[Nuestros medios no descansan. Una vez consumado el linchamiento mediático de los controladores aéreos y justificada de cara a la opinión pública la entrada en escena por primera vez en nuestra "democracia" del ejército para aplastar una protesta laboral, nuestros periodistas vuelven a su rutina intoxicadora con uno de sus temas estrella: el Apocalipsis climático. Anoche sin ir más lejos en La 2 de TVE, en un programa pretendidamente de divulgación científica, se aseveraba sin el menor rubor que "el cambio climático antropogénico es una verdad que ya NADIE cuestiona". Habría que recordarles a nuestros plumíferos que justo hace ahora un año hubo una escandalosa filtración de documentos coincidiendo con la cumbre de Copenhague sobre el clima en la que científicos del IPCC reconocían que falseaban datos cuando la teoría oficial no encajaba en la realidad. A aquello le llamaron, muy expresivamente, el Climagate. Además también parece ignorarse que un nutrido grupo de estudiosos discrepa de la hipótesis oficial, entre ellos, en España, dos archiconocidos meteorólogos que, precisamente, prestaron su servicios en TVE, a saber, Manuel Toharia y José Antonio Maldonado. A ellos hay que añadir a Antón Uriarte, geógrafo, del cual reproducimos una entrevista a continuación. Sólo me queda señalar que el origen (antropogénico o no) del cambio climático no es una cuestión ideológica, como pretende hacernos ver la manipuladora "izquierda del caviar" en sus medios (El País, Público, etc.), que insulta llamando "negacionista" a quien discrepa de la postura oficial, sino que es una cuestión científica (¿qué tiene que ver las reacciones químicas o la estadística con la ideología de los individuos?), sobre la que se tienen que pronunciar los científicos al margen de toda presión y de toda politización del tema. Y ahora oigamos lo que callan los medios... Apaguemos la TV, encendamos el cerebro.]
Antón Uriarte Hablando del tiempo
Entrevista realizada por Josetxo Fagoaga
(Hika, 187zka. 2007ko apirila)
Extraído de Pensamiento crítico
¿No te afectan en algún lugar de tu conciencia estas profecías tan terribles como las de los expertos del Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente? ¿No tienes la sensación de que quienes mantenéis unas posiciones críticas ante los pronósticos más catastrofistas sobre la evolución del clima en este mundo nuestro y, de una manera más concreta, ante la importancia que tiene en esa evolución el aumento del CO2 en la atmósfera, corréis el riesgo de ser vistos de alguna forma como propiciadores de semejantes desgracias?
ANTÓN URIARTE. Pues la verdad es que sí, que me afectan muchísimo. Yo llevo cantidad de tiempo investigando este asunto. Llevo más de veinticinco años estudiando los cambios climáticos tratando de abarcar toda su complejidad, que es mucha. Y cuando leo u oigo tantas cosas que se escriben o dicen hoy, tan carentes de fundamentos sólidos, de rigor científico, muchos de ellos escritos por periodistas con una formación técnica y académica nulas, que hablan sólo de oídas, que sobre esta cuestión hacen un periodismo amarillo sin más… O cuando escucho insinuaciones tan groseras como la de que quienes tenemos actitudes críticas ante las doctrinas oficiales estamos al servicio de la Exxon o de no se sabe que multinacionales, de las que cobraríamos millones de dólares o poco menos, la verdad es que me deprimo mucho… Hay días que no me levantaría de la cama.
¿Tus diferencias con el Informe del Programa de Naciones Unidas dónde se sustancian? ¿En la gravedad de los pronósticos o en la colocación del CO2 como primer responsable de la evolución climática?
A.U. Sobre la gravedad de los pronósticos tengo un desacuerdo total. Es verdad, y yo no puedo decir lo contrario, que los registros de las temperaturas indican que las temperaturas medias se han elevado unas seis o siete décimas en un siglo; pero esto, en realidad, no es nada grave. En climatología, siempre se ha sido consciente de que la evolución del clima ha pasado por distintas épocas y momentos, y que esas épocas y momentos han sido mejores y peores, podríamos decir, para el desarrollo de la vida. Y así se habla de la existencia de óptimos climáticos. Por ejemplo, se habla del optimo climático medieval, que se habría producido durante los siglos XI, XII y XIII, período en el cual había tanto o mas más calor que ahora. Desde luego, fue bastante mejor que el periodo siguiente, la llamada Pequeña Edad del Hielo (que se extendería, más o menos, entre el siglo XIV y el XIX), durante el cual las temperaturas bajaron sensiblemente haciendo más duras las condiciones para la vida. Algunos, al clima actual le llamamos el óptimo climático moderno.
La tierra, cuando ha estado más caliente, ha tenido más vida porque, aparte de estar más caliente, está también más húmeda. Durante los periodos de glaciaciones los desiertos se ensancharon. Esto está comprobado. El Sahara, por ejemplo, en los periodos glaciares era mucho más extenso, por el norte y, sobre todo, por el sur… Y durante los períodos cálidos se encoge: hace unos 8.000 años, después de la última gran glaciación, el aumento de las temperaturas y de la humedad lo redujo sensiblemente… En realidad, y aunque parezca paradójico, en las áreas continentales, cuanto más calor hace más húmedas son… Esto no ocurre uniformemente (y el área mediterránea es una cierta excepción desde este punto de vista); pero, considerando el planeta globalmente, es así: los vientos monzónicos propios del verano llevan al centro de los continentes la humedad del mar. Por eso, cuanto más calor hay en el sur de Asia o de África, más llueve en esos continentes durante el verano. Y esto ha sido así a lo largo de todo la historia del clima…
Un poco más de calor no implica para nada mayores sequías, considerado el planeta globalmente. Lo importante para la vida es, sobre todo, la humedad. Y un poco más de calor, lo que hará será incrementar la humedad y, con ello, mejorar las condiciones para el desarrollo de la vida.
El discurso sobre los peligros del cambio climático toma como punto de referencia central el incremento del CO2. Este gas viene a ser el malo de la película, el principal responsable del cambio climático, y su reducción un objetivo absolutamente primordial. Aunque tú niegues la mayor –el cambio climático no tiene por qué ser malo, dices; incluso puede ser benéfico– ¿qué piensas sobre el CO2 y sobre las consecuencias de su incremento en la atmósfera?
A.U. El CO2 es, en efecto, un gas invernadero. Pero no es, ni mucho menos, el único. Por ejemplo, el vapor de agua, que es más importante. Como lo es el metano o el ozono aunque, en relación a éste último, a la gente se le haya dicho lo contrario. A la gente se le ha dicho que la disminución del ozono trae como consecuencia un incremento de las temperaturas, cuando ocurre justamente lo contrario. El ozono, que está aumentando sobre todo en las capas bajas de la atmósfera, contribuye bastante al aumento de las temperaturas. El CO2 también contribuye a ese incremento del calor. ¿Cuánto? No se sabe con seguridad, pero parece que no tiene porqué ser el más importante.
Hay dos hechos muy contradictorios con respecto al CO2. Por un lado, el CO2 se reparte homogéneamente en toda la atmósfera y, por ello, hay prácticamente la misma cantidad de CO2 en el Polo Norte como en el Polo Sur. Y es que el CO2 tiene un período de vida muy largo una vez que está en la atmósfera, y por ello le da tiempo a desplazarse y homogeneizarse. Pero en los últimos 50 años, la Antártica no se ha calentado. La gran mayoría de los estudios llegan a la misma conclusión, incluidos los más fundamentalistas sobre el cambio climático como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPPC). Durante las últimas décadas, el Polo Sur no se ha calentado. Incluso se ha enfriado un poquito. En cambio, el Polo Norte sí se ha calentado mucho en los últimos treinta años. Y el CO2, en los dos casquetes polares, viene a ser el mismo. Pero, por el contrario, no hay la misma cantidad de otros gases como son el metano y el ozono troposféricos, mucho más abundantes en el hemisferio norte que en el hemisferio sur.
En decir, si la oficialidad, los medios oficiales o el pensamiento políticamente correcto hubieran querido hacer una campaña en contra del metano, sería mucho más fácil que con el CO2 de justificarla ya que los argumentos resultarían menos problemáticos. Pero el metano es un producto que, primero, se genera de manera natural en el campo: las vacas, las ovejas, los cerdos, etc. producen cantidades ingentes de metano. En Nueva Zelanda ya han calculado que sus ovejas producen más gases de efecto invernado que sus industrias. Pero el campo, con lo bonito que es y todo eso, no puede ser puesto en la picota así como así. Y luego está que el metano es el nombre científico del gas natural. Le han puesto este nombre porque suena mejor. Se calcula que con un 5% de escapes que pudiera haber en los miles y miles de kilómetros de gaseoductos que existen, se generaría un efecto invernadero mayor que el CO2 que se evita poniendo centrales térmicas alimentadas por gas y no por carbón.
Por otro lado, el metano no está muy bien medido y es un poco lioso hacerlo. Por todo ello, creo, que no ha convenido a los estamentos oficiales poner en primer plano la responsabilidad del metano en la formación de los gases de efecto invernadero.
Hablas de la dificultad de medir el metano existente en la atmósfera. ¿Cuál es el rigor científico de las mediciones que se hacen para efectuar las predicciones sobre el cambio climático?
A.U. Muy relativo. Y no sólo se trata de lo liado de determinar los niveles exactos de metano en las diferentes áreas y momentos. Hay otros muchos factores que también son liados. Y todo aquello que es liado se tiende a dejarlo de lado.
A los modelistas, a quienes hacen los modelos de predicción climática, lo que les resuelta resbaladizo o imprevisible lo colocan muy en segundo plano. Por ejemplo, las nubes, que son muy pequeñitas, y bastante imprevisibles en sus comportamientos, ni se consideran. En cambio, se sabe que las modificaciones de nubosidad tienen muchas repercusiones en las temperaturas. El CO2, por el contrario, es muy fácil de medir y de prever sus conductas, lo que le convierte en el sujeto ideal para su estudio y observación. Y en el vector más cómodo a la hora de hacer de hacer previsiones a medio y largo plazo.
Y hay muchas más cosas. Otra realidad que el IPPC y los modelistas climáticos que están implicados con él es la de la urbanización del mundo. Consideran que el efecto climático del aumento de la población y de la multiplicación de las grandes urbes se manifiesta sólo a nivel local y no global, lo que me parece muy poco razonable. Tampoco el IPPC le da ningún valor a los cambios de uso del suelo, la extensión del regadío y el incremento del vapor de agua… Porque, no hay que olvidarlo, el aire no se calienta desde arriba sino desde abajo, desde el suelo. Los cambios generados por la extensión de la agricultura, que ha pasado a ocupar una parte del territorio mucho más grande que la que ocupaba hace apenas un siglo, han tenido que influir sobre el clima; pero medir esa influencia es dificilísimo y todavía más difícil de modelizar y de prever sus efectos a largo plazo… Y es que, para empezar no se sabe qué efectos tiene la extensión del regadío, si calienta o enfría la atmósfera… Y hay factores todavía más importantes que aún se dominan, menos como son las interacciones entre el clima y los océanos, los cambios en las corrientes marinas y sus consecuencias, etc.
En resumidas cuentas, que, en mi opinión, las proyecciones sobre el futuro del clima hechas por el IPPC reposan, como ya te apuntaba antes, sobre un fundamento poco riguroso y muy unilateral al colocar al CO2 como el elemento central y casi único de la evolución climática.
¿Cómo explicar lo terrible de esas profecías y los comportamientos colectivos, que poco o nada se ven influidos por ellas, al menos en el mundo rico en el que vivimos? ¿Lo lógico no sería impulsar desde las instituciones internacionales y locales una modificación radical de los usos y costumbres establecidos para disminuir drásticamente la generación de CO2? Y la verdad es que, aparte de hablar mucho sobre el asunto, no parece que se estén tomando grandes decisiones para disminuir las emisiones de CO2.
A.U. Te diría, más bien, que lo contrario. Te acordarás que hace un par de años se presentó en Toulouse con gran pompa el Airbus 380. Allí estuvieron Jacques Chirac, Gerhard Schröder, Tony Blair y nuestro José Luis Rodríguez Zapatero además, de muchos otros personajes y personajillos. Del Airbus 380 no tengo las cifran concretas, pero un Boeing 487, que es una nave un poco menor que la europea con la que compite, produce al año 150.000 toneladas de CO2.
¿Y eso cuánto es?
A.U. Pues es mucho. Te pongo una comparación. La mayor central eléctrica solar que se ha instalado hasta ahora, que la ha montado la General Electric en Portugal, evita verter a la atmósfera al año, en relación con una central térmica convencional, 30.000 toneladas de CO2. O sea, que un sólo Boeing 487 anula lo que se podría ahorrar de CO2 con 5 centrales solares de última generación… Y no parece que se esté por adoptar políticas que tiendan a reducir los Boeing 487 o los Airbus 380. Todo lo contrario. Ni con los aviones ni con casi nada…
¿Cuánto hay pues, en tu opinión, de verdad en los problemas unidos al CO2 y cuanto de otras cosas menos nobles que pueden ir desde los intereses mediáticos (las catástrofes siempre venden bien) a los fundamentalismos científicos sinceros o interesados, pasando los por los intereses económicos de determinados círculos de los poderosos que mueven el mundo?
A.U. Empiezo por lo primero, por las verdades. Creo que sí es cierto y demostrable que la tierra, en el último siglo, se ha calentado un poco. Es absolutamente innegable que el CO2 ha aumentado en la atmósfera. Y también es verdad que el CO2 es un gas de efecto invernadero y contribuye a elevar la temperatura de la tierra. Todo esto, que no pocas veces las doctrinas más oficialistas aseguran que los críticos negamos, es rigurosamente cierto. El problema no está aquí, sino un una extrapolación abusiva de estas realidades indudables para pronosticar unas catástrofes de proporciones apocalípticas.
¿A qué es debido esto?
A.U. La humanidad ha necesitado muchas veces dotarse de horizontes apocalípticos, llenos de grandes cataclismos, quizá por razones de tipo religioso. La proximidad del fin del mundo, el milenarismo, con unas variantes u otras, ha sido una constante, al menos en nuestra cultura judeo-cristiana. Yo no sé cuánto de esto puede haber en un nuevo apocalipsis, propio de nuestra época científico-técnica, unido al cambio climático. Creo que algo puede haber. Y esto favorece la extensión y la generalización de unos puntos de vista que, en realidad, sólo una minoría de científicos sostiene realmente. Los demás, se callan. Si tú hicieras una encuesta entre los meteorólogos profesionales, verías que la mayoría de ellos saben que todo esto es una exageración. Lo que ocurre es que no pocos científicos sacan algún provecho de ese clima estrepitoso y excesivo. ¿Con mala voluntad? No necesariamente.
El problema es que la ciencia está tan compartimentada que, incluso entre los científicos que saben del cambio climático (que es una pequeña minoría dentro los científicos), suelen saber, sobre todo, de una cosita concreta, de un campo muy acotado… Luego se juntan un montón de estudios superespecializados (la evolución de un glaciar en Groenlandia, los cambios ocurridos en los límites de un determinado desierto, etc.) y se extraen unas conclusiones globales que son las que quieren sus autores y que guardan una relación más que dudosa con los estudios que teóricamente las han fundamentado.
O sea, que en tu opinión habría una minoría que pronostica la proximidad de una catástrofe casi universal unida al cambio climático, otra minoría que criticáis abiertamente las tesis de los primeros y, en el centro, estaría la mayoría del mundo científico. Si esto es cierto esto, ¿cómo sería ese centro, un centro-derecha, un centro-izquierda…?
A.U. Sí, es algo así. Pero sería un centro sin más. Un centro que, simplemente, se mantiene al margen de las polémicas más mediáticas y politizadas. Sus estudios pueden ir en una dirección u otra, pero no son polémicamente activos. Y es que estar en esta disputa puede tener consecuencias bastante desagradables e, incluso, perder el puesto de trabajo que puedas tener, por no hablar ya de becas, encargos de estudios especializados, etc. En Estados Unidos ya han echado a tres climatólogos que ocupaban una alta responsabilidad en tres estados precisamente por no aceptar la teoría del cambio climático. Y es que, si no la aceptas, te quedas fuera. Todos los institutos de meteorología están metidos en el IPPC por sus respectivos gobiernos, y son los gobiernos quienes nombran los responsables de estas o aquellas áreas.
Te vuelvo a preguntar lo de antes: ¿A qué es debido esto? ¿Por qué algo que, en tu opinión, carece de fundamento científico serio, se ha convertido en una verdad indiscutible ante la que hay que plegarse o convertirse casi en un proscrito?
A.U. Yo no veo una explicación muy lógica ni, mucho menos, alguna de tipo conspiratorio, podríamos decir. No creo que se trate de que haya una mano negra detrás del movimiento catastrofista que mueve los hilos… Yo más bien imagino la cosa como una especie de bola de nieve que ha engrosando sobre la base de aglutinar pequeños intereses de lo más diverso. Desde quien aspira a obtener una cátedra, un fabricante de paneles solares, animar un grupo de becarios y obtener una subvención gubernamental, etc. Los medios de comunicación están teniendo en el cambio climático un filón inagotable para cuando las guerras, los cataclismos naturales o la crispación política caen en una cierta atonía. Con esto también funciona aquello de no permitir que la realidad te estropee un buen titular.
En el último periodo, todo esto se ha visto enormemente potenciado, y la bola de nieve se ha hecho imparable, con la incorporación de muchas grandes empresas al negocio del cambio climático. Las inversiones en energía eólica o solar son multimillonarias. Por no hablar ya de las nucleares, que han visto en el CO2 el argumento perfecto para defender la impecable pulcritud de sus centrales nucleares.
Pero en el otro lado de la barricada también hay grandes empresas ¿no?
A.U. ¿Cuáles? ¿Las petrolíferas? La mayoría de ellas ya han repartido sus huevos en todas las cestas. La British Petroleum es la que más placas solares produce en el mundo. Luego está la Shell, que también esta metida en la eólica. Ahora se ha metido con muchísima fuerza en este campo la General Electric, que compró Enron, aquella empresa de ilustres chorizos, que era la empresa más importante de Estados Unidos de generadores eólicos y que ya instalaba en sus buenos tiempos, antes del escándalo, molinos en Castilla-La Mancha… Las energías renovables han dejado de ser ya hace tiempo coto de ecologistas y de gentes preocupadas por el desarrollo sostenible y se ha convertido en una de las industrias emergentes más prósperas en la que las multinacionales están metidas hasta las cachas. Porque, además, son industrias subvencionadas ya que, en teoría al menos, contribuyen a la mejora del medio ambiente. A quien sí ha fastidiado la historia del CO2 es al carbón.
Tu has solido defender la alternativa del carbón como combustible para las centrales térmicas, pese a la mala prensa que tiene como producto supercontaminante. Una mala prensa, sin duda, merecida a tenor de la contaminación que un servidor recuerda que existía en el gran Bilbao hace no tantas décadas, y que era claramente perceptible según se bajaba hacia el Centro desde Begoña.
A.U. Bueno, en la combustión del carbón surgen contaminantes, en el sentido estricto de la palabra, que son los compuestos del azufre que se desprenden de la misma, y que son los responsables de la clásica contaminación tóxica que existía en las zonas industriales de todo el mundo y la que se percibía en Bilbao y sus entornos. Y se desprende CO2, que hoy por hoy no está clasificado como contaminante aunque quizá lo esté pronto en EE UU, y que no es un gas tóxico. El CO2 es un gas de efecto invernadero pero no venenoso. Curiosamente, los componentes azufrados de la combustión del carbón tienen un efecto contrario al CO2 y actúan como gas frigorífico, podríamos decir. Sin embargo, pese a esto, son gases claramente tóxicos. Hoy hay, sin embargo, tecnologías que pueden disminuir drásticamente la contaminación unida al azufre y a los hollines.
Antón Uriarte Hablando del tiempo
Entrevista realizada por Josetxo Fagoaga
(Hika, 187zka. 2007ko apirila)
Extraído de Pensamiento crítico
¿No te afectan en algún lugar de tu conciencia estas profecías tan terribles como las de los expertos del Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente? ¿No tienes la sensación de que quienes mantenéis unas posiciones críticas ante los pronósticos más catastrofistas sobre la evolución del clima en este mundo nuestro y, de una manera más concreta, ante la importancia que tiene en esa evolución el aumento del CO2 en la atmósfera, corréis el riesgo de ser vistos de alguna forma como propiciadores de semejantes desgracias?
ANTÓN URIARTE. Pues la verdad es que sí, que me afectan muchísimo. Yo llevo cantidad de tiempo investigando este asunto. Llevo más de veinticinco años estudiando los cambios climáticos tratando de abarcar toda su complejidad, que es mucha. Y cuando leo u oigo tantas cosas que se escriben o dicen hoy, tan carentes de fundamentos sólidos, de rigor científico, muchos de ellos escritos por periodistas con una formación técnica y académica nulas, que hablan sólo de oídas, que sobre esta cuestión hacen un periodismo amarillo sin más… O cuando escucho insinuaciones tan groseras como la de que quienes tenemos actitudes críticas ante las doctrinas oficiales estamos al servicio de la Exxon o de no se sabe que multinacionales, de las que cobraríamos millones de dólares o poco menos, la verdad es que me deprimo mucho… Hay días que no me levantaría de la cama.
¿Tus diferencias con el Informe del Programa de Naciones Unidas dónde se sustancian? ¿En la gravedad de los pronósticos o en la colocación del CO2 como primer responsable de la evolución climática?
A.U. Sobre la gravedad de los pronósticos tengo un desacuerdo total. Es verdad, y yo no puedo decir lo contrario, que los registros de las temperaturas indican que las temperaturas medias se han elevado unas seis o siete décimas en un siglo; pero esto, en realidad, no es nada grave. En climatología, siempre se ha sido consciente de que la evolución del clima ha pasado por distintas épocas y momentos, y que esas épocas y momentos han sido mejores y peores, podríamos decir, para el desarrollo de la vida. Y así se habla de la existencia de óptimos climáticos. Por ejemplo, se habla del optimo climático medieval, que se habría producido durante los siglos XI, XII y XIII, período en el cual había tanto o mas más calor que ahora. Desde luego, fue bastante mejor que el periodo siguiente, la llamada Pequeña Edad del Hielo (que se extendería, más o menos, entre el siglo XIV y el XIX), durante el cual las temperaturas bajaron sensiblemente haciendo más duras las condiciones para la vida. Algunos, al clima actual le llamamos el óptimo climático moderno.
La tierra, cuando ha estado más caliente, ha tenido más vida porque, aparte de estar más caliente, está también más húmeda. Durante los periodos de glaciaciones los desiertos se ensancharon. Esto está comprobado. El Sahara, por ejemplo, en los periodos glaciares era mucho más extenso, por el norte y, sobre todo, por el sur… Y durante los períodos cálidos se encoge: hace unos 8.000 años, después de la última gran glaciación, el aumento de las temperaturas y de la humedad lo redujo sensiblemente… En realidad, y aunque parezca paradójico, en las áreas continentales, cuanto más calor hace más húmedas son… Esto no ocurre uniformemente (y el área mediterránea es una cierta excepción desde este punto de vista); pero, considerando el planeta globalmente, es así: los vientos monzónicos propios del verano llevan al centro de los continentes la humedad del mar. Por eso, cuanto más calor hay en el sur de Asia o de África, más llueve en esos continentes durante el verano. Y esto ha sido así a lo largo de todo la historia del clima…
Un poco más de calor no implica para nada mayores sequías, considerado el planeta globalmente. Lo importante para la vida es, sobre todo, la humedad. Y un poco más de calor, lo que hará será incrementar la humedad y, con ello, mejorar las condiciones para el desarrollo de la vida.
El discurso sobre los peligros del cambio climático toma como punto de referencia central el incremento del CO2. Este gas viene a ser el malo de la película, el principal responsable del cambio climático, y su reducción un objetivo absolutamente primordial. Aunque tú niegues la mayor –el cambio climático no tiene por qué ser malo, dices; incluso puede ser benéfico– ¿qué piensas sobre el CO2 y sobre las consecuencias de su incremento en la atmósfera?
A.U. El CO2 es, en efecto, un gas invernadero. Pero no es, ni mucho menos, el único. Por ejemplo, el vapor de agua, que es más importante. Como lo es el metano o el ozono aunque, en relación a éste último, a la gente se le haya dicho lo contrario. A la gente se le ha dicho que la disminución del ozono trae como consecuencia un incremento de las temperaturas, cuando ocurre justamente lo contrario. El ozono, que está aumentando sobre todo en las capas bajas de la atmósfera, contribuye bastante al aumento de las temperaturas. El CO2 también contribuye a ese incremento del calor. ¿Cuánto? No se sabe con seguridad, pero parece que no tiene porqué ser el más importante.
Hay dos hechos muy contradictorios con respecto al CO2. Por un lado, el CO2 se reparte homogéneamente en toda la atmósfera y, por ello, hay prácticamente la misma cantidad de CO2 en el Polo Norte como en el Polo Sur. Y es que el CO2 tiene un período de vida muy largo una vez que está en la atmósfera, y por ello le da tiempo a desplazarse y homogeneizarse. Pero en los últimos 50 años, la Antártica no se ha calentado. La gran mayoría de los estudios llegan a la misma conclusión, incluidos los más fundamentalistas sobre el cambio climático como el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPPC). Durante las últimas décadas, el Polo Sur no se ha calentado. Incluso se ha enfriado un poquito. En cambio, el Polo Norte sí se ha calentado mucho en los últimos treinta años. Y el CO2, en los dos casquetes polares, viene a ser el mismo. Pero, por el contrario, no hay la misma cantidad de otros gases como son el metano y el ozono troposféricos, mucho más abundantes en el hemisferio norte que en el hemisferio sur.
En decir, si la oficialidad, los medios oficiales o el pensamiento políticamente correcto hubieran querido hacer una campaña en contra del metano, sería mucho más fácil que con el CO2 de justificarla ya que los argumentos resultarían menos problemáticos. Pero el metano es un producto que, primero, se genera de manera natural en el campo: las vacas, las ovejas, los cerdos, etc. producen cantidades ingentes de metano. En Nueva Zelanda ya han calculado que sus ovejas producen más gases de efecto invernado que sus industrias. Pero el campo, con lo bonito que es y todo eso, no puede ser puesto en la picota así como así. Y luego está que el metano es el nombre científico del gas natural. Le han puesto este nombre porque suena mejor. Se calcula que con un 5% de escapes que pudiera haber en los miles y miles de kilómetros de gaseoductos que existen, se generaría un efecto invernadero mayor que el CO2 que se evita poniendo centrales térmicas alimentadas por gas y no por carbón.
Por otro lado, el metano no está muy bien medido y es un poco lioso hacerlo. Por todo ello, creo, que no ha convenido a los estamentos oficiales poner en primer plano la responsabilidad del metano en la formación de los gases de efecto invernadero.
Hablas de la dificultad de medir el metano existente en la atmósfera. ¿Cuál es el rigor científico de las mediciones que se hacen para efectuar las predicciones sobre el cambio climático?
A.U. Muy relativo. Y no sólo se trata de lo liado de determinar los niveles exactos de metano en las diferentes áreas y momentos. Hay otros muchos factores que también son liados. Y todo aquello que es liado se tiende a dejarlo de lado.
A los modelistas, a quienes hacen los modelos de predicción climática, lo que les resuelta resbaladizo o imprevisible lo colocan muy en segundo plano. Por ejemplo, las nubes, que son muy pequeñitas, y bastante imprevisibles en sus comportamientos, ni se consideran. En cambio, se sabe que las modificaciones de nubosidad tienen muchas repercusiones en las temperaturas. El CO2, por el contrario, es muy fácil de medir y de prever sus conductas, lo que le convierte en el sujeto ideal para su estudio y observación. Y en el vector más cómodo a la hora de hacer de hacer previsiones a medio y largo plazo.
Y hay muchas más cosas. Otra realidad que el IPPC y los modelistas climáticos que están implicados con él es la de la urbanización del mundo. Consideran que el efecto climático del aumento de la población y de la multiplicación de las grandes urbes se manifiesta sólo a nivel local y no global, lo que me parece muy poco razonable. Tampoco el IPPC le da ningún valor a los cambios de uso del suelo, la extensión del regadío y el incremento del vapor de agua… Porque, no hay que olvidarlo, el aire no se calienta desde arriba sino desde abajo, desde el suelo. Los cambios generados por la extensión de la agricultura, que ha pasado a ocupar una parte del territorio mucho más grande que la que ocupaba hace apenas un siglo, han tenido que influir sobre el clima; pero medir esa influencia es dificilísimo y todavía más difícil de modelizar y de prever sus efectos a largo plazo… Y es que, para empezar no se sabe qué efectos tiene la extensión del regadío, si calienta o enfría la atmósfera… Y hay factores todavía más importantes que aún se dominan, menos como son las interacciones entre el clima y los océanos, los cambios en las corrientes marinas y sus consecuencias, etc.
En resumidas cuentas, que, en mi opinión, las proyecciones sobre el futuro del clima hechas por el IPPC reposan, como ya te apuntaba antes, sobre un fundamento poco riguroso y muy unilateral al colocar al CO2 como el elemento central y casi único de la evolución climática.
¿Cómo explicar lo terrible de esas profecías y los comportamientos colectivos, que poco o nada se ven influidos por ellas, al menos en el mundo rico en el que vivimos? ¿Lo lógico no sería impulsar desde las instituciones internacionales y locales una modificación radical de los usos y costumbres establecidos para disminuir drásticamente la generación de CO2? Y la verdad es que, aparte de hablar mucho sobre el asunto, no parece que se estén tomando grandes decisiones para disminuir las emisiones de CO2.
A.U. Te diría, más bien, que lo contrario. Te acordarás que hace un par de años se presentó en Toulouse con gran pompa el Airbus 380. Allí estuvieron Jacques Chirac, Gerhard Schröder, Tony Blair y nuestro José Luis Rodríguez Zapatero además, de muchos otros personajes y personajillos. Del Airbus 380 no tengo las cifran concretas, pero un Boeing 487, que es una nave un poco menor que la europea con la que compite, produce al año 150.000 toneladas de CO2.
¿Y eso cuánto es?
A.U. Pues es mucho. Te pongo una comparación. La mayor central eléctrica solar que se ha instalado hasta ahora, que la ha montado la General Electric en Portugal, evita verter a la atmósfera al año, en relación con una central térmica convencional, 30.000 toneladas de CO2. O sea, que un sólo Boeing 487 anula lo que se podría ahorrar de CO2 con 5 centrales solares de última generación… Y no parece que se esté por adoptar políticas que tiendan a reducir los Boeing 487 o los Airbus 380. Todo lo contrario. Ni con los aviones ni con casi nada…
¿Cuánto hay pues, en tu opinión, de verdad en los problemas unidos al CO2 y cuanto de otras cosas menos nobles que pueden ir desde los intereses mediáticos (las catástrofes siempre venden bien) a los fundamentalismos científicos sinceros o interesados, pasando los por los intereses económicos de determinados círculos de los poderosos que mueven el mundo?
A.U. Empiezo por lo primero, por las verdades. Creo que sí es cierto y demostrable que la tierra, en el último siglo, se ha calentado un poco. Es absolutamente innegable que el CO2 ha aumentado en la atmósfera. Y también es verdad que el CO2 es un gas de efecto invernadero y contribuye a elevar la temperatura de la tierra. Todo esto, que no pocas veces las doctrinas más oficialistas aseguran que los críticos negamos, es rigurosamente cierto. El problema no está aquí, sino un una extrapolación abusiva de estas realidades indudables para pronosticar unas catástrofes de proporciones apocalípticas.
¿A qué es debido esto?
A.U. La humanidad ha necesitado muchas veces dotarse de horizontes apocalípticos, llenos de grandes cataclismos, quizá por razones de tipo religioso. La proximidad del fin del mundo, el milenarismo, con unas variantes u otras, ha sido una constante, al menos en nuestra cultura judeo-cristiana. Yo no sé cuánto de esto puede haber en un nuevo apocalipsis, propio de nuestra época científico-técnica, unido al cambio climático. Creo que algo puede haber. Y esto favorece la extensión y la generalización de unos puntos de vista que, en realidad, sólo una minoría de científicos sostiene realmente. Los demás, se callan. Si tú hicieras una encuesta entre los meteorólogos profesionales, verías que la mayoría de ellos saben que todo esto es una exageración. Lo que ocurre es que no pocos científicos sacan algún provecho de ese clima estrepitoso y excesivo. ¿Con mala voluntad? No necesariamente.
El problema es que la ciencia está tan compartimentada que, incluso entre los científicos que saben del cambio climático (que es una pequeña minoría dentro los científicos), suelen saber, sobre todo, de una cosita concreta, de un campo muy acotado… Luego se juntan un montón de estudios superespecializados (la evolución de un glaciar en Groenlandia, los cambios ocurridos en los límites de un determinado desierto, etc.) y se extraen unas conclusiones globales que son las que quieren sus autores y que guardan una relación más que dudosa con los estudios que teóricamente las han fundamentado.
O sea, que en tu opinión habría una minoría que pronostica la proximidad de una catástrofe casi universal unida al cambio climático, otra minoría que criticáis abiertamente las tesis de los primeros y, en el centro, estaría la mayoría del mundo científico. Si esto es cierto esto, ¿cómo sería ese centro, un centro-derecha, un centro-izquierda…?
A.U. Sí, es algo así. Pero sería un centro sin más. Un centro que, simplemente, se mantiene al margen de las polémicas más mediáticas y politizadas. Sus estudios pueden ir en una dirección u otra, pero no son polémicamente activos. Y es que estar en esta disputa puede tener consecuencias bastante desagradables e, incluso, perder el puesto de trabajo que puedas tener, por no hablar ya de becas, encargos de estudios especializados, etc. En Estados Unidos ya han echado a tres climatólogos que ocupaban una alta responsabilidad en tres estados precisamente por no aceptar la teoría del cambio climático. Y es que, si no la aceptas, te quedas fuera. Todos los institutos de meteorología están metidos en el IPPC por sus respectivos gobiernos, y son los gobiernos quienes nombran los responsables de estas o aquellas áreas.
Te vuelvo a preguntar lo de antes: ¿A qué es debido esto? ¿Por qué algo que, en tu opinión, carece de fundamento científico serio, se ha convertido en una verdad indiscutible ante la que hay que plegarse o convertirse casi en un proscrito?
A.U. Yo no veo una explicación muy lógica ni, mucho menos, alguna de tipo conspiratorio, podríamos decir. No creo que se trate de que haya una mano negra detrás del movimiento catastrofista que mueve los hilos… Yo más bien imagino la cosa como una especie de bola de nieve que ha engrosando sobre la base de aglutinar pequeños intereses de lo más diverso. Desde quien aspira a obtener una cátedra, un fabricante de paneles solares, animar un grupo de becarios y obtener una subvención gubernamental, etc. Los medios de comunicación están teniendo en el cambio climático un filón inagotable para cuando las guerras, los cataclismos naturales o la crispación política caen en una cierta atonía. Con esto también funciona aquello de no permitir que la realidad te estropee un buen titular.
En el último periodo, todo esto se ha visto enormemente potenciado, y la bola de nieve se ha hecho imparable, con la incorporación de muchas grandes empresas al negocio del cambio climático. Las inversiones en energía eólica o solar son multimillonarias. Por no hablar ya de las nucleares, que han visto en el CO2 el argumento perfecto para defender la impecable pulcritud de sus centrales nucleares.
Pero en el otro lado de la barricada también hay grandes empresas ¿no?
A.U. ¿Cuáles? ¿Las petrolíferas? La mayoría de ellas ya han repartido sus huevos en todas las cestas. La British Petroleum es la que más placas solares produce en el mundo. Luego está la Shell, que también esta metida en la eólica. Ahora se ha metido con muchísima fuerza en este campo la General Electric, que compró Enron, aquella empresa de ilustres chorizos, que era la empresa más importante de Estados Unidos de generadores eólicos y que ya instalaba en sus buenos tiempos, antes del escándalo, molinos en Castilla-La Mancha… Las energías renovables han dejado de ser ya hace tiempo coto de ecologistas y de gentes preocupadas por el desarrollo sostenible y se ha convertido en una de las industrias emergentes más prósperas en la que las multinacionales están metidas hasta las cachas. Porque, además, son industrias subvencionadas ya que, en teoría al menos, contribuyen a la mejora del medio ambiente. A quien sí ha fastidiado la historia del CO2 es al carbón.
Tu has solido defender la alternativa del carbón como combustible para las centrales térmicas, pese a la mala prensa que tiene como producto supercontaminante. Una mala prensa, sin duda, merecida a tenor de la contaminación que un servidor recuerda que existía en el gran Bilbao hace no tantas décadas, y que era claramente perceptible según se bajaba hacia el Centro desde Begoña.
A.U. Bueno, en la combustión del carbón surgen contaminantes, en el sentido estricto de la palabra, que son los compuestos del azufre que se desprenden de la misma, y que son los responsables de la clásica contaminación tóxica que existía en las zonas industriales de todo el mundo y la que se percibía en Bilbao y sus entornos. Y se desprende CO2, que hoy por hoy no está clasificado como contaminante aunque quizá lo esté pronto en EE UU, y que no es un gas tóxico. El CO2 es un gas de efecto invernadero pero no venenoso. Curiosamente, los componentes azufrados de la combustión del carbón tienen un efecto contrario al CO2 y actúan como gas frigorífico, podríamos decir. Sin embargo, pese a esto, son gases claramente tóxicos. Hoy hay, sin embargo, tecnologías que pueden disminuir drásticamente la contaminación unida al azufre y a los hollines.
2 comentarios:
Como decía Manuel Toharia: «No estoy de acuerdo en que como alguien dice y mucha gente cree estamos ante la mayor amenaza de la humanidad. Es lo que leemos todos los días en los periódicos. En este momento la humanidad tiene problemas mucho más graves.»
Problemas como las hambrunas en el continente africano y sus epidemias crónicas. El crecimiento demográfico, la contaminación atmosférica o las desigualdades sociales entre ricos y pobres.
Una cosa es la climatología y otra la meteorología. El clima trata largos espacios de tiempo y se basa en los promedios, y el tiempo es más cercano. Una predicción meteorológica sigue siendo poco acertada a medio y largo plazo. Predecir el clima dentro de unos años, por ahora, es imposible.
A lo largo de la historia del planeta simpre ha habido cambios climáticos. El clima nunca ha permanecido inalterable, y catastrofes naturales siempre ha habido.
Vuelvo a Toharia: «Y yo me pregunto si ahora los eventos extremos (sequía, heladas extemporáneas, mucho frío o mucho calor, etc) se producen por el cambio climático ¿por qué ocurrían cosas similares cuando no había cambio climático?»
Os recomiendo también esta entrevista que le hicieron este verano por la televisión pública:
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20091006/entrevista-manuel-toharia/599816.shtml
Si el problema es la emisión del dióxido de carbono a la atmósfera, pues reduzcámoslo, pero sería injusto obligar a los países en vías de desarrollo que hagan lo mismo, cuando no tienen nuestros niveles de vida.
Según se ve alguno que acepta a pies juntillas el origen antrópico del cambio climático dice de nosotros:
«Por último, una vez leída la entrada "Desmontando el pánico climático", tan cercana a las teorías negacionistas que esgrimen el Tea Party y el ínclito José María Aznar.»
Alguno que solamente sabe tocar las pelotas a la gente y no sabe ni lo que dice... Que mire el último giro copernicano del señorito Aznar sobre el tema:
http://losdeabajoalaizquierda.blogspot.com/2010/11/aznar-calentologo.html
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