Ayer viernes, 13 de febrero, Peter Handke llegó con su señora a Serbia, según informa el diario Novosti. Permanecerá en el país balcánico hasta el próximo miércoles, 18 de febrero. La razón de su visita es la donación de unos 50 mil euros, que forman parte del Premio Internacional Ibsen (180 mil euros en total) que recibió el año pasado, para la construcción de una piscina infantil en la localidad de Velika Hoca en Kosovo. Municipio serbio rodeado de una mayoría hostil albanesa.
Aunque inicialmente rechazó tal premio, terminó recogiéndolo en Noruega con mucha polémica. Ya que fue duramente criticado por su postura proserbia durante las guerras de la ex Yugoslavia y su crítica a los bombardeos de la OTAN (que acarrearon la independencia de Kosovo). Fue uno de los pocos intelectuales europeos que no se sumó al linchamiento mediático que estaban padeciendo entonces los serbios, convertidos en los «malos de la película».
Ahora que en Kosovo existe la mayor base militar estadounidense del continente, un país gobernado por mafiosos y cuya población huye por culpa de la miseria (sin olvidarnos de la limpieza étnica aplicada contra los no albaneses, serbios especialmente). La actitud de este dramaturgo austriaco es loable. ¿Qué dirán ahora los plumíferos que en aquellos años defendieron la independencia de Kosovo y demonizaron a Serbia? Esos años previos al 11-S en los que Bin Laden y demás secuaces yihadistas eran aliados («recursos de inteligencia» según la CIA) de Occidente y cortaban las cabezas de serbios en Bosnia y Kosovo.
El resto del premio teatral lo ha devuelto a la institución que se lo entregó. Muchos intelectuales de hoy día deberían aplicárselo.
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