miércoles, 4 de noviembre de 2015

Amor del hortelano: De charcas, huertos, plantas y vida


«Así a las plantas como los hombres, si se tienen perfectamente
de conocer, jamás se deben perder de vista; para la entera cognición
de las cuales, ayuda infinito leer la historia, y contemplar la pintura
de cada una de ellas, aunque todo esto importa muy poco, y no basta
si juntamente no se ejercita el hombre en las vivas.»
ANDRÉS DE LAGUNA
(1499-1560)

Revista LA MATACARA
Número 1 (Verano 2012)

Un cielo plomizo se desgarra empujado por eolos caprichosos, que dibujan nuestros sueños de verdades, en nubes de algodón manchado

Tras largos días de limpio cielo azul, cálidos aires del sur, y sofocantes calores, junio nos ofrece al fin una tarde de fresco paseo. El camino Basilón se presta como de costumbre a guiarnos hasta las charcas sobre su alfombra de blanca caliza. En los primeros repechos de Basilón, las urracas (maricas por estos lares) cruzan sobre nuestras cabezas acompañando su vuelo de su graznido social. El inteligente córvido negro y blanco a los ojos de quien a distancia y con escasa luz lo contempla; se trasforma en ave de bellos colores, de metálicos verdes y azules para quien haya tenido la suerte de disfrutar de los secretos que el sol de la mañana, arranca de sus plumas.

Una bastarda cruza, con rápido reptar sobre el seco camino, huyendo de nuestra presencia, sabedora de que el humano no la aprecia. Pero no por ello, como todo sapo, rana y culebra, mañana dejará de seguir siendo fiel a su útil tarea, de a la vez que se alimenta, sembrar el equilibrio sobre la faz de la tierra.

El escribano y el petirrojo contemplan curiosos, ocultos entre las verdes y lanceoladas hojas del almendro, lo que nos queda por andar.

Numerosos jilgueros juguetones, salpican de colores, cardos, gordolobos y rosáceas. Sietecolores le llaman quienes en Burgos, Palencia o Valladolid con su canto musical crecieron.

Cunetas tapizadas de colores, por la vida que derraman, primavera y verano. Vida que nada sabe de fronteras por humanos trazadas, crea malas hierbas mal llamadas. Ingeniosas, de cada suelo o sustrato saben obtener en grado óptimo, sin despilfarro, con eficiencia, vida de lo inanimado. Nos regala mil sustancias, que en laboratorio hermanan, luz, tierra y agua. Con los secretos que el tiempo a la evolución susurrara, mil remedios nos esperan si la ciencia honor hiciera a su fama de ser curiosa.

Hojas deltoides de largos peciolos cubren lo que meses atrás fueran los desnudos troncos de robustos chopos, que ahora se acercan a nosotros, a cada paso, mientras caminamos hacia las charcas.

Una voz, que de allí proviene, nos llama. Nos acercamos (días atrás al pasar por este mismo lugar Borja, Daniel, y Chiqui, los hortelanos del huerto ecológico, nos comentaron los nombres de algunas plantas aromáticas que al lado de sus hortalizas habían plantado) y ahora Borja nos comenta que han averiguado el nombre de algunas de ellas y de otras plantas que crecen de forma espontánea en las charcas.

Amor del hortelano (Galium aparine).

Nos llama la atención, «el amor del hortelano» (Galium aparine), también llamado azotalenguas. Su poderoso efecto anticancerígeno, recientemente descubierto por numerosas investigaciones científicas, es una prueba más, del potencial que encierran estas modestas plantas.

Hortelanos, que en estos momentos, a nuestro paso plantan cientos de tomates de variedades diversas. Biodiversidad necesaria tanto en plantas de cultivo, como en las despreciadas hierbas. El genoma de las plantas y de la vida toda, recopila en sus hélices de ADN, soluciones aprendidas en millones de años de evolución de esto que llamamos tierra; agua seria nombre más adecuado, si nuestra sabia charca fuera quien nombre la diera.

A veces una flor, una humilde hoja de hierba, es más grande,
 más sabia, más poderosa que la montaña que la dio vida.

La vida eficiente, estructura dinámica sin igual, reutiliza sus hallazgos, los perfila y recombina, para, enlace a enlace, verso a verso, nueva vida más compleja crear.

Mil respuestas escondidas, esperando a contestar a mil preguntas por nacer.

Afilados juncos alzan amables, los tiernos tallos en flor del Amor del hortelano. Juncos que recorren los márgenes protegiendo (como hace tiempo también lo hiciera su junco hermano (Juncus conglomeratus), ahora desaparecido de nuestras tierras, unas aguas pletóricas de vida.

Renacuajos que semanas atrás surcaban las charcas son ahora, tras sabia metamorfosis, el canto de la vida que llama a la vida. Música que envuelve este humedal, pequeño oasis de Quintanilla.

Al perro fatigado, al ave limícola, al huerto sediento (que ahora estas tierras acompaña), a las hierbas olvidadas (no por las charcas que en comprender la vida aún nos adelanta), a todas con igual generosidad, su sed, la charca sacia.

El cernícalo persevera en su estático vuelo, consciente de con frecuencia hay que detenerse para poder avanzar.

La noche esconde los últimos rayos de luz, y con ellos mil formas y colores se diluyen y desaparecen. La vida misteriosa, aunque oculta, permanece en el seno de la noche, esperando que el sol, fiel compañero, ilumine sus secretos.

FERNANDO BENITO


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