Cuarta entrega de este interesante ensayo de los compañeros del GAS. En este caso ya nos hablan de esa gente que se denomina «nacionalista de izquierdas»... ¡Qué les den!
(Otra globalización es posible)
IV
Los nacionalismos se disfrazan de izquierda
Ya entrado el siglo XX los ideólogos de estos pequeños nacionalismos se dan cuenta de que las masas, cada vez más influidas por ideas socialistas (en una época en la que el Movimiento Obrero es especialmente pujante) desconfían de ellos porque su carácter burgués y conservador se notaba a la legua. Es entonces cuando los distintos nacionalismos patrios empiezan a desarrollar ramas izquierdistas para infiltrarse en las filas del Movimiento Obrero. Esto no es nada extraño, también la Iglesia Católica ante el avance del socialismo y el laicismo que éste implicaba se sacó de la manga el cristianismo de base y los curas rojos. En ambos casos la estrategia es clara: se trata de crear un movimiento con un barniz izquierdista que oculte un núcleo central reaccionario. Puro confusionismo ideológico.
Sin embargo, al principio el Movimiento Obrero no cae en la trampa. Así, Anselmo Lorenzo, padre del anarquismo español, ya a principios de siglo arremete contra la demagogia nacionalista en un artículo titulado «Ni Catalanistas ni Bizkaytarras». Lorenzo primero desmonta la falacia del «hecho diferencial» que hace a los nacionalistas reclamar derechos especiales o, dicho de otra manera, privilegios para su pretendida nación:>
«Cataluña y las Provincias Vascas tienen de seguro fundados motivos de queja contra el Estado español, como lo tienen todas las demás regiones y provincias, aunque no se quejen; como lo tienen todos los individuos.»
Da en el clavo Lorenzo cuando explica bien claro cómo para lo único que quieren los líderes nacionalistas a los obreros es para que hagan de carne de cañón en la guerra en la que se emancipe de España su pequeña patria, que será un nuevo Estado con burgueses y proletarios, capitalismo y policías. Citamos literalmente:
«(…) el catalanista (...) esto también el bizkaytarra, echan pestes contra el madrileño, pobre diablo que en la asamblea de las regiones viene a ser lo que el burro en la de los animales, y lejos de censurar al Estado por lo que como tal institución tiene de absorbente, tiránica y odiosa, aspiran a fundar nuevos Estados más pequeños, en que ellos, los propagandistas de hoy y los gobernantes de mañana, conserven sin alteración los mismos males que la sana crítica halla siempre en todos los Estados.»
Y remata magistralmente el artículo remitiéndonos al internacionalismo propugnado por la I Internacional, separando la liberación nacional, que es cuestión de la burguesía nacionalista, de la liberación de clase, que es el auténtico problema del proletariado. Además, advierte que la política nacionalista tiende a destruir la solidaridad de clase entre los trabajadores pues los líderes nacionalistas de turno intentarán convencer a los trabajadores de sus «patrias» respectivas que el enemigo es el trabajador español:
«Al seguir a catalanistas y bizkaytarras, los trabajadores que tal hiciesen por lo pronto sólo conseguirían desvirtuar con los hechos aquella gran verdad tiempo ha reconocida: “La emancipación de los trabajadores no es un problema local (ni regional añado yo) ni nacional”, y se harían enemigos de los trabajadores de otras regiones, incluso los de Madrid, donde también hay obreros, aunque otra cosa quieran hacer creer los catalanistas y bizkaytarras que llevan un madrileño montado en la nariz.» [38]
Uno de los primeros pasos en la invención de un nacionalismo «de izquierdas» los da el nacionalismo catalán con la creación de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Del falso izquierdismo de la Esquerra da cuenta Jacinto Toryho, miembro de la CNT y de la FAI y director del periódico Solidaridad Obrera, al afirmar que la Lliga Regionalista (catalanistas de derechas) y ERC (catalanistas de izquierdas)
«en lo social no eran fracciones diferentes, sino dos expresiones reaccionarias a las que solamente separaba un matiz partidista electorero [39]».
Según José Peirats, uno de los objetivos de la Esquerra era neutralizar la poderosa influencia de la CNT en Cataluña, organización que por su carácter internacionalista constituía un obstáculo para los planes separatistas de los nacionalistas catalanes. ERC incluso llegó a formar una organización específicamente obrera y catalanista, la Federación Obrera Catalana (FOC), rival de los «murcianos» [40] de la CNT pero fracasó. Entonces el catalanismo de «izquierdas» empezó a difundir la idea de que el anarcosindicalismo era algo extranjero, de importación [41]. Peor aún: cuando la II República le concedió competencias en orden público a la Generalitat los nacionalistas, en el gobierno autonómico, formaron un cuerpo parapolicial integrado por miembros de las juventudes de Estat Catalá (facción mas extremista de la Esquerra), los «escamots», que secuestraron, torturaron y asesinaron con total impunidad a no pocos militantes de la CNT y la FAI bajo el mandato del Consejero de Gobernación de la Generalitat Josep Dencás (ya advirtió el presidente Lluis Companys, según contaba el destacado militante ácrata Juan García Oliver, que a los anarquistas, especialmente a los de la FAI, había que «apretarles los tornillos» [42]). De Dencás, por cierto, Toryho escribió:
«Dencás era un separatista que odiaba a España con fervor satánico. Poseía todos los rasgos que el psiquiatra halla en el paranoico. Con anterioridad a la República había militado en la Lliga. Luego se pasó a la Esquerra y Estat Catalá. Siendo diputado de las Cortes Constituyentes, su pueril fervor antihispánico le llevó a desgarrar con una hoja de afeitar los escudos de la República Española que había grabado en los pupitres de los escaños correspondiente a Esquerra Catalana.»
Por su parte, Joaquín Maurín, militante del POUM opinaba de este personaje lo siguiente:
«Dencás, jefe de la fracción de “Estat Catalá”, turbio en sus propósitos, no podía ocultar sus intenciones deliberadamente fascistas. Todo su trabajo de organización y toda su actividad política tendían hacia un objetivo final: un fascismo catalán. Su declaración de guerra a los anarcosindicalistas, sus “escamots” de camisas verdes regimentadas, todo eso tenía un denominador común: el nacional socialismo catalán.» [43]
Aquí habría que añadir que Josep Dencás, había ido hasta Italia para buscar el apoyo de Mussolini para la causa catalanista [44], de hecho los «escamots» por él creados eran una opia de las milicias fascistas mussolinianas.
No parece, pues, que los nacionalistas catalanes hicieran un gran servicio a la II República. De hecho, siempre estuvieron conspirando contra ella como demuestra el conato de secesión de octubre de 1934, que fracasó gracias al desmarque de la CNT, que tenía pensado secundar la insurrección de Asturias pero que desconvocó todas las acciones para que los nacionalistas no aprovecharan la confusión para pescar en río revuelto. Esto hizo a la CNT ganarse la antipatía de ERC, cuya facción Estat Catalá se alió con los estalinistas del PSUC para atacar a la CNT durante los «sucesos de mayo del 37» en los que murió más gente que durante el 19 de julio del 36.
Hay que decir, no obstante, que el ejemplo de la CNT en Cataluña no cundió en buena parte de la izquierda no nacionalista. Así el estalinismo, siempre jugó con dos barajas, la centralista con el PCE y la separatista con el PSUC en Cataluña. Tampoco se salva el POUM, partido que estaba formado por dos facciones marxistas críticas con Moscú, una de las cuales, el Bloque Obrero y Campesino, había tomado parte en el intento de secesión de Cataluña en 1934. No es extraño que Trotski desconfiara de esta formación política, que nunca llegó a formar parte de la IV Internacional. De hecho, el mítico líder bolchevique describió la ideología del ya citado Maurín, dirigente del Bloque Obrero y Campesino, como «nacionalista-provinciana y pequeño burguesa» además de un «galimatías ecléctico» [45]. No es de extrañar, pues, que el trotskismo patrio posterior haya tenido tanto lastre nacionalista (recordemos que parte de una de las más emblemáticas formaciones trotskistas de la década de los 70, la Liga Comunista Revolucionaria, procedía de una escisión de ETA V Asamblea).
Pero tras el triunfo franquista en la Guerra Civil, el panorama cambia. Por un lado, la represión de la dictadura de Franco se cebó no sólo en socialistas, comunistas y anarquistas, sino también en los nacionalistas periféricos, a pesar de que muchos de ellos, como hemos visto, ideológicamente no estaban lejos del franquismo. Por otro lado, el Eje es derrotado en 1945 y la propaganda aliada airea el horror al que había llegado el nacionalismo etnicista de los nazis. A partir de entonces, los nacionalismos adoptan una apariencia más izquierdista (¡hasta una parte del carlismo se declaró «socialista» y «autogestionario» cuando Franco lo marginó del Poder!) y purgan su mensaje de contenidos racistas. Desde la clandestinidad nuestros nacionalistas se suben al carro de las luchas de «liberación nacional» del Tercer Mundo, especialmente desde finales de los 50 por la influencia de la Revolución Cubana, construyendo a partir de ese momento falsas analogías entre las colonias del Tercer Mundo y el País Vasco y Cataluña, algo ridículo pues, como ya se ha dicho, las burguesías catalana y vasca eran las más ricas de España y mantenían con el resto de las regiones más pobres del país (Extremadura, Andalucía, algunas zonas de las dos Castillas, etc.), de las que recibía una mano de obra barata para su industria, una relación casi colonial. Y no tuvieron ningún reparo nuestros independentistas en declararse «marxistas» a pesar de que Marx había dejado bien claro el carácter reaccionario de los movimientos que luchan por la vuelta a las pequeñas nacionalidades basadas en fronteras feudales dentro de los estados modernos europeos. Y con la llegada de la democracia y el nuevo Estado de las Autonomías las reivindicaciones de las «nacionalidades históricas» se hace omnipresente en todos los programas de izquierda. Tanto es así que incluso en el Movimiento Libertario hubo un fuerte debate que no se reflejó en sus acuerdos aunque sí en su prensa. Según explicaba Juan Gómez Casas en 1982:
«Las preocupaciones nacionalistas derivadas de las autonomías irrumpieron también en la CNT y en el Movimiento Libertario en nuestro tiempo. Aunque el tema no llegó a ser tocado en ningún pleno nacional de regionales ni en los congresos de este tiempo, por estar perfectamente definidas en las previsiones ideológicas de la organización las alternativas federalistas, en sí plenamente libertarias, la polémica sobre nacionalismo sí saltó también a las páginas de nuestros periódicos. Por parte de algún compañero la historia, la lengua y la cultura eran factores a tener en cuenta en las polémicas en curso. Personalmente mantuve algunas en el periódico CNT y el tema fue objeto de sustancial análisis en el editorial del número 109 de Solidaridad Obrera del 4 de abril de 1982. Se afirmaba aquí: “En este editorial no se trata este tema por casualidad. Se trata porque creemos que en sectores de la organización se plantea, se analiza y se discute sobre nacionalismo. Este debate sería absurdo ocultarlo o negarlo. Es más positivo contribuir a fomentarlo y a que se tomen posturas claras” El editorial afirmaba después que la CNT es una organización que se creó y funciona bajo esquemas federalistas, por lo que las personas y organizaciones que forman la CNT se han unido entre sí de forma totalmente libre. Luego se decía que el proyecto de sociedad que se planteaba la CNT era también federalista, es decir, equivalía a la unión libre de personas y estructuras que componen esa sociedad. Porque “sería erróneo y peligroso el permitir que la pertenencia a la misma comunidad cultural, lingüística y geográfica de un obrero y su patrón, amortiguara, escondiera u oscureciera el enfrentamiento fundamental de intereses y de aspiraciones entre un patrón y un obrero, entre un explotado y su explotador”. También porque un Estado, sea de la nacionalidad que sea, es siempre un instrumento de presión. No olvidemos que las burocracias estatales, hablen la lengua que hablen y lleven la bandera o el uniforme que lleven, sean nacionalistas o no, son un brazo de represión.» [46]
No obstante, aunque el nacionalismo tras la Transición haya ocultado su vena racista, su propensión a la xenofobia y su horror patológico al mestizaje siguen bien patentes en su discurso. Así Heribert Barrera, histórico dirigente de ERC en una entrevista concedida al diario La Vanguardia del 1/03/2001 llegó a sumarse al discurso del PP o incluso al de Democracia Nacional al aconsejar a los inmigrantes que se quedaran en su país, ya que según él,
«Ésa es la amenaza de la inmigración para el futuro del catalán: hoy se usan catalán y castellano casi por igual, pero si sigue este flujo inmigratorio..., el catalán desaparecerá. (…) Si desaparece el catalán, desaparece la identidad catalana: desaparece Cataluña.»
Esto es muy típico del nacionalismo, a saber, la obsesión por abstracciones metafísicas, como el preocuparse más por la conservación de un rasgo cultural (la lengua en este caso) que por el bienestar de los individuos de carne y hueso. Lo cierto es que estos rasgos culturales están constantemente cambiando, para desgracia de la mentalidad inmovilista de los nacionalistas, que tienen un concepto absolutamente estático (¡e irreal!) de la «cultura». Esto es muy propio del pensamiento conservador, que se refugia en el pasado cuando le asustan los cambios del presente. De ahí que Barrera afirme:
«La Cataluña que más me gusta es la de antes de la guerra.»
Sin embargo, el mestizaje avanza por mucho que le pese a un nacionalista como Heribert Barrera, quien ante la pregunta de si le molestaría ver mezquitas en su patria responde:
«No por la religión, que yo soy agnóstico, sino porque significaría un cambio cultural y social de mi país, y yo no deseo eso. (…) Mejor iglesias que mezquitas, puesto que tenemos la cosa así. Es mejor un reparto geográfico de las doctrinas: allí, mezquitas; aquí, iglesias. ¿Para qué mezclarlo todo? ¡Cada cosa en su sitio!»
Pasando por alto lo sui géneris de su agnosticismo (ya hemos explicado la estrecha conexión nacionalismo-Iglesia), he aquí de nuevo el eterno leitmotiv del nacionalismo, la segregación de los seres humanos por «culturas». Cada oveja con su rebaño.
Y ese eterno odio al mestizaje es el que mueve el último proyecto conjunto de nacionalistas patrios y de allende los Pirineos, la llamada «Europa de los Pueblos». Se trataría de dar voz (o más bien poder) a las pequeñas nacionalidades «aplastadas» por los grandes estados mestizos de la Unión Europea. Y para ilustrar el asunto se ha llegado a editar una suerte de mapa «étnico» en el que se indica cuál es el hábitat de cada nacionalidad. Lo que no dicen nuestros nacionalistas es que este tipo de proyectos no es nuevo. Ya un personaje como León Degrelle, un destacado miembro de las Waffen-SS belgas, y otros correligionarios nazis idearon al final de la II Guerra Mundial un plan para dividir Europa en pequeñas nacionalidades que impidiera todo mestizaje. Degrelle, que se refugió en la España franquista, criticó del estado español su carácter mestizo, tan contrario al espíritu del Mein Kampf de Hitler [47]. Y en 1973 en un acto en Madrid presidido por la señera catalana y un pendón de Castilla, formó su propio partido, CEDADE, una organización neonazi que abogaba por la disolución de España en pequeños estados «étnicos», coincidiendo así con nuestros nacionalistas de «izquierdas» [48].
NOTAS:
[39] Toryho, Jacinto: Del triunfo a la derrota, ed. Argos Vergara, 1977.
[40] Según José Peirats en Los anarquistas en la crisis política española (1869-1939): «los nuevos políticos catalanes [nacionalistas] explotaban la xenofobia más vulgar propagando que la CNT estaba compuesta exclusivamente de muertos de hambre procedentes de las zonas paupérrimas del sur de España. En cabeza de estos inmigrantes estaban los oriundos de Murcia.»
[41] ¿No recuerda esto a los razonamientos del nacionalista ultraderechista Sabino Arana cuando decía que las ideas liberales o socialistas no eran propiamente vascas sino que habían sido traídas por el invasor «maketo»? ¿En qué se diferencia el nacionalismo de izquierdas del nacionalismo de derechas? Tan sólo en el envoltorio.
[43] V. nota 39.
[44] Con todo, éste no fue el único contacto de nacionalistas con las potencias fascistas; también el Lehendakari vasco en el exilio, José Antonio Aguire, en plena II Guerra Mundial viajó a la Alemania nazi a buscar el apoyo del III Reich para el proyecto de independencia del País Vasco. Allí, por cierto, entre misa y misa, Aguirre cenó con diplomáticos del gobierno de Franco.
http://tellagorri.blogspot.com/2007/05/lehendakari-aguirre-visita-hitler.html
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[46] Gómez Casas, Juan: Relanzamiento de la CNT (1975-1979), Móstoles, CNT-AIT, 1984.
[47] «Repugnante me era el conglomerado de razas reunidas en la capital de la monarquía austriaca; repugnante esa promiscuidad de checos, polacos, húngaros, rutenos, serbios, croatas, etc. y, en medio de todos ellos, a manera de eterno bacilo disociador de la humanidad, el judío y siempre el judío.» Así describía Hitler en su Mein Kampf el mestizaje existente en su país natal: Austria.
http://radioislam.org/historia/hitler/mkampf/pdf/spa.pdf
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[48] Un proyecto análogo se halla reflejado en el libro Red In The Face de James Ridgeway. En él se encontrarán unos interesantes mapas étnicos de los EE UU que representan el ideal de segregación racial del Ku Klux Klan. En ellos la extrema derecha americana ubica a cada «etnia» (blancos, afroamericanos, judíos, etc.) en un territorio perfectamente delimitado, manteniendo siempre la «raza caucásica» el control sobre las tierras más fértiles y extensas.
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http://grupostirner.blogspot.com/2011/02/que-ardan-todas-las-patrias.html
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