Algunos de los ejemplares más grandes y antiguos del continente han colapsado repentinamente en el último decenio
15 junio 2018
Los icónicos baobab de África están muriendo, y los científicos no saben por qué. En un estudio en el que se examinaban las causas de la longevidad de estos árboles, investigadores de la Universidad Babeş-Bolyai, en Rumania, han descubierto de modo inesperado que muchos de los ejemplares más antiguos y de mayor tamaño han perecido a lo largo de la última década.
El baobab (Adansonia digitata) es la más antigua de las especies de angiospermas (plantas con flores) y crece en las regiones tropicales del continente africano. Uno de estos árboles puede presentar hasta 500 metros cúbicos de madera y puede vivir más de 2.000 años. Sus anchos troncos a menudo están ahuecados, y sus altas ramas se asemejan a raíces que se extienden hacia el aire.
En su estudio, los investigadores, que publicaron sus hallazgos en Nature Plants el pasado 11 de junio, se propusieron utilizar una nueva técnica de datación por radiocarbono para determinar la edad y la arquitectura de la especie. Los métodos habituales para conocer la edad, basados en el recuento de los anillos de crecimiento, no son resultan adecuados en los baobabs, porque sus troncos no necesariamente producen anillos anuales.
La edad de los árboles solía atribuirse a su tamaño, y en el folclore local los baobabs a menudo se describen como viejos, comenta el autor del estudio Adrian Patrut, radioquímico de la Universidad Babeş-Bolyai, en Rumania.
Renovación constante
Entre 2005 y 2017, el equipo de Patrut dató más de 60 árboles en el continente y sus islas, que correspondían casi a todos los baobabs más grandes y longevos conocidos en África. Para comparar la edad de diferentes partes de los árboles, los investigadores recolectaron muestras de madera de la cara interna de las cavidades y de la parte externa de los troncos, así como de incisiones profundas en los tallos, que luego sellaron para evitar la infección.
Según Patrut y sus colaboradores, las mediciones indican que los árboles viven tanto tiempo porque producen periódicamente nuevos tallos, de forma similar a cómo otros árboles producen nuevas ramas. El equipo explica que, con el tiempo, estos tallos se fusionan en una estructura en forma de anillo, creando una falsa cavidad en el centro.
Pero, sorprendentemente, también descubrieron que la mayoría de los baobabs más antiguos y de mayor tamaño perecían durante el estudio, a menudo de forma repentina entre las mediciones. Nueve de los 13 baobabs más antiguos y 5 de los 6 más grandes murieron en el período de 12 años, «un evento de una magnitud sin precedentes», apunta el estudio. Los investigadores no hallaron signos de una epidemia o enfermedad, lo que los llevó a pensar que el clima cambiante en el sur de África podrían ser el responsable del fenómeno, pero subrayan que se necesitan más estudios para confirmar esta idea.
En un árbol en particular denominado Panke, un baobab gigantesco y sagrado en Zimbabwe, los investigadores observaron que en 2010 y 2011, todos los tallos cayeron y murieron. El equipo estima que el ejemplar contaba unos 2450 años, por lo que es el baobab y la angiosperma africanos más antiguos conocidos con mayor precisión. Otros árboles del sur de África también murieron por entero o experimentaron un colapso parcial de los tallos.
Investigaciones anteriores han revelado una disminución en el número de baobabs maduros y la falta de árboles jóvenes en la región.
Preguntas antiguas
Los expertos locales acogieron favorablemente la técnica para datar los baobabs, pero algunos se mostraron escépticos sobre los recientes hallazgos. Michael Wingfield, fitopatólogo de la Universidad de Pretoria, opina que la muestra tomada por el equipo fue pequeña y no proporcionó pruebas que descartaran una posible epidemia en los baobabs. «Sabemos muy poco acerca de la salud del baobab», comenta Wingfield. «Hay mucho más en esta imagen que el hecho de que los árboles más antiguos están muriendo».
Sarah Venter, especialista en baobabs de la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, explica que las investigaciones en curso de su equipo muestran que los baobabs pueden no ser tan resistentes a la sequía como se pensaba, y esta podría ser la causa de la mortalidad. Pero una menor tolerancia a la sequía afectaría a todos los árboles, no solo a los más grandes y antiguos, apunta.
Sarah Wild
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