domingo, 4 de abril de 2021

Sobre la ideología de Félix Rodríguez de la Fuente

FÉLIX ENTREVISTADO

Por JOAQUÍN ARAUJO

Podemos considerar las numerosísimas entrevistas que le hicieron a Félix a lo largo de su vida —varios centenares— como una parte de su legado verbal, si bien casi todas ellas estaban destinadas a la prensa escrita. Glosando algunas de ellas, podremos recoger en directo y con el irrefutable testimonio del documento impreso una considerable parte de su pensamiento.

Las entrevistas a Rodríguez de la Fuente están impregnadas de sus propias ideas sobre la vida, la naturaleza y el papel del hombre en la misma. Sus dos primeras grandes preocupaciones están bastante glosadas a lo largo de este libro, por consiguiente, dedicaré este apartado a comentar sus referencias al ser humano como árbitro de todo lo que le pasa a la naturaleza y a él mismo.

He preferido remitirme estrictamente a las declaraciones del desaparecido divulgador para no interferir en ellas con la interpretación que yo mismo podría darles. Y, sobre todo, porque mantuve algunas discrepancias, siempre amistosamente debatidas con él, sobre el alcance de alguno de los puntales de su pensamiento. Incluso quiero evitar que mi vieja adscripción a la izquierda pueda echar chispas al analizar una forma de pensar, la de Rodríguez de la Fuente, que entronca en algunos aspectos con la más clásica de las derechas. Factor que jamás ensombreció nuestra estrecha colaboración, ni impidió que estuviéramos básicamente de acuerdo en la necesidad de defender la naturaleza. Veamos algunas muestras de su ideario.

 

«Yo lo que soy es un hombre que cree firmemente en las cosas que al hombre se le han dado norma en ética, en moral, en los decálogos… Y no me estoy refiriendo a normas que vayan dirigidas solamente a creyentes, sino también a agnósticos, a todos en suma. Si no conseguimos fortalecer estas normas que nos han sido impuestas para una mejor convivencia de la Humanidad, veo sombrío nuestro futuro. Dos de las épocas que se recuerdan como de mayor agresividad fueron la homérica y la del Medievo. Sin embargo, eran épocas de la mayor generosidad de los vencedores con los vencidos, de los rivales con sus enemigos. Terminaba la lucha y se portaban caballerosamente. Bastaba poner el cuello, como hacen los lobos, y la lucha concluía…

 

»Mi gran maestro en etología es Konrad Lorenz, y él se ocupa de la agresividad, haciendo notar que las pautas agresivas no faltan ni en las células. Competencia, que es una forma de agresividad, existe y existirá siempre en todas las especies. Por fortuna, la agresividad en los animales es positiva. Donde suele ser negativa es en la especie humana. En los animales conduce a una mejora y selección de la especie. En cambio, en el hombre… Bien, que no sé qué sería de la especie humana si no existiese un freno, una policía para el control de la agresividad. Y ésta se da, curiosamente, en los Estados liberales, en los países llamados democráticos. Que son los que más dinero se gastan en aparato policial. Dado que hay muchas libertades, como se ejercitan muchos derechos, es preciso que también existan muchos elementos de control…»

Félix tenía una opinión muy favorable del ecologismo, a pesar de que fue duramente criticado por su aceptación de la energía nuclear:

 

«Los ecologistas desarrollan un papel muy importante y muy positivo, y creo que no hay más remedio que tomarles en serio. Cuando los ecologistas se lanzan a la calle para reivindicar un tema dentro de la conservación, hay que tener en cuenta que dentro de la conservación, hay que tener en cuenta que dentro de sus filas puede haber románticos, pude haber personas que quizá, de no haber existido el ecologismo, estarían militando en aquello de las flores y del hipismo antiguo. Pero la filosofía en la que se mueven todos estos jóvenes inquietos, la mayor parte de las veces con un limpio criterio, con una auténtica pasión por la vida, es una filosofía positiva. Este movimiento representa una ola que lleva y debe llevar a los responsables de la Administración de los países a pensarse las cosas dos veces antes de dar un paso que pueda repercutir negativamente sobre el patrimonio natural del mundo.»

Justo es recordar aquí que, si bien nunca se opuso a la energía nuclear, se manifestó públicamente a favor de los mayores controles, del mayor grado de seguridad y de información a las poblaciones afectadas.

No menos aire se movió por sus opiniones acerca del papel de los dos sexos en la sociedad. Rodríguez de la Fuente consideraba imprescindible el papel de la madre para la especie. Entendía que una gran parte del equilibrio de los niños nace del contacto y la seguridad que le proporcionan sus respectivas madres. Se declaraba 'diferencialista', es decir, partidario de que macho y hembra cumplan misiones complementarias y no de competencia. Jamás negó la realización profesional de las mujeres, pero la consideraba altamente peligrosa para la especie si eso excluía el contacto con los hijos. Llegó a decir: «Si todas las mujeres dejaran a sus hijos en guarderías, sería una gran catástrofe para la humanidad». Y consideraba sagrada su función «engendradora de sabios».

Lógicamente, este apartado podría incrementarse en decenas de folios. Desde aquí lanzo la invitación a editores y estudiosos para que a través de esas declaraciones de Félix Rodríguez de la Fuente a los periodistas y sus innumerables parrafadas en la radio se organice otro libro que aborde monográficamente su pensamiento.

Félix Rodriguez de la Fuente. La voz de la naturaleza
(1990)

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