En el cinturón de cañas y aneas que rodea la laguna, amarilleante por las lentejas y botones de oro que tapizan el agua, la pareja de escribanos palustres hace incesantes viajes con orugas e insectos para su voraz progenie, que espera impaciente en lo más espeso del marjal.
La inconfundible cabeza del macho, contrastada sobre las plumas blancas del cuello y bigotera, es visible de lejos. Mucho más sobria, la hembra viste un plumaje pardo rojizo listado que se armoniza con el laberinto vegetal de la ciénaga.
Ave de lugares pantanosos, cría en los carrizos, las masiegas, las espadañas, cañaverales y bardagueras que bordean las balsas, lagunas y ríos de corriente lenta. Más que las grandes superficies homogéneas, le gustan los sitios que tienen hileras de tarajes y mimbreras, carrizal inundado y parcelas secas con juncias, acederas y cicutas.
Vienen muchos ejemplares de otras zonas europeas a pasar el invierno, época en que se les ve comer por alfalfas, maizales y otros cultivos de regadío; entran también a las siembras y rastrojos de secano. Por la noche, acuden a dormir a los cañaverales y junqueras espesas.
La lechuza, sobre todo cuando la nieve cubre el suelo y dificulta la caza de ratones, suele atrapar pájaros en estos dormideros acuáticos. Las presas más comunes son los escribanos palustres, gorriones, trigueros y estorninos.
De modo similar a otras aves que viven en zonas palustres, tiene una dieta muy variada y completa, ya que a las semillas de mariegos, espadañas y carrizos, amén de los cereales próximos, hay que añadir la gran cantidad de artrópodos acuáticos que caza en la superficie del agua o cuando emergen de ella y posados en los tallos esperan secar sus alas. Sin contar aquellos otros insectos o moluscos que viven a expensas de esta vegetación.
De esta manera describían Pedro Ceballos y Francisco J. Purroy en su guía Pájaros de nuestros campos y bosques, publicada la segunda edición por el ICONA en el año 1981, a un pajarillo parecido al gorrión que habita en nuestros humedales, el escribano palustre (Emberiza schoeniclus). Este pájaro a sido nominado por el SEO/BirdLife como el Ave del Año 2009.
No tiene el tamaño de nuestro aguila imperial o el quebrantahuesos para llamar más nuestra atención, pero es el ave más amenazado de la Península Ibérica. Según el último censo efectuado en el 2005, se estima que debe tener entre 319-413 parejas reproductoras (más bien a la baja) dispersas por los humedales de unas treinta y cinco localidades españolas, lo que impide todo cruce genético entre estas poblaciones ibéricas. Las cuales se componen de tres subespecies: las dos sedentarias están en peligro de extinción y la hibernante es vulnerable a ello.
Las causas como atestigua esta sociedad ornitológica está en los cambios de los usos agrícolas cuya intensificación a aumentado la utilización de pesticidas y productos sanitarios, reduciendo la variedad en beneficio de los monocultivos extensivos, junto a una mala gestión de las zonas húmedas.
¡Es una pena!
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