Desde la caída del Muro de Berlín, corría el rumor que ex agentes soviéticos vendían en el mercado negro una sustancia radiactiva que con la cual se podría crear minibombas nucleares. Tal producto, el mercurio rojo, en realidad no existe. Es un fraude.
Pues bien, hace un año, corrió por Arabia Saudí el rumor de que tal sustancia se hallaba en las agujas de las viejas máquinas de coser Singer. En el zoco de la capital se llegó a pagar mil veces más del precio original (unos treinta euros). La gente llegaba a robar las de sus vecinos y las de las tiendas. Y no solamente era la gente poco ilustrada y semianalfabeta, también hubo mucos académicos que creían tal farse. Para detectar el mercurio rojo se valían de los mismos teléfonos móviles. Y no las adquirieron para fabricar armas destructivas, sino estuvieron motivados por la creencia de que con ese producto inexistente (aunque también al cinabrio o sulfuro de mercurio se le llame así) se podríacontrolar a los genios y alejar a los malos espíritus.
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