Texto extraído del tomo primero de la enciclopedía de Salvat Ecología y Vida, del capítulo titulado «La energía nuclear»:
Para entender los efectos que la radiactividad produce sobre los seres vivos hay que considerarla como un gran aporte de energía que provoca desequilibrios en su desarrollo normal. Así, en una primera etapa y por una serie de complejos mecanismos fisicoquímicos, se produce el fraccionamiento de moléculas orgánicas complejas, entre las cuales se encuentran las proteínas y las que forman los cromosomas. Los cambios en las moléculas van afectando a las células y posteriormente a los tejidos y órganos y al individuo completo. El tiempo que transcurre desde que se recibe la radiactividad hasta que se manifiestan los efectos pueden durar desde decenas de minutos hasta decenas de años, dependiendo de infinidad de factores. En cualquier caso, entre las enfermedades inducida por la radiactividad se encuentran la leucemia y diversos tipos de cáncer que afectan a diferentes partes del organismo (pulmón, mama, tiroides, estómago…), aunque también pueden producirse defectos genéticos entre los descendientes de las personas afectadas.
Atendiendo a la posición de la fuente de radiactividad con respecto al organismo afectado, se suele hablar de irradiación cuando aquella está fuera de éste, y de contaminación cuando se ha incorporado al organismo —por inhalación, ingestión, a través de heridas o por cualquier otro medio—. En todos los casos, la magnitud del efecto sobre los seres vivos se puede expresar a través de la llamada dosis equivalente. Esta magnitud depende de muchos factores: la actividad de la fuente radiactiva, la distancia a los elementos afectados, los blindajes, el tipo de radiación emitida, las partes del organismo sobre las que actúa, etc. La unidad más frecuente empleada para medir la dosis equivalente es el rem, aunque también se usa el sievert (1 sievert = 100 rem).
Los efectos de la radiactividad se agrupan en dos categorías: estocásticos —o probabilísticos— y no estocásticos. Estos segundos aparecen cuando la dosis equivalente supera ciertos valores umbrales y los efectos que conllevan resultan prácticamente independientes del organismo que los sufre. Así, a partir de 100 sievert se produce la muerte en unas horas; a partir de 10 sievert, la muerte sobreviene por lesiones gastrointestinales al cabo de unas semanas; si se superan los 0,5 sievert, se producen efectos en la médula ósea… Cuando las dosis no alcanzan los valores umbrales no puede asegurarse que no se producirá daño. Ello dependerá del historial del organismo, de su propensión a sufrir ciertas enfermedades, así como de la actuación de otros factores de riesgo. Es decir, nunca puede establecerse a priori si un organismo sufrirá cierto daño al recibir esa dosis. Pero, si se dispone de una muestra de organismos suficientemente grande, se puede asegurar que cierto número de ellos sí padecerán sus efectos.
Existe un consenso amplio entre los científicos sobre algunos hechos relacionados: el riesgo de sufrir daños es proporcional a la dosis recibida y, por tanto, no existe ninguna dosis, por pequeña que sea, que pueda considerarse inocua o exenta de riesgos.
Una buena manera de evaluar los riesgos sobre una población concreta es a través de la llamada dosis equivalente colectiva, que se obtiene sumando las dosis individuales de los afectados y se expresa en hombres-rem. De acuerdo con la naturaleza estadística del suceso, a mayor dosis colectiva mayor número de daños. Por encima de las coincidencias cualitativas ya reseñadas, existe una fuerte polémica entre los científicos sobre la cantidad de daños que produce una determinada dosis colectiva. Entre las cifras de los más pesimistas y optimistas existen diferencias muy grandes y no parece que la polémica vaya a solventarse pronto.
Una cosa es cierta: a medida que se ha ido conociendo más en profundidad la radiactividad, se ha visto que los efectos eran más peligrosos que lo en principio estimado. Consecuentemente, con ello los límites legales de protección han ido descendiendo. Así, en 1925 se aceptaba que los trabajadores de instalaciones radiactivas recibieran hasta 46 rem/año. En la actualidad este límite se sitúa en 5 rem/año para los profesionalmente expuestos y en 0,5 rem/año para la población en general. Se aconseja, además, respecto a esta última, no superar los 0,1 rem/año en caso de exposiciones durante toda la vida. Desde hace unos años se viene solicitando, por parte de muchos expertos, nuevas reducciones en estas dosis por considerar que el riesgo es mayor que el hasta ahora supuesto.
Ecología y Vida, Tomo I, SALVAT (1991).
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