Filofascista es la acusación más grave lanzada contra el nuevo 'president' por su admiración por Estat Català y la controvertida figura de Miquel Badia Capell
EL PERIÓDICO
16/05/2018
Entre los muchos reproches que se han dirigido a Quim Torra a raíz de su unción como presidente de la Generalitat acaso el más grave es la acusación de filofascista, amparada en su admiración por Estat Català y, más concretamente, por la controvertida figura de Miquel Badia Capell. Por poner un solo ejemplo, el martes de esta misma semana todo un Javier Cercas dedicaba una página entera de un importante diario español a descalificar a Torra como «entusiasta de Estat Català, un partido fascista o parafascista y separatista».
Separatista sin duda. Cuando Francesc Macià fundó el partido en 1922 quedó claro que el objetivo de la nueva organización era lograr la independencia de Cataluña por medios insurreccionales —una vía que fracasó claromorosamente en el romántico intento de invadir Cataluña desde Prats de Molló con el objetivo de proclamar la república catalana—. Lo de fascista o parafascista es más discutible. Es verdad que, en su momento, las Joventuts de Esquerra Republicana-Estat Català (JEREC) dirigidas por Badia y los célebres 'escamots' creados en 1933 fueron acusados de fascistas. Estos 'escamots' estaban dedicados a la «acción directa»: romper las huelgas de la CNT y enfrentarse a la FAI utilizando métodos digamos poco ortodoxos (una línea dura que Badia mantuvo cuando se le encumbró en 1934 a la comisaria general de Orden Público de la Generalitat). En sede parlamentaria, Joan Lluhí Vallescà, que no era ningún unionista sino uno de los padres de ERC, no se anduvo con rodeos al describir a los 'escamots' como «una organització de tipuis feixístic, francament feixístic».
Naturalmente, una cosa es ser acusado de fascista y otra es serlo realmente. En su momento, las JEREC y singularmente Miquel Badia rechazaron vehemente la acusación. (Tiene su gracia que, para referirse a la marcha de 'escamots' uniformados de verde oliva hacia el Estadi de Montjuïc del 22 de octubre de 1933, las JEREC hablasen de «desfile de grupos excursionistas».) Pero rechazar la acusación de ser fascista y no serlo realmente también son cosas distintas. En estos casos lo razonable es acudir a los expertos. Y la verdad es que los expertos hace mucho tiempo que emitieron su dictamen.
Hace nada menos que 20 años Stanley Payne, uno de los mayores estudiosos del fascismo en el mundo, publicó un extenso artículo sobre los 'escamots' en un diario de Barcelona en el que se preguntaba si existió realmente un fascismo catalán. A pesar de que Gerald Brenan hubiera tildado a la JEREC de «fascismo catalán», Gabriel Jackson las hubiera calificado de «cuasi-fascistas» y Hugh Thomas hubiese utilizado el término «semifascistas», Payne resolvió en estos términos: «las JEREC estaban claramente influidas por ciertos aspectos del estilo, la organización y la práctica fascistas, pero tales características podían encontrarse en mayor o menor grado en muchos otros grupos radicales de derecha e izquierda. Las JEREC nunca alcanzaron unos 'mínimos fascistas' claros y no pueden clasificarse como verdaderamente fascistas». En apoyo de este dictamen cita las conclusiones de la también historiadora M. Dolors Ivern, según la cual, en 1933 las JEREC tuvieron «algunas características propias de una organización o partido fascista, sin llegar a serlo estrictamente». Años después el hagiógrafo oficial de Miquel Badia, el historiador Fermí Rubiralta, también reconoció en su libro Miquel Badia. Vida i mort d'un separatista, que es indudable que en el 'modus operandi' de los 'escamots' «hi trobem aspectes coincidents amb alguns trets dels moviments feixistes de l'època».
Una vez admitido que las JEREC y Miquel Badia no fueron «estrictamente» fascistas, ¿hay que seguir preocupándose por la admiración que siente Torra por ellos? Pues quizá sí. Tras la célebre marcha de los uniformados hasta el Estadi de Montjuïc, Miquel Badia tomó la palabra para rechazar una vez más las acusaciones de fascismo: «Feixistes nosaltres? No són ells qui han de dir el que som nosaltres. Nosaltres no fem altra cosa que voler el que el poble vol. El poble és Esquerra Republicana de Catalunya i nosaltres, mentre sigui la voluntat del poble, defensarem aquesta voluntat». Cambiando «Esquerra Republicana» por «Junts per Catalunya» o «la mayoría independentista de este Parlament», estas son palabras que se aproximan bastante al pensamiento de Torra. Seguir confundiendo la mayoría parlamentaria independentista con la voluntad del pueblo catalán no es fascismo, obviamente, pero no resulta especialmente tranquilizador.
Albert Branchadell
1 comentario:
Algo que recordar...
«Es cierto que un importante sector del catalanismo anduvo en trapicheos encaminados a zafarse de la contienda mediante la separación de Cataluña del resto de España y la puesta de aquélla bajo protectorado de alguna potencia extranjera. Ciertos encopetados catalanistas evadidos intrigaban desde Francia en este sentido. Otros, como Dencás, lo hacían desde Roma, camelando la codicia del Duce. Eran éstos el ala extremista de Estat Català, de mentalidad fascista. Puede, pues, que éstas fueran las razones de la rabiosa intervención catalanista contra la CNT y la FAI. Su colaboración con el estalinismo quizá no tuviese más alcance que el de contribuir a demoler a la poderosa y odiada organización del proletariado que tantas veces había hecho abortar sus propósitos separatistas. Estalinistas y separatistas se hallaban alucinados por el mismo odio a un enemigo común, pero sus objetivos eran de distinto color. La CNT estorbaba en unos sus trapicheos de separación (una Cataluña separada bajo la protección de una potencia extranjera, democrática o fascista); en los otros, el propósito de roer el hueso confederal para mejor allanar el camino a otra potencia: la Rusia Soviética, cuyas ambiciones eran de monopolio sobre toda España.»
JOSÉ PEIRATS
La CNT en la revolución española
No serían fascistas esos 'amigos' del actual presidente catalán, pero se parecían mucho. Los nazis tampoco se definían fascistas, así como los falangistas, pero se parecían.
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