Definiendo algunos términos:
— El nacionalismo parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el estado: la «soberanía nacional»: que mantendría que la nación es la única base legítima para el estado y la «nacionalidad»: que mantendría que cada nación debe formar su propio estado, y que las fronteras del estado deberían coincidir con las de la nación.
— La Identidad cultural es el conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento que funcionan como elemento cohesionador dentro de un grupo social y que actúan como sustrato para que los individuos que lo forman puedan fundamentar su sentimiento de pertenencia.
— El castellanismo es una ideología orientada a preservar y promover los valores propios y distintivos de lo que se considera Castilla: sus tradiciones, su cultura, sus recursos naturales y humanos, [...] y el cuestionamiento de las políticas centralistas.
— El independentismo suele plantear sus tesis [...] sobre la afirmación de que dicha nación no alcanzará su máxima plenitud cultural, social o económica mientras continúe formando parte del Estado del que se quiere independizar.
Sr./Sra. Unx:
Yo también tengo unas cuantas precisiones que hacer (doy por sentado que todo el mundo entiende conceptos básicos como anarquismo, nacionalismo o socialismo, así que me ahorraré definirlos… no estamos en Barrio Sésamo):
1. Sobre las «diferentes realidades culturales que vivimos dentro del Estado español». Esas realidades culturales las vivirá Vd. Yo como trabajador lo que vivo es una realidad bastante más tangible: el paro, la humillación, el trabajo precario, el precio de la vivienda por las nubes, el lavado de cerebro mediático, la chabacanería, la telebasura, etc. Que si en el lugar donde vivo hay gente que desciende de los visigodos o de los mayas, somos morenos o rubios, si llamamos al sol, «sol», «soleil», «sun» o de cualquier otra forma, si se baila la muñeira o el charleston, si se viste la chilaba o el kilt… me trae sin cuidado. De todas maneras esas realidades culturales a las que Vd. alude ni tienen límites geográficos precisos ni están aceptadas por la totalidad de los mortales. Algunos no tenemos pedigrí, somos perros callejeros que no nos gusta que nos marquen con el sacrosanto marchamo de la denominación de origen. Somos en definitiva COSMOPOLITAS.
2. El nacionalismo tiene más de dos siglos de antigüedad. Quizá no como ideología recogida de forma sistemática por escrito, en un documento, pero sí como práctica política. Así los estados cristianos de la reconquista ya usaban el nacionalismo para alienar a sus sufridos súbditos y utilizarlos en su limpieza étnica contra la diversidad cultural existente en la Península Ibérica (exterminio de judíos, musulmanes y heterodoxos de toda laya), todo ello a mayor gloria del Imperio Vaticano. De hecho era costumbre que los reyezuelos de estos estados racistas hicieran gala de su «goticismo», es decir, que se jactaban de descender de esa estirpe de mugrientos iletrados (eso sí, muy cristianos) llamados visigodos. Por lo tanto ya había un nacionalismo, y además etnicista, en estado embrionario. Nótese, por cierto, que la mayoría de los pequeños nacionalismos patrios, esos que se disfrazan de izquierda, proceden de la parte norte de la Península (nacionalismos gallego, asturiano, leonés, vasco, catalán) precisamente la zona donde la Iglesia Católica se atrincheró para preparar su cruzada genocida.
3. Sobre la sutil distinción entre Nación y Pueblo. Vd. argumenta (o eso parece porque en este punto su discurso se vuelve particularmente ambiguo y escurridizo, aunque la ambigüedad es la tónica general) que las «naciones» no son lo mismo que los «pueblos», que las primeras presuponen la formación de un Estado y los segundos al parecer no. Pero tras varios kilómetros de línea argumental Vd. no explicita qué son los «pueblos» frente a las «naciones», o dicho de otro modo, no explica por qué el pueblo llano (modernamente la clase trabajadora) está dividido (o por lo menos es así bajo el punto de vista nacionalista) en diversos «pueblos». ¿Quién los divide? ¿Quién dictamina dónde acaba un pueblo y dónde empieza otro? Vd. no consigue distinguir una cosa de la otra porque las dos cosas son lo mismo. Quien divide al pueblo llano en diferentes pueblos en pugna entre sí (he aquí el origen de la mayoría de las guerras) es el Estado (tras del cual actúa la clase poseedora), el Estado opresor, con sus cárceles, sus policías y sus leyendas patrias que establecen qué parte de su bagaje cultural heredado del pasado vale y qué parte no vale (ejemplo: el pueblo húngaro es «magiar» porque lo dice el estado húngaro pero ¿acaso no hubo vida humana antes de la llegada de los magiares a esos territorios? ¿Acaso no llegaron gentes de otros lares a Hungría después de la invasión magiar?) Por tanto, no se ve por ningún lado esa sutil distinción entre los «pueblos» y las «naciones» ya que ambos presuponen la existencia de un Estado opresor igual que no se ve una distinción clara entre su discurso y el de los nacionalistas de izquierdas. Y tanto es así que cualquiera diría que es el mismo.
4. La espinosa cuestión lingüística. Dice Vd. que está de acuerdo con las reivindicaciones nacionalistas en cuanto a la cuestión lingüística y pone el ejemplo catalán. Pues yo no, francamente. Los nacionalistas quieren imponer en sus feudos su pequeña lengua nacional por la fuerza y erradicar la lengua general (el español¹) que habla todo el mundo en la Península Ibérica (salvo en Portugal) y que habla toda Latinoamérica (salvo Brasil y algún país minúsculo). Demostración por medio de ejemplo: no hace mucho hubo una manifestación por el bilingüismo en Galicia y los independentistas gallegos salieron al paso con pancartas que rezaban: «So em galego» (Sólo en gallego). Eso es una imposición. Lo lógico es que si las dos lenguas han convivido durante tanto tiempo ambas deberían seguir hablándose. Otro ejemplo de imposición: el valenciano es un dialecto del catalán con mucha influencia del español por lo que ha asimilado muchas palabras de esta lengua, palabras que ya considera como propias. Pero resulta que a los señores catalanistas de BCN esto no les debe hacer muy felices porque no han dejado de presionar para que los valencianos catalanicen (o desespañolicen) su lengua y tanto han querido imponer su santa voluntad que los valencianos se han rebelado creando una academia de la lengua aparte y una gramática propia. Otra imposición (e impostura): el curioso caso del euskera. Esta lengua fue buena parte «inventada» por Sabino Arana (que por cierto no la hablaba, tuvo que aprenderla) y sus acólitos a fuerza de meter a presión palabras incomprensibles para los hispanohablantes que procedían de lenguas como el latín clásico, el griego, lenguas célticas e incluso del árabe, todo ello para que se pareciera lo menos² posible al español.
5. Las citas magistrales. Echo de menos que el sector del Movimiento Libertario que simpatiza (al menos platónicamente) con los llamados nacionalismos de izquierda apoyen sus argumentos con citas de autores plenamente anarquistas tales como Bakunin (sin trampas: el Bakunin de la última época, no el paneslavista que fue en sus comienzos), Kropotkin, Malatesta o si se prefiere algo más actual a Ángel J. Cappelletti³. Esto lo digo por la cita de Miquel Amorós, apóstol de la posmoderna izquierda «indeterminada» y antiglobalizadora junto con el impresentable Carlos Taibo (otro que tal baila), cuyos escritos (los de Amorós, digo) desprenden un tufo de confusionismo al estilo de la llamada lucha autónoma (marxistas y nacionalistas a un tiempo disfrazados de anarquistas) y que además creo que en su momento tuvo algo que ver con los alucinados salvapatrias de Terra Lliure (que de anarquistas tienen lo que yo de arzobispo.) Personalmente creo que los anarconacionalistas (lo siento, no se me ocurre otro término) no citan a autores auténticamente ácratas porque todos ellos ponen de vuelta y media al nacionalismo y niegan que pueda ser compatible con el anarquismo, que como rama (para mí la más pura) del socialismo es internacionalista y obrera y no se preocupa de la libertad de los «pueblos» si no de la de la clase obrera.
6. Sobre los colectivos libertarios «españolistas», a saber, los que «se dejan llevar por la dinámica homogeneizadora del Estado español». Sr/a Unx: ¿se refiere Vd. a alguien en concreto? ¿A los que hacemos este Blog quizá? Tal vez una noche mientras dormíamos nos haya secuestrado el CNI para implantarnos un chip en el cerebro… ¿Que opinamos así por «dejadez»? Claro que sí, si en el fondo somos buena gente, lo que pasa que, a diferencia de su docta persona, un poco ignorantes. Gracias por perdonarnos la vida, Sr/a Unx. Supongo que la opción de considerar que simplemente tenemos una opinión distinta a la suya ni se contempla ¿no? ¿Qué pensaría Vd. si sugiriéramos que los que piensan que el anarquismo pretende la liberación de los «pueblos» (o la liberación nacional, que para el caso es lo mismo) han sido hipnotizados por el bigote de Carod Rovira, nacionalista catalán pequeño burgués y besasotanas?
7. Colofón. Ahora que el nacionalismo ya casi ha fagocitado lo que de revolucionario e internacionalista había en el marxismo (pido perdón por la generalización a la minoría de marxistas que todavía creen en el viejo internacionalismo proletario) le toca el turno al anarquismo (en realidad, esta enfermedad ya se sufre desde la Transición pero últimamente ha adquirido mayor virulencia.) Después de un gran ciclo revolucionario (en el por desgracia para mí el marxismo ganó la partida al anarquismo) estamos ante una época conservadora, de restauración de valores tradicionales, de mirar al pasado, de disgregación y de levantamiento de falsas barreras entre la gente, y por tanto un terreno abonado para el irredentismo nacionalista. Parece que la izquierda se esté intentando adaptar a unos tiempos que no le son propicios vistiéndose de lagarterana, como quien dice. Me parece ridículo e indigno. No pintan buenos tiempos para ideologías radicales como el anarquismo (la más radical)… pero como dice el refrán«más vale honra sin barcos que barcos sin honra».
Notas:
[1] Ya sé que es políticamente incorrecto pero me niego a usar aquí la palabra «castellano». El castellano es la variedad del español que se usa en Castilla pero un sevillano no habla castellano sino español, en su dialecto andaluz, y una bonaerense no habla castellano sino español, en su dialecto argentino [rioplatense]. El latín que se hablaba en la Península salvo en el caso del catalán y el gallego (este último les guste o no a los galleguistas, curiosamente de tradición antilusa, portugués españolizado) siguió derroteros evolutivos muy similares independientemente de que la variedad castellana fuera la de más prestigio por ser la del reino políticamente más fuerte y la que por tanto influyó a las demás acercándolas las unas a las otras.
[2] No conviene olvidar que presumiblemente (al menos, Sánchez Albornoz así lo creía) lo poco de euskera que no fue inventado por los nacionalistas vascos son restos de las lenguas preindoeuropeas (como la ibérica) que se hablaban en TODA la Península Ibérica. ¿A qué esto ya cambia un tanto nuestro punto de vista sobre el supuesto hecho diferencial vasco?
[3] Véase la devastadora crítica que hace a los nacionalismos de izquierda en el artículo de Ángel Capelletti Nacionalismo y burguesía.