La primatóloga Jane Goodall es una de las mayores expertas en alimentación y pionera en alertar sobre el uso de pesticidas y productos químicos. Su libro Otra manera de vivir recoge sus investigaciones. Estas son sus principales denuncias:
Desde la Segunda Guerra Mundial, cuando a los científicos se les ocurrió que el gas tóxico utilizado en la guerra se podía emplear contra los insectos de los cultivos, la industria agrícola se ha vuelto cada vez más dependiente de la química. Es una alianza destructiva. Cuando se utilizan por primera vez los plaguicidas, los insectos se envenenan y mueren con rapidez. Pero poco a poco desarrollan cierta resistencia. Ante eso, se fumiga más a menudo y con pesticidas más tóxicos. Hoy día, los agricultores usan tres veces más productos químicos que hace 40 años para matar los mismos insectos. Otro aspecto muy preocupante es la introducción habitual de antibióticos en el pienso de los animales. A los de granja se les administran de manera rutinaria por dos razones. La primera, para proteger a los animales de enfermedades debidas a una dieta poco sana y a vivir hacinados. Y la segunda, porque parece que una pequeña dosis de antibióticos contribuye a que crezcan más deprisa. Cada año se administran toneladas de antibióticos al ganado, casi ocho veces la cantidad que se da a los seres humanos. En las piscifactorías ocurre lo mismo, de hecho con los peces se usan más antibióticos por kilo de carne que en cualquier otra cría. Al entrar en la cadena alimentaria humana, hacen que cada vez seamos más resistentes a ciertos antibióticos, como la tetraciclina, la eritromicina y la ciprofloxacina, que antes curaban todas las enfermedades provocadas por bacterias. ¿Y quiénes son los más afectados por todo este proceso? Dado que algunos pesticidas imitan el funcionamiento de las hormonas, se concentran en el alimento que antes pensábamos que era el más seguro para nuestros hijos: la leche materna. Incluso los fetos en el seno de sus madres están contaminados con pesticidas, porque estos son absorbidos por la placenta y pasan a través del cordón umbilical al feto. Todavía es necesario investigar más, pero se sabe con certeza que la exposición a los pesticidas químicos está relacionada con varios tipos de cáncer y con la enfermedad de Parkinson, los abortos naturales y los defectos congénitos. También se tiene la certeza de que los niños son especialmente vulnerables, porque hasta los 12 años sus cerebros y sus sistemas nerviosos están en la fase crucial de desarrollo.
LA EXPERTA
Desde la Segunda Guerra Mundial, cuando a los científicos se les ocurrió que el gas tóxico utilizado en la guerra se podía emplear contra los insectos de los cultivos, la industria agrícola se ha vuelto cada vez más dependiente de la química. Es una alianza destructiva. Cuando se utilizan por primera vez los plaguicidas, los insectos se envenenan y mueren con rapidez. Pero poco a poco desarrollan cierta resistencia. Ante eso, se fumiga más a menudo y con pesticidas más tóxicos. Hoy día, los agricultores usan tres veces más productos químicos que hace 40 años para matar los mismos insectos. Otro aspecto muy preocupante es la introducción habitual de antibióticos en el pienso de los animales. A los de granja se les administran de manera rutinaria por dos razones. La primera, para proteger a los animales de enfermedades debidas a una dieta poco sana y a vivir hacinados. Y la segunda, porque parece que una pequeña dosis de antibióticos contribuye a que crezcan más deprisa. Cada año se administran toneladas de antibióticos al ganado, casi ocho veces la cantidad que se da a los seres humanos. En las piscifactorías ocurre lo mismo, de hecho con los peces se usan más antibióticos por kilo de carne que en cualquier otra cría. Al entrar en la cadena alimentaria humana, hacen que cada vez seamos más resistentes a ciertos antibióticos, como la tetraciclina, la eritromicina y la ciprofloxacina, que antes curaban todas las enfermedades provocadas por bacterias. ¿Y quiénes son los más afectados por todo este proceso? Dado que algunos pesticidas imitan el funcionamiento de las hormonas, se concentran en el alimento que antes pensábamos que era el más seguro para nuestros hijos: la leche materna. Incluso los fetos en el seno de sus madres están contaminados con pesticidas, porque estos son absorbidos por la placenta y pasan a través del cordón umbilical al feto. Todavía es necesario investigar más, pero se sabe con certeza que la exposición a los pesticidas químicos está relacionada con varios tipos de cáncer y con la enfermedad de Parkinson, los abortos naturales y los defectos congénitos. También se tiene la certeza de que los niños son especialmente vulnerables, porque hasta los 12 años sus cerebros y sus sistemas nerviosos están en la fase crucial de desarrollo.
JANE GOODALL
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