... Los padres se sacrifican
por sus hijos de forma regular y voluntaria. Los mantienen alimentados cuando
la comida es escasa, incluso cuando ellos mismos pueden estar hambrientos.
Arriesgan sus vidas con regularidad para proteger a sus crías. Esto no debe
sorprendernos, ya que al hacerlo están consiguiendo el principal objetivo de
sus vidas: la transmisión de sus genes a la siguiente generación. Pero un
animal que se sacrifica a sí mismo altruistamente por otro individuo no
relacionado con él, presenta un gran problema para la teoría evolucionista
aceptada. Por su propia naturaleza, si aparece en un individuo, esta tendencia
al autosacrificio será improbable que pase a la siguiente generación, ya que su
portador dejará menos progenie que otros que actúen más egoístamente. Por
consiguiente, el comportamiento altruista desaparecerá en el transcurso de la selección
natural.
A pesar de todo, existe un animal que, en
ocasiones, parece comportarse de esta forma desinteresada. Por raro que
parezca, se trata del vampiro. Un vampiro se alimenta de sangre y de nada más.
Cada noche necesita beber al menos la mitad de su peso corporal. Conseguirla no
es fácil. El murciélago debe posarse en un mamífero, un caballo o una vaca,
detectar con su nariz sensible al calor el lugar preciso donde hay vasos
sanguíneos próximos a la superficie y entonces rasurar la piel con sus dientes
incisivos triangulares. Su saliva contiene un anticoagulante que asegura que la
herida permanecerá abierta el tiempo suficiente para acabar su comida, así como
un anestésico que reduce la probabilidad de que su víctima sea irritada por
estas operaciones y se lo quite de encima. Para llenar su estómago necesita
beber durante unos veinte minutos. Para hacer todo esto necesita suerte y habilidad,
y un tercio de los vampiros inmaduros en una colonia pueden fallar por completo
en alimentarse cada noche. Incluso el 7% de los adultos experimentados fracasarán.
Si un individuo no obtiene sangre durante dos noches seguidas, morirá.
Las hembras de vampiro viven en pequeños grupos
de alrededor de una docena de ejemplares. Durante la mayor parte del año tienen
con ellas a una joven cría. No sólo les proporcionan leche sino que, cuando
regresan con éxito de una incursión nocturna, regurgitan sangre para ellas.
Pero en el dormidero, un vampiro con el estómago lleno también dará sangre a
otro adulto que no haya conseguido alimentarse. El receptor puede ser un
pariente —una hermana, una hija o una madre—, en cuyo caso el comportamiento es
explicable en términos evolutivos, ya que los parientes comparten una elevada
proporción de sus genes. La acción, entonces, ayuda a la propagación de genes
de la misma forma, si bien en menor medida, que como lo hace un padre cuidando
de sus hijos. Pero investigaciones detalladas usando técnicas genéticas de
dactilografía mostraron que a menudo los que son alimentados no guardan ningún
tipo de parentesco. ¿Entonces nos encontramos ante un ejemplo de comportamiento
desinteresado o existe alguna ventaja para el individuo que actúa de esta
forma?
El dar sangre a un compañero hambriento
beneficiaría al vampiro si se asegura que, cuando él tenga mala suerte y no
consiga alimentarse, el receptor se comportará de la misma forma. Y resulta que
esto es lo que ocurre. Aunque la docena aproximada de vampiros de un grupo se
desplacen de un dormidero a otro, lo hacen en grupo, y un individuo colgará
cerca o incluso al lado de un compañero habitual. Estos individuos particulares
no pueden ser descritos sino como amigos, ya que se acicalan y se reconocen por
el característico sonido de sus voces. Un tramposo que solicite sangre y la
tome pero no pague la deuda cuando le sea requerida, será pronto detectado.
Así, la cesión de sangre entre estos amigos no emparentados es una forma
recíproca de altruismo que beneficia a ambos compañeros. Es, por tanto, una
característica que puede ser seleccionada y fortalecida por el proceso de la
evolución.
DAVID
ATTENBOROUGH
(La vida a prueba, 1990)
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