Los simios y los elefantes, que parecen disponer de una representación primitiva de la muerte y de la ausencia, se sienten muy perturbados por la muerte de uno de los suyos. Cabría preguntarse si los animales de granja tienen alguna idea del destino que les espera cuando se los lleva al matadero. Los investigadores han empezado a reflexionar sobre este tema.
Podría afirmarse que los animales perciben el cuerpo muerto de otros animales y, sobre todo, la angustia generada por el miedo, pero no la muerte. Los gritos de los que van a ser sacrificados y el olor que se esparce en un ambiente semejante contribuyen a su estrés. En efecto, la orina del animal asustado contiene componentes que inducen al miedo. El sufrimiento de uno se propaga al otro. La angustia emocional de los congéneres contribuye por contagio a la exacerbación del miedo de cada individuo, de ahí los movimientos de pánico, el negarse a avanzar, las tentativas de fuga, etc. El cerdo es un animal que reacciona mucho a su entorno y forma vínculos sociales importantes. Es, pues, muy sensible a la ruptura de estos lazos.
Los cerdos son hipersensibles y miedosos.
Sus gritos pueden alcanzar los cien decibelios en los últimos momentos de su vida. |
Sufrir en silencio
«Si esta conciencia embrionaria determina una capacidad de padecer sufrimiento, entonces el animal dispone de todos los elementos necesarios para experimentarlo. Un animal sufre cuando no llega a expresar el repertorio de su comportamiento natural. Esta definición cuestiona el sistema de cría industrial que impone a los animales condiciones de vida no adaptadas a su biología.» Si bien el dolor es una reacción fisiológica, el sufrimiento exige una representación de sí mismo. Pues bien, los animales conocen el dolor y el sufrimiento porque tiene representaciones sensoriales y memoria.
Las estructuras cerebrales implicadas en el sufrimiento forman parte del sistema límbico, es decir, de la parte del cerebro que controla las emociones, presente en todos los mamíferos. En general, el animal responde ante el peligro mediante alteraciones fisiológicas, bioquímicas y de comportamiento tales como la transpiración, el aumento del ritmo cardíaco, la piloerección, la micción y la defecación. El sufrimiento agudo se manifiesta mediante la agitación, el miedo y unos gritos parecidos a los que surgen en situaciones de pelea o huida. Por el contrario, el dolor crónico conduce a un repliegue silencioso del animal y a un deterioro de su salud. Por supuesto, el dolor es variable según las especies, pero recientemente se ha confirmado la existencia de sufrimiento en los peces.
«Ahora sabemos que el animal comparte con el hombre ciertos elementos de conciencia, especialmente una representación mental de lo que hace y de lo que tiene intención de hacer», explica Robert Dantzer, veterinario del INRA (Instituto Nacional de Investigación Agrónoma, Francia).
Las vacas son seres sensibles que sufren constantemente
por las condiciones de vida de la cría industrial. |
«Si esta conciencia embrionaria determina una capacidad de padecer sufrimiento, entonces el animal dispone de todos los elementos necesarios para experimentarlo. Un animal sufre cuando no llega a expresar el repertorio de su comportamiento natural. Esta definición cuestiona el sistema de cría industrial que impone a los animales condiciones de vida no adaptadas a su biología.» Si bien el dolor es una reacción fisiológica, el sufrimiento exige una representación de sí mismo. Pues bien, los animales conocen el dolor y el sufrimiento porque tiene representaciones sensoriales y memoria.
«Sin embargo, yo me formé en la idea de que los animales, igual que los niños, no sufrían», recuerda Boris Cyrulnik. «Durante el curso preparatorio de medicina, debíamos disecar animales vivos y, cuando éstos gritaban y se debatían, nuestros profesores nos aseguraban que no sufrían, del mismo modo que una bicicleta que chirría no sufre, decían intentarnos convencernos.»
Emociones animales
(2005)
(2005)
No hay comentarios:
Publicar un comentario