. No había que posponer al final de la lucha el placer de saborear eventualmente sus resultados, sino que las recompensas surgían desde el seno de la propia acción, formaban parte de lo que ésta nos proporcionaba diariamente.

Mayo del 68 fue un movimiento tan efímero, en su fase álgida, como un fogonazo, pero su impronta aún perdura y sus efectos, lo que produjo Mayo, están íntimamente incrustados en las propias fibras de nuestro momento presente. Aprendimos entonces algunas cosas que cambiaron nuestras formas de actuar, nuestras formas de organizarnos, nuestra manera de pensar políticamente y quedaron sembradas, entre otras cosas, algunas de las semillas que darían vida, ulteriormente, a los llamados Nuevos Movimientos Sociales, abriéndoles nuevos cauces pero invalidando también antiguos derroteros.

Porque, claro, no hay que olvidar que Mayo fue sumamente importante por todo aquello que declaró obsoleto, por los caminos que clausuró, por las prácticas de lucha, por los modelos organizativos y por las concepciones políticas que descalificó y que tornó imposibles. En definitiva, por todo aquello que lastraba el bagaje antagonista y contra lo cual Mayo lanzo un «NO», poco menos que ensordecedor.

La operación de demolición emprendida por Mayo del 68 cuestionó, con absoluta vehemencia, que los movimientos sociales pudiesen formarse, desde entonces en adelante, con la misma horma que se había utilizado durante más de un siglo.

No quisiera caricaturizar pero para convencernos de la radicalidad de los cambios que Mayo del 68 contribuyó a propiciar basta con pensar que antes del 68 el grueso de la militancia antagonista no veía ningún problema en encuadrarse, disciplinadamente, dentro de unas estructuras organizativas marcadamente vanguardistas que se autoatribuían el papel de conducir las masas hacia su liberación, porque se crecían poseedoras de la línea justa, porque pensaban que estaban dotadas del saber político correcto y porque se consideraban conocedoras privilegiadas del camino que convenía seguir.

Buena parte de esa militancia consideraba perfectamente normal establecer una separación tajante entre la esfera de la vida cotidiana, por una parte, y el ámbito de la política, por otra, sin que las frecuentes contradicciones que surgían entre las practicas desarrolladas en uno y otro de esos dos planos fueses dignas de recibir la menor atención.

Esa militancia aceptaba también, y sin el menor reparo, que las organizaciones de las que se dotaba reprodujeran las jerarquías y las estructuras de dominación propias de la sociedad que combatían y que estas organizaciones hicieran buena, en su propio seno, la clásica división entre dirigentes y dirigidos. Todo ello impregnado de una visión escatológica que justificaba cualquier sufrimiento presente en nombre de un futuro que podía ser más o menos lejano pero que era portador de radiosas promesas.

Pues fue todo esto, todas estas concepciones y todas estas practicas, lo que, después de Mayo del 68, dejó de poder ser asumido de forma confiada y acrítica por quienes se negaban a conformarse al statu quo vigente, o a tal o cual de sus aspectos, y pretendían actuar para cambiar las cosas.

Paralelamente a su extraordinaria labor de demolición, Mayo también hizo labor positiva creando los elementos para un nuevo entendimiento del antagonismo social y para la elaboración de nuevas practicas antagonistas, cuyos gérmenes estaban y presentes, en algunos caos, en otros movimientos de los años sesenta, como, por ejemplo , el movimiento de los «provos» de Ámsterdam.

En esa creación de nuevas claves de sentido, Mayo nos enseñó, por ejemplo, que las energías sociales necesarias para hacer surgir potentes movimientos populares y para hacer brotar prácticas antagonistas de cierta intensidad, surgen desde dentro de la creación de determinadas situaciones, no las preexisten necesariamente. No es que esas energías se encuentren en estado latente y se liberen cuado lo permiten las situaciones creadas, es más bien que esas energías se engendran, se constituyen, cuando se crean esas situaciones Se trata, por lo tanto, de unas energías que pueden aparecer siempre, en cualquier momento, aunque en el instante inmediatamente anterior no existan en ninguna parte.

Aprendimos que, a menudo, estas energías sociales se forman cuando lo instituido queda desbordado, cuando se sustrae un espacio a los dispositivos de poder y se vacía ese espacio del poder que lo inviste. Cuando se consigue, en definitiva, crear un «vacío de poder». La creación de ese tipo de situaciones hace que las energías sociales se retroalimente a sí mismas: van perdiendo fuerza y, de repente, vuelven a crecer como ocurre con las tormentas.

Por ejemplo, subvertir los funcionamientos habituales y los usos establecidos, ocupar los espacios, transformar los lugares de paso en lugares de encuentro y de habla, todo esto desata una creatividad colectiva que inventa de inmediato nuevas maneras de extender esa subversión y de hacerla proliferar.

Mayo volvió a recordarnos, pero con especial intensidad, que los espacios liberados engendran nuevas relaciones sociales, que crean nuevos lazos sociales y que, en comparación con los lazos previamente existentes, estos se revelan incomparablemente más satisfactorios. Las personas experimentan entonces el sentimiento de que viven una vida distinta, donde gozan de lo que hacen, descubren nuevos alicientes y se lanzan a una profunda transformación personal en muy poco tiempo, como si interviniese un proceso catalítico extraordinariamente potente.

La gente se conciencia y se politiza en cuestión de días, y no superficialmente sino profundamente, con una rapidez que resulta propiamente increíble.

Mayo también nos hizo ser extremadamente recelosos con las concepciones vanguardistas y con los planteamientos escatológicos, incitándonos al escepticismo frente a las promesas de un mañana que siempre acaba postergándose y recordándonos que si la emancipación no empieza en el seno mismo de la propia acción que la persigue, entonces no empieza nunca. Mayo nos mostraba que son las realizaciones concretas, aquí y ahora, las que son capaces de motivar a la gente, de incitarla a ir más lejos y de mostrar que otras formas de vivir son posibles. Pero también nos advertía de que para que estas realizaciones puedan acontecer, la gente necesita, imperativamente, sentirse protagonista, decidir por ella misma, y es cuando es realmente protagonista, y cuando se siente efectivamente como tal, cuando su grado de implicación y de entrega puede dispararse hasta el infinito.

El privilegio que se otorgaba a la acción directa, llevada a cabo en nombre propio al margen de los cauces de intermediación, así como la fortísima exigencia de democracia directa que reducía a su mínima expresión los procedimientos de delegación y de representación, sintonizaban perfectamente con una marcada suspicacia hacia los proyectos políticos que se expresaban en términos de conquista del Poder. Se esbozaban así algunos aspectos de la arriesgada apuesta que formulan hoy los nuevos movimientos sociales cuando sostienen que se puede cambiar aspectos sustanciales de la sociedad sin tomar el poder, sin esperar a tomarlo y sin ni siquiera intentar tomarlo, porque mientras las energías se vuelcan hacia la conquista del poder dejan de volcarse en transformar la sociedad, y si ésta no ha sido transformada, entonces la cuestión de quien ocupa su cúpula pierde mucha importancia.

Finalmente, Mayo puso el acento sobre el hecho de que, más allá de las relaciones de producción, la dominación se ejerce en una multiplicidad de planos y que las resistencias han de manifestarse en todos y cada uno de esos planos. Se empezaba a dibujar de esta forma una nueva subjetividad política del antagonismo y se abrían nuevos escenarios para su protagonismo. Porque, en efecto, cuando el horizonte de la política antagonista se ensancha, para abarcar todos los ámbitos donde se ejercen la dominación y la discriminación, son, entonces, todos los aspectos de la vida cotidiana los que entran a formar parte de su campo de intervención. Y lo que queda configurado es una nueva relación entre la vida, por una parte, y la política, por otra parte, que dejan de ocupar, en ese mismo momento, espacios separados. Quizás podamos encontrar en esta proclividad hacia el mestizaje de realidades artificialmente separadas la facilidad con la cual Mayo del 68 practicaba la mezcla o la hibridación de géneros. El discurso político no estaba reñido con las experiencias festivas, el compromiso más abnegado podía compaginarse perfectamente con la negativa a tomarse demasiado en serio, y el inconformismo iba de la mano del desafío, de la provocación, de la insolencia, de la risa, de la parodia y de la ridiculización de las instituciones y de los valores más rancios.

Si Mayo del 68 fue uno de los acontecimientos que contribuyó a forjar un nuevo imaginario antagonista, a crear nuevas prácticas antagonistas y a impulsar nuevas modalidades organizativas, entonces volver a mirarlo, pero con los ojos de hoy, quizás pueda ayudarnos a enriquecer ese imaginario, Ésa es, para mí, la importancia que puede tener el reincidir ahora sobre un acontecimiento que, dentro de pocos años, se situará ya, y nada menos, que a medio siglo de distancia.

© Tomás Ibáñez, 2008. Este artículo ha sido publicado bajo una licencia Creative Commons. Reconocimiento-No comercial-Sin obra derivada 2.5. Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente el texto por cualquier medio, siempre que sea de forma literal, citando la fuente y sin fines comerciales.

domingo, 30 de mayo de 2010

John Zerzan y la confusión primitiva


Por
Alain C.

Resumen:

Ediciones 'L'Insomniaque' ha publicado recientemente dos compilaciones de los artículos de J. Zerzan: Futuro Primitivo, diciembre de 1998 (anteriormente publicado por Autonomomedia, Nueva York, 1994) y En los orígenes de la alienación, octubre de 1999 (Elements of refusal, Left Bnk Books, Seattle, 1998).

Estos textos son una reescritura ideológica de la historia de la humanidad, en los que J. Zerzan se sirve de diferentes trabajos de prehistoriadores, antropólogos y filósofos con el fin de establecer una idea preconcebida de lo que es la humanidad, de lo que ha sido y de lo que puede llegar a ser. La ideología de J. Zerzan es, sin duda alguna, generosa, y provoca asimismo problemas interesantes, pero no deja de ser una ideología.

Por otra parte, las tesis de Zerzan parecen no haber suscitado debate alguno en los reducidos medios en que han sido divulgadas y no haber encontrado más que una vaga aprobación o reprobación, al menos en lo que nosotros sabemos. La finalidad de este artículo es también proyectar el debate sobre bases más concretas.

1 La Prehistoria manipulada

Todo lo que conocemos de los albores de la humanidad lo sabemos gracias al estudio de los restos materiales que los primeros hombres han dejado y que han llegado hasta nosotros. Estos restos son esencialmente, en la primera época, huesos de animales y humanos, y piedras talladas. Su disposición en parajes particulares aporta también valiosas informaciones. El hecho esencial es que se trata de restos extremadamente fragmentarios, imposibles de fechar con gran precisión. A partir de estos restos, los prehistoriadores establecen hipótesis, mas tarde formulan teorías, a menudo superadas por descubrimientos posteriores. La prehistoria es un dominio del conocimiento muy variable, siempre sujeto a cambios: la idea que nos hacemos de este periodo o, sobre todo, de estos periodos, no puede ser tan precisa como la que tenemos de periodos más recientes. Las certezas son escasas, y mas bien genéricas que precisas. Los últimos treinta anos, con sus muchos descubrimientos y la evolución de los métodos, han perfilado considerablemente la imagen caracte­rística de la Prehistoria que ha prevalecido hasta mediados del siglo XX. Al mismo tiempo, han aparecido otros problemas que han tendido a hacer las cuestiones cada vez mas complicadas.

La misma definición del hombre nos supone un problema. Generalmente, se cuentan para todo el periodo paleolítico, que se extiende alrededor de 2,5 o 3 millones de años, cuatro representantes del género Homo: en primer lugar, el más antiguo, el Homo habilis, del cual descienden las tres especies más recientes, cronológicamente: el Homo erectus (Pithecanthropus), el Homo sapiens arcaico (H. neanderthalensis) y, por fin, el hombre "moderno'', el único que queda hoy presente en el planeta, el Homo sapiens sapiens. Anterior al más antiguo representante del genero Homo, existen diferentes especies de Australopithecus, con los que el Homo habilis contemporizó largo tiempo: él mismo descendía de un linaje de Australopithecus llamado grácil. Estos primates antropoides se servían de útiles de piedra y hueso y practicaban sin duda la caza organizada, pero no forman parte (al menos por el momento) del club Homo. Asimismo, es de subrayar que aun cuando pertenece al genero Homo, al Homo habilis generalmente no se le considera que forme parte de la misma especie que el Homo sapiens sapiens.

A partir de estos datos de base, se puede ya percibir las manipulaciones operadas por Zerzan. A la vista de las numerosas citas a las que recurre en sus artículos, no se le puede considerar un ignorante de lo que está hablando. Las omisiones, o más bien la elección que hace de algunas teorías en detrimento de otras, señalan una voluntad deliberada por su parte. Zerzan quiere trazar un cuadro idílico de los inicios de la humanidad: va a perfilar los. elementos que le permitirán dibujar este cuadro.

Para nuestro ideólogo, en primer lugar, es importante hacer remontar la humanidad lo más lejos posible, por una razón concreta: cuanto más el hombre evoluciona hacia su forma "moderna'', más incontestables se vuelven los elementos que muestran la existencia de lo que Zerzan llama ''alienación'' (prácticas artísticas y religiosas, lenguaje articulado, sentido del tiempo e intención, etc.). Le viene bien, pues, dirigirse hacia los momentos más arcaicos de la evolución humana. Ya los neandertales (300 a 400.000 años) le parecen demasiado "cultos''. Irá a buscar sus ejemplos preferidos entre los primeros humanos, los famosos Homo habilis. Pero igualmente esta solución no deja de darle problemas. Zerzan los sorteará al precio de hacer equilibrios intelectuales al limite de la honestidad.


Bandera del ¿anarco?-primitivismo.

Por otra parte, anuncia lo que será su método en el inicio de Futuro Primitivo: después de haber manifestado legítimos reparos sobre la ciencia aislada, reconoce que lo que llama con desprecio "literatura especializada'', es decir científica, "puede no obstante suministrar una ayuda altamente apreciable''. ¿Y qué es, por otra parte, lo que nos podría suministrar esta "ayuda'' sin convertirnos nosotros mismos en arqueólogos, es decir, en poseedores del horrendo "saber aislado''? ¿Acaso se imagina Zerzan que los primeros humanos van a resucitar para explicarnos cómo vivían? La arqueología es la única fuente disponible para quien quiera saber lo que fue la humanidad en los primeros tiempos. Así, aunque se pueda decir cualquier otra cosa, estamos obligados a razonar a partir de sus descubrimientos. No se trata de una "ayuda'', sino que es todo lo que tenemos.

Pero para Zerzan los descubrimientos científicos no constituyen más que un medio para desarrollar su ideología. Es por esta razón que aborda la ciencia "con el método y la vigilancia apropiadas'' y que se declara ''decidido a traspasar los límites''. Decididamente, no tendrá ningún empacho con lo que le estorba, se reservará el derecho a utilizar el argumento de la autoridad científica (con más exactitud que los mismos científicos, conviene hacerlo notar) cuando aquel le convenga y de rechazarlo cuando no le convenga. Esto es lo esencial del método de Zerzan, que se aplica en todos sus textos. Se trata de instrumentalizar la ciencia, que dado que no es más que una institución cultural jamás puede ser objetiva y debe ser tratada como tal. Se trata de una vieja concepción de la actividad científica puesta al servicio de una ideología, que los esforzados doctores Lyssenko y Mengele ilustraron brillantemente en el curso del siglo pasado.Observemos en su desarrollo este "método'' propuesto. Podemos empezar por el problema de la caza: Zerzan es no-violento, probablemente vegetariano y, por tanto, considera que comer carne es inmoral, ya que esto implica matar animales, y además es perjudicial para la salud. Por otro lado, cazar es cansado y obliga a organizarse. Por tanto, la recolección debe haber sido el estado natural de la "buena'' humanidad, es decir, de la que más se parece al mismo Zerzan. Queda por demostrar. No lo demuestra, lo afirma.

Según él, "se admite en lo sucesivo de manera normal'' que la recolección constituía "el principal recurso alimentario''. Quién admite esto, y a partir de qué, Zerzan no lo dice. Y el "principal'' recurso no significa el "único'' recurso. Pero esto no es serio: esta afirmación, inmersa en las consideraciones sobre la no-división sexual del trabajo (Zerzan es también feminista, seguro), permite, por un simple efecto de lenguaje, dar la impresión de que los primeros humanos eran vegetarianos.

Pero todavía va más lejos: afirma con un tal Binford "que ningún rastro tangible de practicas carniceras indica un consumo de productos animales hasta la aparición, relativamente reciente, de humanos anatómicamente modernos''. He aquí, pues, estos orates neandertalianos, portadores de todos los males.

Sin embargo, hay un problema. Como hemos indicado al principio, el conocimiento de la Prehistoria se apoya en el descubrimiento de yacimientos arqueológicos. No sé sobre qué se apoya Binford para afirmar la ausencia de consumo de carne, o más exactamente de "practicas carnívoras'' anterior a una fecha tan "reciente'', pero existe al menos un paraje, entre los más conocidos y antiguos (1.8 millones de años) que demostraría lo contrario: el sitio de Olduvai, al norte de Tanzania, donde se descubrieron entre 1953 y 1975 los restos de primitivos Homo habilis, nuestros más lejanos ancestros. Asimismo, fueron hallados los restos de un elefante, mezclado con más de 200 instrumentos, que habían servido para el despiece. Se podrá objetar que esto no es indicativo de caza, pero puede ser una práctica carroñera, se trata al menos de que el despedazamiento es una "practica carnicera''. En el mismo lugar también se han descubierto tres cráneos de la misma especie de antílope con la misma fractura, resultante de un golpe asestado can la ayuda de un guijarro o de una maza. Ello indica sin duda una practica de matanza ya codificada, siguiendo reglas precisas, y desmiente en todo caso la tesis de un consumo de carne meramente ocasional, y aun más la de un vegetarianismo generalizado hasta la aparición del hombre "moderno''.

Asimismo, en el lugar de Vallonnet, descubierto en 1962 y remontando 950.000 años atrás se han hallado los restos de una ballena encallada en una playa cercana, que fue arrastrada hasta esta gruta para ser despedazada. Los primeros útiles de piedra no han sido usados únicamente, como es bastante evidente, para el "trabajo de materias vegetales''. La cita que hace el autor en la p. 38 de Futuro Primitivo de instrumentos reservados para este uso, no es pues válida, si es que es exacta, más que en el caso particular que él menciona, caso particular que intenta, por un método oratorio clásico, hacer pasar como una generalidad.

Nuestro objetivo en este trabajo no es el de resolver los debates sobre la Prehistoria: no tenemos los medios ni los deseos. Observamos simplemente que Zerzan, que no ignora para nada el lugar de Olduvaï, puesto que lo menciona en la p. 44 de Futuro Primitivo para ensalzar la belleza del hacha achelense, y conoce también el de Vallonnet, los olvida pura y simplemente cuando se trata de evocar tesis que no le complacen. Cuando se anuncia una tesis, tanto en arqueología como en otras materias, parece evidente que como mínimo se deben citar y mejor aun refutar las tesis que podrían contradecir aquella que uno propone. Zerzan ignora la contradicción, o más exactamente la silencia. No suscitar la contradicción es una practica normal de la mentira social organizada que Zerzan quisiera denunciar. Empleando sus métodos, incluso con otro fin, Zerzan cae en esta mentira.

También se puede evocar la cuestión del feminismo de Zerzan y de su proyección el estudio de la Prehistoria. Para sostener la tesis de la no-división sexual del trabajo, Zerzan propone el predominio de la recolección, siendo ésta de manera "natural'' una actividad no dividida según los sexos. A pesar de lo que hemos dicho antes, el predominio de la recolección es más o menos cierto. Tan. sólo hemos precisado que éste no constituía en realidad la única actividad alimenticia de los hombres primitivos . Por lo tanto, ¿qué podemos saber de la división sexual de esta tarea en esta época? Podemos hacer una extrapolación a partir de los cazadores-recolectores existentes hoy. Pero los cazadores-recolectores actuales no son más "primitivos'' que nosotros mismos. Evidentemente, son tan H. sapiens sapiens como nosotros. Todo lo que se puede decir de la cultura de los primitivos humanos de hace dos millones de años no serán más que extrapolaciones y suposiciones. También es absurdo suponer que las condiciones sociales de estos primeros grupos no han evolucionado a lo largo de dos millones de años como para hablar del "hombre prehistórico'' como de una sola e idéntica especie, una entidad única. Ni siquiera tratamos de evocar la "condición de la mujer'' prehistórica. Zerzan da como argumento, evocando esta vez a Juan Gero, que los "útiles de piedra podrían haber sido tanto de los hombres como de las mujeres''. Cierto. Pero esto no significa en absoluto que lo hayan sido. En este caso, lo más honesto es decir que no se sabe nada. Pero la honestidad, como se ha visto, no es el afán principal de Zerzan. Del mismo modo, nos dice esta vez Poirier, no existe "ninguna prueba arqueológica para apoyar la teoría según la cual los primeros humanos habrían practicado una división sexual del trabajo''. Lo que, para Poirier, no es más que una ausencia de prueba, para Zerzan claramente la constituye. Lo que simplemente resalta de estas citas es tan sólo que no podemos afirmar que tal división haya existido. También es posible que las mujeres hayan participado en las cacerías primitivas, incluso los niños. El problema está en que con la ausencia de pruebas arqueológicas, no podemos decir nada.En el cuadro de su feminismo, Zerzan formula también una teoría sobre la reducción del dimorfismo sexual y, en particular, sobre la disminución de la talla de los caninos en los machos. Afirma que "la desaparición de los grandes caninos entre los machos refuerza en gran manera la tesis según la cual la hembra de la especie habría obrado una selección a favor de los machos sociables y partícipes''. Pero la desaparición de los grandes caninos no viene a ''reforzar'' nada semejante, y menos todavía "en gran manera''. La desaparición de los grandes caninos es el resultado de un proceso, no es para apoyar lo que sea. Cuesta ver porqué los jóvenes que tuvieran los ''dientes largos'' serían menos "sociables y partícipes'' que los otros y, sobre todo, que el hecho de ser "sociable y partícipe'' hiciera encoger los dientes. Montones de primates "sociables y partícipes'' poseen aun hoy los "dientes largos''. Pero esto es porque, nos dice Zerzan, entre los primates la hembra "no tiene esta elección''. Uno de los resultados de la liberación de la mujer en el Paleolítico habría sido hacer recortar los dientes a los jóvenes machos. Esto es bastante confuso, pero revela sobre todo la representación que se hace Zerzan, feminista americano, de la "lucha de los sexos'', y su proyección de la representación en el estudio de esta prehistoria. De paso, y a pesar de que nuestro objetivo no sea el de discutir tesis arqueológicas, señalaremos simplemente que otra tesis comúnmente admitida considera que la disminución de la talla de la dentadura es debida en esta época a la prolongación de la etapa de la infancia y de la adolescencia. El niño, al estar durante más tiempo bajo la protección de los adultos, le permite adquirir las habilidades técnicas y complejas que requiere la industria lítica, atendiendo más tardíamente a sus necesidades alimenticias, lo que hace que su dentadura crezca, a lo largo de generaciones, con más lentitud. Esta teoría iba bien para este tema de la selección directa por las mujeres. Pero es menos espectacular, menos feminista y, sobre todo, tiende a demostrar que la organización social en estos tiempos lejanos ya había alcanzado un grado de complejidad tal que algo como un aprendizaje especializado había llegado a ser necesario. La tesis folklórica de la selección por las mujeres está, pues, presente para enmascarar el "problema'' de una socialización compleja desde los inicios de la humanidad.

En este estadio de nuestro análisis del texto de Zerzan, se ve claramente que ni siquiera remontando la humanidad a sus más antiguos representantes, alcanza, con su cuenta y razón, a demostrar la existencia de la "buena'' humanidad que busca. No hallándola, la sugiere por diferentes medios de orden básicamente retóricos y también disimulando informaciones que se guarda de manera incontestable.

No decimos que todo lo que afirma sea falso. Decimos que busca dibujar un cuadro uniforme de la vida de los hombres prehistóricos a priori y de hacer proyecciones de su propia ideología. Esto que es un peligro esencial cuando se estudian otras culturas, y más aún en el caso de culturas tan alejadas por el tiempo y acerca de las que tenemos tan poca información como son las culturas paleolíticas, que es el peligro de proyectar la propia cultura sobre la de los demás, Zerzan lo convierte en método. Esta tendencia inherente a todas las ciencias humanas, de la que ninguna de estas ciencias podrá nunca librarse (el hombre tomándose a sí mismo como objeto de estudio siendo al mismo tiempo un sujeto, formando parte de una cultura, y razonablemente a partir de ella), obliga a una extrema prudencia. El método más seguro para equivocarse frente a cualquier realidad, es querer a cualquier precio hacerle decir alguna cosa. Jamás hemos dicho que no sea lícito correr riesgos, ni hace falta desterrar toda intuición. Muchos grandes descubrimientos son el fruto de una primera intuición. Cuanto menos, a partir de hechos concretos, se pueden proponer hipótesis, y si éstas se verifican, llegar hasta la teoría. Pero Zerzan no llega a la teoría, puesto que las "hipótesis'' ya son para él la respuesta. Y, haciendo esto, ni siquiera se "equivoca''. Peor que esto. Manipula deliberadamente informaciones. En una palabra, miente, es decir que quiere engañar a los demás.

Los casos que hemos estudiado, el de la caza y el de la división sexual de las tareas, no son más que detalles de la ideología de Zerzan. En Futuro Primitivo está expresada una idea que se reencuentra en todos sus artículos y parece que constituye realmente la tesis central (cfr. el título original de Aux sources de l'aliénation: Elements of Refusal) de esta reconstrucción histórica paticoja. Esta tesis la expresa así, en la p. 47 de Futuro primitivo: "me parece, por el contrario, más plausible que sea la inteligencia, o sea la conciencia de las riquezas la que hace posible la existencia del recolector-cazador, la razón de esta notable ausencia de 'progreso'. Evidentemente, la especie deliberadamente ha rehusado la división del trabajo, la domesticación y la cultura simbólica hasta una fecha relativamente reciente''.

Una vez más, se puede admirar de qué manera se sirve del lenguaje, que por otra parte denuncia como instrumento de dominación. Una vez más la hipótesis se convierte inmediatamente en conclusión. Pasa del "parece plausible'' a la "evidencia''. Entre ambos, no queda nada. Justamente, el punto que separa una frase de la otra. Exactamente el vado de un pensamiento que se contenta con palabras.

La única sombra de argumento que da para sostener esta tesis central, la tesis del rechazo consciente del progreso por la humanidad, es que 1) los humanos del paleolítico habían sido tan "inteligentes'' como nosotros y, por lo tanto, disponían de los medios intelectuales para este progreso, 2) este progreso no ha tenido lugar, durante más de dos millones de anos. Queda, pues, en "evidencia'' que los humanos han rehusado este progreso.

Como puede uno imaginar, las cosas son algo más complicadas que esto. Por otra parte, no es necesario tener profundos conocimientos en el terreno de la Prehistoria para darse cuenta lo que tiene de vicioso este ''razonamiento''. No se trata de que la tesis de partida sea tan absurda como esto: después de todo, ¿por qué no? Tan sólo sería necesario demostrarla. ¿Cómo se podría demostrar esta tesis? Simplemente por los descubrimientos arqueológicos y un razonamiento lógico a partir de estos hallazgos, puesto que no tenemos ningún otro medio para demostrar lo que sea sobre este periodo. Para poder hablar de "rechazo''. es necesario que la persona o el grupo concernido haya tenido conocimiento de aquello que rechaza. No se rechaza sino lo que se nos "propone''. lo que se nos ofrece. Se puede, por ejemplo, hablar del "rechazo'' del oficio de tejedor por parte de los obreros del textil ingles de 1830. Sería necesario, pues, para que se pudiera hablar del rechazo a la agricultura y ganadería por parte de los humanos del Paleolítico, que estas practicas se las hubieran presentado, que las hubieran experimentado y luego las hubieran rehusado.

Por lo tanto, convendría, para demostrar esta tesis, que se hallara un lugar que demostrara que los humanos hubieran iniciado, en un momento dado de la prehistoria, la práctica de la ganadería o la agricultura, y posteriormente la hubieran abandonado, para reemprender su vida de cazadores-recolectores. En este caso, bien se podría hablar de ''rechazo''. Pero por el momento, tal lugar no ha sido descubierto. De haber existido, Zerzan se habría apresurado a señalarlo, y habría tenido razón. Pero este no es el caso. Efectivamente, desde que los humanos han practicado la agricultura o la ganadería, jamás se han echado "hacia atrás''. Se da el caso, en el inicio del Neolítico, de humanos sedentarios practicando simultáneamente la recolección y la caza, pero estos grupos han evolucionado rápidamente hacia la agricultura propiamente y no han, según nuestros conocimientos, destruido sus ''hábitats'', abandonado sus campos y reemprendido su vida nómada.

He ahí lo que hubiera debido ser la gestión de Zerzan: a partir de una hipótesis inicial, buscar elementos concretos, articulados por un hacer lógico, que le permitiera confirmar aquella. Tras pasar un largo tiempo en el que ningún elemento aparece para demostrarla, una hipótesis no es más que lo que es: una visión del espíritu, que puede ser fecunda o, por el contrario, resultar inoperante. Por el momento, la hipótesis de Zerzan es inoperante. No le reprochamos haberla adelantado, ni siquiera que jamás pueda ser demostrada. Decimos que recoge una práctica engañosa e ideológica de lanzar una hipótesis como "evidente'' cuando no existe la base de una prueba para apoyarla.

Zerzan habría podido explorar otro camino para demostrar su hipótesis (digamos de paso que es bastante escandaloso que nos veamos forzados a hacer esta labor en su lugar). Hay regiones, hoy todavía, donde los cazadores-recolectores merodean, más o menos alejados, alrededor de los agricultores sedentarios. Podemos hablar, por ejemplo, de unos Bushmen de África, de los que algunos estudios etnológicos han revelado que encuentran la agricultura "inútil o agotadora''. Allí habría un "rechazo'' con conocimiento de causa. No obstante, según nuestro conocimiento, estos Bushmen jamás pasaron por la agricultura, a la que habrían rechazado desde "el interior''. Se puede decir, según este punto de vista, que ante todo rechazan un modo de vida que es externo a su propia cultura. Por otra parte, y en este sentido, es de notar que si los nómadas no van hacia los sedentarios, los sedentarios jamás se dirigen hacia los nómadas. ¿Que argumentos darían los agricultores para justificar su "rechazo'' al estado del cazador-recolector? Zerzan diría, sin duda, que se hallan irremediablemente hundidos par la cultura alienada y que, por lo tanto, son incapaces de retomar a la "buena'' humanidad''. Quizá sea verdad, pero no tenemos a mano ningún medio para valorar el grado de alineación de una cultura en relación a otra, ni tan sólo saber si el concepto de alineación es pertinente en este caso.

Lo que es interesante, en este supuesto caso, es que los grupos parecen ''impermeables'' los unos a los otros, y que el "rechazo'' a la re-nomadización de los sedentarios marca el hecho de que ellos ''prefieren'' conservar su propia cultura que adoptar un tipo de vida radicalmente diferente, cualquiera que sea la satisfacción que individualmente les pueda dar. La cultura sedentaria, una vez formada, jamás es abandonada, cualquiera que sea el prejuicio sufrido por los individuos que componen esta cultura.

Además, Zerzan conoce el caso del contacto entre grupos sedentarios con cazadores-recolectores, puesto que cita el ejemplo de sedentarios que han ido en auxilio de cazadores-recolectores para prestarles ayuda en periodos de penuria. No obstante, no saca ninguna conclusión en cuanto a su tesis del "rechazo'', ya sea para tratar de reforzarla o para ponerla en duda. De hecho, Zerzan nunca saca ninguna conclusión, ya que una conclusión es el fruto de un razonamiento y él parece alérgico a todo razonamiento. Se contenta con mencionar las conclusiones de los demás o, cuanto menos, las conclusiones que más le gustan.

Con el paso al neolítico se constata una verdadera "revolución'', como se dice de forma clásica. Se puede asimismo hablar, de manera menos connotada, de una gigantesca ruptura. Un modo de vida, mantenida de manera más o menos estable, al menos en sus grandes líneas, durante 2,5 millones de años, se transforma brutalmente en otro modo de vida que, prosiguiendo su propia evolución, acaba por convertirse radicalmente en diferente. Todo esto, naturalmente, no se ha hecho en un día, pero la rapidez de progresión de la ruptura neolítica es, frente a la "lentitud'' del Paleolítico, casi exponencial. Tres o cuatro mil años han sido suficientes para su generalización.

Zerzan señala, citando a Binford, que "no se trata de saber porqué la agricultura no se ha desarrollado por todas partes, sino más bien porqué simplemente se ha desarrollado''. Y ésta es, efectivamente, la cuestión, a la cual nuestro ideólogo se guarda muy bien de intentar responder. Sería necesario para ello dejar de lado la cuestión puramente negativa del "rechazo'' y meterse en los detalles. Ahora bien, sabemos que la cuestión está en los entresijos, es decir, la duda y las dificultades. Sería preciso empezar a hablar de los factores climáticos, de la demografía, de la estructura misma de las sociedades pre-neolíticas y de un montón de asuntos precisamente no muy poéticos. Es de notar, no obstante, que la transición al Neolítico permanece bastante misteriosa en el actual estado de conocimientos. Como de costumbre, no hay más que teorías.

Existe la teoría de un cambio climático que habría modificado profundamente el medio humano, que habría llevado a los humanos a ''adaptarse'' practicando la agricultura. Se puede objetar a esta teoría el hecho de que en 3 millones de años ha habido suficientes cambios climáticos de esta suerte como para permitir una quincena de revoluciones neolíticas, que no obstante no han tenido lugar. Acerca de las relaciones del hombre con su medio, disponemos de interesantes elementos. Desde el Achelense medio (entre 400.000 y 300.000 años, en la frontera entre erectus y sapiens arcaico), durante la glaciación de Riss, se observa la misma progresión en la talla de objetos (la famosa hacha achelense de la que tanto se ufana Zerzan), ya sea en Europa, en África o en Oriente Próximo. Esto significa, pues, que tenemos allí una misma cultura, que evoluciona, al menos en su aspecto técnico, independientemente de las presiones del medio natural. La famosa "armonía con la naturaleza'' queda, pues, seriamente en entredicho. Efectivamente, el medio natural parece que poco influye en las culturas paleolíticas, aun en el caso de que estas culturas no actúen masivamente, como en el Neolítico, sobre el medio natural. Pero la "ruptura'', al menos como tendencia, está desde ahora consumada. Es decir, que la evolución humana está más condicionada, desde el inicio, por sus propias estructuras sociales que por la influencia del medio natural.

Es preciso notar asimismo, en este marco, que las ideas de Marx acerca del "dominio de la naturaleza'' que han contribuido a fundamentar la ideología progresista del antiguo movimiento obrero, han de ser sometidas a revisión, pero de otra manera que la de Zerzan. El dominio de la naturaleza no esta inscrito en el destino de las sociedades humanas. Cuando los humanos tallan objetos, no buscan "dominar la materia inerte'', sino producir aquello que necesitan sus sociedades. No buscan por asalto dominar el medio natural, que han recibido tal como estaba durante todo el paleolítico, lo que no significa tampoco que estuvieran más en armonía con él que luego con la ganadería y la agricultura. Se podría afirmar, como mucho, que el "medio natural'' no existe para las sociedades humanas, si no se temiera caer en una extrapolación a la Zerzan. Las sociedades humanas parecen en todo caso apuntar más a su propia conservación, al mantenimiento de sus propias estructuras, que a la dominio del medio que las rodea. Lo que sucedió en el neolítico fue que la conservación de las estructuras sociales pasaba por la dominación del medio natural, dominación que comportaba a su vez la creación de nuevas estructuras. Esta dominación no constituía, pues, la finalidad de la humanidad (su "tarea histórica'' como sería en el proletariado hacer la Revolución), sino la consecuencia de una nueva socialización.

Siguiendo esta teoría, el paso al neolítico no constituiría, pues, ni una adaptación a los dominios del medio, ni como parece sugerirlo Zerzan, una especie de conspiración del Espíritu del Dominio contra el Espíritu de la Libertad, sino una mutación vinculada a una modificación de la estructura social en sí misma. ¿A qué atribuir esta modificación? El factor más probable es un factor social interno pero a la vez ''natural'' (aunque se podría discutir seriamente acerca del aspecto ''natural'' de este factor para las sociedades humanas), es decir, el crecimiento demográfico.

Se sabe que las sociedades de los cazadores-recolectores, cuando las tensiones internas o la presión sobre el entorno se convierten en demasiado fuertes, "se escinden'' para formar un nuevo grupo. Es posible imaginar que en un momento dado la demografía, habiendo llegado a ser demasiado importante para permitir esta "escisión'', haya impuesto a la sedentarización como la mejor solución. Con la construcciones de casas ''duras'' se daría la primera aparición de espacios "privados'', que permitirían limitar las tensiones dentro del grupo, sin tener que recurrir la "escisión'', convertida en algo problemático.

Desde luego, esta tesis comporta que los humanos se habrían sedentarizado y no habrían realmente practicado la agricultura y la ganadería hasta más tarde. Esto se puede sostener desde el punto de vista arqueológico gracias a los yacimientos Natufinos, en la región Sirio-Palestina, que se remontan alrededor de 10.000 años, en los inicios del Neolítico. Los Natufinos construían sus casas "duras'', pero no practicaban, al menos en el inicio de su implantación, ni la agricultura ni la ganadería. Efectivamente, aun recurrían básicamente a la recolección y, en menor medida, a la caza. Pero la aldea se convirtió en su punto esencial de arraigo. Eran siempre cazadores-recolectores, pero sedentarios. Y puesto que básicamente se alimentaban de cereales silvestres, podemos suponer que es el almacenamiento de este grano en un lugar fijo lo que hizo posible la agricultura. También se puede pensar que una aldea de estas características debió atraer a animales de toda clase, de los que algunos quizá se auto-domesticaron poco a poco.

Sea lo que sea, este tipo de yacimiento parece confirmar la tesis de una sedentarización iniciada por la modificación de determinadas estructuras sociales, una "revolución'' ocasionada por el peligro en que incurrieron las sociedades humanas que les impidió volver a reproducir, tal como era, la socialización precedente. Paradójicamente, se podría decir que el Neolítico apareció por la tentativa de la sociedad paleolítica de preservarse a sí misma. La revolución neolítica fue de principio el instrumento de esta nueva socialización, que iba a traer las consecuencia que ya sabemos.

Sea lo que sea, estamos en un mundo que será lo que quiera, pero que ofrece de todas formas la ventaja de poder ser demostrado, muy lejos de la tesis del "rechazo'' de Zerzan.

Vamos a dejar ahí Futuro Primitivo para dedicarnos rápidamente a la otra recopilación de artículos de Zerzan, Aux sources de l´aliénation. La ideología de Zerzan está basada esencialmente en la concepción que tiene de los primeros tiempos de la humanidad. Hemos demostrado con bastante claridad que esta concepción no era imparcial, era parcial, y que la tesis central del "rechazo'' descansaba en el aire. Con todo esto ¿qué queda de Futuro Primitivo? Poca cosa. Lo que queda, más o menos, está expuesto en el libro de M. Sahlins, Edad de Piedra, Edad de Abundancia. Se leerá con más provecho.

Para desmontar Futuro Primitivo, no hay necesidad de ser especialista de la Prehistoria ni de nada. Sin muchos conocimientos previos, con una semana de trabajo, algo de lógica y un único libro de referencia, la Introduction a la Prehistoire de G. Camps, acomodados con el Dictionaire de la Préhistoire de Leroi-Gourhan, tenemos suficiente. No importa quien lo hubiera podido hacer. Zerzan ha apostado verosímilmente donde nadie lo haría. Es decir, que ha apostado sobre la ignorancia y la falta de curiosidad de sus lectores. Esencial-mente, ha jugado sobre la base de que su palabra sería creída. Esta actitud, para nosotros, nace de la más baja propaganda.



John Zerzan... ¡¡usando un micrófono!!

2 Aux sources de l'áliénation: una mixtura ideológica

Antes de inclinarnos sobre el "fondo'' de la ideología zerzaniana, observemos un poco su forma. Lo que primero salta a la vista cuando se ojean sus libros, es la cantidad de citas que emplea. Así, en S.A., aparecen cerca de 300, lo que nos da más o menos tres citas por página. Cuando se emplea tan gran cantidad de citas es porque se es escrupuloso en extremo o bien para dejar pasmado al lector con la cultura, para darle la impresión de que uno se ha embebido de una masa de conocimientos que le van a permitir saber que él, de poseer la última palabra. Tenemos que desbaratar a este género de individuos, que levantan una especie de muro entre él y su interlocutor, se atrinchera detrás de este muro para evitar ser descubierto y para dominar lo otro gracias al instrumento cultural empleado como una maza.

Zerzan se sirve de estas citas para dar a su discurso, por otra parte deshilvanado, una apariencia de cientificidad. Además, se sirve de autores que cita como el ventrílocuo hace con sus marionetas: aparecen un instante, dicen lo que él dice, y desaparecen. Los autores así mencionados presentan de este modo la ventaja de la credibilidad: puesto que lo ha dicho Fulano, es inútil discutirlo.

En el inicio del libro, quiere "declarar, de entrada, una intención y una estrategia: la sociedad tecnológica no podrá ser disuelta (e imposibilitada de reciclarse) más que anulando el tiempo y la historia''. Vasto programa, por cierto. Al ser humano no le falta ambición, cosa que nadie pensaría en reprocharle. Pero, ¿qué es lo que exactamente significa esto? ¿Con qué cuenta para "destruir el tiempo y la historia''? ¿Va a hacerlo solo o con otros? ¿Y quiénes van a ser esos? No sabemos nada. Ni esta "intención'' ni esta ''estrategia'' están desarrolladas en lo que sigue. Es bastante decepcionante, pero a la vez característico del cajón de sastre del pensamiento zerzaniano: dice una cosa, después pasa a otra, por asociación de ideas, asociación que le impulsa hacia otra, todo seguido. Este método evidentemente le hace dar vueltas. Rebota de cita en cita, de una nota a otra, y al final de su escrito no ha avanzado un ápice: todo está como al principio. Y como nunca pone nada en duda, todo queda como estaba. Por lo que sabemos, ahí esta la misma definición de "reificación'', concepto marxista del que hace un abundante uso. Zerzan da vueltas en la noche, y no gasta otra cosa que su tiempo, mejor sería que lo empleara en otra cosa.

Esta ausencia de método también constituye uno de los fundamentos de su ideología. Se trata de una ideología de rechazo de la lógica, como ''conciencia alienada'', que expresa citando a Horkheimer y Adorno: "Incluso la forma deductiva de la ciencia expresa la jerarquía y la coerción'' (S.A. p.46). Por qué no, pero entonces, ¿por qué tantas citas de origen científico? Zerzan utiliza bien los descubrimientos de la ciencia cuando estos le favorecen, pero rehúsa el método científico, que es "demasiado restrictivo'' o "antinatural''. Y en esto es parecido a todos los demás consumidores, que quieren los supermercados sin vacas locas, la electrificación total sin los peligros de lo nuclear, playa en casa sin mareas negras.

La lógica y la deducción son quizá instrumentos imperfectos y, desde luego, empapados de la ideología de nuestra cultura, pero, pobres de nosotros, esto es todo lo que disponemos. Sin estos instrumentos, sin estos métodos, nada se habría sabido jamás acerca de las condiciones de vida de los primeros humanos, y Zerzan habría sido condenado a callar, cosa a la que visiblemente aspira. Nadie, por otra parte, se lo impide.

Como todos los consumidores, Zerzan desea "vivir el presente'', en el ''movimiento variopinto de la vida''. (Intentad repetir tres veces seguidas, sin reír, estas palabras: "el movimiento variopinto de la vida''. Este "movimiento variopinto'' es más bien el de la sucesión de video-clips en la TV. A lo mejor, evoca una banda de hippies con pañuelos de colores bajando por una pendiente florecida de la pequeña casa de la pradera, para ir a estrellarse en el precipicio situado al fondo. La afinidad de Zerzan con la espontaneidad baba-cool, la afirma el mismo en la p. 41 de S.A.: "Por fortuna, igualmente, en los años 60, algunos empezaron a desaprender cómo vivir en la historia con el dejar de lado los relojes de pulsera, el hacer uso de drogas psicodélicas y, paradójicamente quizá, con este eslogan mordaz lanzado par los insurgentes franceses del mayo 1968: ¡Rápido!''

¿Es preciso recordar la introducción, avalada por los servicios secretos americanos, de las drogas psicodélicas en los campus americanos? ¿Conviene traer a la memoria la catástrofe de los famosos "movimientos de la juventud'' de los años 60, que no tuvieron maás efecto que el de formar una nueva clase especializada de consumidores y abrir de esta manera nuevos mercados al posfordismo, sosteniendo con estabilidad la sociedad en su embrutecimiento? Y este "¡Rápido!'' del 68, ¿qué es sino el anuncio de la débil impaciencia de los consumidores de fast-food, de video-clips y de pensamiento pre-digerido a la salsa Zerzan?

Zerzan querría hacer creer que estamos alienados por el imperio de la razón. Y efectivamente, el mundo capitalista está dominado por la lógica de la economía y, de manera más concreta, por la necesidad vital, en este mundo, de la siempre creciente extracción de plusvalía. Pero esta racionalidad dominante se construye sobre un mundo de individuos cada vez más privados de los instrumentos de la razón, sobre el empobrecimiento del lenguaje a favor de su sucedáneo mediático y sobre el analfabetismo que se desarrolla bajo todas sus formas. La sociedad capitalista nos empobrece no sólo de manera material, por la falsa abundancia que es ausencia pura y simple, sino también intelectualmente. Aquello que Debord llamaba "la perdida de todo lenguaje adecuado a los hechos'' es uno de los aspectos de la miseria capitalista, y uno de los aspectos que mejor consigue su dominio. Debemos luchar contra este empobrecimiento. Zerzan llama a más pobreza mental todavía. Él mismo da ejemplo a través de sus textos, miserables picadillos de otros anteriores, verdaderos "zappings'' del pensamiento. El "pensamiento'' de Zerzan es un producto puro de la alienación contemporánea.

3 El comunismo no puede ser "primitivo''

La ideología de Zerzan no es más que la enésima aparición de un antiguo romanticismo primitivista, que se remonta hasta Rousseau e, incluso, antes que él, a Montaigne (cfr. Essais; Des Cannibales). Descansa sobre el postulado que afirma que nuestra cultura sería "mala'', puesto que habría perdido el "contacto con la naturaleza'' que constituiría la ''autenticidad'' de las culturas primitivas ("Los Lotanticos son flores que brotan en los libros'', tal como Pañol pone en boca de Ugolin). Esta actitud es la de un colonialismo invertido, que haría de nuestra cultura la única cultura "verdadera'', es decir, el mal encarnado.

Hemos visto antes que, desde el inicio, la humanidad no se ha "liberado de los constreñimientos del medio natural'', como diría una concepción marxiana-utilitarista de las sociedades, pero se ha desarrollado independientemente de él. Lo cual no significa que los hombres vivan sin lazos respecto a su entorno, cosa que sería absurda, sino que son las estructuras simbólicas de las sociedades humanas las que condicionan su relación con el medio natural y no al revés. Así pues, desde este momento no se puede hablar de "proximidad'' o de ''alejamiento'' de la naturaleza en ningún momento de la historia humana, sino tan solo de diversos tipos de relaciones con el medio que los humanos mantienen en el seno de sus sociedades, de su modo de vida en el sentido extenso del termino.

Presentar la vida de los cazadores-recolectores como más "natural'' que la de los sedentarios no tiene ningún sentido. El simple hecho que los cazadores-recolectores hayan tenido una vida más fácil, con más "tiempo libre'' y más socialidad "gratuita'', que los sedentarios, no constituye en sí mismo un argumento. Por otra parte, existen sociedades sedentarias que practican la agricultura y disponen de un "tiempo libre'' muy comparable al de los cazadores-recolectores, que practican la subexplotación y mantienen una baja densidad de población. Podemos mencionar los Chimbu de Nueva Guinea, que explotan solamente el 60% de la tierra cultivable; los Yagaw de las Filipinas o los Iban de Borneo, que mantienen su población entre el 30 y el 40% por debajo de la densidad que les permitiría una agricultura más intensa. En estas culturas, podemos observar "jornadas de trabajo'' muy cortas, 4 o 5 horas, seguidas generalmente de varios días de descanso. Entre los Papus Kapauku, los hombres consagran de media 2h. 18 min. por día a la producción agrícola, y las mujeres 1 h. 42 min. Hay otros ejemplos, pero se haría pesado citarlos todos.

La agricultura, contrariamente a las ecuaciones simplistas del tipo agricultura/crianza = domesticación de la naturaleza = dominación social, no es portadora del "mal absoluto'' que Zerzan querría detectar.

Sin duda existirán también personas empeñadas en la investigación del Mal que querrán ir a encontrarlo en el almacenamiento (manifestación de la "conciencia del tiempo y del numero'', según Zerzan), supuesto ente prefigurativo de la acumulación capitalista y puerta de entrada en la vida humana del pecado de avaricia. Mas, ay, comprobamos asimismo que muchos cazadores-recolectores practicaban la acumulación como fácilmente podemos imaginar. A menos de tomar a los primitivos por imbéciles, mal haríamos creyendo que iban a contentarse recogiendo lo que hallaban, satisfaciendo su hambre inmediata para acostarse enseguida beatíficamente a la sombra del Árbol de la Abundancia. Bellotas de encina, nueces, castañas silvestres y demás serán recogidos por los cazadores-recolectores en instrumentos de cestería y puestos a secar (la aparición tardía de la cerámica no significa que no se conocieran anteriormente otros tipos de receptáculos, sino que no disponemos de vestigios de estos recipientes tejidos, hechos de materiales perecederos), en previsión de un posterior consumo. La nocion zerzaniana del "presente perpetuo'' recibe un golpe, ya que todo esto significa una anticipación a una larga duración de necesidades y la puesta en marcha de una estrategia para subsistir.

Sea lo que sea, el Mal absoluto no se halla ni en el almacenamiento, ni en la agricultura, ni en las formas de organización más o menos complejas o "abstractas'' (¿qué hay más complejo y ''abstracto'' que los sistemas de linaje transversal del parentesco en algunas culturas ''primitivas''?), y aun menos en la conciencia del tiempo, en las matemáticas o en el lenguaje. De hecho, no hay "mal absoluto''. Abandonemos un poco el quehacer de la moral.

Zerzan es un feroz enemigo de cualquier organización. Para él, toda acción concertada y orientada hacia un fin preciso comporta la alienación. Ve brujos por todas partes. Lo que le disgusta de las sociedades modernas es, básicamente, su organización. Que ahora esta alienada, no ofrece ninguna duda. Pero, ¿debemos subscribirnos a este anarquismo bruto, que ve en toda agrupación de más de tres personas un factor de dominación o alienación?

Zerzan habla de una "sociedad cara a cara'', de una "sociedad de amantes''. Nos trae a T. Kaczynski, conocido como Unabomber, que en su Manifiesto declara que "el individuo'' se halla frustrado por lo que llama su "auto-realización'', "cuando las decisiones colectivas son tomadas por un grupo demasiado extendido para que el rol de cada uno tenga alguna significación''. Zerzan sueña en los cazadores-recolectores, Kaczynski en los conquistadores del Oeste. En ambos casos, pequeños grupos aislados, con unas tasas de población muy débiles.

Esta ideología señala un deseo muy característico del individualismo de masas: el deseo de auto-valorización, el deseo de ser reconocido por el otro. Este deseo pone de manifiesto una falta muy real, pero que, como producto de la alienación, expresa su lenguaje. Es el ser humano separado el que habla así, pues en su separación todo lo que le queda es su propia soledad, lo que él llama su "individualidad''. Privados como estamos de toda acción colectiva consciente, ni siquiera a1canzamos a imaginar que una tal acción sea posible.

Por el contrario, es necesario afirmar que ese tipo acción es posible, y lo es porque en el punto en que hoy nos hallamos es necesaria. La sociedad del "cara a cara'', la sociedad de los "pequeños grupos'', son productos del individualismo agraviado, de la bolsa de provisiones aislada que quiere existir "por y para sí mismo'', junto con algunos compañeros. Los problemas que plantea hoy el capitalismo, y que éste no resolverá, ya que sólo nosotros, como comunidad humana, somos capaces de resolver, no se solucionarán al nivel del "pequeño grupo''. Cuando, por ejemplo, la revolución este realizada (cosa que, seguramente, no puede tardar) nos ocuparemos de reforestar inteligentemente los millones de hectáreas destrozadas por la agricultura industrial y esto no será posible por la acción de "pequeños grupos aislados''. Y si, en tanto que individuo, tengo la dicha de participar en esta acción colectiva, no me preocuparé mucho de grabar mi nombre en cada árbol que haya plantado y que, por otra parte y sin duda, jamás veré en su madurez. Por ello no me sentiré menos individuo.

Lo que Zerzan y Kaczynski sugieren es la muy democrática idea según la cual la organización de los grupos humanos por sí mismos sería imposible debido al grado de población hoy alcanzado. Como todos los demócratas, no conciben en modo alguno que una sociedad integrada por millones de individuos pueda ser "gestionada'' de otra forma que la actual, es decir, por los Estados, por la delegación, por el control policial.

No conciben la comunidad humana como superación de las condiciones actuales ni de las situaciones del pasado, sino como una regresión hacia este pasado. Y su pensamiento, que se cree revolucionario, constituye una regresión.

Pero el objetivo de este texto no es el de proponer una nueva teoría de la revolución. Simplemente nos hemos propuesto hacer una crítica del ideólogo Zerzan, y creemos que lo hemos hecho. También nos hemos propuesto abrir un debate sobre bases concretas. Ahí están las bases, el debate puede empezar.


Alain C., con la inestimable colaboración de Marielle (contacto : "en attendant''. 5 rue du Four, 54000 Nancy).

Este artículo fue traducido y publicado en castellano por la revista Etcétera, número 22.

Extraído de http://sindominio.net/biblioweb-old/escepticos/alain.html