Fuente:The New York Times |
Por Carl Zimmer*
30/01/12
Imaginemos que un científico nos pasa un hisopo por la narina izquierda y descubre que nuestra nariz contiene centenares de especies de bacterias. No es ninguna sorpresa, ya que cada uno de nosotros alberga unos cien billones de microbios. Pero luego hace un descubrimiento interesante: tenemos en la nariz
una especie desconocida que produce un poderoso nuevo antibiótico. Su
universidad la licencia a un laboratorio farmacéutico, y al llegar al
mercado gana centenares de millones de dólares. ¿Merecemos una parte de
las ganancias? Es una pregunta compleja, ya que desafía nuestras ideas
tradicionales sobre la propiedad y la justicia. Lo más probable es que
no hayamos nacido con ese germen en la nariz, sino que éste nos haya
infectado en algún momento de la vida. Por otro lado, tal vez ese
microbio sólo se desarrolle y se reproduzca en la nariz humana. Le
proporcionamos un refugio esencial, y su antibiótico puede contribuir a
mantenernos saludables al matar gérmenes productores de enfermedades que
invadan nuestra nariz.
Bienvenidos a la confusa nueva frontera de la ética: nuestro ecosistema interno.
En los últimos años, los científicos han descubierto una fuerza y una
complejidad notables en los microbios que viven en nuestro interior. Nuestro bienestar depende de ese microbioma, que contribuye a descomponer los alimentos, sintetizar las vitaminas y protegernos contra gérmenes que provocan enfermedades. «Antes
considerábamos que éramos algo aparte de la naturaleza», dijo Rosamond
Rhodes, una especialista en bioética de la Mount Sinai School of
Medicine, «ahora no somos sólo nosotros, sino nosotros y ellos».
Para los expertos en bioética, una de las preguntas más importantes es qué pueden revelar nuestros microbios sobre nosotros. Los estudios indican, por ejemplo, que la gente que tiene
determinadas enfermedades tiente a contar con microbios específicos. Tal
vez algún día podamos obtener importante información sobre la salud de
la gente a partir de un estudio de sus microbios. Rhodes sostiene que
ese tipo de información merecerá la misma protección que la información
sobre nuestros genes. En otras palabras, nuestros gérmenes son algo que
nos concierne.
Pero ese es sólo un aspecto de la cuestión. A
medida que los científicos avanzan en el conocimiento del microbioma,
también buscan nuevos tratamientos médicos. Después de todo, la mayor parte de los antibióticos se descubrió en bacterias y hongos.Los
microbios desafían la concepción simple de la individualidad. Son
esenciales para nuestra biología y viajan con nosotros desde el
nacimiento hasta la muerte.
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