sábado, 15 de agosto de 2009

El Manifiesto de la Alianza de Intelectuales


Si mencionamos aquí el Manifiesto de la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas es por el gran interés para delimitar los caminos que intentan explorar gentes, que se consideran de izquierda, pertenecientes a las clases liberales («intelectuales, artistas, científicos») que no teniendo tras de sí a ninguna fuerza social a la que representar (un sindicato, un partido político, una iglesia) asumen solemnemente la representación de la «Razón», la del «Pensamiento» o la de la «Cultura», para enfrentarse con lo que ellos consideran la derecha y el mal radical: el imperialismo de Estados Unidos, según el giro que ha tomado tras el 11 de septiembre de 2001. Quien tenga este Manifiesto contra la Barbarie en sus manos, que se disponga a escuchar, a través de sus profetas, las revelaciones de la Razón, del Pensamiento y de la Cultura.

Lo verdaderamente asombroso es que, en los días de hoy, algunas decenas de profesores, artistas, periodistas, cantantes, cineastas... sigan encontrando la posibilidad de reunirse bajo una bandera que lleva escrita entre sus pliegues palabras tales como «intelectuales», «pensamiento», «razón» o «cultura»; palabras que estos individuos utilizan del modo más primario e ingenuo imaginable, acríticamente. ¿Quién de los firmantes podría ofrecernos una mínima teoría sobre la razón, sobre los intelectuales, sobre el pensamiento o sobre la cultura? Produce sonrojo ver como los abajo firmantes ponen estas palabras en su bandera, como si ellos fueran sus abanderados. Yo conozco a algunos de ellos, y algunos de los más ilustres: me consta que carecen de capacidad para dar una idea de Razón que pueda dar más de dos pasos, o una idea de Cultura o de Pensamiento o incluso de «Intelectuales» que pueda considerarse un poco alejada de los «lugares comunes». Y aunque pudieran ofrecernos algunos esbozos, ¿quiénes son ellos para levantarlos como bandera?

Me dicen algunos: «es cierto que la expresión "los intelectuales" es muy difícil de interpretar, pero sirve para entendernos.» Falso. Sirve para todo lo contrario, para no entendernos en absoluto.

Dicen los abajo firmantes: «Los intelectuales (en el sentido más amplio y menos elitista del término) en función del privilegio que supone el acceso al conocimiento... tienen una responsabilidad tan específica como grave: la crítica radical y continua de los argumentos esgrimidos por el poder...» Se nos presentan por tanto unos individuos bajo el título de intelectuales, «pero en el sentido más amplio y no elitista del término». Ahora bien: el único modo de ampliar el sentido, de modo no elitista, y ampliarlo en el sentido más ancho, será considerar intelectuales a todos los hombres, puesto que todos los hombres tienen entendimiento o inteligencia, es decir, facultades intelectuales. Más aún, el mecánico electricista que le arregla el motor del automóvil a un individuo de la Alianza Antiimperialista tiene probablemente más inteligencia de la que él pueda tener. Y si todos los hombres son intelectuales, o bien los abajo firmantes quieren decir que se manifiestan en nombre de todos los hombres, lo que es sin duda excesivo, o bien quieren decir, al utilizar el término «intelectuales», que se refieren a un subconjunto del conjunto total de los hombres. Pero no definen en qué consista tal subconjunto, y no será su condición intelectual la que los defina. Dirán: «nuestra condición se define porque hemos accedido al conocimiento.» ¿A qué conocimiento? ¿Será algún conocimiento compartido por pintores, cineastas, profesores de derecho o de literatura? ¿Y cual puede ser este conocimiento que, además, no sea compartido por otros muchos hombres?

Pero en seguida vemos que la responsabilidad que se atribuyen esos intelectuales se define por la «crítica al poder». ¿A qué poder? ¿Al poder del Estado, en general? Esto ya nos daría la pista: los abajo firmantes son anarquistas. Pero muchos de ellos nos consta que no son anarquistas, sino profesores de derecho internacional público, o prestigiosos diplomáticos. Luego estos al menos, ¿se unen para criticar al poder en el sentido del poder difuso, del que hablan algunos franceses? Entonces los abajo firmantes habrán avanzado aún más por la senda libertaria. Pero, ¿con cuantas divisiones cuenta estos intelectuales de la AIA para conjurar la microfísica del poder? Esta acechará también a cada intelectual o a cada artista, al relacionarse con los otros artistas o con otros intelectuales. Concluirán: «nosotros luchamos contra el poder ligado al imperialismo de USA.» Otra vez les preguntamos, ¿con cuantas divisiones contáis para acometer esta empresa? Responderán: «No contamos con la fuerza o con el dinero, contamos con la Razón.»
Esto, que no produce vergüenza ajena cuando lo escuchamos de bocas adolescentes, produce sonrojo e indignación cuando lo escuchamos de bocas de individuos «profesionales adultos». ¿Acaso el Imperio no cuenta también con la razón?
El lenguaje idealista y mentalista de los abajo firmantes rebasa los límites del ridículo. Resulta que, según ellos, el poder, con la complicidad de los medios, «inunda las mentes». Y resulta algo aún más asombroso: que los abajo firmantes dicen «haber hecho del pensamiento su herramienta».

Eso sí, hablan del «imaginario colectivo» (sin haberse parado «a pensar» de donde viene semejante expresión), y no olvidan de ponerse al día, «en cuestión de género», conminando (¿quienes son ellos para conminar a nadie?) a escritores/as, profesores/as, científicos/as, investigadores/as, pero discriminando injustificadamente al género masculino, al incluir en su enumeración sólo a los artistas (¿por qué no incluyen también a los artistos?).

Se horrorizan del terrorismo de Estado, e incluso de la llamada pena de muerte (sin haberse siquiera «puesto a pensar» en lo contradictorio de esta expresión), pero olvidan mencionar al terrorismo de ETA, o a los terroristas que destruyeron las Torres Gemelas. ¿O es que piensan que las derribó el propio Pentágono para disponer de un casus belli?

El Manifiesto de esta izquierda indefinida, extravagante y divagante, no merece el más mínimo respeto. Es un manifiesto ridículo e ingenuo, y lo único que se podría decir, para salvar a los firmantes (algunos son amigos) es esto: o bien suponer que lo han firmado sin leerlo, o bien recordar que cien individuos que, por separado, pueden formar un conjunto distributivo de cien sabios, cuando se reúnen para hacer un manifiesto como el que comentamos, constituyen un conjunto atributivo formado por un único idiota.

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