Por MARC VANDEPITTE
Un espectro recorre Europa: el espectro del
militarismo. Detrás de esta fiebre bélica hay mucho más que la supuesta amenaza
de Rusia. El declive económico y la lucha por el dominio geopolítico juegan un
papel crucial en la creciente militarización del continente
Los líderes europeos quieren aumentar drásticamente el gasto de defensa y preparar sus economías para la guerra. Hay planes para introducir (por ahora) el servicio militar voluntario e instalar un escudo nuclear. Algunos países están dispuestos a enviar tropas a los países vecinos de Rusia, incluida Ucrania.
Boris Pistorius, exministro de Defensa alemán, dijo que su país estaría «listo para la guerra» ('Kriegstüchtigkeit') en 2029. El hacha de guerra está de nuevo desenterrada.
«Hemos sido traicionados por Trump y estamos amenazados por Putin, por eso debemos intensificar nuestros esfuerzos militares y prepararnos para la guerra.» Ésta es la narrativa que la élite europea nos impone y que nos transmite ampliamente por los principales medios de comunicación.
Sin embargo, esta narrativa oscurece las verdaderas razones y causas subyacentes de esta fiebre belicista.
Rechazar
La militarización de Europa es parte de una crisis económica más amplia. Desde la crisis financiera de 2008, la economía europea ha luchado por encontrar nuevas vías de crecimiento. La crisis del Covid-19 ha supuesto un duro golpe para la economía y, desde que se impusieron las sanciones económicas contra Rusia, hemos abandonado nuestra energía barata.
Debido a la obsesión con la austeridad, los gobiernos han descuidado sectores esenciales para el desarrollo de la productividad, como la educación y la ciencia. Por su parte, los oligarcas financieros no han invertido suficiente de sus ganancias monopólicas en nuevas tecnologías para competir con Estados Unidos y China.
Como resultado de ello, Europa se está quedando atrás tecnológica y económicamente.
Geopolíticamente, la situación no es más favorable. Europa y Estados Unidos no lograron, después de la caída de la Unión Soviética, transformar a Rusia en una semicolonia ni lograr un cambio de régimen capitalista-neoliberal en China.
La esperanza era que al integrar a China a la Organización Mundial del Comercio e invertir masivamente allí, las fuerzas capitalistas crecerían hasta el punto de quitarle el poder al Partido Comunista. Fue una ilusión.
Al seguir ciegamente a Estados Unidos, Europa descuidó, tras la caída de la URSS, la construcción de una estructura de seguridad equilibrada que incluyera también a Rusia.
Hoy en día, Rusia y China se han convertido en formidables adversarios a los que hay que tener en cuenta.
Bajo el impulso de China, los países del Sur, a través de los BRICS, también constituyen un contrapeso creciente a la dominación del Norte.
La lucha ha comenzado
Es en este contexto que la oligarquía estadounidense, bajo el liderazgo de Trump y Musk, ha lanzado una agresiva campaña para preservar la supremacía absoluta de Estados Unidos ('Make America Great Again'), incluso si eso significa sacrificar a sus aliados más cercanos.
Esto significa que la lucha entre Estados Unidos y las demás grandes potencias imperialistas está ahora abierta. En el Foro Económico Mundial de Davos, Ursula von der Leyen lo expresó así:
«El orden mundial cooperativo que imaginamos hace 25 años no se ha materializado. En cambio, hemos entrado en una nueva era de intensa competencia geopolítica. Las economías más grandes del mundo compiten por el acceso a recursos, nuevas tecnologías y rutas comerciales globales. Desde la Inteligencia Artificial hasta las tecnologías limpias, desde la computación cuántica hasta el espacio, desde el Ártico hasta el Mar de China Meridional: la carrera ha comenzado.»
La fuerza impulsora detrás de esta carrera es la maximización de las ganancias y la expansión del capital monopolista occidental. Eso es lo que está en juego y de eso se trata en definitiva. Para liderar esta carrera, apostamos por la carta militar. Como dijo el ex canciller alemán Gerhard Schröder:
«Un país sólo cuenta realmente en el escenario internacional si también está dispuesto a ir a la guerra.»
Pretexto
El principal pretexto de esta fiebre bélica, a saber, que Rusia representa una amenaza militar, no se sostiene. Moscú no tiene intenciones expansionistas.
Según destacados expertos como Jeffrey Sachs y John Mearsheimer, la invasión de Ucrania fue la respuesta de Moscú a la expansión de la OTAN hacia el este y a la militarización de Ucrania. Moscú vio esto como una amenaza existencial.
En términos de guerra convencional, Europa no puede competir con Rusia.
El Kremlin quedó rápidamente estancado en Ucrania, un país mucho más débil. Y si estallara un enfrentamiento entre Europa y Rusia, entonces estaríamos en un escenario nuclear. Un final que nadie quiere.
Economía de guerra
Las tensiones militares actuales no son, por tanto, resultado de oposiciones geopolíticas con Rusia, China y ahora también Estados Unidos, sino que tienen su origen en la sed del capital monopolista occidental de maximizar sus beneficios y su expansión.
Para garantizar los beneficios de los monopolios occidentales, es necesario garantizar las inversiones y los mercados extranjeros, así como el suministro de materias primas a bajo coste. Para ello es imprescindible un aparato militar potente, incluso si eso supone llamar al orden por la fuerza a los países recalcitrantes.
La militarización también impulsa la economía. La economía de guerra no depende del poder adquisitivo de la población, sino de las decisiones de los dirigentes políticos. El gasto militar puede (temporalmente) darle algo de oxígeno a algunos sectores industriales, pero a expensas de otros. Esto es lo que intentó Reagan en los años 1980 con su programa Guerra de las Galaxias y Hitler en los años 1930.
En Bélgica, y probablemente en otros lugares, la militarización podría ir acompañada de una ola de privatizaciones sin precedentes. Parte de los fondos necesarios para estos gastos militares podrían obtenerse mediante la venta de las joyas de la corona del patrimonio nacional o de algunos de sus componentes. La militarización como palanca para la privatización.
Esta economía de guerra se creó con vistas a una preparación real para la guerra. Durante la Guerra Fría, los países europeos tenían un gran ejército de reclutas. Después de la caída de la Unión Soviética, las fuerzas de intervención rápida tomaron el poder, particularmente en Libia y Siria.
En la actualidad existen planes para restablecer el
servicio militar obligatorio, fortalecer la infraestructura militar y estacionar
tropas en el extranjero a largo plazo, incluso en los países bálticos y
Ucrania. También se están considerando otras opciones, como la cuestión de un
paraguas nuclear
Hay muchas señales de que una guerra mundial se está convirtiendo en una posibilidad real a los ojos de las élites financieras y económicas.
Consecuencias
Esta militarización tiene profundas consecuencias para nuestras sociedades. El dinero tiene que venir de alguna parte. Actualmente, Europa gasta alrededor del 2% de su PIB en gastos de defensa. Para alcanzar el objetivo del 5%, tendrá que gastar alrededor de 500 mil millones de euros más al año en defensa.
Con gobiernos de derecha, este aumento masivo de los presupuestos militares vendrá inevitablemente a expensas del gasto social y del Pacto Verde, cuyo presupuesto anual asciende a 86 mil millones de euros.
Ya hemos mencionado cómo esta militarización corre el riesgo de ir de la mano de una ola de privatizaciones sin precedentes de la economía.
La creación de un auténtico ejército europeo también provocará un importante déficit democrático. La estructura de mando se situará a nivel europeo. Ya no serán los gobiernos nacionales ni los parlamentos quienes decidan si nuestros jóvenes deben ir al frente, sino los eurócratas.
Por último, la militarización de nuestras economías y sociedades sólo aumentará las tensiones en el continente europeo. En lugar de construir una estructura de seguridad equilibrada, estamos lanzando una peligrosa carrera armamentista y fomentando una hostilidad cada vez mayor hacia la energía nuclear rusa.
Una elección histórica
Europa se enfrenta a una elección histórica. El proceso de militarización conlleva unos costes económicos colosales, un desmantelamiento social, un retraso en la transición ecológica y un déficit democrático, mientras que el riesgo de un conflicto mayor se hace cada vez más real.
¿Esta militarización realmente beneficia a los ciudadanos europeos o sólo a las élites económicas y a la industria armamentística?
¿Nos dejaremos llevar por esta fiebre bélica o elegiremos la prosperidad, la ecología y una estructura de seguridad equilibrada en el continente?
¿Seguiremos a Estados Unidos en su lógica imperialista y militarista, o construiremos un proyecto europeo independiente, basado en una cooperación respetuosa con los países del Sur?
Los próximos años serán cruciales para responder a esta pregunta.
Fuente:
https://investigaction.net/la-militarisation-effrayante-de-leurope/