lunes, 21 de mayo de 2007

Nosotros cumplimos órdenes

La mayoría de los males de la humanidad
no se han cometido por maldad, sino por indiferencia.

Anónimo

En 1957, Stanley Kubrick dirige Senderos de Gloria. En esta película un batallón del Ejército recibe una orden suicida e insensata. Al intentar cumplirla, mueren muchos hombres. Todos, tanto soldados como oficiales, sabían antes de iniciar la acción que lo que iban a hacer no tenía ningún sentido. Por eso, más tarde uno de los soldados de mayor rango decide rebelarse contra sus superiores poniendo en cuestión el principio de obediencia ciega.

La película causó un gran impacto en la época (llegó a estar prohibida en varios países) porque planteaba el dilema ético que define la trama de un ejército. ¿Qué debe hacer un mando intermedio ante una orden insensata? ¿Debe mandar a sus soldados a una muerte segura? ¿La obediencia a la autoridad puede llegar hasta ese punto?

Unos años después, uno de los experimentos más famosos de la psicología dejaría claro que la respuesta a la última pregunta es sí. Esta investigación demostró, además, que no cuestionar la autoridad puede llevar a la inmensa mayoría de las personas a realizar acciones que, en principio, sólo consideramos posibles en los psicópatas.

El experimento se realizó allá por los años 60 y su autor fue el psicólogo Stanley Milgram. Este investigador quería averiguar hasta dónde llegaba la influencia de la autoridad. Comenzó por poner un anuncio en un periódico buscando personas para participar en una inocente investigación.

La tarea de estas personas consistiría en administrar un castigo a un individuo que debía memorizar una lista. Cuando el voluntario llegaba, se le pedía que atara a la otra persona a una silla electrificada y le pusiera un electrodo en la muñeca. Después se le decía que pasara a una habitación contigua donde había un generador eléctrico y que, cada vez que la persona atada a la silla se equivocara en una tarea, le administrara una descarga. Con cada error, las descargas debían subir 15 voltios…

Con 75 voltios, cuando apretaba la palanca el voluntario oía a la persona de la otra habitación gruñir. Cuando se le administraban 150 voltios, ésta vociferaba: «Experimentador, sáqueme de aquí, no quiero continuar. Me niego a seguir.» Pero el experimentador ordenaba al voluntario que siguiera con las descargas. Con 270 voltios se oía un quejido agónico. Con 300 se oía un golpe en la pared: eso es lo último que se escuchaba de la persona. A esas alturas, el voluntario tenía bastantes razones para creer que el hombre de la habitación de al lado estaba muerto: él no sabía que la otra persona era un actor entrenado por Milgram. Pero cuando el experimentador le ordenaba continuar, él seguía haciendo las preguntas y, al no obtener respuestas, aumentaba las descargas. Así, hasta llegar a los 450 voltios finales.

¿Cuántas personas podemos pensar que llegarían a administrar el máximo de descargas? En un cuestionario realizado entre psiquiatras, estudiantes y personas de clase media los resultados indicaban que nadie creía en que hubiera personas capaces de continuar apretando el botón más allá de los 300 voltios. De hecho, muy pocos pensaban que alguien llegara a los 180 V. Sin embargo, la realidad fue que de los cuarenta sujetos perfectamente normales que realizaron el experimento, 25 (es decir, más de la mitad) llegaron hasta el final, hasta los 450 voltios. Sólo ocho se negaron a pasar de los 180 voltios. Es decir, sólo el 20 por 100 hizo algún caso a los gritos de la víctima. Un último dato: la media de descarga hasta la que se llegó fue de 368 voltios. Dicho de otro modo: la mayoría de los voluntarios llegaron a un nivel en el que lo más lógico era pensar que habían matado a la persona de la habitación contigua sólo porque alguien con bata blanca les había dicho que lo hicieran.

Dos datos más permiten relacionar este experimento con la psicología castrense. El primero tiene que ver con la despersonalización: cuando el voluntario tenía que tocar a la víctima o hablar con ella, la obediencia a la hora de dar descargas disminuía. De alguna forma, parece que esto les hacía recordar que la otra persona era un ser humano. Esta variación sobre el experimento explica la eficacia de las tácticas deshumanizadoras empleadas por los ejércitos a lo largo de la historia: el enemigo tiene que ser alguien sin rostro, un ente sin personalidad.

El segundo dato tiene más que ver con la forma en que se transmite la autoridad. Milgram varió las condiciones del experimento para averiguar qué era lo que más contribuía a que los voluntarios obedecieran las órdenes del experimentador. Pues bien, el factor más importante no era la cantidad de explicaciones que diera el experimentador para justificar lo que estaban haciendo. Ni el hecho de que el que impartía órdenes pareciera más o menos creíble en su papel. Tampoco influía demasiado recibir al voluntario en un lugar más o menos presentable. Lo más importante parecía ser el uniforme: el hecho de que la persona llevara o no bata blanca fue totalmente decisivo…

La conclusión del experimento de Milgram es clara. La autoridad nos despersonaliza. Cuando la aceptamos, perdemos control interno y tendemos a delegar la responsabilidad en aquellos que dan las órdenes. El riesgo que corremos es entrar hasta tal punto en ese estado mental de pérdida de responsabilidad que, al final, lleguemos a ser capaces de todo por obedecer. El militar interpretado por Kirk Douglas se enfrenta valientemente a sus superiores y es juzgado por eso. En la vida real son muy pocas las personas capaces de mantener ese compromiso ético.

LUIS MUIÑO

El factor humano en pantalla.


1 comentario:

Lilith dijo...

Krates,

Un tema muy interesante. Ocurre en muchos ámbitos de la vida, pero en el ejército es algo inherente a la propia condición de militar, el obedecer órdenes sin plantearse lo que supone ejecutar esas órdenes.

Buscando algo que leí sobre ese tema, he encontrado un enlace curioso que habla de lo mismo, pero llevado al ámbito de la Administración, no es tan fuerte como en el ejército, pero despersonaliza, que es de lo que se trata siempre.

http://eadminblog.net/post/2006/06/14/funcionarios-y-militares
(lo siento, no encuentro la manera de poner un hipertexto en los comentarios, sólo en las entradas)