miércoles, 2 de marzo de 2011

¡QUE ARDAN TODAS LAS PATRIAS! (y VII)

Y la última parte del texto, y en parte crítica con algunas ideas que se han infiltrado en el seno del Movimiento Libertario actual.


(Otra globalización es posible)

VII

Otra globalización es posible

Frente a la globalización del poder capitalista abogamos por un proceso globalizador como el que defendía la I Internacional que lleve la Revolución Social a todos los rincones del planeta. Hoy como ayer, proponemos el reparto de la riqueza y la socialización de los medios que la generan así como la aniquilación de todo aquello que aliena al individuo como la religión, la patria o los atavismos del pasado. Asimismo denunciamos el carácter esencialmente reaccionario de ese movimiento que se hace llamar «antiglobalizador», confusa ensalada de intereses de poder en la que el nacionalismo es uno de los principales ingredientes.

En efecto, tenemos una izquierda a juego con los tiempos conservadores que corren, una izquierda que ya no cuestiona como antaño el sistema en su conjunto sino que se disgrega en mil luchas sectoriales (ecologistas, feministas, indigenistas, etc.). Esta izquierda se ha refugiado bajo el paraguas del Movimiento Antiglobalización, un movimiento que como toda tendencia «contra algo» [62] se caracteriza por la indefinición ideológica y por hacer extraños compañeros de cama. Uno de los sectores más activos dentro de este cajón de sastre son los movimientos de base identitaria como los nacionalismos patrios, que aprovechan la coyuntura para pescar en río revuelto nuevos adeptos y aliados de su causa; y de paso mantienen el error de la izquierda de creer que los nacionalismos (o mejor dicho, ciertos nacionalismos [63]) pueden ser revolucionarios. Uno de los más ubicuos gurús de este movimiento es Carlos Taibo, ilustre nacionalista gallego que ha escrito un libro en el que afirma que los nacionalismos periféricos emanan del pueblo y por ello son progresistas (ya hemos visto cuánto) mientras que el español es burgués y reaccionario; con esa peculiar visión del mundo no es extraño que este individuo escribiera en 1999 en el periódico Rojo y Negro en favor del narcotraficante y fascistoide Ejército de Liberación de Kosovo al que comparó con las guerrillas marxistas latinoamericanas y que, por otra parte, en su libro Para entender el conflicto de Kosova describiera a los serbios como un pueblo biológicamente inclinado a la violencia. Ni Hitler ni su amigo el Papa Pío XII habrían enunciado de manera tan descarada su racismo antiserbio.

En perfecta simbiosis con el nacionalismo dentro de esta nueva «izquierda» cripto-reaccionaria, y como ramificación del ecologismo más pasado de rosca, se ha desarrollado de un tiempo a esta parte una corriente de pensamiento tecnófoba, exaltadora de lo rural y del mundo preindustrial. El problema del «antiindustrialismo» es que, por mucho que algunos intenten darle cabida en el Movimiento Libertario, se parece demasiado al carlismo. No hay más que tomar en consideración a uno de sus popes, Félix Rodrigo Mora, un individuo que admite abiertamente que su ideal es «la sociedad rural gallega» y cuyos guiños al carlismo (es sintomática su obsesión contra el Sur, los liberales y las Cortes de Cádiz… ¡coincidiendo con Sabino Arana!) son harto sospechosos. Y eso por no hablar de John Zerzan, padre de ese engendro llamado «primitivismo» [64] cuyo ideal son las sociedades de cazadores-recolectores del Paleolítico y que incluso propone destruir el lenguaje, engendro que, de nuevo, algunos pretender hacer pasar por anarquismo. Aquí, como en el caso del nacionalismo, la idealización del pasado y el anacronismo son la tónica general. Todo esto explica que últimamente en la propaganda libertaria se puedan leer ejercicios de anacronismo como éste:

«Las gentes de Castilla disfrutaron durante varios siglos de una estructura social fundamentada en el “Concejo Abierto” o asamblea popular soberana que realizaba la gestión de todos los bienes comunales y del autoabastecimiento de los montes (como ejemplo destacable, la Carta Foral Conquense del año 1189). Los bienes comunales pertenecían al común de los vecinos y estos constituidos en asamblea soberana tenían la capacidad de decisión y de gestión, sin subordinarse a ningún otro núcleo de toma de decisiones o centro de poder, siempre y cuando todos estos recursos fueran destinados al autoabastecimiento en forma de bienes de uso y nunca productos destinados al mercado. La conservación y mejora de los montes, aguas, hierba, flora, fauna, suelo y otros, formaban parte del quehacer concejil.» [65]

Las gentes de Castilla, para empezar, por la falta de progreso científico y técnico podían considerarse afortunadas si llegaban con vida a los 40 años de edad. Por otra parte, las Cortes y concejos medievales nada tenían que ver con los parlamentos de las democracias modernas y mucho menos con las asambleas del Movimiento Libertario como se insinúa aquí. En dichos órganos estaban representados los tres estamentos de la sociedad de la época, a saber, los nobles, el clero y el Tercer Estado, este último representado únicamente por la clase adinerada, o sea, la burguesía. Además, el pueblo llano era siervo de la gleba y estaba sometido a la tiranía de los señores feudales. La conciencia ecológica todavía no existía y se roturaban amplias zonas boscosas sin piedad. Finalmente, Castilla era un reino cristiano de la «Reconquista» en el que sus gentes, instigadas por la Iglesia Católica, perseguían a judíos y musulmanes sin complejo de culpa pues el concepto de libertades civiles y de respeto a las minorías tampoco existía en el Medievo.

En el fondo, el anarquismo no puede hacer otra cosa que chocar con la «izquierda» antiglobal porque parte de bases filosóficas radicalmente opuestas. El Movimiento Libertario es hijo de la Ilustración, es racionalista y universalista y busca construir su utopía en el futuro. Por otra parte, es socialista y, por ende, no niega la industrialización ni el progreso técnico, sino que pretende que del progreso se beneficie toda la humanidad. Las bases filosóficas de esta «izquierda» posmoderna, al igual que las del nacionalismo (que es parte esencial de aquélla), derivan del romanticismo tardío [66], exaltador de particularismos, forjador de mitos, difusor de supercherías y obsesionado con el pasado, en donde sitúa su paraíso perdido, igual que las religiones (ejemplo: el cristianismo) y el pensamiento reaccionario en general (ejemplos: el carlismo, el fascismo [67]). De hecho, la Iglesia Católica, a través de sus ONGs, es el poder que más tajada saca de la lucha antiglobal; es muy cierto que para la Iglesia «otro mundo es posible»: el mundo precapitalista dominado por el oscurantismo religioso… ¡justo el mundo con el que fantasean nacionalistas y antiindustrialistas!

Frente a la histeria tribalista e identitaria, frente a este intento de hacernos regresar al oscurantismo del pasado, el Movimiento Libertario debe reivindicar una vez más el espíritu racionalista y universalista del internacionalismo obrero originario y decir bien alto que otra globalización es posible: la globalización socialista y libertaria. Sólo así devolveremos el esplendor a aquella vieja máxima apátrida: «Mi patria, el mundo. Mi familia, la humanidad». Porque el nacionalismo es una peste para la humanidad… ¡QUE ARDAN TODAS LAS PATRIAS!

17/02/2011
G.A.S.

NOTAS:

[62] Sirva como ejemplo para ilustrar esta idea el antifascismo, movimiento que lo mismo puede englobar a un anarquista, a un marxista o a un liberal.

[63] Es muy curioso el independentismo selectivo de nuestra izquierda más folclórica. Hay que recordar que durante las guerras de la ex Yugoslavia la izquierda patria, debido a sus influencias abertzales, defendió la autodeterminación de croatas, bosnio-musulmanes y albano-kosovares (a pesar del pasado pro-nazi de estos nacionalismos)... pero los serbios que querían seguir viviendo dentro de la antigua Federación Yugoslava ¡esos no se podían autodeterminar!

[64] El primitivismo es un derivado de ese movimiento irracionalista y reaccionario de los 90 llamado New Age. Es muy recomendable leer el informe de Red Voltaire titulado «El pretexto climático» en el que Thierry Meyssan desvela como el ecologismo milenarista que hoy padecemos fue ideado entre otros por Maurice Strong (un empresario del círculo de los Rockefeller) y sus amigos en el Baca Ranch en Nuevo México (EE UU), lugar que sirvió de laboratorio en el que se mezcló ecologismo, esoterismo y religión (especialmente budismo) para difundir entre los sectores sociales más preocupados por el medio ambiente una nueva doctrina por la cual «el hombre pecador ha sucumbido ante la tentación industrial y debe asumir el castigo divino. Debido al calentamiento climático, que él mismo ha provocado, las aguas pronto cubrirán la faz de la Tierra. El único sobreviviente será Noé, el ecologista, y con él sobrevivirán las plantas y animales que él mismo logre poner a salvo».
http://www.voltairenet.org/article165149.html


[66] No el de Blake, que era entusiasta de la Revolución Francesa, tampoco del de Shelley que era seguidor (y yerno) de Godwin, uno de los primeros pensadores anarquistas, sino el de Walter Scott, político «tory», nacionalista escocés y propagador del mito celta.

[67] Si el ideal del carlismo es volver a la sociedad rural del Antiguo Régimen, el del fascismo es la Antigüedad pagana, de ahí la recuperación de símbolos y gestos del Imperio Romano en la Italia de Mussolini y de las antiguas tribus germánicas en el III Reich.


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