viernes, 5 de diciembre de 2008

Democracia canina


Últimamente tengo la impresión de que en el clima reinante de lo «políticamente correcto», muchos de nosotros hemos llegado a la conclusión de que no está bien actuar como líderes de nuestras mascotas. Hemos pasado del extremo autoritario y caduco en el que los animales sólo existían para hacer lo que nosotros les mandásemos, a otro igualmente dañino en el que éstos son considerados nuestros iguales en cualquier ámbito de nuestra vida. Con esto no pretendo decir que seamos mejores que los animales en ningún aspecto o forma. ¡Por supuesto que no! Somos, simplemente, distintos. Pero hay una razón muy clara de por qué necesitamos controlar a nuestras mascotas y es porque somos nosotros quienes las hemos introducido en nuestro mundo, y no al revés. Los hemos incluido en un universo de peligros desconocidos para ellos: suelos de asfalto, vehículos móviles, cables eléctricos y grandes edificios. Todo en nuestro mundo les es extraño. Por supuesto que con nuestra guía pueden aprender a navegar en él sin correr riesgos; pueden acostumbrarse a esta clase de vida, e incluso vivir felices. Pero aun así, no es el modo en que la Madre Naturaleza pretendía que vivieran, y nunca lo será. Cuanto mejor comprendamos el modo de pensar de nuestros perros, mejor podremos satisfacer sus necesidades, a pesar de que vivan en un mundo que les es extraño y, en un nivel más profundo, lo es también para el animal que nosotros llevamos dentro.

El hecho de decir que debemos ocupar el papel de líder en la vida de nuestros perros no equivale a afirmar que debemos ser unos dictadores implacables con ellos; y decir que nuestros perros deben mostrarse sumisos y tranquilos no significa que debamos menospreciarlos. Como todos los animales sociales, tanto humanos como perros, necesitamos una estructura y un liderazgo para que nuestras vidas no se disuelvan en el caos. Aunque la democracia sea el ideal más elevado al que deben de tender las sociedades humanas, incluso ellas necesitan de líderes. Y creedme cuando os digo que vuestro perro no desea vivir en democracia. Cada célula de su ser preferiría tener un marco social claramente definido, con un líder justo y consistente en quien poder confiar y respetar, más que disponer de un «voto de igualdad» en cómo debe organizarse su casa humana. Los seres humanos harían bien en perfeccionar el concepto de democracia entre ellos antes de intentar imponérselo a otras especies animales.

7 comentarios:

Radowitzky dijo...

Algo en mi interior me dice que sé en quien estabas pensando cuando pusiste este texto en el blog

KRATES dijo...

Rado, creo que te equivocas.

Radowitzky dijo...

De todos modos no entiendo por qué pones un texto de este tipo, el cual, en mi modesta opinión, no es más que un mentiroso, un fascista, un manipulador, un prepotente, un meapilas y un baboso. No tengo palabras para expresar mi indignaci...

espera, espera...

¿Pone César Millán?

Vaya, me había parecido ver Vidal, que malas pasadas me juega la imaginación.

Entonces no he dicho nada... sin acritud ni malos rollos.

KRATES dijo...

Te lo he dicho...

Radowitzky dijo...

Coño... ¿me adviertes de mis errores antes de que se produzcan?

Eso te sitúa a un nivel muy elevado respecto al resto de los humanos,... a la misma altura que Octavio Acebes y Rappel... Seguro que tú ves a Dragó más de cerca que el resto de nosotros

KRATES dijo...

O César Vidal o Millán Astray, es cuestión de nombres y palabras.

Pero, algo "instintivo" (cosa absurda en nuestra especie) me dice que vas en plan defensivo y, a la vez, ofensivo, y me empuja a considerar ambos supuestos. Porque me hablas directamente como un perro dominante en plan "semiagresivo". Al no ver como tienes las orejas y el rabo no puedo analizarte; pero según tus palabras, deduzco yo.

Radowitzky dijo...

Pues las orejas como siempre, a ambos lados (derecho e izquierdo, que no trasero o frontal) de la cabeza... en cuanto al rabo en su sitio habitual y posición relajada... y es raro que la lectura me haga cambiar dicha posición, aunque a veces sí me pasa, como fue en el caso del Justine del Marqués de Sade