Por ANTONIO CORBILLÓN
El Norte de Castilla (1-XII-2011)
A punto de cumplir 80 años, el dramaturgo Fernando Arrabal se presentó en Valladolid sin ánimo de defraudar a los que esperan de él excentricidades sin fin. Este intelectual que reside desde hace más de medio siglo en París estrena este viernes en el teatro Zorrilla el montaje de El jardín de las delicias, un texto que escribió hace 44 años y que llega por primera vez a las carteleras, gracias al apoyo colectivo de la Comunidad de Madrid, el teatro de la Abadía, el Corral de Comedias de Alcalá y otras tres empresas teatrales. Podrá verse mañana en el Teatro Zorrilla.
Ataviado con una llamativa camiseta y un antifaz de carnaval, Fernando Arrabal, negó ayer la etiqueta de escritor provocador que siempre se le coloca, un cliché que considera «estúpido» y propio «del antiguo régimen». «Para ser un provocador hay que controlar las reacciones del público. No podemos con el azar, ¿cómo vamos a controlar al público?», se preguntó. Sin embargo y ante una sala de prensa abarrotada, Arrabal interpreta su propio papel, ese que le ha incluido en las mejores colecciones de salidas de tono en programas de televisión. «Siempre se ha cogido todo lo que hago por el lado más reprochable para presentarme como un chivo expiatorio», se quejó. Una denuncia, que ya realizara sobre la vida de su padre, el primer militar republicano condenado a muerte por Franco en 1936. Más con aceptación que con pena recordó que «apenas me sacan (los medios) por los premios que entrego a los grandes intelectuales (Óscar Niemeyer, Louise Bourgeois), pero si salgo borracho me ven millones».
A pesar de presumir de «ser el dramaturgo español más representado en el mundo», y de «tener más visitas en Internet que García Márquez o Le Clézio» (ambos Premio Nobel), Arrabal no cree que su país le mantenga en el olvido, dada su escasa presencia en la cartelera nacional. «España se ha portado conmigo como ningún país del mundo y me trata con sumo cuidado».
Recorrido por el siglo XX
Su conversación se llena de toda la intelectualidad del siglo XX que pasó por París y a la que frecuentó. De Cioran a Marcel Duchamp, de Picasso a Boris Vian. Cada vez que habla, se pone de pie y habla de forma enfática. «No hay ayer ni mañana, ni vanguardia, ni retaguardia. Emile Ciorán murió en una buhardilla, para ver a Samuel Beckett nos chocábamos con el techo, y André Bretón ni siquiera tenía una casa». rememora. Buñuel, Andy Warhol,... una larga lista con la que 'compadreó' y que ya no están. Por eso, recupera el énfasis que no abandona nunca para considerarse «el único superviviente de todos los avatares de la modernidad».
El jardín de las delicias está dirigida por la colombiana Rosario Ruiz Rodgers y cuenta con la presencia del actor vallisoletano Carlos Domingo, con el que compartió formación en el teatro de la Abadía. Ruiz Rodgers considera el texto «íntegro, contundente y completo» y asegura que ha respetado casi al completo el libreto de Arrabal que «rezuma política, poesía, estado social y metafísica». Este texto cerró el llamado 'periodo pánico' de la dramaturgia de Arrabal, una etapa que abrió cinco años antes cuando fundó junto a Alejandro Jodorowski y Roland Topor el Grupo Pánico, una fusión de los residuos del surrealismo con esencias dadaístas.
La obra, estrenada en lugares como Chicago o en Australia, se estrenó por primera vez en España el pasado 8 de abril en la sala Cuarta Pared de Madrid. Es un texto que nació en la cabeza de su autor cuando fue encarcelado por el franquismo. «Allí no escribí nada para que mis carceleros no sacaran nada de mi pensamiento».
Casi siempre inasible para su amplio auditorio, Arrabal se despide con algunos de sus tópicos recurrentes: las apariciones de la Virgen «a mí, que soy agnóstico», y su vida consagrada a una misión asumida desde el 18 de julio de 1936: «Apoyar todo lo que intente dar la vuelta a la situación real».
El Norte de Castilla (1-XII-2011)
A punto de cumplir 80 años, el dramaturgo Fernando Arrabal se presentó en Valladolid sin ánimo de defraudar a los que esperan de él excentricidades sin fin. Este intelectual que reside desde hace más de medio siglo en París estrena este viernes en el teatro Zorrilla el montaje de El jardín de las delicias, un texto que escribió hace 44 años y que llega por primera vez a las carteleras, gracias al apoyo colectivo de la Comunidad de Madrid, el teatro de la Abadía, el Corral de Comedias de Alcalá y otras tres empresas teatrales. Podrá verse mañana en el Teatro Zorrilla.
Ataviado con una llamativa camiseta y un antifaz de carnaval, Fernando Arrabal, negó ayer la etiqueta de escritor provocador que siempre se le coloca, un cliché que considera «estúpido» y propio «del antiguo régimen». «Para ser un provocador hay que controlar las reacciones del público. No podemos con el azar, ¿cómo vamos a controlar al público?», se preguntó. Sin embargo y ante una sala de prensa abarrotada, Arrabal interpreta su propio papel, ese que le ha incluido en las mejores colecciones de salidas de tono en programas de televisión. «Siempre se ha cogido todo lo que hago por el lado más reprochable para presentarme como un chivo expiatorio», se quejó. Una denuncia, que ya realizara sobre la vida de su padre, el primer militar republicano condenado a muerte por Franco en 1936. Más con aceptación que con pena recordó que «apenas me sacan (los medios) por los premios que entrego a los grandes intelectuales (Óscar Niemeyer, Louise Bourgeois), pero si salgo borracho me ven millones».
A pesar de presumir de «ser el dramaturgo español más representado en el mundo», y de «tener más visitas en Internet que García Márquez o Le Clézio» (ambos Premio Nobel), Arrabal no cree que su país le mantenga en el olvido, dada su escasa presencia en la cartelera nacional. «España se ha portado conmigo como ningún país del mundo y me trata con sumo cuidado».
Recorrido por el siglo XX
Su conversación se llena de toda la intelectualidad del siglo XX que pasó por París y a la que frecuentó. De Cioran a Marcel Duchamp, de Picasso a Boris Vian. Cada vez que habla, se pone de pie y habla de forma enfática. «No hay ayer ni mañana, ni vanguardia, ni retaguardia. Emile Ciorán murió en una buhardilla, para ver a Samuel Beckett nos chocábamos con el techo, y André Bretón ni siquiera tenía una casa». rememora. Buñuel, Andy Warhol,... una larga lista con la que 'compadreó' y que ya no están. Por eso, recupera el énfasis que no abandona nunca para considerarse «el único superviviente de todos los avatares de la modernidad».
El jardín de las delicias está dirigida por la colombiana Rosario Ruiz Rodgers y cuenta con la presencia del actor vallisoletano Carlos Domingo, con el que compartió formación en el teatro de la Abadía. Ruiz Rodgers considera el texto «íntegro, contundente y completo» y asegura que ha respetado casi al completo el libreto de Arrabal que «rezuma política, poesía, estado social y metafísica». Este texto cerró el llamado 'periodo pánico' de la dramaturgia de Arrabal, una etapa que abrió cinco años antes cuando fundó junto a Alejandro Jodorowski y Roland Topor el Grupo Pánico, una fusión de los residuos del surrealismo con esencias dadaístas.
La obra, estrenada en lugares como Chicago o en Australia, se estrenó por primera vez en España el pasado 8 de abril en la sala Cuarta Pared de Madrid. Es un texto que nació en la cabeza de su autor cuando fue encarcelado por el franquismo. «Allí no escribí nada para que mis carceleros no sacaran nada de mi pensamiento».
Casi siempre inasible para su amplio auditorio, Arrabal se despide con algunos de sus tópicos recurrentes: las apariciones de la Virgen «a mí, que soy agnóstico», y su vida consagrada a una misión asumida desde el 18 de julio de 1936: «Apoyar todo lo que intente dar la vuelta a la situación real».
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