domingo, 23 de diciembre de 2018

Contra el patriotismo

       [EN RECUERDO AL COMPAÑERO CURIO DENTATO Y A SU INTERNACIONALISMO MARXISTA.]


«¡Proletarios de todos los países, uníos!» es uno de los lemas clave del Manifiesto Comunista. Algunos parecen haber olvidado este ejemplar principio y lo han transformado en: «¡Proletarios de todos los países, uníos a vuestros burgueses!».

Cuando la burguesía llama a engrosar las filas del nacionalismo, nunca faltarán los que, con un discurso «progre-guay», querrán arrastrar a los trabajadores y se disfrazan de adalides del socialismo. Realmente no pasan de ser tardíos imitadores de Fichte y Wagner, dignos herederos de aquellos socialdemócratas alemanes que empujaron al proletariado alemán a la matanza de la Primera Guerra Mundial.

A los filisteos nacionalistas solo se les puede enfrentar con internacionalismo proletario: la unión mundial de todos los trabajadores por encima de fronteras y contra todas las burguesías. El paraíso de los nacionalistas es el enfrentamiento entre los trabajadores y el alzamiento de nuevas fronteras.

Es fácil reconocer como el nacionalismo pintarrajeado de rojo ha tenido una gran influencia sobre las izquierdas españolas desde hace ya demasiado tiempo. Del patriotismo español del PCE de los 30, a los abertzales, la CUP y compañía desde finales de los 60 hasta ahora. Cada territorio español parece haber generado sus hooligans nacionalistas, con banderas de estrellas rojas y diversas lamentaciones históricas y nostalgias feudales. Estos grupos, salvadores de patrias felizmente olvidadas hasta entonces han intentado hacer una curiosa mezcla entre lo que una apariencia de léxico marxista y las más pintorescas ideologías pequeñoburguesas y clericales. Basten de ejemplo Sabino Arana o Blas Infante. El pos-carlista vasco, conocido por sus exabruptos racistas y su clericalismo ultramontano, y el notario andaluz, conocido por el nacionalismo pequeñoburgués que defendía una nueva patria fantasiosa y por su filia del Islam. Pintorescos ambos, sin duda.

Pero en los sesenta, entre las excrecencias de grupos parroquiales y seminarios, aparecen los «comunistas» de la liberación nacional. Siguiendo la estela de la contrarrevolución, dieron unas cuantas pinceladas de rojo al nacionalismo y nos presentaron las versiones provinciales de la «unión nacional» como lo más revolucionario que podía hacer un comunista.

¿Cuáles eran sus programas revolucionarios? Manifestarse contra el opresor Estado español, quitar banderas españolas y hablar de «boquilla» de un «socialismo» que ni siquiera era tal sino capitalismo estatalizado. Ya va siendo hora de que los llamemos por lo que realmente son: nacionalistas que ni a 'socialpatriotas' llegan, porque socialpatriota significa socialista de palabra y nacionalista en los hechos. Estos son nacionalistas que hablan como nacionalistas y llaman socialismo al resultado por ponerle un parche rojo a la bandera de turno… o una franja morada, que es lo mismo.


Estos nacionalistas actúan como verdaderos parásitos, a la búsqueda continua de aprovechar de las luchas de los trabajadores, no pierden ocasión de envenenar con propaganda nacionalista. Está claro que casi siempre fracasan en su intención de confundir a los trabajadores, por lo que deben nutrir sus filas de jóvenes pequeñoburgueses, ilusionados en la lucha nacional que les promete puestos de gobierno en un futuro Estado independiente. Por mucho que se vean a sí mismos como comunistas, no son más que la vanguardia romántica e idealista… del mismo Estado burgués que ya conocemos.

En el culmen del despropósito, no falta quien pretende responder a estos patriotas con patriotismo español vestido con citas marxistas… contra el nacionalismo. Se pueden sentir, como es natural, apegos culturales, pero es infame utilizar los gustos culturales como banderín de enganche de lucha política en defensa de patrias y naciones. Y lo es aún más si se dicen comunistas. La lucha comunista va indivisiblemente unida al internacionalismo, que no es otra cosa que anti-nacionalismo proletario, pues nuestra lucha no es la lucha del proletariado de un país o de otro, de un sector ni de otro, sino la lucha del proletariado mundial.

Los tiempos de las revoluciones nacionalistas-burguesas ya pasaron. En todo el mundo se han ido conformando las naciones políticas más tarde o temprano y ya no tiene ningún sentido progresista la lucha de ninguna burguesía particular por hacerse con un estado. El siguiente escenario es el de la alternativa entre la revolución mundial o una nueva guerra mundial imperialista.

Por eso, todos los que se mantienen en la defensa de una causa nacionalista, sea cual sea, como unos auténticos reaccionarios ante el devenir histórico. El llamamiento a la defensa del derecho a la autodeterminación —ya ampliamente desmontado por Rosa Luxemburgo— sirve como el nuevo banderín de enganche de oportunistas, socialpatriotas y patriotas a secas de los que tantas muestras tenemos. Todos ellos, al fiel servicio de la pequeña burguesía, perdedora de la crisis que se descubre súbitamente enfrentada a los monopolios y el centralismo capitalista.

Aunque hay que mantener a distancia la telebasura, a veces se encuentran perlas en el fango. En un debate que se dio a altas horas de la noche entre dos economistas, uno socialdemócrata españolista y otro independentista, éste vino a evidenciar cuales eran las verdaderas razones que alimentan el conflicto, las razones de la pequeña burguesía catalana. El economista criticaba que desde la desaparición del franquismo, la importancia productiva y económica de Cataluña había venido disminuyendo en detrimento de Madrid. La pequeña burguesía catalana ha venido perdiendo oportunidades de negocio, mientras que la burguesía española (que incluye a la catalana), se ha ido concentrando en la capital del país. En unos escasos minutos, entre el murmullo y el griterío de la telebasura, se evidenció el verdadero enfado de su clase. Y es que con Franco algunos vivían mejor.

¿Es a estos pequeño-burgueses en acción a los que ciertos «comunistas» les muestran pleitesía vasalla? Si quieren ser mamporreros de una pequeña burguesía reaccionaria, es normal que no encuentren el apoyo de la clase trabajadora, ni de los marxistas que nos negamos al colaboracionismo.

La respuesta al nacionalismo y al oportunismo es la acción internacionalista, uniendo lazos con entre los trabajadores de todo el mundo en la lucha por las condiciones de vida. Es hora de manifestarse abiertamente contra el particularismo y los amantes del terruño, que de buena gana nos lanzarían a la reyerta contra sus vecinos por la defensa de los intereses de sus amos.

15 noviembre 2017

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