Cada dos por tres, tenemos noticias de enfrentamientos violentos entre hinchas deportivos de diferentes localidades. Por lo que se ve, esto no es nuevo. En una vivienda de Pompeya de hace casí dos mil años, de tiempos de Nerón, se conservaba una pintura parietal en la que se representa un hecho real, que fue recogido por Tácito en el libro XIV de sus Anales del Imperio romano:
«En este mismo tiempo, de una ocasión harto ligera nació una matanza bien grande entre los habitantes de Nuceria y Pompeya, en el juego de gladiadores que se hacía por orden de Livineyo Régulo, aquél que, como dije, fue privado de la dignidad de senador. Porque provocándose estos dos pueblos uno a otro con injurias, por medio de la licencia que se suele tomar la plebe en semejantes concursos, llegaron primero a tirarse piedras, y después a menear las armas; prevaleciendo la parte de los pompeyanos, donde se hacía la fiesta. Fueron, pues, llevados a Roma muchos de los nucerinos heridos y estropeados, donde llegaron otros llorando la muerte de sus hijos y de sus padres. Remitió Nerón el conocimiento de esta causa al Senado, y el Senado a los cónsules; de los cuales vuelta de nuevo al Senado, se prohibió a los pompeyanos el hacer semejantes juntas por tiempo de diez años, y se deshicieron los colegios que habían instituido contra las leyes. Livineyo y los otros agitadores de la revuelta fueron castigados con destierro perpetuo.»
Allá por el año 59 d. C. (unos veinte años anteriores a la erupción del Vesubio que acabó con la ciudad) para el anfiteatro de Pompeya, el ex senador Livineyo Régulo debió organizar unos juegos circenses, a los que asisitieron también muchos habitantes de la vecina Nuceria. Por rivalidad o instigados por el patrocinador, nucerinos y pompeyanos comenzaron en las gradas del anfiteatro a mofarse unos de otros, luego se pasó a los insultos, y de ahí a las manos, el apedreamiento y las armas. Como se ve en la pintada, la refriega se extendió por los alrededores y demás calles de Pompeya.
Los nucerinos fueron los que peor salieron parados, con sus heridos y sus muertos, tuvieron que recurrir al emperador para pedir justicia. Éste, Nerón, lo pasó al Senado. El Senado romano dictaminó la prohibición de organizar estos espectáculos en la ciudad durante diez años (que fue levantada por el mismo emperador en el 64 d. C., porque su esposa era de allí) y el destierro de los organizadores.
Luego dicen que «cualquier tiempo pasado fue siempre mejor» o que «antes no ocurrían estas cosas» y semejantes comentarios. Por lo que se ve, no es así. Energúmenos y estúpidos había antes como ahora.
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