miércoles, 5 de diciembre de 2018

Fachas siempre ha habido


Los doce escaños que ganó Vox en las elecciones andaluzas nos ponen de frente ante el auge de la extrema derecha en España y en Europa.

Por SARAH BABIKER

Fachas siempre ha habido. Solo que antes estaban todos reagrupados en las amplias filas del Partido Popular, disimulados como los viejos trastos, a la espera de que volvieran a ponerse de moda y adquirir valor en el mercado de las ideologías, como esos muebles vintage que de pronto la rompen y se hacen tendencia. Los fachas se nos han costumizado. Hola Vox.

Fachas siempre ha habido, durante mucho tiempo dirigieron el destino del Estado, con principios fachas todos: la hipérbole identitaria sustentada en un relato de conquista, de orgulloso acerbo católico, machista y racista, de apego a fuertes autoridades y tradiciones, anclajes contra la incertidumbre. Nada de eso se fue, quedó encauzado en nuevas reglas del juego, la performance democrática que durante un tiempo suponía lo moderno.

Lo que nos pasa es que se nos han modernizado los fachas más todavía. Y están orgullosos de lo avanzado. Dan cuenta de ello los festivales del orgullo facha que son los mítines de Vox. Se han apropiado de la épica toda, han reclamado para si el capital político del oprimido. Se han erigido en la última resistencia. Son los valientes que se atreven a decir la verdad, aunque duela. Quijotes prestos a batirse con los molinos globalistas. Han generado comunidad, se miran y se dicen: menos mal que hemos despertado, en ti confiamos Santiago, ya no van a atacarnos las feministas, ya no vamos a sentir vergüenza, todo cambia a partir de ahora. No bajaremos la cabeza.

Fachas siempre ha habido pero estos tienen cosas nuevas, traen su relato, tienen su propia internacional, orgullo de pertenecer a algo en ascenso, de estarle apostando al caballo ganador. Tienen ganas de ir a votar, de aplaudir a sus líderes, de reivindicarse en sus puestos de trabajo, en los mercados de los barrios y en los bares. De ir convenciendo a quien haga falta de que por fin hay un camino de dignidad frente al oponente (catalanes, izquierda, feministas) de defensa ante la amenaza (de inmigrantes, musulmanes, veganos, antitaurinos). También tienen pasta. Y si tienen pasta es porque convienen, porque son funcionales a lo que nos tiene reservado el capitalismo.

Fachas siempre ha habido, pero ayer nos dolieron los ojos ante los resultados andaluces, las redes sociales se vistieron de condolencias, los ánimos se impregnaron de derrota. Tenemos miedo, buscamos entre los nuestros culpas y responsabilidades, la deriva de Podemos, el PSOE y su casta andaluza. ¿La trampa de la diversidad? ¿El rencor de clase? ¿La división de la izquierda? ¿El vaciamiento de ideología en los discursos? ¿El vaciamiento de ilusión de las propuestas?

La trampa de buscar culpables: quién no supo convencer, quién defraudó, quién traicionó, quién le abrió las puertas a esta extrema derecha orgullosa y ascendente para que se hiciera la reina del baile. Quizás la autoflagelación tenga algún efecto depurativo, contribuya a alinear los chacras, quizás tener los látigos a mano para las espaldas propias y cercanas sea un ritual nuestro del que no podamos prescindir, pero una vez hecho ese ejercicio hay otros asuntos urgentes.

Enfrentar los discursos de Vox en los medios y en los bares, en las puertas de los colegios y en las salas de espera, es central y necesario. Combatir la expansión de sentidos comunes excluyentes y nostálgicos de una soberanía quimérica entre las filas de la izquierda es urgente. Pero la conversación la seguirán definiendo ellos. El fascismo propone los marcos, un mar tan estrecho y enrabietado en el que no es fácil navegar, en el que a menudo naufragamos.

No está de moda hablar del 15M, es mentarlo y te miran como ¡ay qué pesada!, como ya estamos con lo mismo, como que el debate ya es otro. Pero ese pensar estar en el lado justo de la historia, ese vamos a decir la verdad aunque duela, ese no bajaremos más la cabeza, ese camino de la dignidad a transitar son ingredientes que allí estaban, que prometían nuevas posibilidades y movilizaron a la gente. Se siente como si el fascismo hubiese reclamado para sí los mismos ingredientes y adulterado el guiso.

Fachas siempre ha habido y ahora es su maldito momento. Ese momento hay que arrebatárselo. ¿Es contestándoles como haremos que se avergüencen por el rastro de muerte e indignidad que dejan sus ideas, por las víctimas de su épica conquistadora? ¿Es bajando al barro de sus vetustos debates como les convenceremos de que las mujeres y las personas migrantes son sujetos de derecho? ¿Es estrellándonos una y otra vez contra esa pobreza discursiva del ellos y nosotros como conseguiremos volver a movilizarnos?

El machismo o el racismo no tienen nada de nuevo. Lo que ellos proponen como camino, son las ciénagas aún calientes de la historia. De toda la historia, remota y reciente. Convengamos que no queremos hundirnos.

Antifascistas siempre ha habido, resistencias a la barbarie de señalar como culpables al «otro» mientras se camufla a los autores del despojo. Siempre ha habido lucidez humana y solidaria ante los relatos tramposos que solo venden miedo y exclusión. Siempre han habido comunidades que se levantaron contra el odio. Gentes para quienes la dignidad es una condición humana, y no una palabra hueca que esconde rencor y miedo. Seguimos estando aquí y tenemos otros relatos que contar. Otras verdades que defender. Otros culpables a los que seguir señalando. Hay que disputarles el momento. Y tiene que ser con nuestros propios marcos. 

3-12-2018

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