lunes, 9 de junio de 2014

Intersexualidad


Por VANESSA BAIRD

«Si soy así, Dios sabrá por qué... Si me siento bien, ¿por qué querría cambiar?
Así es como crecí, ¿por qué buscar algo distinto?».

Bonny, un intersexual o guevedoche, en la República Dominicana,
hablando con Rolando Sánchez en el documental Guevote.[1]

En muchas partes del mundo están en marcha campañas contra la mutilación genital femenina (MGF), también conocida como circuncisión femenina. Las organizaciones de derechos humanos describen la práctica como una violación de los derechos de niñas y mujeres. La MGF ha constituido un motivo para conceder peticiones de asilo.

Sin embargo, existe una forma de mutilación genital que continúa realizándose hoy en día en muchos países del mundo, con más frecuencia en el rico Occidente. Muchos de nosotros ni siquiera sabemos que está pasando. Tiene lugar en condiciones de secreto, oculta bajo la respetabilidad de la práctica médica occidental. Se suele realizar a los niños pequeños, quienes no pueden dar su consentimiento, y es llevada a cabo legalmente por profesionales médicos. Algunas veces no se informa correctamente a los padres.

Estamos hablando de la mutilación genital intersexual o MGI. En los círculos médicos se suele llamar «cirugía correctiva» y ha sido practicada durante más de cuarenta años en la mayoría de los países industrializados.

¿Cirugía «correctiva» o mutilación?

Las personas intersexuales, antiguamente llamados «hermafroditas», nacen normalmente con genitales a medio camino entre lo masculino y lo femenino. Estos nacimientos son más frecuentes de lo que la mayoría de la gente imagina. Según la Sociedad Intersexual de Norteamérica, uno de cada 2.000 bebés nace con genitales ambiguos, lo que puede deberse a muchas causas. Más de dos mil «operaciones correctivas» se realizan a estos pacientes en los Estados Unidos cada año.[2] La cirugía comienza normalmente con bebés de menos de 18 meses y puede continuar durante toda la vida del paciente. No es raro que los pacientes intersexuales tengan que pasar por 30 operaciones o más, muchas de ellas para corregir los efectos de anteriores operaciones.

Durante su infancia los intersexuales pasan por múltiples exámenes, operaciones, dolores e infecciones sin recibir explicaciones. En muchos casos estos niños se «pierden en el seguimiento» de la profesión médica. Esto quiere decir que no hay datos médicos fiables para valorar los efectos de la cirugía o para proporcionar consejo para el futuro.

Pánico social

Los grupos reivindicativos y de apoyo a los intersexuales están al menos agrupando a personas a ambos lados del Atlántico. Sus conclusiones cuestionan directamente muchas de las presunciones de la profesión médica.

Los cirujanos admiten que están respondiendo a una «emergencia psico-social» más que médica. Sólo en contadas ocasiones se reúnen las condiciones en las que «corrigen» a vida o muerte o siquiera por necesidad médica. Algunos padres puede que ni siquiera hayan detectado un problema.

Éste es el proceso usual: los bebés que nacen con genitales ambiguos pasan por muchos exámenes para determinar qué sexo debe asignárseles. La decisión está basada en criterios tales como la habilidad para crear genitales cosméticamente unívocos y funcionales con los tejidos existentes. El tamaño de los genitales es muy importante. Los criterios de normalidad son: un pene de al menos 2,5 centímetros, un clítoris de menos de 0,9 centímetros. Una vez que se ha realizado la determinación, se les pone un nombre a los bebés y se rellena la partida de nacimiento. Se da instrucciones a los padres para que traten al bebé como corresponde al sexo escogido, sin ninguna ambigüedad. La cirugía se realiza antes de los 18 meses para lograr que los genitales cuadren, tanto como sea posible, con el sexo asignado. A menudo la cirugía se realiza en bebés muy pequeños: las niñas de seis semanas pueden operarse para profundizar sus vaginas. Y esto es sólo el comienzo: a menudo les espera un rosario de operaciones que dura toda la vida.

La bibliografía médica se refiere a los genitales ambiguos como «deformes» antes de la cirugía y «corregidos» después Pero la experiencia detallada por los intersexuales que pasaron por ello en su infancia sugiere más bien lo contrario. Muchos hablan de una sensación de estar «intactos» antes de la cirugía y mutilados después. Dieron su consentimiento en pocas ocasiones —la mayoría eran demasiado jóvenes en cualquier caso— y con frecuencia se les mintió para conseguirlo.

Un ejemplo bastante típico es el que narra una mujer a la que, cuando su cuerpo comenzó a cambiar a los doce años, le dijeron que necesitaba operarse para extirpar sus ovarios porque tenía cáncer. Lo que sucedió en realidad durante la operación fue que le extirparon el clítoris y los testículos que acababan de descender.[3] Este ejemplo muestra cuán profundo es el pánico social en lo referente al género. ¿Qué otra cosa podría inducir a adultos responsables a decir a una niña que tenía cáncer a sabiendas de que no era cierto?

Los profesionales médicos que practican la MGI argumentan que ellos sólo tratan de ayudar a los niños y a sus padres. Laurence Baskin, profesor asociado de urología y pediatría estadounidense, afirma: «La mayoría de estos pacientes han hecho bien. Nunca hubieran sido fértiles como varones. Hubieran tenido un pene pequeño no funcional. Si les dejas un clítoris grande no parecerán niñas. La mayoría de los pacientes no quieren un clítoris que parece un pene. La gente quiere parecer normal. Estoy tratando de ayudar a los chicos». Añade que tener un hijo intersexual es también «muy perturbador para los padres».


Cheryl Chase nació «intersexual» en 1956, con órganos sexuales ambiguos
que le fueron operados. Después de conocer su pasado, Chase fundó
la Sociedad Intersexual de Norteamérica, en 2000, esperando poner fin a la
vergüenza y al secreto que rodea a la intersexualidad y acabar con el tipo
de cirugía que la dejó marcada e incapaz de tener un orgasmo.

En esto está de acuerdo Cheryl Chase, fundadora de la Sociedad Intersexual de Norteamérica: «Es muy perturbador. Y cuando la gente está realmente perturbada, no es el momento de tomar decisiones importantes irreversibles».[4]

La Sociedad Intersexual no se opone solamente a la cirugía. Propone también que los padres reciban asesoramiento y que se les ponga en contacto con otros padres de niños intersexuales. Cree que se debería asignar un sexo al niño, darle un nombre que se corresponda con el sexo y educarle dándole explicaciones acerca de su condición adecuadas a su edad. Según Howard Devore, psicólogo de San Francisco que también nació intersexual: «El niño afirmará su identidad de género entre los seis y los diez años». Y también hay que mencionar la cuestión ética del consentimiento, como señala Chase:

«El paciente es el niño, ¡no los padres! El género no es tan frágil como para que se necesite cirugía cosmética tan pronto. La identidad de género no se derrumbaría por preguntarle al niño sobre ello».

Hay cuestiones legales también. En 1999 la Corte Constitucional de Colombia se pronunció en dos decisiones que restringen significativamente la capacidad de padres y médicos para recurrir al bisturí cuando los niños nacen con genitales atípicos. Era la primera vez en cualquier parte del mundo que un alto tribunal consideraba que la Mutilación Genital Intersexual es una violación de los derechos humanos. El tribunal colombiano iba aún más lejos al reconocer a las personas intersexuales la condición de minoría, que disfruta de protección del estado contra la discriminación, y que todo individuo tiene el derecho constitucional a definir su propia identidad sexual. Es interesante que el tribunal colombiano basase su dictamen en la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. La corte afirmó:

«Los estados intersexuales interpelan entonces nuestra capacidad de tolerancia y constituyen un desafío a la aceptación de la diferencia. Las autoridades públicas, la comunidad médica y los ciudadanos en general tenemos pues el deber de abrir un espacio a estas personas, hasta ahora silenciadas (...) A todos nosotros nos corresponde escuchar a estas personas y aprender no sólo a convivir con ellas sino aprender de ellas». [5]

Sydney Levy, de la Comisión Internacional de Derechos Humanos de Gays y Lesbianas (IGLHRC), respondió: «Esperemos que los activistas de los derechos humanos en todo el mundo sigan el mandato de la corte. La mutilación es una tortura se mire como se mire».

Viva la diferencia

Los niños intersexuales no son rechazados ni «corregidos» en todas partes del mundo. Las reacciones a los genitales ambiguos varían de acuerdo con la cultura y en los países menos ricos, menos industrializados y con menos medios sanitarios la gente tiende a ser más receptiva.

En la India los hijras tienen una larga historia. Conocidos como una casta del «tercer género», «hijra» se traduce como hermafrodita, eunuco u «hombre-mujer sagrado y erótico». Algunos nacen intersexuales, otros son castrados. Muchos hijras de nuestro tiempo trabajan en la prostitución. Otros viven como cobradores de deudas. Y algunos han entrado en la política. Una política hijra famosa es Shabna Nehru, quien afirma pertenecer a ambos sexos, aunque fue educada como niña. Según Nehru, la condición dehijra no es obstáculo para la vida política. «Se necesita cerebro para la política, no genitales. » Sostiene que los hijras son menos susceptibles de corrupción nepotista que las personas más convencionales.[6]

En la otra punta del mundo, en la República Dominicana, se da la aceptación cultural de la diversidad de género. En los años 70 se descubrió una forma exótica de pseudohermafroditismo en un grupo de habitantes de una zona rural. Veintitrés familias completas estaban afectadas.[7] La familia del intersexual Chi Chi es una de ellas. En el documental Guevote, del cineasta Rolando Sánchez, la madre de Chi Chi explica que de sus diez hijos, tres son niñas, tres son niños y cuatro son «de esa condición especial».

«Sabía que esta clase de cosas existía antes de tener mis propios hijos. Pero jamás pensé que me pasaría a mí. (...) les dije que aceptaran su destino, pues Dios sabe lo que hace y les dije que los hombres de verdad a menudo no consiguen tanto como aquellos que nacieron como muchachas. Y así fue. Mis hijos que son hombres verdaderos no han conseguido tanto como los otros».

La explicación médica para este fenómeno es que, mientras están en el útero, algunos bebés masculinos son incapaces de producir la testosterona que ayuda a desarrollarse a los genitales externos masculinos. Nacen con un escroto parecido a labios, un pene parecido a un clítoris y testículos que no han descendido. De primeras estos niños son tomados por mujeres y educados como tales. Pero como genéticamente son varones, comienzan a desarrollar características masculinas en la pubertad, con crecimiento del pene y descenso de los testículos. Por esta razón son conocidos localmente como guevedoche o «huevos a los doce».

Afortunadamente, estos niños no llamaron la atención de la profesión médica occidental con su obsesión por la «cirugía correctiva». Un equipo de investigadores dirigido por Julliane Imperato-McGinley los estudió y concluyó que en un ambiente tolerante sin intervención social, el niño desarrollaría naturalmente una identidad de género masculina en la pubertad, a pesar de haber sido educado como mujer. De hecho, algunos lo hicieron y otros, no. Chi Chi y Bonny lo hicieron, pero una tercera, Lorenza, no. Como explica Bonny, Lorenza «tenía más oportunidades como mujer. Muchos hombres se enamoraron de ella. Ella siempre vestía como mujer y tenía el cabello muy largo. A ella le gustaba cuando los hombres se enamoraban de ella. Por eso ella quiso quedarse como una mujer y no volverse un hombre».

La aceptación social de personas como Chi Chi en la comunidad se refleja en sus palabras: «Yo soy lo que yo siento. Nací como chica y esa chica murió un día y nació un chico. Y el chico nació de esa chica en mí. Estoy orgulloso de lo que soy. De hecho, mucha gente nos envidia».

Resistiéndose al bisturí

El mundo rico y feliz con el bisturí podría aprender muchas cosas del planteamiento de dejar vivir de culturas más tolerantes. Los activistas de los Estados Unidos y Europa se apoyan mutuamente para romper el silencio. Un hombre que contribuye a la Asociación Intersexual del Reino Unido descubrió ya de adulto que tenía un primo y un tío de la misma condición en los Estados Unidos. Nadie en su familia había pensado en contárselo.

En 1994 Cheryl Chase y otros comenzaron a reunir historias en un boletín llamado Hermaphrodites with Attitude. Más gente está tratando de completar sus propias historias sobre lo que les ocurrió de niños. Es irónico que uno de los mejores ejemplos de la locura de la «cirugía correctiva» en los niños sea el mismo ejemplo que se suponía que debía probar su éxito. En 1963, un equipo aconsejado por el profesor John Money, de la Universidad John Hopkins, de los Estados Unidos, practicó la cirugía correctiva a un bebé que había perdido su pene en un accidente durante la circuncisión. Al niño se le practicó cirugía plástica para hacer que sus genitales parecieran femeninos y en la pubertad fue tratado con hormonas femeninas. Entre 1973 y 1975 Money comunicó un resultado completamente favorable y este fue el caso de referencia durante las dos siguientes décadas de tratamientos. El caso del niño se convirtió a partir de entonces en un caso de «seguimiento perdido».

Lo que sucedió en realidad fue que, a pesar de la cirugía y la educación como niña, el niño no se sentía una niña en absoluto. A la edad de doce años abandonó las píldoras de estrógenos que le prescribían. Rechazó la cirugía para profundizar su vagina que le habían abierto cuando tenía 17 meses. A la edad de 14 años convenció a los médicos locales para que le realizaran una mastectomía, una faloplastia y le proporcionaran hormonas masculinas. Ahora vive como hombre.



NOTAS:
[1] Zachary I. Nafaf, «Whatever I feel», New Internationalist, abril de 1998.
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Althaea Yronwode, «Intersex individuals dispute wisdom of surgery on infants», www.luckymojo.com, publicado el 11 de marzo de 1999 en Synapse, periódico del campus de la Universidad de California en San Francisco, Escuela Médica.
[5] Informe mundial de la ILGA, comunicado de prensa conjunto
ISNA/IGLHRC/NCLR, 26 de octubre de 1999.
[6] Vanessa Baird, «Out South», New Internationalist, octubre de 2000.
[7] Zachary I. Nafaf, op cit.

1 comentario:

Piedra dijo...

Pensamiento único y nada que se salga de lo establecido, ni siquiera de forma natural. Viva el NOM y la robotización de la masa.