sábado, 27 de diciembre de 2008

Majno y la cuestión nacional

En los albores de la abolición del despotismo zarista, con la revolución de 1917 se abrieron perspectivas de relaciones sociales nuevas y libres para el mundo del trabajo, hasta entonces bajo el violento yugo del Estado ruso. La noción de una autodeterminación integral, incluyendo una ruptura completa con el Estado ruso, se abrió paso de modo natural entre la población. Aparecieron multitud de grupos que propagaron todo tipo de ideas entre la población ucraniana: cada uno de ellos tenía su propio punto de vista e interpretaba la idea de la autodeterminación de acuerdo a sus intereses fraccionales. Pero las masas trabajadoras de Ucrania no se identificaron con ninguno de estos grupos ni se unieron a ellos.

Han pasado más de siete años desde entonces y la noción de autodeterminación se ha desarrollado entre los trabajadores ucranianos y ha aumentado la comprensión que tienen de ella. Ahora se identifican con ella y lo demuestran a menudo en su vida cotidiana. Por ejemplo, reclaman su derecho a usar su propio idioma y su derecho a su propia cultura, algo considerado tabú con anterioridad a la revolución. También reclaman su derecho a vivir su vida de acuerdo a sus propios usos y costumbres. A ciertos señores estatistas, que abrigan el propósito de construir un Estado ucraniano independiente, les gustaría apropiarse de estas manifestaciones de la realidad ucraniana, contra las cuales los bolcheviques, por cierto, con toda su omnipotencia, son incapaces de luchar. Sin embargo, estos señores estatistas no parece que consigan atraerse a las amplias masas de trabajadores con ellos y mucho menos movilizarlas para luchar contra el opresivo partido bolchevique. Los sanos instintos de los trabajadores ucranianos y su vida opresiva bajo el yugo bolchevique hacen que sean conscientes del peligro de cualquier Estado. Por esta razón, rechazan las tendencias chovinistas y no las mezclan con sus aspiraciones sociales, al tiempo que buscan su propia vía hacia la emancipación.

Hay materia aquí para una seria reflexión sobre el rol de los revolucionarios ucranianos, y de los comunistas libertarios en particular, si realmente desean desarrollar un trabajo consistente entre los trabajadores ucranianos.

Ese trabajo no puede desarrollarse sobre los mismos ejes que en 1918-1920, porque la realidad del país ha cambiado mucho. En aquel entonces, el pueblo trabajador ucraniano, que había tenido un papel tan destacado en el aplastamiento de todos los mercenarios de la burguesía (Denikin, Petliura y Wrangel) no podía ni siquiera imaginarse que, al final de la revolución, se encontraría tan ignominiosamente engañado y explotado por los bolcheviques.

Aquellos eran los días en los que todos luchábamos contra la restauración del régimen zarista. No había demasiado tiempo para analizar e investigar a todos los intrusos que se unían a la lucha. La fe en la revolución orillaba todo pensamiento secundario sobre estos intrusos o las cuestiones que podrían haber surgido respecto a ellos, como si debían ser considerados amigos o embaucadores. Al mismo tiempo, los trabajadores estaban en lucha frente a la contrarrevolución, centrándose sólo en combatir a quienes aparecían como parte de las filas enemigas, enfrentándose con arrojo a la muerte en defensa de la revolución.

Más tarde, la mentalidad de los trabajadores ucranianos cambió mucho: habían tenido tiempo de familiarizarse a más no poder con estos intrusos y en lo sucesivo se mostrarían más críticos a la hora de evaluar lo que habían ganado con la revolución o, al menos, lo que quedaba de ello. Reconocieron en estos intrusos a sus enemigos mortales: aunque se hubieran «ucranianizado» y levantaran la bandera del socialismo, vieron que en realidad obraban de tal modo que se unían a la explotación del mundo del trabajo. Tienen claro que fue esta casta de socialistas, voraces explotadores, la que les arrebató sus conquistas revolucionarias. Resumiendo, están convencidos de que bajo la máscara de los bolcheviques se encuentra algo parecido a la ocupación austro-húngara.

Esta ocupación encubierta predispone a las masas a cierta reacción chovinista dirigida contra los intrusos. No en vano los señores bolcheviques gobiernan Ucrania desde Moscú, escondiéndose tras sus testaferros ucranianos: es el creciente odio de las masas ucranianas el que marca este hecho. Es la verdadera naturaleza del despotismo bolchevique lo que está llevando a los trabajadores ucranianos a buscar el modo de sacárselos de encima y avanzar hacia una nueva sociedad realmente libre. Los bolcheviques tampoco se duermen en los laureles y están tratando de adaptarse a toda costa a la realidad ucraniana. En 1923 marchaban a la deriva: desde entonces han modificado sus tácticas y no han tardado en asir la realidad ucraniana.

Además, no han dudado en asociar el destino del bolchevismo con el del nacionalismo y, en consonancia con ello, han añadido artículos al respecto en la «Constitución de la URSS» reconociendo a todo pueblo el derecho de autodeterminación, hasta llegar a la secesión. Todo ello es, por supuesto, una completa farsa. ¿Cómo va a desarrollarse la actitud de los bolcheviques? Los años siguientes lo dirán. El análisis anarquista de la realidad actual de Ucrania debe tomar buena nota de estos nuevos factores: el odio de los trabajadores ucranianos hacia los intrusos del bolchevismo nacionalista. En cuanto a nosotros, nuestra principal tarea hoy consiste en explicar a las masas que la raíz de todo mal no está en un puñado de autoridades intrusas, sino en toda autoridad. La historia de los años recientes aporta un argumento de un peso considerable, ya que Ucrania ha contemplado un desfile de todo tipo de autoridades y, a la hora de la verdad, se han parecido todas como un guisante a otro. Debemos demostrar que un poder estatal «intruso» y un poder estatal «independiente» vienen a ser lo mismo y que los trabajadores no ganan nada con ninguno de ellos: deben orientar sus esfuerzos se encuentren donde se encuentren a destruir el aparato estatal y reemplazarlo por organismos obreros y campesinos de autogestión social y económica.

A pesar de todo, al abordar la cuestión nacional no debemos olvidar los últimos acontecimientos de Ucrania. Ahora se habla el ucraniano y en virtud de las nuevas tendencias nacionalistas, los forasteros que no hablen la lengua local apenas serán escuchados. Ésta es una cuestión que nos tiene que quedar bien clara. Si los anarquistas han gozado de una débil audiencia entre el campesinado ucraniano ha sido porque se han concentrado principalmente en torno a las ciudades y, sobre todo, porque no se han expresado en el lenguaje del campo ucraniano.

La vida ucraniana está plena de todo tipo de posibilidades, especialmente de potencial para un movimiento revolucionario. Los anarquistas tienen una gran oportunidad de influenciar este movimiento, hasta de convertirse en sus mentores, a condición de que aprecien la diversidad de la vida social y adopten una posición clara de lucha abierta y frontal contra todas las fuerzas hostiles a los trabajadores (…) Este es un cometido que no puede ser llevado a la práctica sin una organización anarquista ucraniana grande y potente. Es tarea de los anarquistas ucranianos empezar a ponerla en pie desde ya mismo.

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